Bello, Picón Salas y la historia

28/11/2020

Retrato de Don Andrés Bello por Raymond Monvoisin | Colección de la Universidad de Chile | Wikimedia Commons

Existen cinco grandes ediciones de la obra de Andrés Bello. La primera se hizo en Santiago de Chile entre 1881 (año centenario de su nacimiento) y 1883 en quince tomos. Le siguió una española, fechada en Madrid entre 1882 y 1905, parcial, en siete tomos, y después vino una segunda chilena, también incompleta, en nueve tomos, fechada en Santiago entre 1930 y 1935. La primera edición venezolana de sus obras completas está fechada en Caracas entre 1952 y 1981, en veinticuatro tomos, a cargo del Ministerio de Educación. La edición más completa tiene veintiséis tomos y también está fechada en Caracas entre 1981 y 1984, con motivo de su bicentenario, a cargo de La Casa de Bello. Esta edición caraqueña es facsimilar de la de 1952, a la que se agregaron dos tomos con las cartas del humanista. La edición recoge todos los temas que Bello cultivó, desde la poesía al derecho internacional, pasando por sus estudios filológicos, gramaticales, jurídicos, pedagógicos, periodísticos, históricos y cosmológicos, más los documentos relativos a su labor política y administrativa, así como su copiosa correspondencia, como se ha dicho. A menos que aparezca algún otro nuevo documento, lo que luce improbable, con esta edición y la reciente publicación de los Cuadernos de Londres (Santiago, 2017), que recogen sus apuntes de estudios entre 1814 y 1823, se da por agotado el Bello inédito.

La Comisión Editora de 1952, dirigida por Rafael Caldera, tuvo el acierto de encargar el prólogo de cada tomo a un especialista en su área correspondiente, no solo venezolano, sino hispanoamericano. Así, el que recoge su poesía está prologado por Fernando Paz Castillo, el de los escritos filosóficos por Juan David García Bacca, el que contiene la Gramática por Amado Alonso, el de crítica literaria por Arturo Uslar Pietri, el de temas jurídicos y sociales por Rafael Caldera, y el que agrupa sus escritos pedagógicos por Luis Beltrán Prieto Figueroa, entre otros. El prólogo del tomo XXIII, editado en 1957 y que recoge sus escritos sobre historia e historiografía, está firmado por Mariano Picón Salas y fechado en Caracas, en abril de 1956.

“Bello y la historia”

El Prólogo de don Mariano, titulado “Bello y la historia”, es un agudo ensayo que nos da un justo balance, no podíamos esperar otra cosa de él, tanto del pensamiento historiográfico de nuestro humanista como de los convulsos tiempos en que le tocó vivir, cuando precisamente ocurrieron cambios muy dramáticos en la forma de concebir la historia en Europa y en América. Picón Salas nos sumerge en esos años complejos que de alguna manera van con la propia trayectoria vital de Bello, esa que se abre como un arco desde el enciclopedismo hasta el romanticismo a través de las tres etapas de su vida. Tres etapas con el nombre de las tres capitales en que vivió: Caracas, Londres y Santiago. “Vigía constante de los movimientos espirituales de su época, no es extraño que la biblioteca de Bello estuviera al día en Historia como lo estaba en Derecho o estudios literarios”, dice Picón Salas.

Es precisamente en Santiago donde el ensayista comienza su recorrido. Es Santiago también el puente que une la peripecia vital de ambos, Bello y Picón Salas, y seguramente se deba a mucho más que al azar el hecho de que dos de los más importantes humanistas venezolanos hayan tenido tanto que ver con Chile. Tiempo y espacio que un dios reparte a capricho (como las múcuras de donde Zeus saca los bienes y los males, según Homero): el uno murió longevo, habiendo deseado siempre volver a Caracas; el otro volvió y pudo morir aquí, pero antes de tiempo, en plena madurez, cuando aún podía dar tanto de su fecundo pensamiento.

La lista de Barros Arana

La historia que cuenta Picón Salas comienza, pues, en Santiago, casi dos años después de la muerte del maestro. El 15 de junio de 1867 el historiador Diego Barros Arana, por encargo de la Biblioteca Nacional de Chile, termina de tasar los libros que pertenecieron a don Andrés Bello. Son mil trescientos veintiocho títulos que valen cuatro mil setecientos cuarenta y dos pesos con ochenta y cinco centavos, según Barros Arana. La cuenta tiene interés porque la Biblioteca Nacional quiere comprarlos, lo que hará en enero de 1868. También la lista, transcrita y publicada más de un siglo después por B. Velleman (Andrés Bello y sus libros, Caracas, 1994), es de interés porque nos permite conocer los libros que consultaba nuestro sabio, con los que formó su “oceánica erudición”. 

Los libros de historia de la literatura ocupan todo el estante K: allí están, entre otros, el Répertoire de littérature ancienne ou Choix de auteurs classiques grècs et latins de F. Schoell (1808), la conocida History of Spanish Literature de G. Ticknor (1849), la Litérature du midi de l’Europe (1813) y la Histoire des Français de Sismondi (1813)  en trece tomos. Resalta un exquisito volumen de los Monuments de la mythologie et de la poésie des celtes et particulierment des anciens escandinaves de Mallet, en costosa edición fechada en Copenhague en 1766. Evidencia de la amplitud de intereses de Bello es el hecho de que junto a estos libros se encuentren también las novelas y los poemas del romántico Walter Scott. Pero también tres ediciones latinas de Tucídides (una de Leipzig, 1815 y dos de Londres, fechadas ambas en 1823), dos Titos Livios también en latín (Oxford, 1821 y Edimburgo, 1857) y cuatro Tácitos (uno en traducción francesa: París, 1927; otro en traducción inglesa: Londres, 1829, y dos ediciones latinas: Londres, 1817 y Oxford, 1818). No faltan tampoco autores “modernos” como Macaulay (The History of England, 1849), Michelet (Histoire de France, 1835; Histoire Romaine, 1833), Rivadeneira (Manual compendio del regio Patronato Indiano, 1710), Thiers (Atlas d’histoire du Consulat et de l’Empire, 1859) ni menos Toqueville (De la démocratie en Amérique, 1839), entre muchos otros.

