HistoriaPerspectivas

Razón y pasión de Manuel Antonio Pulido Méndez

12/05/2020

Portada del libro biográfico «Manuel Antonio Pulido Méndez. Tomo II», editado por el Ministerio de Educación.

Manuel Antonio Pulido Méndez fue un médico, diplomático y escritor venezolano oriundo de Rubio, estado Táchira. Nació a finales de 1898. Se formó en un hogar católico. Aprendió con sangre lo que era orden, jerarquía, respeto, trabajo duro, honestidad, espiritualidad cristiana. Sus lecturas sobre temas científicos y tecnológicos lo alejaron de la religión familiar y fue convicto y confeso agnóstico: hasta que la muerte de un hijo lo hizo abrazarse a la oración para soportar el dolor. Esta fue una confidencia de su hija, la doctora Mercedes Pulido de Briceño. Su linaje, oriundo de la caliente Barinas, lo hacía ser apasionado; sus afiebramientos doctrinarios, la fuerza con la que abrazaba sus convicciones, la serenaba la montaña donde los Pulido echaron raíces huyendo de la guerra federal.

En la década de 1920 se solidariza con las luchas de los trabajadores tranviarios de Caracas, lo que para él se transformó en exilio. En tierras mexicanas estudia Medicina y llega a ser secretario privado de José Vasconcelos, Ministro de Instrucción Pública de México y escritor con mucha fama en su tiempo.

En España completa su formación profesional y se gradúa de cirujano. Hacia 1926 se establece en Colombia desde donde ejerce una fervorosa lucha contra la dictadura gomecista. Su destino era la errancia, como Picón Salas llamaba a los viajes que alejan de la patria y del terruño.

Vuelve a Venezuela al morir Gómez. Es nombrado Gobernador del Táchira en 1936 y Rector de la Universidad de Los Andes a partir de 1938. Fue profeta en su tierra. Nobleza obliga, pensaría Pulido Méndez, por lo que dedicó su sólida formación al proceso de transformación modernizadora de Venezuela. Absorbido luego por el servicio diplomático, vivió casi siempre en mundos extraños. Autor de una obra significativa reunida y publicada por el Ministerio de Educación bajo la dirección del también estudioso Rafael Fernández Heres. La compilación se intitula Manuel Antonio Pulido Méndez. Doctrina y sentir de un hombre de bien (Caracas, 1983).

En sus años iniciales se evidencia la influencia de su formación cientificista. No faltaron las lecturas de psiquiatría, el idealismo filosófico y el budismo. Lo deslumbraban las certezas científicas, pero lo seducía el misterio. Buscando penetrar la oscuridad devora textos románticos ingleses y alemanes, se emociona con los místicos y tienen la paciencia para conocer a los filósofos de la patrística. El conocimiento no es para regodearse en una abstracta erudición. La perspectiva de Pulido Méndez consiste en luchar por un mundo más libre y justo. Se inscribe en las corrientes renovadoras del cristianismo, entre cuyos autores lee a Alfred Loisy, Maurice Blondel, Louis Lavalle, Jacques Maritain y Juan Ramón Sepich Lange.

Pulido Méndez comparte con el inglés John Henry Newman su afán de estudiar y actualizar la doctrina cristiana. Reivindica el catolicismo militante del ruso Nikolái Aleksándrovich Berdiáyev cuando denuncia a la Unión Soviética por construir un régimen de esclavitud. Dentro de esa línea respalda la prédica del cardenal portugués Manuel Gonçalves Cerejeira quien escribió Cristianismo o comunismo. Ondea las banderas del anti estalinismo con el británico Arthur Koestler autor de El cero y el infinito. Se identifica con las políticas de justicia social adelantadas por el jesuita Roberto Saboya de Medeiros y con las propuestas reformistas –gradualistas– para realizar los cambios sociales del socialdemócrata alemán Karl Kautsky y del laborista británico Richard Crossman.

Imbuido de un humanismo consecuente, Manuel Antonio Pulido repudia la violencia como instrumento para alcanzar objetivos políticos. Los medios deben adecuarse al fin. Y si los objetivos por los que se lucha son la igualdad, la libertad y la justicia no se debe agredir ni arrancar la vida a nadie. Su estandarte son las luchas cívicas, henchidas de amor por la humanidad, de León Tolstoi y Mahatma Gandhi. Su política es anti totalitaria (antifascista y anticomunista); repudia la tiranía estalinista y la explotación capitalista. Su doctrina es cercana al socialcristianismo y al socialismo democrático contemporáneo.

Para Pulido Méndez la Historia no es sólo una construcción racional. Destaca la presencia del instinto, los prejuicios, las costumbres, elementos irracionales en el accionar humano. Ante las insuficiencias humanas, la fe en Dios guía el devenir histórico. La espiritualidad cristiana hace al hombre propender hacia el bien. Con respecto al papel del individuo en la Historia cree en la ascendencia de los grandes hombres.

