Perspectivas
Sophia Loren y “La vida por delante”: el retorno de la madre coraje
La actriz italiana, de 86 años, participa en la película de su hijo Edoardo Ponti para protagonizar la adaptación de la novela del francés Romain Gary. Fotograma de "La vida por delante".
Mujer, ahí tienes a tu hijo.
San Juan: Evangelio, 19, 25-27.
¡Alerta de Spoilers!
Anna Fierling es el personaje principal de la obra teatral Madre coraje, de Bertolt Brecht. Anna es una señora astuta, de carácter recio y pocos escrúpulos, que aprovecha la oportunidad que brinda la guerra para hacer dinero. En este caso, se trata de la Guerra de los Treinta Años, donde se enfrentaron católicos y protestantes en la Europa central del siglo XVII. Con su carromato lleno de mercaderías, ella solo quiere sacar beneficios, pero su codicia no puede evitar que sus hijos se conviertan en bajas del conflicto bélico. El término “madre coraje” ha evolucionado y perdido las connotaciones negativas y, ahora, solo denota a esas progenitoras valientes que han podido salir adelante con sus hijos, a pesar de las adversidades.
En este caso, hacemos referencia a señoras con sus hijos propios, pero la vida coloca a algunas personas ante el desafío de dar cobijo a algún niño en situación de desamparo. Cuando esto sucede, tiene un lugar un fenómeno profundamente compasivo que ha sido poco estudiado, con excepción probable de Emmanuel Lévinas, especialmente en su obra Totalidad e infinito (1961).
El proyecto filosófico Lévinas destaca entre el pensamiento ético de la modernidad por su gran sensibilidad humana. Su proposición central es que el “Otro”, ese semejante en el que no nos reconocemos, se manifiesta como acontecimiento inesperado, presentando ante mí un rostro concreto y desnudo, que solicita mi ayuda desde la vulnerabilidad. Ese rostro puede pertenecer a un pobre, a un huérfano, a una viuda o, simplemente, a un extranjero. No puedo evitar ser responsable ante cada uno de esos seres desvalidos.
Estos temas de la madre coraje y de la solidaridad inesperada, los encontramos en la última cinta interpretada por Sophia Loren, La vida por delante (2020), en la que encarna a Madame Rosa, una sobreviviente del Holocausto y prostituta retirada, que ha creado un pequeño albergue para los hijos de las profesionales sexuales. El drama se detona cuando le brinda protección a Momo, un indócil huérfano senegalés. La acción se desarrolla en una ciudad costera del sur de Italia. En este contexto, el argumento absorbe los problemas de la crisis migratoria del mediterráneo europeo.
Dos almas sufridas
Los amantes del celuloide sabemos que Sophia Loren fue musa de Vittorio de Sica y compañera inseparable de reparto de Marcello Mastroianni. Sabemos que ha alcanzado la avanzada edad de 86 años y que, después de una década de haber rodado su última película, regresa al cine.
En este retorno, podemos comprobar que el poder histriónico de la Loren sigue fulgurando sin esfuerzo. Su mera presencia le da un toque de calidez a cualquier escena. Ese poder crea una empática conexión entre la veterana actriz y el joven debutante Ibrahima Gueye, en el papel de Momo, el huérfano. El niño ha resultado ser toda una revelación.
El trasfondo existencial es que ambos personajes son marginados. Ella es una anciana viviendo al borde de la pobreza, lidiando con la soledad y un pasado tormentoso, mientras el muchacho carga con la orfandad y la exclusión extrema. Ambos conviven en una sociedad indiferente y hostil. Cada uno se relaciona precariamente con el mundo. Ella parece encontrar consuelo en el médico del barrio, el doctor Cohen. El muchacho encuentra reconocimiento en el narcotraficante del vecindario. Esporádicamente, recibe consejo espiritual de un benevolente vendedor de antigüedades de fe musulmana.

Fotograma de «La vida por delante».
La Loren aprovecha su personaje para ejercitar el gracioso acento napolitano de sus primeros años. De esta forma, crea un personaje de mucha consistencia telúrica. Representa, de manera convincente, el ocaso de su personaje. Ante nuestros ojos, vemos cómo la edad, la mala salud y los recuerdos dolorosos degradan lentamente las fuerzas de Madame Rosa.
El aspecto sentimental de la película gira sobre el tema del amor maternal. Los niños bajo el cuidado de Madame Rosa sienten nostalgia del amor de sus progenitoras, extrañan su ternura y su vocación de hacerles felices. De esta manera, gana en belleza moral el personaje de la superviviente del Holocausto, pues ella quiere reconfortar a los pequeños.
Compasión en un mundo cruel
La obra es una realización de Edoardo Ponti, el hijo menor de Sophia, para Netflix. Es evidente la admiración de Ponti por los maestros del cine italiano neorrealista. Su vocación de hacer crítica social le conduce a bordear una narración predecible y unos personajes estereotipados.
