Entrevista
Frank Briceño: Elevar la educación sigue siendo la prioridad social del sector privado
por Hugo Prieto
Frank Briceño retratado por Gaby Oraa | RMTF
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El próximo 25 de abril se realizará el Foro “El reto de la responsabilidad social 60 años después de Maracay”, presentado por el Pensamiento Gerencial Venezolano, organizado conjuntamente con la Asociación Venezolana de Ejecutivos para conmemorar el seminario “La responsabilidad empresarial en el progreso social de Venezuela”, en el que hombres de empresa, de gobierno, de la iglesia y activistas sociales, se reunieron en aquella ciudad para debatir sobre el futuro social del país y las razones que el empresariado tenía para contribuir a su progreso mediante la formación del hombre venezolano. El Pensamiento Gerencial Venezolano es una iniciativa de Frank Briceño Fortique presentada a las autoridades y al Consejo Académico del IESA, que aprobado fue adscrito al Centro de Gerencia y Liderazgo, designando como su coordinador al profesor Ramón Piñango. Hugo Prieto entrevistó a Frank Briceño Fortique para dar inicio a una serie de entrevistas previas a la realización del foro.
En su haber, Frank Briceño Fortique* tuvo un sueño que convirtió en realidad. No lo hizo solo, porque el proyecto era de magnitudes épicas. A la vista de todos, en la urbanización San Bernardino, podemos ver la materialización de ese sueño: El IESA, el Instituto de Estudios Superiores de Administración), una escuela de gerencia, de altísima calidad, reconocida a nivel mundial. En los inicios de ese sueño estuvo en Maracay, en una cumbre gerencial y empresarial venezolana, que cambió paradigmas en la gestión privada, particularmente en la responsabilidad social de las empresas.
El encuentro de Maracay es punto de inicio para construir memoria, perseverar en los aciertos y descartar los errores. Pero, simultáneamente, hay que sistematizar el pensamiento gerencial venezolano. Tarea que ya comenzó, pero que tomará años concluirla.
En la sala de su casa, convertida en oficina virtual, resguardada por una biblioteca que cubre las paredes del piso al techo, están las obras que reúnen el pensamiento político venezolano, el pensamiento económico y el pensamiento cultural institucional de Venezuela. ¿Y el pensamiento gerencial venezolano?, se pregunta nuestro entrevistado. Esa tarea ya comenzó, con publicaciones en línea, pero queda mucho, muchísimo por hacer. Al término, será publicada en línea para consulta de las nuevas generaciones.
¿Qué recuerda usted de los antecedentes del encuentro de Maracay?
Yo recibí una carta de invitación de Alfredo Anzola Montauban, presidente de la Fundación Creole y coordinador del evento. Inmediatamente me anoté porque me interesaba el tema. En ese momento yo era gerente General del Consejo Venezolano de Prevención de Accidentes, una ong patrocinada por las principales empresas venezolanas y las concesionarias petroleras. El presidente era Federico Batista, un ejecutivo de la Creole. Para mí, Federico fue un maestro. Él llegaba media hora antes de la reunión, se sentaba conmigo y me preguntaba: ¿Qué se ha hecho esta semana? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué decisiones vamos a tomar? Allí aprendí disciplina, métodos gerenciales y experiencias de otras empresas. No solamente de la Creole, sino de muchas otras industrias que eran socias de esa ong. Un año antes del evento, yo me hice socio de la Asociación Venezolana de Ejecutivos. Ya mí interés era la gerencia como directivo de una pequeña empresa de azúcares, fuimos los primeros en producir los dados y los pequeños sobres para el café. Una decisión muy importante, que acordaron todas las centrales azucareras del país, afiliadas a la Distribuidora Venezolana de Azúcares, fue fijar un precio único del azúcar en cualquier punto de venta del país, fuese a pie de la central o fuese en el (para entonces territorio federal) del Amazonas. Un desafío que exigió una organización, una logística, de alta precisión. Iniciativa que deberíamos repensar y, si es posible ejecutar, como parte del nuevo pensamiento gerencial venezolano. Recuerdo que el costo de la tonelada de azúcar, para ese momento, era de 872 bolívares.
