Academia Prodavinci

Relatoría del curso “Storytelling: de la ficción a la crónica”

15/08/2023

Estamos en un momento de pugna por la atención. Redes, periodistas y medios compiten por ella. La audiencia hace “zapping” frente al exceso de contenido en streaming, redes sociales, radio y televisión. Frente a esto, los medios utilizan técnicas de storytelling para captar la atención de la audiencia y, sobre todo, retenerla. 

Oscar Marcano, narrador y editor en jefe de Prodavinci, impartió el curso Storytelling: de la ficción a la crónica, parte del Programa de formación para periodistas de Academia Prodavinci, los días 12, 19, 26 de julio y 2 de agosto de 2023. Ahí explicó técnicas de la estructura narrativa para garantizar el contacto emocional en la audiencia, un recurso indispensable para que permanezca cautiva.

La primera estructura narrativa la conceptualizó Aristóteles, quien dijo que una obra debe tener principio, medio y fin. Bajo este esquema de tres partes podemos estructurar una obra, un discurso, incluso un comunicado. 

  • Principio: antes de él no hay nada. Por eso tiene la función de establecer el  primer contacto con la audiencia. Tiene la virtud, según Aristóteles, de sacarnos del vacío. En el título, sumario y lead se produce la primera toma de decisiones: cuando el lector decide si continúa leyendo o no. Una de las fórmulas para el inicio es a través de una anécdota. “La anécdota en sí tiene la estructura narrativa sintetizada. Tiene el poder de la estructura mínima, pero completa, redonda”, explica Marcano.  
  • Medio: es la fuente que lleva de un lado a otro. Tiene la función de generar el “arco dramático”: cuando se plantea el o los conflictos de una historia. 
  • Fin: tiene la tarea de “rubricar” con éxito el trabajo. Es el cierre de la historia, cuando el espectador toma conciencia del problema. 

Esta estructura no es rígida. Se puede jugar con ella y empezar una crónica, por ejemplo, con el medio, incluso con el final, e ir ensamblando las partes de acuerdo a la intención del autor. 

El modelo aristotélico ha avanzado y sufrido transformaciones a lo largo del tiempo. Sin embargo, sigue siendo casi el mismo, una estructura de tres partes:

  • Presentación: es la introducción al tema. Es el planteamiento inicial del problema o situación. Responde a la pregunta “¿de qué se trata la historia?”. En esta parte aparecen el o los personajes. 
  • Nudo: es cuando aparece el conflicto. Se produce un shock en la historia y se inicia la tensión. Genera un estado de suspensión en el receptor que hace que demande más información. Genera expectativas que pueden crecer, escalar e incrementar la tensión. 
  • Desenlace: es la solución del nudo. El conflicto se resuelve y se produce la catarsis: la liberación de las emociones. Ahí se generan tres tipos de finales: alegres (desenlace feliz), tristes (desenlace duro) y sorpresivos (desenlace inesperado). También hay finales híbridos, cuando se produce una mezcla de emociones: alguien siente algo que otro no porque el desenlace se siente/percibe de acuerdo a un punto de vista. Y hay finales abiertos: cuando el emisor deja en manos de la audiencia la especulación sobre el desenlace, elucubrando esta su propio final a partir de elementos conclusivos  de la historia.

Oscar Marcano armó una “caja de herramientas” que explicamos a continuación. 

1. Reporteo: ver vs. mirar

No hay recetas en el reporteo. Cada periodista va adoptando su propia metodología. Oscar Marcano, citando a Martín Caparrós, dice que la clave está en el ver y el mirar: Ver es percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz; en cambio, mirar tiene que ver con dirigir la vista, es la búsqueda y mirada voluntaria, consciente, para tratar de aprehender lo que está alrededor. 

