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Vinotinto contra Irán: el futuro es una incógnita

Fotografía de Karim Jaafar | AFP

20/11/2018

Es un reto analizar un partido de Venezuela sin repetirse. Esto, que puede cansar al lector, es la evidencia de su actualidad. No se trata de un partido ni de una alineación. Pareciera que debemos acostumbrarnos a que cada juego de la Vinotinto será un cara o cruz, una realidad sin pasado y sin futuro. Noventa a minutos de estricto presente.

Nunca he creído en aquello de que el juego es el reflejo de la vida. Pero si alguna selección se acerca al “como vayamos viendo” es Venezuela. Afortunadamente, todo lo que sucede antes de una competencia oficial no garantiza nada. España y Alemania son los mejores ejemplos de ello, si recordamos el pasado Mundial.

Este martes, sin embargo, tuvimos un espejo. Un reflejo para aspirar a un poco más que lo conseguido. Irán es la mejor prueba de que la competitividad no depende de jugadores galácticos.

Carlos Queiroz tomó a Irán en 2011 y a pesar de la infinidad de problemas que tuvo con la federación de este país (llegó a renunciar y regresó al puesto pocos días después), consiguió un modo de disminuir al rival y explotar sus virtudes. No solo en la confederación asiática. Portugal y España se las vieron negras con ellos y Marruecos, una selección con más caché, mordió el polvo en Rusia.

El 1-1 con Irán pues muestra que un equipo puede hacer de lo sencillo un arte. El equipo de Queiroz se reunió alrededor de Ali Gholizadeh, que no es Messi pero hasta se pareció. De sus pies salió lo mejor de todo el partido. Sus compañeros se hicieron fuertes con la pelota, presionaron y obligaron a la defensa criolla a equivocarse cuando no la tenían. Conceptos sencillos que no requieren de años de amistad en el campo.

El meollo del asunto no fue el resultado. Ganar, perder o empatar puede ser el producto de un montón de factores, algunos incontrolables. Lo que importa, lo que siempre va a importar, es el camino escogido. En ese sentido, me confieso totalmente perdido al analizar a Venezuela.

No tengo claro lo que Rafael Dudamel quiere, menos aún si los jugadores lo entienden. Es obvio que el estratega debe tener una idea en su cabeza. Todos la tenemos cuando nos embarcamos en un proyecto.

Venezuela no es ni será Brasil, Argentina, Colombia o Perú. Es irrepetible el juego de una u otra selección básicamente porque cada una de ellas está constituida por seres humanos; seres humanos que llegan al nivel profesional tras recorrer caminos diferentes. Lo que siente cada futbolista al representar a su país no se repite, como tampoco la manera de bajar una pelota, cabecear o encarar al arco.

De manera que la Vinotinto necesita una voz que acumule esas diferencias y las convierta en un objetivo común. Cuando eso se consiga, se podrá hablar de un estilo. Mientras tanto, lo que se vio en los seis amistosos (dos victorias, dos empates y dos derrotas) de este 2018 son apenas individualidades. Algunas brillaron y se apagaron en el camino.

Hay algunos nombres que volveremos a ver en 2019 porque sus rendimientos son altos en sus clubes, en cada llamado o simplemente no tienen recambio. Wuilker Fariñez es el número uno. El portero de Millonarios no tiene sustituto. Si el partido contra Irán terminó empatado fue por su arácnido olfato. No ha rematado el rival y él ya sabe a dónde debe ir.

Tomás Rincón es el segundo. A veces se contagia del desorden de sus compañeros y ante la abulia del mediocampo —más si se juega con trivote en la medular— traspasa el campo dejando un hueco en su posición. Incluso, cuando pasa mal, el equipo lo reciente. Pero no hay otro como él. Algo que debería preocupar al cuerpo técnico porque ya tiene 30 años.

Y después solo quedan dos nombres más: Josef Martínez y Salomón Rondón. Dos jugadores que por lo planteado por Dudamel harán dupla solo en momentos de romper el vidrio.

Independientemente de quien sea el escogido, los ensayos de los jugadores ofensivos dejaron en evidencia las carencias en creación. Todos los delanteros netos, que jugaron de ‘9’ o mediaspuntas, fueron fácilmente aislados por los contrarios. La excepción fue aquel partido contra Panamá, que se resolvió en los últimos minutos. Eso nos devuelve al principio: Rondón, que entró como cambio, fue una medida de urgencia ante un Christian Santos perdido.

Después, cada quien puede agregar sal al gusto. No hay centrales ni laterales definidos, tampoco acompañantes para Rincón ni un recambio natural si se llega a lesionar.

Darwin Machís, Junior Moreno, y Jefferson Savarino, Yangel Herrera… son opciones que se van a repetir en las eliminatorias. Pueden aportar, sí, pero en la Vinotinto actual lucen como parches.

Por último, no queda absolutamente claro cuál es el sistema a seguir o si hay una base para arrancar en la próxima Copa América y eliminatorias. Con todos los problemas defensivos que Venezuela muestra —hoy Bernardo Añor dejó más dudas que certezas—, se entiende que una línea de cuatro defensas es lo ideal. A partir de allí comienza el rosario de dudas. ¿Dos o tres volantes de marca? ¿Extremos o volantes con llegada y pase? ¿Uno o dos delanteros?

La próxima fecha FIFA será en marzo. Ojalá las Navidades sirvan de descanso para aclarar las ideas del estratega y el rendimiento de los líderes. Sin eso, 2019 será un año más, sin novedades para la Vinotinto.


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