Esta película posee una virtud que también es su defecto: su trama es simple y directa. No presenta grandes efectos teatrales ni actuaciones estridentes ni giros inesperados. En otras palabras, está presente un vector que apunta a lo predecible. Esto lo contrarresta con una delicada narración.
Por otra parte, está presente un vector hacia el melodrama. Contra esto, aplica verdad emocional a los personajes. Desde el punto de vista dramático, la película gana en solidez cuando nos permite acercarnos al vínculo íntimo que se forma entre Madame Rosa y Momo.
La influencia neorrealista se hace patente también en la elegante fotografía de Angus Hudson, quien combina, en las vistas de la ciudad, la belleza del sabor local con la fealdad de la pobreza.
El director Ponti quiere dejar testimonio de la actual crisis social europea. El sur de Italia se ha convertido en el principal punto de entrada para oleadas de refugiados de África y Oriente Medio. Este escenario sociológico incide en la construcción del drama. Momo es un refugiado indocumentado. Esto lo aprovecha el argumento para un importante momento dramático. Cuando Madame Rosa no aguanta más la rebeldía de Momo, ocurre un incidente revelador. Ella se convierte en testigo involuntaria del espectáculo callejero de la policía arrestando a los inmigrantes ilegales. Ese hecho le genera un sentimiento de empatía tal que le hace adoptar una actitud más comprensiva con el chico.
Pulsión de inmortalidad
En la película hay tres retornos. En primer lugar, es una nueva versión cinematográfica de una película que ya fue realizada en el pasado sobre la misma novela de Romain Gary. Madame Rosa fue el film francés ganador de un Oscar, como mejor película extranjera, en 1977. Por su interpretación, Simone Signoret ganó el premio César al mejor papel protagónico.
En segundo lugar, Sophia Loren regresa al cine, luego de diez años de retiro, y regresa en un papel maternal, al que siempre supo sacar provecho. En verdad, el personaje que interpreta está dentro de la categoría de «madre coraje», que la convirtió en una estrella en la década de los sesenta en Dos mujeres (1960), con la que ganó el Oscar, y Matrimonio a la italiana (1964), ambas dirigidas por Vittorio de Sica. Y aunque la edad la ubica en una posición más de abuela que de madre propiamente dicha, a pesar del paso del tiempo aún quedan restos palpables de su imponente belleza. Y no hay duda de que la Loren todavía ejerce un poderoso magnetismo sobre la cámara.
Finalmente, en medio del ambiente cultural nihilista, retorna la compasión. Hay que reconocer que la obra le concede al posmodernismo algunos de sus temas, tales como el caos cultural y la crisis social. Lo importante es que el film no se queda en la tragedia de los contrastes, sino que trata de superarla por medio de un profundo sentimiento de humanidad.
Por eso es tan importante que volvamos a considerar la relación del cara a cara que Lévinas plantea. Dicha relación es de radical responsabilidad hacia ese rostro que reclama piedad. Este autor denuncia el error de reducir el Otro al Mismo, es decir, limitar la moral a los que pertenecen a mi grupo. Dicha limitación trae como consecuencia el olvido y descuido de aquellos que pertenecen a otras identidades.
En primer lugar, Madame Rosa descubre, repentinamente, la sufrida humanidad de Momo. Luego, el reconocimiento es mutuo. Momo percibe la grandeza de alma de esta mujer, a través de la lenta develación de los secretos de la historia de dolor oculta en un sótano. A medida que su vitalidad comienza a agotarse y la lucidez comienza a flaquear, Madame Rosa le hace prometer a Momo que no permitá que la internen en un hospital. En su senilidad, proyecta sobre el presente las experiencias brutales a manos de los médicos nazis durante la guerra. El pacto entre ellos obliga al muchacho a crecer a marcha forzada. Esto conduce al desenlace moral de la historia. Momo renuncia a su exitoso trabajo de pequeño narcotraficante y, de esa manera, honra los deseos de la mujer que le ha cubierto con su afecto.
En el Banquete, Platón nos recuerda que el amor, en el fondo, es pulsión de inmortalidad. Los padres nos hacemos inmortales a través de nuestra descendencia. Visto de esta manera, comprendemos que la misión de las madres es educar a los hijos como adultos cabales. Ellas se saben conectadas con el río de la vida, si logran que sus hijos enfrenten la existencia armados de valentía y honradez.
Es cierto que la voluntad no puede mejorar las situaciones a nuestro antojo, pero con compasión sí podemos hacer la diferencia. Desde esta perspectiva, gana en significado el lema de batalla de Madame Rosa de no rendirse ante la fatalidad: “Algunos dicen que todo está escrito y que no se puede cambiar nada. Yo quiero cambiar todo”.
Wolfgang Gil Lugo
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