Según diferentes autores, el cronista se vale de una actitud de “detective” o “cazador”. Es estar alerta, atentos para abrir las puertas de la percepción y escanear hechos, personajes, situaciones. Hay que buscar la sorpresa oculta y buscar “el sí mágico”, cuando reunimos los elementos para finalizar el reporteo y comenzar el proceso de redacción. 

Hay algunos autores que recomiendan mirar hacia donde no pasa nada. Porque la tarea del cronista es buscar y buscar hasta encontrar. Se recomienda:

  1. Escuchar.
  2. Observar.
  3. Indagar.
  4. Cruzar la información.

“El periodista tiene un mandato puntual. Va tras la declaración del personaje tal, de la fuente tal, del dato tal, para dar cumplimiento a una pauta que irreversiblemente le fue asignada. Siempre hay una urgencia temporal. En cambio, el cronista busca otra cosa. Algunos lo llaman el grial: algo que no se puede definir”, dice Marcano. 

Marcano cita una frase de Rafael Cadenas que dice “No encontrarás lo que buscas porque lo que buscas salió a buscarte” para explicar que, sin quererlo, Cadenas refería a la paradoja del cronista: no sabe con lo que se va a encontrar. De modo que el cronista vive la búsqueda. Al final puede llegar a la conclusión de que no se encuentra lo que se busca, que es lo que se prefigura, sino lo que no se busca, que es lo que sale a tu encuentro.

2. Lead: captar la atención en la primera línea

El periodista británico G. K. Chesterton decía que “El periodismo consiste esencialmente en decir que Lord Jones ha muerto a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo”. Es decir, contar lo que la gente no sabe porque no tiene el acceso ni la logística para obtener tal información. 

Marcano dice que para lograr que el lector invierta su tiempo —el activo más costoso— en leernos, hay que generar el estímulo desde el primer momento. Establecer conexión emocional desde el título y lead. Tratar de generar interés, sorpresa, intriga o excitación en las primeras palabras 15 o 20 para que el lector quiera seguir leyendo, tal como refiere el maestro argentino Martín Caparrós. 

Antes, el lead tenía un doble objetivo: captar la atención y contener lo más importante de la información. Ahora, sigue el mismo patrón, pero con una variable: la pugna por la atención. Marcano advierte que eso significa que el lead no tiene la urgencia de contener lo más importante de la información en los términos en que lo exigía la pirámide invertida, ahora se centra en un solo objetivo: cautivar a la audiencia. Si se logra conectar desde el principio, hay más probabilidades de que el lector permanezca en el texto. 

¿Cuándo el lead no es bueno? Volvemos al principio de este apartado: cuando no se genera alguna de estas intenciones: interés, sorpresa, intriga o excitación. Conviene recordar en este punto una frase de Woody Allen: “Todos los estilos son buenos, menos el aburrido”.

Marcano dice que hay que evitar las palabras irrelevantes y que cada párrafo debe aportar algo. Para explicar esto, cita a Antón Chéjov: “Elimina todo lo que no tenga relevancia en la historia. Si dijiste en el primer capítulo que había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero este debe ser descolgado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber sido puesto ahí”.

En el idioma castellano, explica Marcano, tendemos a llenar páginas con datos irrelevantes. La contemporaneidad lo reprueba. No hay tiempo y hay sobreoferta de mensajes. “Nada que no tenga utilidad práctica en una narración debe aparecer”, concluye. 

Para narrar y no aburrir existen algunas recomendaciones:

  • Hay que tratar de identificar las rutinas del personaje que seguimos. Podemos preguntar sobre su día a día, su intimidad, datos que son valiosos para describir lo que es el personaje.
  • Crear escenas. Relatar escenas dentro de escenas, como si fuera una matrioshka. Tiene que haber acción en las escenas.
  • Evitar los ornamentos vacuos.
  • Dar significación a los datos.