Bello y los Cronistas de Indias

Para Picón Salas, el interés de Bello por la historia va más allá de su magisterio chileno y se remonta a los primeros años de Caracas, cuando la agitación preindependentista hacía que la joven generación de ilustrados buscara razones y argumentos en los textos fundadores de América. “Quizás la inquietud autóctona y el vivo despertar de la conciencia criolla en los días que precedieron a la Independencia hizo que él –como casi todos sus contemporáneos, leyera a Las Casas, Oviedo y Herrera y buscase en dichas crónicas un alegato americano que oponer al sistema colonial español. Si Bolívar revela tanto y tan ágil conocimiento de la historiografía de Indias, no es extraño que Bello dentro de su mayor especialización letrada, la conociese eruditamente”, nos dice el merideño. Y más adelante: “Como para todos los pensadores y escritores de la época de la Independencia, comenzando por Bolívar, la Historia de la empresa española en América no fue para Bello solamente conocimiento erudito, sino necesidad de explicarse los antecedentes y legitimidad de la lucha autonómica”. En efecto, en el tercer volumen del Repertorio Americano, Bello haría gala de su conocimiento de la Crónica de Indias al corregir y rebatir con impecable erudición muchos de los conceptos que se expresan en la Colección de los viajes y descubrimientos publicada por Martín Fernández de Navarrete en Madrid, en 1825.

El Resumen de Historia de Venezuela

Pero si acaso no fuera suficiente la intensa actividad historiográfica desplegada por Bello en Londres y Santiago, un solo hecho es suficiente para merecerle el título de historiador, y es el de haber sido el autor del primer libro de historia impreso en nuestro país. Es así que el Resumen de Historia de Venezuela, publicado anónimamente y que debía formar parte de su Calendario Manual y guía universal de forasteros para el año de 1810, se convierte, en opinión de Picón Salas, no solo en testimonio de historia local, sino más bien en un “documento de Historia contemporánea”, debido a las repercusiones de los hechos que allí se narran. Producto de un espíritu prudente y comedido como el de Bello, escrito al calor de unas ideas que están a punto de entrar en ebullición, el Resumen de Historia de Venezuela es hijo de “una nueva actitud histórica”. Y Picón Salas no duda en incluirlo entre los exponentes del enciclopedismo venezolano.

Es cierto que el Resumen muestra sonoras diferencias con las antiguas crónicas e historias que narran la conquista y población de lo que después fue nuestro país, incluso con la Historia de Oviedo y Baños. Lejos de hacer un recuento de hazañas –memorabilias y mirabilias-, Picón Salas muestra que la estructura del Resumen es muy otra. Y el discurso, lo que llaman “la narrativa”, también. “En el viejo debate hispánico entre lo temporal y lo eterno, esencia de la antigua literatura barroca, estos escritores ponían todo su riesgo en la causa de lo temporal”, nota el merideño. Sin embargo, no nos confundamos con Bello. Su enciclopedismo y su “prudente progresismo” están profundamente enraizados en la tradición clásica. Para el sabio caraqueño, cultura es ante todo conciliación y evolución, no “holocausto” en su sentido etimológico. En su formación resonará siempre Humboldt, sí, pero no más que Virgilio. Y el Virgilio de las Bucólicas y las Geórgicas más que el de la Eneida. Es la narración de nuestra historia según Bello: cansado de las tantas aventuras en que fracasó una y otra vez en busca de Manoa y sus espejismos, el conquistador comprendió por fin que la verdadera riqueza de Venezuela estaba en su tierra; entonces fundó ciudades y comenzó a sembrar… ¡y halló El Dorado! La Historia de Venezuela contada por Bello se convierte, para Picón Salas, en un acto de fe y de profundo amor por la tierra venezolana. Y en un convencimiento de su luminoso destino. En el Resumen de Bello, la historia de Venezuela apenas está por comenzar.

Es, pues, agrícola la vocación fundacional de Venezuela, dice Picón Salas que es la tesis central de Bello. Y nos lo dice también a nosotros, desde finales de la década de los cincuenta del pasado siglo, cuando la riqueza petrolera, ese nuevo Dorado, comenzaba a extraviar trágicamente el destino de los venezolanos. El merideño lo advierte. Su ensayo a propósito del pensamiento histórico de Bello es también una llamada de atención a los venezolanos de su tiempo y de los tiempos por venir, una excusa para alertarnos y prevenirnos de lo que después resultó inevitable. En este sentido, pocos como este par se dio a la tarea de pensar tan apasionada, tan prolija, tan profundamente a Venezuela, cada uno desde la atalaya temporal que le tocó, y prevenirnos de los peligros que entonces supieron avizorar. Quién puede negarlo, Bello y Picón Salas representan lo mejor de la tradición preclara del cultivo de las ideas en nuestro país, dos momentos cumbre del pensamiento venezolano; pero sobre todo la Venezuela que fue y la que tiene que volver a ser.


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