Los cien años de Enrique Sánchez

27/09/2022

Don Enrique Sánchez. Fotografía de CEDICE | Instagram

Cien años en la vida de una institución o de una persona es buena oportunidad para reflexionar sobre el aporte realizado, sobre las labores cumplidas. Cien años resulta una fecha redonda que hay que conmemorar revisando las tareas adelantadas. En el caso de Enrique Sánchez ‒empresario, comerciante, gremialista, autor de una significativa bibliografía‒ se trataría de reflexionar sobre su enorme aporte a favor de una Venezuela próspera y libre. Gustavo Roosen lo llama «maestro de empresarios» y es verdad que dedicó su periplo vital a divulgar los valores del trabajo y el emprendimiento. Enrique Sánchez nació el 14 de septiembre de 1922 y murió el 25 de junio de 2012. Abogado graduado en la Universidad Central de Venezuela (1948), de algunos de sus libros tomamos datos sobre su destacada actuación pública: presidente de la Asociación Venezolana de Ejecutivos, director del Instituto Venezolano de Análisis Económico y del Instituto Nacional de Capacitación Educativa (INCE), director de la Sociedad Civil Dividendo Voluntario para la Comunidad, cofundador del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), presidente del Consejo de Economía Nacional, cofundador de CEDICE, entre otras ocupaciones.

Como abogado se aproximó a las actividades económicas desde la perspectiva de las relaciones industriales.

Contra el estatismo

Sánchez escribió con una sinceridad que fue casi temeridad porque no temía a las represalias de quienes dirigían la maquinaria estatal. Hay que reconocer que en la naciente democracia representativa existió amplia libertad de expresión, tolerancia y pluralismo para el debate de las ideas. En 1962 Sánchez denuncia la notoria existencia en el país de un capitalismo de Estado. En Venezuela el Estado es poderoso, posee enormes ingresos y participa hegemónicamente en la actividad económica. A mediados de los años ‘30 del siglo XX, para enfrentar la crisis económica internacional, las naciones devaluaron sus monedas. Venezuela fue el único país que no lo hizo. Esto incidió en que desarrolláramos una propensión a importar con una moneda sobrevaluada. El gobierno se vio obligado a subsidiar la agricultura de exportación y a proteger las nacientes industrias. A partir de la muerte del general Juan Vicente Gómez, a finales de 1935, estas políticas intervencionistas se incrementaron. En Venezuela prevalecen estructuras centralistas y autoritarias derivadas de nuestra historia y de la formación de nuestros partidos políticos, en los cuales prevalecen concepciones leninistas.

Sánchez señala que el proteccionismo impide el sano crecimiento de las empresas. Estas producen bienes costosos y de mala calidad porque no se encuentran presionadas por la sana competencia. El excesivo intervencionismo y control de Estado conducen también a la perdida de la libertad. Durante el gobierno constitucional de Rómulo Betancourt (1959-1964), en el cual se intensificó la intervención estatal, se produjo una inestabilidad monetaria, se redujeron los bienes de inversión en 60% y la importación de materias primas en 25%, aumentaron las importaciones de bienes de consumo en 7%, cayó el producto nacional neto y el ingreso per cápita, aumentó el desempleo. Lo que demuestra lo erradas de las políticas económicas aplicadas. Los altos impuestos, las expropiaciones, las restricciones a la propiedad privada, los aumentos salariales compulsivos sin consultar con las empresas, los subsidios al consumo, el proteccionismo industrial, los controles de precios, desalientan a los productores. Durante la administración Betancourt la regulación exagerada de precios de los apartamentos casi paralizó a la industria de la construcción. La política petrolera de no más concesiones alejó las inversiones de esa actividad económica y la hizo menos competitiva.

La industrialización por sustitución de importaciones patrocinada por el Estado durante los primeros gobiernos democráticos generó menos crecimiento económico que la industrialización libre del período 1952-1957. Por el contrario, cuando el mismo Betancourt niveló el presupuesto, se liberalizó el presupuesto de gastos, se dejaron de crear nuevos impuestos, se mantuvo la paz laboral y la ciudadanía perdió el temor de nuevos controles y se alejó la amenaza comunista, la economía retomó el camino del crecimiento.

El Estado debe actuar con austeridad y bajos impuestos. Que los recursos los utilice la sociedad para invertir, ahorrar y consumir. La producción de riqueza no es solo responsabilidad del Estado. El individuo, la familia, las empresas, los gremios, todos deben coadyuvar en una mística del trabajo y de la producción. No debemos esperar todo del gobierno. Los ciudadanos, la sociedad civil, tienen que activarse para adelantar soluciones a los problemas. Solo con el trabajo y el esfuerzo de todos superaremos los problemas que padece el país. Para 1991, denuncia Sánchez, el Estado venezolano había consumido más de doscientos mil millones de dólares las últimas tres décadas.

Las políticas monetarias son las que generan la temida inflación. Esta deriva de la emisión de dinero inorgánico, es decir, que se produce circulante que no se corresponde con los bienes producidos. Hay que reducir el gasto fiscal y que este concuerde con los ingresos. Mayor eficiencia en el uso de los recursos. Simplificar y limitar jurídicamente la tributación. Hay que privatizar las empresas públicas ineficientes. No debemos endeudarnos para cubrir gastos corrientes. Hay que prohibir el endeudamiento de entes locales. El autor no fue un antiestatista per se; así, escribió:

El Estado es un compromiso social que la humanidad ha encontrado en busca de la armonía entre sus componentes para satisfacer las necesidades sociales de orden colectivo, para protegerla de los abusos que algunas de sus partes pueden cometer contra otra. Entre ese conjunto de atributos está la administración de justicia, la defensa nacional, la seguridad personal, la prestación de servicios públicos, la instrucción, la salud y las reivindicaciones de los desposeídos. (Enrique Sánchez, Joven empresario es…, Caracas, CEDICE, 1991).

Es decir, que si bien defiende la economía de mercado y las libertades individuales cree en una acción vigorosa del Estado. En sentido contrario de lo que se cree comúnmente, el enfoque liberal de la economía y de la sociedad exige un Estado fuerte en el cumplimiento de las leyes y en el respeto de las instituciones.

A favor de la libertad de mercado

Sánchez apela a la historia de la humanidad para afirmar que la mayor prosperidad y la mayor libertad se han alcanzado dentro del respeto a la propiedad privada y la economía de mercado. Sánchez es partidario de economías abiertas, exportadoras. La globalización es un fenómeno irreversible. Por eso rechaza el excesivo proteccionismo estatal. Hay que vender productos a los países ricos. Atraer a los turistas de estas naciones que poseen monedas duras. Con una alta productividad y una economía exportadora se pueden subir los salarios y mejorar la calidad de vida de los trabajadores. Las economías exitosas del mundo ‒China, la India, Taiwán, Singapur, Brasil, México, entre otras‒ son abiertas, competitivas y exportadoras.

Papel de los empresarios

Un empresario es quien administra los recursos productivos para satisfacer las necesidades de la comunidad. Las empresas deben producir bienes de calidad en las cantidades suficientes. La característica más sobresaliente de un emprendedor es «convertir un bien de menor valor en otro de valor superior» (Enrique Sánchez, Ética empresarial, Caracas, Cámara de Comercio de Caracas, 1984). El empresario se enfrenta a la incertidumbre del mercado: no sabe si el bien producido tendrá el interés del consumidor, si lo pudo producir con costos lo suficientemente bajos como para obtener beneficio. Eso justifica la ganancia. Esta es necesaria para incentivar al productor. Sin incentivo no hay producción. Y sin producción de bienes y servicios la sociedad se estanca. Hay que devolverle la responsabilidad de crear riqueza a quienes corresponde, a los empresarios. Para contrarrestar la excesiva reglamentación, los empresarios deben aumentar la inversión per cápita. Trabajar más, trabajar duro. Los empresarios deben demostrar que con libertad de empresa, el respeto a la propiedad y Gobierno con poderes limitados es en el que se puede alcanzar la dignidad humana y la prosperidad.

Los empresarios tienen que invertir y capacitar a los trabajadores. Contra el predominio de una mentalidad distributivista, que critica el también empresario Pedro Tinoco, urge aumentar la producción. No se puede distribuir riqueza si no se produce. La productividad se incrementa con alta preparación de los operarios, buena remuneración de los trabajadores, inversión en tecnología, trabajo duro y mayor inversión per cápita. Un mejor salario deriva de una alta productividad, en eso no debemos engañarnos. Aumento de las remuneraciones que no se corresponden con la producción real genera inflación.

Por supuesto, las políticas económicas generadas por el Estado deben coadyuvar a ese esfuerzo de producir riqueza: aranceles adecuados, tasas aduanales que protejan temporalmente a las industrias incipientes. Permitir la libre competencia como mecanismo regulador de los precios y la oferta y la demanda; instituciones crediticias que otorguen créditos y el control de calidad de los recursos para proteger al consumidor. La economía nacional debe ir por el camino de la desregulación. A los empresarios corruptos o inescrupulosos hay que excluirlos del grupo de los auténticos y honestos productores.

Defensa de la democracia

Sánchez defiende la libertad individual y la dignidad humana. Sin libertad no hay progreso. Sánchez recuerda que el concepto de libertad es herencia del cristianismo y que involucra la misma libertad y la responsabilidad. También, que la creación de riqueza requiere de un marco ético e institucional

… que nos asegure que podemos disponer libremente del fruto del trabajo mediante la propiedad privada; que tengamos libertad para escoger o rechazar salario, ocupación, patrono o lugar donde vivir; oportunidad para escoger libremente un gobierno democrático y en fin, un orden jurídico estable que permita el afianzamiento de la libertad integral y el respeto a la dignidad humana. La productividad no es el fin, sino un medio para obtenerlas . (Enrique Sánchez, ¿Por qué la productividad beneficia a los trabajadores?, Caracas, Asociación Nacional de Empleados, 1964).

Esos mismos valores cristianos que reivindican la libertad y la responsabilidad nos obligan a ser solidarios con los que sufren. Sánchez insiste: ese contexto favorable para producir consiste en que prevalezca un Estado de derecho y se respeten las instituciones. El empresario está convencido de que hay que formar en los valores de la libertad. Hay que tener buenos políticos. Si los tenemos, el país marcha bien. Se requieren estadistas con visión de largo plazo. Hay que mejorar las instituciones. Con el voto uninominal escogerán a sus representantes los ciudadanos y no los partidos. Hay que luchar contra la corrupción: con la disminución del tamaño del Estado y de la burocracia se puede amainar este flagelo. También hay que mejorar la calidad de la educación para ser mejores ciudadanos y, sobre todo, emprendedores.

Así como defiende el régimen democrático, Sánchez repudia el totalitarismo. Políticamente los países socialistas son absolutistas. Económicamente, por no prevalecer en ellos el cálculo económico y la economía de mercado sino decisiones burocráticas, son sociedades donde impera la escasez y la pobreza.

Enrique Sánchez fue una persona exitosa y de palabra útil y perdurable. Su natalicio debería servir para reflexionar sobre algunas de sus ideas, tanto más en el contexto actual.


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