Perspectivas

Una lectura de ‘Cesarismo democrático’

16/08/2019

En diciembre de 1919 –pronto hará un siglo– se publicó Cesarismo democrático. Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela, controvertido texto de Laureano Vallenilla Lanz donde se expone la tesis del “gendarme necesario”, doctrina que sirvió para sustentar, intelectualmente, la dictadura de Juan Vicente Gómez. No obstante, el volumen continúa generando reflexiones pues varios de los asuntos que trata mantienen inusitada vigencia en el contexto venezolano actual.

Como recordatorio de su centenaria publicación, presentamos dos trabajos escritos especialmente para nuestra página e incorporamos el primer capítulo del polémico libro.

Edición de Biblioteca Ayacucho.

El siempre polémico libro Cesarismo democrático, de Laureano Vallenilla Lanz, publicado por primera vez en 1919, ofrece aspectos interesantes para el lector que hoy reflexiona con interés sobre nuestro país, su cultura y su historia. También constituye un discurso en el que la mirada crítica del escritor introduce elementos que permitieron construir, en su momento, nuevas aproximaciones a sucesos centrales para la gestación de la nación venezolana. Consideramos importante señalar que la escritura de Vallenilla crea un espacio de discusión para revisar nociones y enfoques tradicionales, propuestas que fundaron líneas de comprensión de nuestra realidad, no obstante la intención ideológica del conjunto textual, orientada, en gran parte, a justificar la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) y, en general, el personalismo político en su expresión inmediata: el caudillo.

Las primeras páginas constituyen una lectura de la guerra de independencia como acción en la que participan fundamentalmente hombres pertenecientes a este territorio cultural y geográfico. La idea de la gesta emancipadora como un conflicto bélico internacional queda abolida en el discurso de Vallenilla. El conflicto es planteado como un enfrentamiento que adquiere carácter intestino, en el cual, más que las desavenencias de orden político y los intereses opuestos entre el poder metropolitano y sus colonias, se exponen las contradicciones sociales generadas por el orden colonial, por las radicales diferencias entre las clases, por el atropello a la libertad surgido del sistema esclavista. El texto indaga en el íntimo tejido de una sociedad con acentuadas contradicciones, que al iniciarse el proceso independentista entra en crisis. La violencia, reveladora de la inconformidad de muchos grupos, el odio ancestral que se libera en ellos al caer las viejas estructuras que los mantenían en situación de sometimiento, introducen el caos, la anarquía manifiesta en acciones vandálicas, en el irrespeto a la propiedad, en la violación de cualquier derecho. Seguir esta línea de comprensión permite a Vallenilla Lanz revelar las fragilidades de la sociedad colonial, la segregación de la que eran víctimas algunos grupos, así como también revisar las particularidades de los bandos enfrentados, patriotas y realistas, desde una perspectiva que deja al descubierto la ausencia casi total de una conciencia política del pueblo participante en la lucha armada, que carece de un conocimiento cabal de la guerra, sus causas y objetivos. La escritura de Vallenilla traza el perfil de una población empobrecida y bárbara, entregada a la lucha a partir del impulso elemental, ansiosa de alcanzar algún poder que le facilite la superación de sus males inmediatos. Por eso luchar a favor de los realistas o de los patriotas no marcaba una diferencia importante para los llaneros que ejercían como soldados.

Nos interesa destacar la reflexión que existe en el texto sobre del divorcio entre la cultura hegemónica y la cultura del pueblo. Los grupos dirigentes de la sociedad criolla, los que fomentan las primeras acciones independentistas, no logran interpretar la complejidad, según Vallenilla, de la gran masa, heterogénea, diversa, que será parte activa de la guerra. Esta separación, esta dificultad para mantener un diálogo, una comunicación y un conocimiento entre los distintos estratos sociales, parece prolongarse hasta la vida republicana, en la que los sectores dominantes no logran “interpretar” los sentimientos e intereses de los grupos que permanecen al margen del poder. En este sentido, lo señalado por el autor nos lleva a otros textos venezolanos (novelas, cuentos, ensayos) en los que la separación entre los intelectuales y los sectores populares, resulta un obstáculo para concretar cualquier proyecto de cambio, cualquier intento de modernizar la nación y de instaurar la democracia en el país.

Por otra parte, la referencia a la destrucción de localidades enteras durante la emancipación, a la borradura casi total de ciudades principales como Caracas, por ejemplo, dan cuenta en el texto de la devastación producida por la confrontación bélica, que arrasa con sus habitantes, con su paisaje urbanístico, con su dinámica cotidiana. De allí la pregunta y la respuesta en la carta de Bolívar a su tío Don Esteban Palacios, citada en Cesarismo democrático: “¿Dónde está Caracas?, preguntará usted. ¡Caracas no existe!” (p. 48).