3. El punto de vista: tipos de narradores

Refiere a la perspectiva desde la que se cuenta la historia. Responde a la pregunta: “¿Desde dónde disparo?”. Marcano analiza la crónica Cavar la tumba de JFK fue un honor y destaca lo que hizo su autor: 

“A Jimmy Breslin lo pautan para cubrir el entierro de Kennedy. Se da cuenta de que aquello iba a estar lleno de periodistas. El 99% iba a contar el qué, cómo, cuándo, dónde y por qué… Todos iban a hacer y de hecho hicieron la misma cobertura. Breslin, sin embargo, decidió acometer la crónica desde una perspectiva diferente: desde el ángulo del enterrador del cementerio. Todos los periodistas narraron lo mismo. Jimmy Breslin cambió el foco”.

Los puntos de vista también incluyen los tipos de narradores. Elegir el narrador también constituye una apuesta. 

  • Narrador autodiegético: es el que ha sido el protagonista de la historia. Narra en primera persona. Tiene mucha fuerza y es excesivamente protagónico, por lo que es preferible no usarlo salvo que sea el verdadero protagonista de la historia. Un ejemplo de esto es la crónica de Mi secuestro, de Luisa Salomón. La narración está en primera persona porque la autora es la que vivió el secuestro. 
  • Narrador homodiegético: aquel que forma parte de la historia, pero es más testigo que protagonista. El narrador estaba en el lugar y se asume como tal. Se puede narrar en primera persona, pero el peso no recae sobre él. Puede alternar la primera y tercera persona, como en el caso de la célebre crónica de Gay Talese sobre Sinatra.
  • Narrador heterodiegético: narra desde fuera. Es un no-personaje. Es lo que en ficción llaman “narrador omnisciente”. El cronista es omnisciente en el sentido que sabe todo lo que sabe porque ha hecho entrevistas y los personajes le han suministrado los datos necesarios desde distintos focos, lugares, en cualquier sitio donde ocurrieron las acciones. “El narrador cuenta sin existir”, concluye Marcano. 

También existe la narración en segunda persona. Es como si alguien nos estuviera hablando: se expresa a través de un o del plural ustedes. Marcano advierte que “este punto de vista pocas veces se justifica, por su tendencia al efectismo. Podría funcionar en relatos muy cortos, sin embargo podría terminar empalagando porque afecta la musicalidad”.

4. Los personajes

Los personajes pueden ser personas, cosas, lugares, animales. En ficción son seres que protagonizan o participan en los hechos que se relatan, pero no son reales. En la crónica sí. Marcano aclara que en el caso de la crónica “los personajes no pueden ser ficticios salvo que un personaje real tenga una alucinación y mencione a un ser irreal”.

En la crónica es importante presentar al personaje y crear una imagen sobre sus rasgos físicos y de personalidad para que el lector arme un retrato de la persona a la que nos referimos.    

No todos los personajes tienen la misma relevancia, pero todos cumplen una función según el plot. Se dividen de acuerdo a su importancia en:

  • Principales: suelen ser de dos tipos: el protagonista y el antagonista. El protagonista lleva el peso de la acción, tiene una meta de cualquier tipo y suele haber un conflicto que lo dificulta. El o los antagonistas son personajes que impiden o se interponen en la meta del protagonista. 
  • Secundarios: suelen estar cerca del protagonista o antagonista y actúan en favor o contra del propósito central del uno o del otro. Cumplen un rol y nos dejan conocer más de los personajes principales. En periodismo son comunes las entrevistas a secundarios porque suelen aportar mucho a la historia o al dibujo de los personajes principales. 
  • Figurantes o Extras: son aquellos que tienen o no una función dentro de la acción. Si la llegaran a tener, pueden ayudar a que la historia se desplace y gane en verosimilitud. Intervienen en hechos puntuales sin mayor protagonismo, pero cumplen una función en la historia. 