¿Qué diría del contexto en el cual se desenvolvía el país?
El ambiente era de relativa tranquilidad, recuerda que 1962 fue el año de las grandes asonadas golpistas contra el gobierno de Rómulo Betancourt. Pero fueron dominadas. Había una gran preocupación por el país. No fue una casualidad que los capitanes de empresa se reunieran cuatro días en el Hotel Maracay. Participaron invitados de otros países, ministros del gobierno de Betancourt y el ánimo, lo que sin duda fue una nueva actitud, nos proponía un concilio en muchos temas. Recuerdo que, en sus intervenciones, Reinaldo Leandro Mora, ministro de Educación; Oscar Palacios, presidente del INCE; Santiago Vera, decano de la UCAB; el padre José María Velaz, de Fe y Alegría, tenían grandes coincidencias y ahí, en el encuentro de Maracay, se llegó al acuerdo que elevar la educación era la responsabilidad primaria que tenía que atender el sector privado. Eso, por una parte, y por la otra, como parte fundamental del concepto de responsabilidad social empresarial, ocuparnos –más allá de las cuatro paredes de las empresas- de las necesidades y el entorno de los trabajadores venezolanos.
¿Ir más allá de las cláusulas de la contratación colectiva y el pago de impuestos a la Nación?
Esa fue la postura de Eugenio Mendoza, Gustavo Vollmer, Iván Lansberg y Alfredo Anzola. Entonces, cambió lo que venía siendo un mecenazgo individual a una esfera superior: se institucionaliza la responsabilidad social empresarial y ahí nacen alianzas muy importantes, entre otras, el Dividendo Voluntario para la Comunidad. Las empresas se comprometen a destinar un porcentaje de sus utilidades para atender proyectos sociales, no vinculados a sus empresas sino al país en general. Del Dividendo Voluntario surgió el Educrédito, que fue el gran inspirador de lo que luego sería la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho.
Resulta muy llamativo que dos hermanos, Carlos y Luis Lander, sean parte de dos proyectos tan importantes como el IESA y el Cendes, el primero orientado a fortalecer al sector privado y el segundo al sector público en variadas aristas. En ambas instituciones hay mucho del pensamiento económico venezolano. Fue una etapa realmente muy fructífera.
Siempre he creído que cuando la gente se sienta a conversar sin radicalismos, la suma de esas ideas es esencial. Por un lado, puede haber una preocupación económica y por el otro, una gran inquietud social. Entonces, yo creo que la gerencia es el fiel de la balanza entre una cosa y la otra. Tienes que balancear. El gerente es el director de orquesta que hace que todas las cosas funcionen a la vez, tanto en el país como en las empresas.
Recordó la intervención de Anzola, ¿Por qué?
Allí hay un punto que yo lo tomo como conclusión. El insistió mucho en que las empresas tenían que tomar conciencia del entorno social y dijo una frase que, a mí, me impactó mucho: La responsabilidad social empresarial es un atributo de la gerencia. Es decir, es una de sus funciones. Ahora, la diferencia entre los hermanos Lander, encuentra una coincidencia en Ramón Piñango que estuvo en el Cendes y fue presidente del IESA. En el caso del IESA, tiene un centro de políticas públicas y sus cursos de gerencia pública son de altísimo nivel. En el IESA encuentras ese balance.
En ese sentido, Eugenio Mendoza, fue un visionario. Para la fecha del encuentro en Maracay ya existía el Hospital Ortopédico Infantil.
