Artes

Boleros en blanco y negro

25/05/2019

Fotografía de Constanza Martínez

1

Un CD prodigioso ha comenzado a circular entre nosotros. Antídoto imprescindible en estos días contra la angustia política. El esplendor del sonido como fiesta individual y colectiva. Se trata de En blanco y negro, exquisita, bailable, vigorosa hechura en las voces de Gioconda Cabrera y Cristina Vogeler con arreglos, ejecución y edición de Jesús Alberto Hernández.

Nueve boleros ejemplares y cinco piezas que van desde el son hasta el chachachá y la guaracha desatada llegan para liberarnos de la angustia circundante y elevar nuestros corazones a sentimientos viejos y nuevos como la remembranza, el hallazgo emotivo, el deseo, lo nunca escuchado,  la alegría y el humor. No de otra manera podía ocurrir cuando surge cada dueto –porque este es un disco de duos, en la más pura acepción del término- y cuando los trozos de solistas desnudan las voces sugerentes, enigmáticas a veces, siempre admirables, de  ambas contraltos. El bolero esconde eco vaginal y las  voces que lo consagraron (Elvira Ríos como nadie, Toña la Negra, etc) encuentran aquí su paralelismo.

La perfección del canto en Gioconda y Cristina torna de sus alturas técnicas a la tersura, la calidez expresiva y envolvente que todos los grandes boleristas guardan como sello sagrado. Ellas cultivan aquí una práctica deliciosa: la proximidad y el alejamiento melódico, para arribar a inquietantes modulaciones. No están solas en eso, aunque su poder creador y su inventiva las conviertan en novedosas artífices. Tras ellas murmuran las audaces hermanitas Lago de los años 50 y las vigilan los matices (bolero ranchera) de las Hermanas Huerta (“Cruz de olvido”). Por algo rinden culto a Sonia y Myriam Von Schrebler, dueto chileno de los 40, arreglistas memorables (Sonia fue dirigida por el propio Juan Orrego Salas);  también hacen homenaje a Trini y Nerza Márquez, activas desde los años 30, cantantes y compositora una de ellas.

Este CD revela, entonces, un inmenso pasado proustiano que casi recorre el siglo XX y que, sin duda, calibra las transformaciones de la mujer en nuestro continente. (Oh! María Grever siguiendo subrepticiamente a Debussy en sus boleros). Pasado que es siempre presente, como veremos más adelante. Por lo cual, aparte de otros sentidos, vislumbramos un tono colectivo en su sonoridad.

La energía individual vibra en el talento de los tres: Cristina Vogeler, subdirectora de Música Reservata, especializada en música antigua, miembro de la Cantoría Alberto Grau, es también actriz. Gioconda Cabrera, de prosapia musical venezolana indiscutible, dirige coros, es pedagoga, musicóloga de la UCV, ha interpretado a Bach y a Gonzalo Grau; y Jesús Alberto Hernández, maestro compositor, Magíster en Música, premio Nacional de Composición, director de coros y de la Big Band del Centro Venezolano Americano, es responsable aquí de cada instrumento, de la masterización y mezcla que determinan la asombrosa calidad y versatilidad de este disco.

Nuestro bolero atravesó fronteras e idiomas. Casi todos los crooners poseyeron alguno en su repertorio; Sarah Waugnh registró “Angelitos negros” y hoy Jamie Cullum insiste exitosamente con What a difference a day made (“Cuando vuelva a tu lado”), como también lo hace Michael Bubblé, con otras piezas. Desde España, tal vez con un exceso de “quejíos”, pero fascinantes,  Martirio, la Concha Buika y El Cigala no aparecen en público y en grabaciones sin varios de ellos.

Hay que ser injusto para recomendar o preferir algunas de las grabaciones de este CD. En él todo es perfecto. Pero sin duda Quimbara, Parampampam y Yo no sé nada así como embrujan al oído, son momentos para el pie atrevido y la cadera inagotable.

El trío (a estas alturas ya podemos designarlos así) de Cristina, Jesús Alberto y Gioconda asumen un reto mayor cuando interpretan Adiós, Qué te pedí (la Lupe se estremece de envidia en algún bar/lugar) o el ubicuo Mucho corazón.

En cambio ya  que de bolero se trata (o de sus alrededores), hay que entregar cuerpo y alma a Cuidadito (ave fénix que nos viene desde el éxito de María Victoria), a Silencio, desafío dual para las  voces y sus extremos graves, sobre una guitarra eléctrica, pura ensoñación. Y en la escalinata de obras maestras Mi corazón es para ti, Tengo ganas de un beso: lecciones rítmicas apretadas y un saxo al lado. El éxtasis definitivo reside en Sentencia, convertido aquí en un bolero excepcional, con sabor a beso ingenuo y mordedor, de cama y cuna.

2

Cada bolero es un asalto al presente, acabamos de decir.

Toda persona que hable de amor a su amor lo hace con letra de bolero. Hay palabras precisas para decirnos a nosotros mismos que el encuentro con determinado ser está indicando una diferencia; también para reconocer que esa cosa distinta se transforma en pasión: y que triunfamos o somos desdeñados. Finalmente, contamos con esas extrañas palabras que marcan el (lento, progresivo, desgarrado) final del hechizo.

No tenemos que ser conscientes del hecho: quienes han sido deliberados o lúcidos en este código del enamoramiento y sus matices son los compositores del Caribe: sus letras roban la originalidad de nuestros sentimientos, para devolverla bajo la forma de un secreto musical colectivo.

Fotografía de Constanza Martínez

La profundidad extrema del amor acude al silencio o al lenguaje de los hechos; pero cuando necesita ser expresado oralmente, sus sintagmas o monosílabos adquieren la exacta extensión de una frase, que bien puede caber en la versificación de un bolero.

Hubo una época en la que no existía el bolero y creo que entonces la gente estaba incompleta.

El amor en las tierras del mar Caribe y, por extensión, en casi toda la América Latina habla en bolero. Puede haber canciones inolvidables por su melodía o por sus frases. En el bolero ambas cosas están fusionadas tan profundamente, que ningún oyente verdadero podría separar una de otra. Ritmo, melodía, sentido: claves del asunto. Claves que también proceden de las palabras y la manera como se dicen las cosas del amor entre nosotros.

Por eso, el bolero anda cerca del sentido inmediato, es decir, del habla o del susurro. Sin embargo, en su totalidad, el mensaje está versificado. A veces por obra de la rima y del ritmo; a veces porque sus temas (su único tema, para ser exactos) se desarrollan como en un poema.

Este CD, con la energía del bolero y la fascinación de sus intérpretes, nos trae el presente en su faceta más libre: la de ser belleza, deseo y realidad contra nuestros males actuales.


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