Marcano explica que los personajes suelen ser de tipo “planos/arquetípicos” o “redondos”. Los primeros no tienen profundidad psicológica, no avanzan ni crecen en la historia. No se requiere profundizar en ellos, sino tienen funciones específicas:

1. Mostrar algún detalle relevante para la historia.  

2. Mostrar alguna característica que retrate mejor al personaje principal.

3. Avanzar la trama. 

Los redondos, por su parte, son personajes más complejos. Evolucionan y crecen en el transcurso de la historia. Despiertan interés porque suelen conectar con algún rasgo psicológico o emocional del lector. 

Marcano advierte que en el periodismo no necesariamente todo personaje o entrevistado termina apareciendo en la crónica. Refirió que así como se hacía casting de historias, también se realizaba la evaluación de personajes.                                                                                              

Por último, recomendó que tanto en caracteres principales, secundarios como en extras, hay que describir con “pinceladas esenciales” dichos personajes. La economía y la eficacia aplican. Con esto se refiere a descripciones puntuales sin llegar a atiborrar al lector: hay que seleccionar las más útiles, que tengan la fuerza para hacer de ese personaje uno memorable. 

5. La descripción

Es uno de los recursos más útiles, pero puede ser peligroso. ¿Por qué? La mayoría de las deserciones en la lectura se debe al abuso de la descripción. 

La intencionalidad de la descripción ha cambiado en el transcurso de los siglos. Marcano recuerda que hubo períodos en que su uso era primordial. En la Edad Media, por ejemplo, tiempos de aristocracia y servidumbre, el espacio vital era reducido. La gente nacía y moría en su aldea. No había visto otra cosa que su campo, montañas, animales, la iglesia del pueblo y el castillo o caserón del amo. Cuando pasaba un viajero y le traía noticias del mundo, ese individuo se interesaba en todo aquello que no había visto y no iba a ver jamás. De modo que la descripción era importante; la propia audiencia demandaba detalles porque no había imágenes ni tecnología más allá de las pinturas. 

Pero en la contemporaneidad, la tecnología nos abarrota de información y nos permite el acceso a imágenes de casi todo. Desde la fotografía, pasando por la televisión, hasta los ordenadores y dispositivos celulares, el banco de imágenes de la memoria humana se ha exponenciado. Por eso la descripción moderna debe referir a detalles esenciales. Marcano da un ejemplo: “Es mejor decir ‘ventana’ que una página de descripción de la ventana. De este modo, el lector escoge la que quiere en su banco de memoria. Y coescribe. Salvo que la forma de la ventana sea parte esencial del relato. Ahí la ampliación de la descripción se activa por un propósito definido. La descripción es importante siempre y cuando la administremos, agregue valor y produzca impacto en el lector. 

Marcano advierte sobre lo que llama “síndrome del director de teatro”. Es cuando se apuntan todas las acciones en un texto. En la obra original del dramaturgo no hay señalamientos sobre la forma que deben proceder los actores. De eso se encarga el director, acota y dirige a los actores de acuerdo a la lectura que se ha hecho del texto y la propuesta que se está haciendo. Sin embargo, en los textos no debemos ser directores de teatro. “Mostramos las acciones y emociones si se producen. La idea es pespuntear y que el lector llene los vacíos que vamos dejando. De esta manera participa. No es un ente pasivo. Ante eso es mejor seguir esa frase “Show, don’t tell”: hay que mostrar más en lugar de decir. 

6. El diálogo: fotografía de los hechos

El diálogo es el intercambio oral de dos o más personajes en la diégesis, es decir, en la narración. Y este intercambio tiene un efecto transformador en la prosa, pues insufla dinamismo al texto, lo dota de realismo y debe constituir un salto en materia de vitalidad y frescura al corpus.

“El diálogo rompe con el tono de letanía que puede ir fomentando la prosa y le da una energía diferente al proceso. Uno viene leyendo al narrador, pero cuando irrumpe el diálogo se experimenta un cambio”.  

Una de las funciones del diálogo es generar una transición en la escena: que cambie de una a otra, de un acontecimiento a otro. Sirve para avanzar. 