Sí. No solamente para atender a la población que sufría de polio (especialmente a los niños). En el edificio de las Fundaciones, por ejemplo, los ascensoristas eran personas que había sufrido de polio. Tenían una discapacidad motora, pero él les dio empleo. Eugenio Mendoza tenía una gran conciencia social. Previo al Hospital Ortopédico, él creó el Banco de la Vivienda Popular y la vivienda para los trabajadores. Fue la base de la banca hipotecaria. Una maravilla. ¿Por qué? Con una inicial del 20 por ciento, te prestaban el 80 por ciento para que compraras una vivienda y te daban 15 años para pagar, cuotas iguales y consecutivas. No había devaluación, tú podías pagar el crédito y programar tu vida económica. Mi primera casa la compré en Las Palmas y mi primera oficina en la Torre Phelps. Esa iniciativa de la banca hipotecaria tuvo una gran repercusión social. Esas son las cosas que queremos rescatar como parte del pensamiento gerencial venezolano. ¿Cómo nace? ¿Cómo se hace? ¿Cómo se desarrollar?
¿Qué significado tuvo la intervención de Arturo Uslar Pietri en ese evento?
Él se presentó con un estudio de imagen de la empresa privada y su principal objetivo fue crear preocupación y creó esa preocupación entre las más de 100 personas que asistieron al evento. Gente como Hans Neumann, dueña de sus negocios, que, además, quería unirse a esa ola de concientización, porque el mismo tema -la responsabilidad social en Venezuela-, no existía. De ahí nace la gran conciencia social del empresario en Venezuela, que se tiene que ocupar más allá de las instalaciones, de las cuatro paredes, de su empresa. ¿Y el entorno de los trabajadores? La responsabilidad social empresarial no es publicidad, como algunos creen, es una inversión. Además, reproductiva, si la haces en salud, en educación. Después de la intervención de Oscar Palacios, presidente del INCE, recuerdo que me puse de pie para decir que no podíamos perder las escuelas normales, para la formación del maestro y apoyarla, mantener las escuelas técnicas, para formar a los futuros profesores del INCE y a nivel universitario, que nunca se hizo, flexibilizar los pensa de la educación superior. Aquí hay que certificar grados en carreras como ingeniería y medicina.
Ese es el desafío que enfrentan las universidades actualmente, porque los jóvenes ya no tienen interés en hacer una maestría, sino en certificarse en disciplinas muy específicas.
Yo creo que el espíritu universitario es importante, se te abre el mundo. Tú sales del colegio con gríngolas, pero entras a la universidad y ves el panorama. Es otra película. Absorbes ese espíritu, aprendes la base de lo que quieres estudiar en dos años, al término de los cuales un certificado mínimo tienes que tener. Y así en las diferentes carreras.
El gobierno de Betancourt, como expresión del acuerdo político, tenía a Reinaldo Leandro Mora, ministro de Educación y a Lorenzo Fernández, ministro de Fomento. Ambos coincidieron en el evento del Hotel Maracay.
Allí había consensos y, cuando había diferencias, se podían conversar ahí mismo, en el foro público. Uno de ellos, la cena de año nuevo de la Asociación Venezolana de Ejecutivos, en la cual Carlos Andrés Pérez, presidente electo en ese momento (elecciones de 1973) lanzó aquella famosa frase: administrar la abundancia con criterio de escasez. Y cinco años después escuchamos a Luis Herrera en el Congreso: recibo un gobierno hipotecado. Una frase en sentido positivo y la otra en sentido negativo. Pero un gobernante está para estimular lo positivo. Llegamos al viernes verde y ahí empezó la debacle.
Volvamos al encuentro de Maracay, a la conjunción de propósitos y actitudes, en una economía que registraba un crecimiento sostenido.
A partir de ese evento, el mecenazgo personal adquirió dimensiones institucionales e involucró a empresarios bajo una meta compartida. La familia Vollmer, por ejemplo, donó los terrenos donde actualmente funciona la Universidad Católica Andrés Bello y uno de los edificios de aulas fue donado por la Shell y la Creole. En el caso del IESA había una inquietud para fortalecer la formación gerencial, entre otras cosas, porque los cursos que había eran muy teóricos. Ese año tuve la oportunidad de asistir a un programa de desarrollo gerencial en la Universidad de Syracuse. Mi objetivo era ver cómo funcionaba, en la práctica, una escuela de gerencia. Eso era lo que había que hacer. Con cursos de actualización y adiestramiento continuo.
