Nicomedes Zuloaga Mosquera y Carlos Ball

15/01/2022

Carlos Ball y Nicomedes Zuloaga. Fotografías cortesía Rocío Guijarro | Cedice

Los últimos meses del año, noviembre y diciembre, y los primeros del año siguiente, enero y febrero, se caracterizan en Venezuela por ofrecernos un clima muy agradable. “Llegó Pacheco”, decimos, y ese frío nos obliga desempolvar sacos y bufandas. También nos pone pensativos y nostálgicos. Buscando un tema para escribir me pongo a recorrer los libros en mi biblioteca y me tropiezo con textos de Nicomedes Zuloaga Mosquera y Carlos Ball, respectivamente. Completé la pesquisa sobre sus obras en la Biblioteca de la Universidad Católica Andrés Bello, la Pedro Grases de la UNIMET y la Biblioteca Nacional. Los evoco recordando aquella frase de las maestras de escuela de antes: ambos fueron constructores de patria. Hicieron aportes para su familia y para sí mismos, pero a la vez dejaron un legado para su país. Fueron hombres de trabajo, intelectuales, trabajadores de la cultura. Ciudadanos y productores. Emprendedores. Empresarios. En nuestra Venezuela donde los héroes son predominantemente de charreteras y vinculados con el poder se me antojó escribir sobre ellos.

Nicomedes Zuloaga Mosquera viene de una familia de abolengo: empresarios, historiadores, poetas, intelectuales. Estudio Derecho y se dedicó por su cuenta a estudiar los problemas económicos y sociales de la nación. Cofundador, con Joaquín Sánchez Covisa, de la célebre revista Orientación económica, la cual tuvo, por cierto, distribución y fama latinoamericanas. Escribió también en La Verdad, periódico también de enfoque liberal. En los años ochenta del siglo XX contribuye con la fundación de CEDICE, un centro de divulgación del conocimiento económico y de defensa de la economía de mercado. Allí hace filas con Carlos Ball, Carlos Sabino, Carlos Rangel y Emeterio Gómez, entre otros.

En los años sesenta, siempre del siglo XX, Zuloaga enfila sus críticas de empresario de viejo cuño que rechaza a quienes en realidad no son emprendedores sino enriquecidos a la sobra del proteccionismo de Estado, la corrupción y los privilegios. Desde la páginas de La Esfera, El Universal, La Verdad, El Nacional o en conferencias al gremio empresarial denuncia el crecimiento desmesurado de la burocracia con fines exclusivamente clientelares. Critica el derroche de enormes recursos en empresas públicas deficitarias (Aeropostal, Mersifrica, Sidor, etc.). Apela a la más sana economía: señala que el presupuesto no se equilibra con impuestos y endeudamiento externos; se sanea -indica- gastando solo lo que se tiene. Quien gasta más de lo que tiene se arruina. Sea un pulpero o un Estado. Zuloaga expone que entre 1936 y 1959 la economía venezolana mostró un alto crecimiento. Esa robustez se ha deteriorado a partir de la imposición de políticas estatistas. Altos impuestos, control de cambio, han hecho crecer la desconfianza y la desinversión.

Zuloaga Mosquera ahonda en las causas de la crisis económica en el momento de la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez e inicio del gobierno de Rómulo Betancourt. El gasto de enormes sumas de dinero en el llamado “Plan de Emergencia”. La aprobación de una ley de regulación de alquileres que lo que incidió fue en la paralización de la construcción de viviendas para arriendo. El control de cambio, los aumentos permanentes de los impuestos. La política sindical de aumentos coactivos de los salarios sin tomar en cuenta la situación económica. Advierte que el producto interno bruto, el cual había sido de los más altos del mundo, está a inicios de la administración de Rómulo Betancourt por debajo del crecimiento vegetativo de la población. Zuloaga argumenta en contra de la política de industrialización por sustitución de importaciones. La idea de la autarquía, de que debíamos producir de todo para no depender del exterior, es absurda. Tenemos que producir con base en nuestras condiciones y en las ventajas que ofrece el mercado internacional para nuestros bienes. Las industrias de invernadero requieren del exterior hasta la materia prima para operar. Por el contrario, debemos producir lo que podamos colocar en el exterior con ventajas de calidad y costos para obtener divisas duras de bienes distintos al petróleo. Crear una industria artificial que se sostiene por los altos aranceles pero no por sí misma deriva en un alto costo que termina pagando el consumidor venezolano.

Zuloaga combate el pensamiento según el cual los comerciantes y empresarios son explotadores a quienes no les interesa la gente. La riqueza bien habida, obtenida mediante el trabajo, el esfuerzo, la innovación tecnológica debe ser respetada y reconocida.

Décadas después, Zuloaga también analiza el fatídico “Viernes Negro” del 18 de febrero de 1983: la evidencia más palpable del quiebre económico que se vino gestando en décadas anteriores. ¿Cuáles fueron las causas de la debacle? Zuloaga señala que se acabaron los dólares a 4,30 porque la moneda ya estaba devaluada desde tiempo atrás. También, debido a la desconfianza de los inversionistas originada en el estatismo, el despilfarro, la corrupción y los privilegios de los pocos que disfrutaban verdaderamente de la renta petrolera.

En el plano político, Zuloaga era partidario de defenestrar la idea de que la mayoría -escudada en la soberanía- puede hacer lo que le da la gana. En una auténtica democracia se deben preservar los derechos de las minorías. Los derechos, las garantías resultan, justamente, el contrapeso al ejercicio del poder del Ejecutivo o del Legislativo. Democracia no es solo votar cada cinco años. Hay que respetar el estado de derecho. El país funcionó durante un tiempo, por ejemplo, con las libertades económicas suspendidas. Eso impidió que se desataran las fuerzas productivas y la creatividad de los emprendedores. Por aquellos años el poder judicial y los cuerpos de seguridad del Estado estaban completamente partidizados. El poder legislativo hizo leyes que fomentaron la arbitrariedad de los funcionarios.

Zuloaga arremete, asimismo, contra el populismo que ofrece lo que no va a cumplir, que establece aumentos de salarios por decreto. Lo que realmente mejora las condiciones de los trabajadores es una alta productividad derivada de la capacidad tecnológica y del esfuerzo de los trabajadores. La emisión de dinero inorgánico para satisfacer clientelas dispara el costo de la vida y la inflación. Zuloaga exige que se supere el sufragio de analfabetas y que se establezca el voto uninominal para que la ciudadanía tenga más control sobre sus representantes. Hay que fortalecer el estado de derecho, nombrar jueces mediante el sufragio popular, el poder ejecutivo o los sufragios de los Estados. Que los jueces gocen de estabilidad e independencia. Como en Estados Unidos. Sin seguridad jurídica no hay desarrollo económico ni inversiones. Hay que eliminar de la Constitución -señala- las ofertas demagógicas imposibles de cumplir. Por ello le reconoce a Carlos Andrés Pérez su intento de establecer una economía de mercado en Venezuela. Así como un conjunto de reformas que nos hicieran romper con el estatismo y el populismo.

Por su parte, Carlos Ball -periodista con trayectoria gremial similar a la de Zuloaga- fue comerciante hijo de tenderos, con formación profesional en el país y el exterior. Coadyuvó con la formación de instituciones nacionales y latinoamericanas para divulgar las virtudes de la economía de mercado.

Ball también reclama el restablecimiento de las libertades económicas. Detrás del estatismo está es el control de los hombres. Sin libertad económica se debilita y perece la libertad política. Cuando busca las causas del “Viernes Negro”, hecho del cual también fue testigo y analista, las encuentra en la partidización de todo el país, en el control de cambio y la devaluación. La crisis económica se originó en el derroche de enormes recursos los diez años previos en que el Estado venezolano contrajo una enorme deuda externa pagadera a corto plazo, en el crecimiento inmanejable de la burocracia, en el empeño de mantener empresas públicas deficitarias y en el incremento de permisos que impacta los costos de producción.

De otra parte, responsabiliza de la crisis hasta a un segmento del empresariado que no defiende la economía de mercado. La excesiva concentración del poder político y económico en pocas manos -indica con énfasis- ha generado corrupción, derroche de recursos y devaluación. En carta dirigida al por aquellos años recién electo presidente de la república Jaime Lusinchi, fechada el 6 de diciembre de 1983 y publicada en El Diario de Caracas, escribe:

… la prosperidad no se establece por decreto presidencial, (…) la prosperidad es inalcanzable si no existen las condiciones necesarias de libertad individual, de libertad económica, de confianza en los gobernantes, de optimismo, si no hay estabilidad y seguridad de las reglas de juego, si no se trabaja duro, si no se permiten que se produzcan muy buenas ganancias para que éstas a la vez motiven a otros y para que sean reinvertidas en la expansión del capital, en la expansión de las herramientas de trabajo para así aumentar la productividad del trabajador, única fórmula que permitirá el acumulativo incremento de los salarios de los venezolanos. (Carlos A. Ball M. Libertad, democracia y corrupción, Caracas, Ediciones Libertas, 1984, pp. 33-35)

Le expresa al nuevo jefe del poder ejecutivo que el estatismo y el populismo han colapsado y el gobierno está en la obligación de asumir nuevas estrategias económicas que garanticen la prosperidad.

De modo pues que Zuloaga y Ball fueron muy críticos contra las políticas económicas de los gobiernos de la democracia venezolana. Y ambos padecieron la persecución del gobierno de Jaime Lusinchi. Carlos Ball denunció en 1987, en un encuentro internacional, los abusos contra la libertad de expresión del gobierno adeco. El acoso fue tal que tuvo que exiliarse en Estados Unidos. A Nicomedes Zuloaga Mosquera lo persiguieron usando los tribunales y le dictaron auto de detención. Lo liberó el siguiente presidente de la República: Carlos Andrés Pérez.

Vidas en muchos sentidos comunes en su amor por Venezuela, en su lucha por el respeto a todas las libertades y en la represión que sufrieron de gobiernos sumidos en un pensamiento y prácticas políticas anticuadas, anacrónicas.

Sin duda, un par de héroes civiles.


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