La necesidad de garantizar un ejército competente conlleva un tácito pacto con la violencia. Obviar la indisciplina, como cuenta Páez, el vandalismo y aun el crimen, se impone como estrategia para intentar alcanzar los objetivos políticos propuestos, pues con frecuencia eran necesarios los acuerdos con hombres violentos, pero siempre listos para participar en cualquier contienda. En palabras de Vallenilla Lanz, la guerra de independencia pierde el carácter de gesta heroica y se revela al lector como acción que deja al descubierto el imaginario, las costumbres, los prejuicios, los miedos y rencores sociales. El desbordamiento del odio hacia el blanco, símbolo de la opresión, surge como motivo central del conflicto y expresa la complejidad de las relaciones entre las clases.

Asimismo, es importante no olvidar la noción que tiene Vallenilla acerca del pueblo, de las masas, del alma popular: “el sentimiento popular es siempre impuro” (p. 48), escribe. Y esta especie de sentencia subyace en todo el texto. La búsqueda de la igualdad, de la democratización de la sociedad nacional, que se promueve desde los días de la lucha independentista, se muestra atada a la anarquía, a la destrucción, e incluso a la rapiña: “El vaso donde se condensan los sentimientos de las multitudes tiene en el fondo un sedimento que toda sacudida puede hacer subir a la superficie cubriendo de una espuma de vergüenza el licor brillante y generoso” (p. 48). Dura visión del estamento popular, que en cierta forma contribuye a justificar la necesidad de un gendarme que “logre restablecer el orden, para amparar el hogar y la patria contra los demagogos, (…) contra los bolshevistas, contra los que se encumbran, medran, tiranizan, roban y asesinan (…) en nombre de la libertad de la humanidad” (p. 297). Aunque la experiencia nos señala que justamente en los gobiernos presididos por gendarmes los males mencionados tienden a agudizarse, y lejos de constituir una transición hacia un período de crecimiento, suelen convertirse en etapas de verdadera oscuridad y decadencia.

Vallenilla promueve la idea del “cesarismo democrático” a través de la figura de Páez, a quien exalta como paradigma del llanero que progresivamente se civiliza, adquiere conocimientos de los hombres letrados con quienes se codea (sobre todo oficiales y personajes representativos del mundo político) y poco a poco accede al saber imperante en las grandes metrópolis del momento. El carácter bárbaro de su origen va cediendo ante la revelación de un mundo que lo seduce y lo impresiona, de una cultura con la que desea identificarse. El descubrimiento de ese mundo ante los ojos del guerrero carente de modales refinados, de instrucción, lo impulsa a comprender los códigos del espacio sociocultural recién develado –sus valores, su orden interno– para integrarse a él. El sujeto pueblerino, el soldado analfabeto, se transformará en eficiente aprendiz y, posteriormente, en hombre culto. Será entonces, desde la perspectiva de Vallenilla, una especie de síntesis del gobernante ideal, pues se manejará adecuadamente en todos los escenarios de su sociedad. Tendrá el poder de conocer a las masas populares y de conducirlas, así como conocerá el lenguaje de la cultura dominante. Sin embargo, el gendarme no siempre se corresponderá con la figura heroica de Páez, pero permanentemente representará el riesgo de arrastrar a la población por el camino del peligroso culto a la personalidad, que tantas calamidades ha traído a las naciones. Del gendarme al “jefe único” o al “padrecito” no hay más que un paso. Para Vallenilla este personaje constituye un aspecto fundamental en la evolución de la sociedad nacional hacia el camino de la modernización y democratización del país. La integración al mundo moderno de los sectores sociales que han permanecido al margen del progreso, necesitará, según el autor de Cesarismo democrático del ejercicio de esta figura, punto de conexión entre civilización y barbarie; entre dos grupos: letrados e iletrados; entre dos universos políticos: el que se estructura a partir de la constitución, de la institucionalidad, y el que enfrenta sus conflictos desde la violencia y desconoce el aparato legal. Sin embargo, es conveniente no olvidar que la mano dura del gendarme necesario con gran frecuencia altera la ley y la moldea a su medida.

Más allá de identificarse o no con la postura ideológica expuesta en este controvertido libro, queremos destacar, finalmente, la fuerza de su discurso: claro, dinámico, accesible, producto de una investigación sistemática. Su estudio de la guerra de independencia ofrece al lector una amplia información acerca de la sociedad venezolana, su organización, su heterogeneidad cultural, sus complejas contradicciones. Al presentarla como guerra civil se desacraliza la perspectiva que tiende a mostrarla como conjunto de hazañas heroicas más bien incuestionables, y se procede a explorar los acontecimientos, los grupos anónimos que participaron en la acción bélica, las decisiones políticas que contribuyeron a generarla y a imprimirle el perfil que progresivamente adquirió.

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Laureano Vallenilla Lanz. Cesarismo democrático. Caracas, Monte Ávila Editores, 1990. Todas las citas corresponden a esta edición.


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