Perspectivas

Antonio Leocadio Guzmán y la fundación del Partido Liberal Venezolano

05/11/2019

Retrato de Antonio Leocadio Guzmán por Martín Tovar y Tovar.

Antonio Leocadio Guzmán nace el 5 de noviembre de 1801, en Caracas. Muere en esta misma ciudad, el 13 de noviembre de 1884. Político y periodista. Su padre, el soldado realista Antonio Guzmán, lo envía a España en 1812 para alejarlo de la guerra desatada en Venezuela. En España conoce las más avanzadas doctrinas liberales. Regresa a Venezuela en 1823 y se moverá entre la fidelidad a Bolívar y las tendencias separatistas que serán al final las que acompañará en 1830. Guzmán es expulsado de las filas oficialistas por el ministro conservador Ángel Quintero. Funda en 1840, junto con Tomás Lander, el periódico El Venezolano, vocero de La Sociedad Liberal de Caracas. Allí se agrupan hacendados, intelectuales, artesanos y, más adelante, gente humilde que cuestiona la gestión del grupo que rodea y ejerce el poder con el general José Antonio Páez desde 1830.

En un lenguaje sencillo, pero muy crítico, el líder civil va planteando lo que se va a convertir en el programa del Partido Liberal. Guzmán reclama alternabilidad ante un reducido grupo –el lo llamará oligarquía– que se ha reservado el poder para sí. Señala que son pocos los que están informados y atienden los asuntos públicos que deben interesarnos a todos y en los que todos debemos participar.

Guzmán enfila sus demoledores escritos desde los primeros números de El Venezolano contra el nepotismo, contra el abuso de autoridad. Su bestia negra será el general José Antonio Páez. Este General asumió, desde los tiempos de la emancipación, el mando de tropas. Paulatinamente fue escalando posiciones políticas. Desde aquel entonces se ha resistido a abandonar la suprema magistratura. Un hombre que no estaba preparado para los arduos problemas que contemplaba ser Presidente de la República.

Había que buscar una manera cívica de liberarse de los libertadores. Ante el centralismo asfixiante se incorporará hacia finales de la década de los cincuenta del siglo XIX la idea según la cual era una necesidad imperiosa la descentralización, el federalismo. Guzmán denuncia la manipulación fraudulenta de los procesos electorales y la utilización de la maquinaria del Estado (tribunales, policía, ejército) para cerrarle el paso a los contingentes del Partido Liberal. El mismo Guzmán será víctima de este acoso, pero el pueblo ante el peligro de una sentencia injusta lo rescata de la sala del tribunal, el 9 de febrero de 1844, y lo pasea en hombros por las calles.

Guzmán reflexiona sobre el desempeño de las mayorías y las minorías políticas en la República y defiende el surgimiento de una oposición constitucional, doctrinaria, constructiva, y de los partidos políticos que deben debatir y orientar los destinos de la nación. Observa cómo en otras democracias del mundo –Inglaterra, Francia, Estados Unidos–existe un saludable bipartidismo, mediante el cual los ciudadanos organizados defienden una gestión gubernamental o proponen alternativas a esta. Expone y combate los manejos dolosos del Banco Nacional. Defiende la libertad de expresión y de pensamiento ante leyes «de imprenta» y tribunales que se reservan el tratamiento de estos asuntos y que asfixian y reprimen el libre debate sobre los temas nacionales.

Pondera la necesidad de disponer de un poder legislativo eficiente e independiente. El parlamento debe generar la legislación que fomente la inmigración para poblar nuestros desiertos, la construcción de escuelas para aminorar nuestra ignorancia y atraso, leyes que agilicen el traslado al país de capitales y tecnología para dinamizar la agricultura y la cría, base de la riqueza de Venezuela. Guzmán defiende la realización de una política donde estén descartadas las vías de hecho, de la violencia. El uso de las armas en los asuntos públicos beneficia a los jefes guerreros, al personalismo y al caudillismo.

Ante la crisis económica que se agudiza, exige al gobierno una participación activa para auxiliar a los productores nacionales ante la usura. En países viejos, civilizados, el gobierno no amerita participar para generar riqueza. En los pueblos incipientes el Estado tienen que hacer esfuerzos por incentivarla, proteger la producción de bienes materiales que engendran la prosperidad colectiva.

Guzmán crítica con dureza la política ortodoxamente liberal de la oligarquía conservadora (así la denominó José Gil Fortoul), que se muestra indiferente ante el malestar de artesanos y agricultores. Promueve la creación de organismos de financiamiento para alentar la producción agrícola.

Ante esta propuesta política, la respuesta del general Páez, del general Carlos Soublette y de intelectuales como Cecilio Acosta y Juan Vicente González será cerrarles el paso a los «agitadores», a los revoltosos. Perseguir a los alteradores del buen orden. Con motivo de las elecciones presidenciales de 1847, el Partido Liberal postula a la presidencia de la República al ciudadano Antonio Leocadio Guzmán. El clima político se agita, se calienta en exceso. Santiago Mariño y otros actores políticos consideran que una entrevista entre el general Páez y Guzmán pudiera ayudar a bajar la extrema tensión. La reunión no llega a realizarse. Guzmán tiene que regresar apresuradamente a Caracas y esconderse. La crisis económica, la política represiva del gobierno y los alzamientos espontáneos de liberales radicalizados, condujeron esa iniciativa al fracaso. Guzmán es detenido por el Jefe de la policía de Caracas, el escritor Juan Vicente González, quien, en su odio contra Guzmán, descendió a la condición de esbirro para capturarle y apoyar su condena de muerte.

Esta sentencia la modificarán las circunstancias políticas: el nuevo presidente, José Tadeo Monagas, la cambia por exilio perpetuo.

Pronto regresa a Venezuela y ocupa la vicepresidencia de la República. La rudeza y la malicia del jefe guerrero oriental y su propia indecisión en momentos claves le terminan arrebatando el Partido Liberal. Muchos personajes contemporáneos y quienes han escrito la historia de este período, critican que a Guzmán le faltó osadía, arrojo, valor civil, para dirigir a las entusiastas masas liberales. No fue el segundo Simón Bolívar que muchos pensaron. Pero lanzó a la calle las ideas que cuajaron en el cuerpo social y formaron el programa liberal y el proyecto nacional del siglo XIX venezolano.


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