Esta gran preocupación por proyectar el pensamiento gerencial venezolano en la actualidad, en un escenario difícil, con grandes restricciones, en medio de la incertidumbre, ¿es posible?
En Venezuela hace falta el pensamiento gerencial. Mucha gente identifica la gerencia con el sector privado y, precisamente, gerencia es lo que más necesita el sector público. Hemos tenido grandes gerentes en el sector público: el general Rafael Alfonzo Ravard, en Petróleos de Venezuela; José González Lander, en el Metro de Caracas; Leopoldo Sucre Figarella, en la Corporación Venezolana de Guayana; Efraín Carrera, en Edelca. Además, ha habido pensadores para reformar el Estado, en busca de una mejor administración y eficiencia. Uno de ellos, Alan Brewer-Carías; después fue Ramón J. Velázquez, luego fue Arnoldo Gabaldón y finalmente, Carlos Blanco. Se ha generado material muy importante de cómo hacerlo. Pero cuando tienes a una persona en el más alto nivel diciendo que la gerencia es un instrumento del imperialismo, ¿Qué esperas? Nuestra misión es recuperar todo ese pensamiento inicial. ¿Alguna gente dirá: eso es pasado? Sí, efectivamente lo es. Pero es una idea de pasado con proyección de futuro. Del pasado podemos identificar los errores que se cometieron para que no se repitan en el futuro y se repitan los aciertos. Esa es una materia de estudio.
¿Qué le pasa a una persona que no conoce su pasado?
No sabe dónde está parado. Quien no conoce el pasado, no tiene futuro. Si no sabes de dónde vienes, no sabes para dónde vas.
¿Cuándo habrá una biblioteca del pensamiento gerencial venezolano?
Es una tarea de años, yo no lo veré. ¿Qué estamos haciendo actualmente? Sistematizando las ideas del pensamiento gerencial, tanto en el sector privado como en el sector público. En el sector privado, las empresas grandes, medianas y pequeñas, las ong. En el gobierno, la administración central y la administración descentralizada; dentro de cada una de ellas vas a una materia específica, en desarrollo humano, en finanzas, en producción, en las distintas áreas y cuál ha sido el pensamiento en cada una de ellas. Desde comienzos del siglo pasado, que será muy poco, pasando por las décadas que van de 1950 al 2000, hasta el presente siglo. Ir tabulando por especialidad, por tiempo, por disciplina. Una vez que se tenga esa información recopilada, vas sacando tomos y estoy seguro de que serán muchos tomos, no tantos como los del pensamiento político, que es muy prolífico. Ese material estará disponible de manera virtual para las nuevas generaciones, aunque yo soy amigo del libro físico.
Una idea fundamental es reconstruir memoria.
Este evento tiene dos partes. La primera es ¿Qué se ha hecho a raíz de Maracay y que se logró? Hay mucho, muchísimo, en materia social, de educación y salud. La segunda parte es: ¿Qué retos de futuro tenemos para continuar esa dinámica? Sabiendo, además, que el viento sopla en contra. Pero tenemos que seguir. La mente positiva no nos la pueden quitar. Aquí se ha cambiado la instrucción por el adoctrinamiento. Tenemos que meternos de lleno en la educación. Tenemos el ejemplo de Singapur que, en un lapso de 40 años, despegó, hicieron así (Fran Briceño describe una elipsis ascendente con su dedo índice, como el vuelo de un cohete). Tenemos que pensar en la proyección del futuro. Aprendan de los aciertos y rechacen los errores.
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*Egresado de la Universidad Central de Venezuela (Escuela de Administración) y de la Universidad de Syracuse. Miembro constituyente del IESA (director fundador), miembro de la Asociación Venezolana de Ejecutivos (desde 1962). Socio principal de la firma de consultoría internacional Gerencia & Desarrollo, S.C. Ha desempeñado cargos en el sector público, privado y gubernamental. Autor de varios libros sobre gerencia y turismo. En la actualidad está dedicado al proyecto Pensamiento Gerencial Venezolano.
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Hugo Prieto
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