“Al emplearse, el diálogo puede ser cualquier cosa menos insulso, insustancial. Cuando uno está reporteando y sabe del poder del diálogo, entonces uno está a la caza de que se produzca un diálogo para obtener la fuerza del verbatim. Pero si no se da un diálogo sustancial, si no se da un diálogo con punch es preferible no usarlo. Porque puede ser flojo o decepcionante, frente a lo que se viene diciendo en la narración normal. Entonces, si lo que voy a decir no va a cumplir su función, es preferible no emplearlo para no generar una expectativa fallida”, concluye Marcano.

7. Tres atractivos clave sobre la personalidad de un texto

Marcano explica que los textos tienen tres cualidades frente a la audiencia:

1. Majestad: es esa suerte de elegancia que se traduce en respeto al lector. El texto tiene personalidad. Y como personalidad ejerce, en el momento de la lectura, una forma, una cualidad de liderazgo en su audiencia. La audiencia va a depositar su confianza en el texto. Por eso el debe sentir la majestad del mismo.

2. Autoridad: en la vida real la da la voz. No es la lingüística (lo que se dice) sino la paralingüística (la voz). “Nosotros como autores tenemos la obligación de encontrar nuestra voz”, recomienda Marcano. “El medio quiere contenidos que se asemejen más a su voz institucional, pero hay que negociar”. Cuando leemos, vamos entendiendo cuál es la voz de Villoro, de Leila Guerriero, de Javier Cercas, del cronista. De ahí su auctoritas.

3. Gravedad: refiere al peso, a la seriedad, que se le asigna a lo que relata el escritor. “Lo que estamos relatando no son boutades, no es una ligereza, una frivolidad. Lo que estamos relatando tiene una hondura, una impronta que genera la circunspección de la audiencia. Estamos relatando el acontecer humano con responsabilidad”. Son hechos a los cuales se le asigna un lugar porque queremos que el lector haga lo mismo.   

8. La importancia de la edición

Marcano explica que el editor ve cosas que el autor no puede, por un tema elemental de distancia. El autor está subsumido en los detalles. El editor no. Tiene otra perspectiva que enriquece el trabajo. Se puede distanciar del texto. Ver el big picture. Hay una renuencia a la edición proveniente de generaciones anteriores que veían en el texto una suerte de acto heroico. Por suerte, es una tendencia que va a morir. 

La edición es fundamental y si involucran varios editores es mejor. Por eso, recomienda aceptar las ediciones y distanciarse de esa idea de que “el autor asume las consecuencias”. “Así como la composición en el Renacimiento era el alma del cuadro, la edición es el alma del texto”, concluye. 

9. El final

El final es el cierre con  broche de oro de todo el trabajo. Por tanto, no se puede descuidar. Algunos grandes escritores consideran que es la parte más importante del texto. “Deja el mejor o último recuerdo de toda esa saga, resume el escrito y da a la lectura un sentido de plenitud”, explica Marcano. Debería generar su propia catarsis, como se mencionó al principio. 

10. La prueba oral

Ante la duda con un texto, Marcano recomienda lo que él llama “la prueba oral”: es una suerte de examen al que se va a someter el trabajo una vez se haya terminado. Consiste en leer la historia en voz alta a alguien. Con este ejercicio el autor percibe el efecto del texto en la persona a quien le lee, pero también percibe fallas que en la lectura silenciosa no detecta. 

“En esa prueba aparecen los errores, las fallas de estilo, las redundancias… vamos a ver todo lo que sobra, pero también lo que falta y, algo muy importante: la musicalidad. Es una prueba que afina el oído. El habla solo se prueba con el oído: es el ensayo final. Cuando uno se escucha es como si se activara otro tipo de consciencia. Yo no sé cómo llamarlo, pero funciona”, concluye Marcano.

Compartimos un checklist para periodistas que presentó Oscar Marcano en el curso:

  Storytelling | Caja de Herramientas by Prodavinci on Scribd


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