Refiriéndose a la historia nacional, considera que la dictadura de Gómez deriva de cien años de tiranías, guerras y barbarie. El poder se ejerció para edificar privilegios y venganzas. La adulación de intelectuales a los rudos guerreros también facilitó el envilecimiento colectivo. Son antecedentes de la dictadura de Gómez la política de debilitamiento de las provincias de Guzmán Blanco y las dictaduras insaciables de dinero y placer de Crespo y Cipriano Castro. La mejor definición de Gómez es que fue un gran castrador: trató de mantener estancado y silencioso al país. Sin embargo, este se le resiste. Las luchas estudiantiles, las cárceles llenas de mártires lo demuestran. El gomecismo es una estructura demoníaca que devora la sociedad. Para enfrentarlo hay que desarrollar la organización, la autonomía individual y social. Elogia a los gobiernos de López Contreras y Medina Angarita. Y reconoce avances sociales en el llamado trienio.

En otro sentido, para Pulido Méndez la política debe sustentarse en el amor; de ese modo podría vencerse la pretensión de poderío que yace en cada ser humano. La política no debe ser utópica sino práctica, prudente, realista en sus objetivos. ¿Cuáles son estos?: «Los derechos imprescindibles del hombre y del ciudadano: las garantías del sufragio; la absoluta libertad de prensa. Esas son las armas poderosas de los pueblos y las primeras de que lo despojan los déspotas» (Doctrina y sentir de un hombre de bien, vol.1. Caracas, Ministerio de Educación, 1983, pp. 196-197).

Pulido Méndez aboga también por la tolerancia. Las ideas que concebimos tienen una certeza pasajera, hasta que una «novedad triunfadora» las suplanta. Hay que comprender el pasado para superarlo y eso requiere de la unidad de las corrientes que se han mostrado contrarias. Y sólo las puede acercar la concordia. Con el gran San Agustín de La ciudad de Dios predica que la solución a los conflictos es la caridad. En un texto hermoso y alucinante, La prudencia política (México, 1957), critica a Rousseau, a Marx, a los jacobinos, quienes pretenden cambiar la naturaleza humana. El orden social no surge de los egoísmos individuales sino de la voluntad por establecer la convivencia humana, insuflada por Dios. La libertad humana no se puede someter a burdos mecanicismo y materialismos.

De otra parte, Pulido Méndez reivindica la diversidad en la unidad social. Los conflictos no se resuelven destruyendo las diferencias; por el contrario, se solucionan con la debida aplicación de la justicia. Hace apología de la política y de los políticos quienes, con sus arbitrios, su sabiduría, construyen el orden social, justo y libre. La política debe sustentarse en la moral, en valores éticos, en el respeto a la ley y a las instituciones. La política obedece a la idea de que el orden social está sustentado en la moralidad, la solidaridad, el amor a la libertad y los logros espirituales. Con la violencia sólo se destruye. Para ser consecuentes con un auténtico humanismo, ninguna idea justa puede defenderse o establecerse sobre las conquistas de la fuerza y la violencia. La única revolución efectiva es la de la conciencia y encontrar la plenitud en Dios. Reivindica la democracia como el régimen político donde puede realizarse la convivencia humana.

Pulido Méndez rechaza el excesivo racionalismo. Se reconcilió con una postura realista y espiritual que completa los avances de la ciencia y de la técnica. Hay en su obra continuidad, ruptura, reflexión y evolución. Se aferra al concepto de individuo al principio de sus escritos, para superarlo luego con la categoría de persona. Completa su óptica de lo social la aceptación de una política realista cargada de prudencia y sabiduría.

Asimismo, cuestiona la lucha de clases a la que opone la hermandad cristiana. La voluntad humana concibe, apoyándose en Henri Bergson, no está sometida a ningún determinismo materialista o económico. El marxismo ha generado sensibilidad ante los problemas de los trabajadores; ha obligado a las clases plutocráticas a ceder en sus privilegios. Pero el error de los comunistas es suplantar la explotación capitalista por una tiranía, por un régimen de horror que aplasta la dignidad del hombre.

Menciona al norteamericano Waldo Frank y al mexicano José Vasconcelos, respectivamente, para dar cuenta de la idea según la cual una síntesis de prosperidad material, búsquedas espirituales y fusiones de pueblos diversos parecieran ser la clave de la realización de las sociedades. Disponer de una cultura propia es como el equilibrio interior de una nación. España nos dotó de una cultura que debemos enriquecer con las novedades y adaptarlas a nuestra idiosincrasia.

Por otro lado, señala que tenemos que hacer un gran esfuerzo educativo para superar el personalismo. Debemos establecer instituciones sólidas. Así, defiende la existencia de un Estado que sea expresión de la nación. Que acepte la diversidad en libertad. El debate de las ideas. Debemos acostumbrarnos a trabajar en colectividades e instituciones que superen el personalismo. Tenemos que hacer una revolución para vencer el atraso, los privilegios y el conformismo.

Pulido Méndez, conciencia en permanente tensión, murió en Boston, Estados Unidos, el 12 de mayo de 1965.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo