Rafael Punceles retratado por Ernesto Costante | RMTF
La extraña sensación de normalidad que estamos viviendo es solo un espejismo. No hay una sola razón, ni siquiera un resquicio, para pensar que las enormes dificultades, de toda índole, que acosan a Venezuela están en vías de solucionarse. Experimentamos la sensación térmica, más benigna, si se quiere, de una temperatura mucho más elevada, más sofocante. Quizás sea el espíritu de la Navidad.
Rafael Punceles tiene 21 años, es estudiante del cuarto año de derecho y representante de los estudiantes ante el Consejo Universitario de la Universidad Católica Andrés Bello. Fue él quien entregó el documento en la puerta de Fuerte Tiuna, en el que los estudiantes le piden a las Fuerzas Armadas que se pongan de lado de la Constitución. Ese es el punto. Seguimos al margen de la ley, sin estado de derecho, sin garantías ni derechos políticos. ¿Cuánto podría durar esto? Nadie lo sabe, lo único cierto es que la pendiente se inclina y lo único que rueda por ella es la muerte.
¿Qué reclamos, qué críticas o señalamientos le haría a la generación que los precede?
Sin duda, la llegada al poder de Hugo Chávez no fue algo gratuito o algo que pueda atribuirse, exclusivamente, a un grupo de personas, cuyas ideas, en mi opinión, son totalmente equivocadas. Había un contexto, un caldo de cultivo, que permitió que Chávez, junto a un grupo de tipos muy resentidos, llegara al poder. Esa generación, digamos, sus hombres más preparados, se equivocaron cuando decidieron dedicarse a la vida privada y no participar en política. Las decisiones, tanto en lo económico como en lo político, las tomaron personas que tenían muy poca o ninguna formación intelectual, que es lo que se necesita en política, hasta el punto en que acabaron con el país. Desplazar a un grupo de jóvenes ministros preparados, para reclamar cuotas partidistas y luego enjuiciar a un presidente, con argumentos que -jurídicamente hablando- no se sostienen, destruyó la democracia. Pero hay que entender que la responsabilidad no fue solo de esa dirigencia política, sino de toda la sociedad venezolana que buscó a un anti sistema y no podría decir que fue honesta, porque lo que Chávez iba a hacer con Venezuela ya lo había dicho en Cuba.
¿Diría que la generación que no se comprometió con el país, la generación de la anti política, sigue en esa misma actitud?
Creo que hay un grupo de personas que tienen remordimientos de conciencia. Y por esa razón han tratado de hacer todo por el país en los últimos años. Pero también hay un grupo que se mantiene distante e indiferente frente a lo que ocurre en Venezuela. De lo contrario, saldrían a manifestarse en las calles, en las protestas pacíficas. Más allá de la desmotivación o de las críticas que se le puedan hacer a la dirigencia política, la gente tiene que entender que también tiene una responsabilidad individual, una responsabilidad ciudadana con el país, ¿no?
Un Gobierno debería promover las oportunidades. ¿Pero para quiénes? ¿Para los jóvenes? ¿Para los empresarios? ¿Para la clase política?
La idea de la democracia debería estar orientada para que haya oportunidades para todos. Pero no para que las cosas, una vivienda o un bono, digamos, te llegue por azar, sino para que mediante tu trabajo puedas tener lo que quieras, respetando las leyes y respetando también las oportunidades de los demás. Pero tenemos que luchar por ellas y no dejarlas como ofertas de una clase política para que ocupen espacios de poder en el futuro.
Los recursos, por naturaleza, son limitados. Así que las oportunidades no pueden ser para todos. Habría que definir prioridades, ¿no?
La economía de mercado permite que los recursos se asignen de acuerdo a la iniciativa, la competencia y las decisiones que tome cada quien. ¿Queremos mejores oportunidades? Eso hay que trabajarlo, hay que construirlo. No podemos esperar que caigan del cielo o dejarlas a discreción del tipo que está en el poder. Si actualmente esas oportunidades son escasas, con más razón hace falta el trabajo individual. De tal forma que esas oportunidades se vayan abriendo.
No falta quien prefiera delegar en otros sus propias decisiones, la toma de decisiones les da urticaria ¿Qué cree?
Ese es uno de los problemas más graves que tiene Venezuela. En mi opinión forma parte de la crisis moral. Pudiera atribuirse a la falta de educación, pero lo cierto es que en la vida nada es regalado. Si queremos tener éxito o un mejor futuro, eso depende de cada uno de nosotros. Entonces, eso pasa porque cada quien tome una decisión personal, que pudiera partir de hacernos una pregunta. ¿Voy a hacer algo por mi país o me voy a quedar en mi hogar, cada vez más deteriorado, porque el país no mejora? ¿Voy a aportar mi grano de arena para que esto cambie? Eso es tomar una decisión y es lamentable que aún no sea la decisión que tomemos todos los venezolanos.

Rafael Punceles retratado por Ernesto Costante | RMTF
Es muy difícil ver una normalidad en medio del caos y el deterioro. Pareciera que no ha habido claridad de objetivos y una estrategia que funcione. ¿A qué atribuye esta confusión, este zigzagueo que estamos viviendo?
La estrategia que está planteada para que logremos lo que todos queremos, que no es otra cosa que el cambio político, se ha visto truncada, porque nos hemos enfrentado, durante 20 años, a la construcción de un sistema dictatorial, un sistema de corrupción, un sistema de narcotráfico y de crimen organizado, y hemos luchado con lo que tenemos: nuestras ideas, nuestra voluntad y nuestro cuerpo, porque no tenemos armas. ¿Qué tenemos que entender? Que no basta la lucha de un año y menos la lucha de un día. Ciertamente la gente se desmotiva porque no obtiene lo que espera. A mí eso me parece un error. Lo que hay que entender es que el esfuerzo debe ser sostenido y la lucha más decidida. La estrategia planteada —cese de la usurpación, Gobierno de transición y elecciones libres—, puede funcionar. ¿Qué hace falta? Una mayor presión interna que ejerzamos los venezolanos.
No creo que esa estrategia sea compartida por todos.
En 2014, el país entero entendió que esto era un sistema autoritario y dictatorial. En 2017, las democracias del mundo, que aún se daban un margen para tomar decisiones, lo entendieron. ¿Qué ocurrió en 2019? Nos dimos cuenta de que la presión internacional, por sí sola, no es suficiente, no basta. ¿Qué tenemos que entender ahora? Que si queremos el cambio político, los primeros que tenemos que luchar somos nosotros mismos, nadie va a luchar por nosotros. Sería muy costoso para otro país. Y ahí es donde le decimos a nuestros compañeros que esto no puede depender solo del liderazgo político y mucho menos si ese liderazgo se equivoca las veces que se equivoca. Entonces, ir a una protesta porque estoy de acuerdo con el que me convoca… para eso no vayas. Uno tiene que ir para reclamar sus derechos, para presionar a quienes desde el poder no toman las decisiones que pide y necesita el país.
Rómulo Betancourt: de 1928 a 1958, 30 años para que resultara electo presidente. Seguramente las circunstancias han cambiado porque el mundo era muy distinto. Pero ni la voluntad ni la capacidad intelectual, creo que sean diferentes. ¿Qué es lo que ha faltado?
Creo que ha faltado —y esto es una crítica a la dirigencia política— entender el momento en que hay que ceder en los intereses personales. Incluso en el momento actual, porque la unidad opositora está amalgamada con saliva. Es circunstancial. Lo que te une es un momento en el que tus intereses políticos coinciden con los del otro. Pero nunca vas a poner por encima un interés, un objetivo superior. Ese ha sido el gran problema. Los partidos políticos deberían quitarse los vicios de encima, seguir hacia delante, sin sacar cuentas de cuántos diputados van a sacar en una elección. Incluso, cuando hay diferencias en cuanto a cuál debería ser la vía, yo creo que se deberían buscar espacios en los que coincidamos todos. No entiendo, por ejemplo, cómo la presión interna, que es en la calle, es excluyente para los partidos políticos.
Suramérica está en plena ebullición —Ecuador, Chile, Bolivia, Colombia—, y resulta que Venezuela, cuya economía está en ruinas y donde el retroceso de la democracia es ya un caso patético, está adormecida, anestesiada. ¿No es llamativo, curioso, paradójico?
El hecho de que en Venezuela las protestas hayan mermado no quiere decir que abandonamos la lucha. Eso responde a una lógica: la lucha en Venezuela ha sido mucho más desgastante, lo que hemos tenido que hacer en los últimos 20 años no lo ha hecho ningún otro país en América Latina. ¿Por qué? Porque aquí hay un control social, hay una estructura criminal y terrorismo de Estado. Al final, quiérase o no, en Chile y en Colombia hay un sistema democrático, con todas las dificultades, pero la gente no se está muriendo de hambre ni tiene terror de que los maten o se les lleven detenidos.
En un país en el que asesinaron a más de 130 personas por manifestarse en las calles, es comprensible que la gente se lo piense dos veces. ¿Qué piensa cuando escucha que a los jóvenes los convirtieron en carne de cañón?
Si los jóvenes somos carnes de cañón, es porque los demás no están haciendo lo que tienen que hacer. Si el joven está en la primera línea de la marcha, es porque los demás no están ahí. Al final, la carne de cañón es un argumento para criticar a los partidos políticos y decir que utilizan a la juventud para generar las agendas políticas que le sirven a sus intereses. No comparto esa idea. Lo que hay que entender es que todos los venezolanos deberíamos asumir la lucha. Ni en Chile ni en Colombia hemos visto tanquetas destrozando la propiedad privada e irrumpiendo en los edificios. Es la forma en que se reprimió lo que produjo esas muertes.
El hecho de que sean los jóvenes los que lleven el peso de la lucha sobre sus hombres, ¿qué opinión le merece?
Lo que hablamos al principio. Es lamentable, porque lo que se está buscando es una oportunidad para todo el país. Aquí la lucha la tiene que asumir todo el mundo y no puede depender de un solo grupo de la población. De lo contrario, los jóvenes se sienten solos. ¿Qué puede pasar? Uno, se van, emigran. Dos, regresan a las aulas para terminar sus estudios y se olvidan de lo demás. Tres, se buscan un trabajo para poder comer. Pero si nos apoyamos todos, va a ser muy difícil que esa desmotivación ocurra y las posibilidades de fracaso van a disminuir también.

Rafael Punceles retratado por Ernesto Costante | RMTF
Aquí se han explorado todas las vías, pero en cada intento, hay que decirlo, se han cometido graves errores, así es difícil pensar que se podría llegar a tener éxito. ¿Qué cree?
Sí, coincidimos. Se han cometido muchos errores, pero hay uno que es fundamental y ha vaciado de todo contenido lo que deberíamos asumir todos los venezolanos: la calle. En 2014, se dijo que la calle fracasó, pero había un contexto: más de la mitad de los partidos políticos estuvieron en desacuerdo y fueron a una negociación. En 2017, casi todos los partidos políticos apoyaron. ¿Hubo un desgaste? Sí, pero nuevamente se cierra el ciclo con una negociación. Maduro y su gente solo se sientan a negociar cuando hay presión, pero si vas a la mesa y se acabó la calle… ¿Qué vas a negociar? Mi punto es que la calle no es una vía fracasada, forma parte del juego político. A veces pierdes, pero si jugaras bien, ganarías. Si asumimos nuevamente la protesta en la calle, mucho más masiva, mucho más contundente, mucho más resistente, le tenemos que exigir a la dirigencia opositora, sin tapujos, que la negociación, en todo caso, tiene que ser en caliente. De lo contrario, ¿cuál es el incentivo de Nicolás Maduro para ceder en qué?
Pareciera que la única herramienta que tiene la oposición es la calle. ¿Hay otras herramientas? ¿Ha habido complementariedad de acciones para que el resultado sea más contundente?
Al final, la calle genera otros elementos. Ya generó uno: la presión internacional. ¿Pero estuvo acompañada de presión interna? No. El mejor desmentido de que las sanciones afectan a la gente es que estos señores tienen 20 años robándose el dinero de los impuestos, de lo que entra por petróleo, los recursos del país les sirven para llenarse los bolsillos y alimentar su aparato de represión. Entonces, es mentira que las sanciones afectan a la población. Son ellos con la hiperinflación que causaron, con la destrucción de la economía privada. Vivimos como vivimos con o sin sanciones.
No ha mencionado otra cosa que no sea la calle. Insisto, ¿esa es la única herramienta que tiene la oposición? ¿O ya se agotaron todas las vías? Digamos, la vía pacífica, constitucional y electoral.
Lo que digo es que la presión internacional combinada con la calle y la presión institucional sí funcionan. En parte lo ha hecho la Asamblea Nacional. ¿Por sí misma, esa presión puede producir el cambio? Creo que no. ¿Queremos utilizar la herramienta de la negociación? ¿Queremos utilizar la herramienta de un proceso electoral? Eso no va a funcionar si los venezolanos no estamos en la calle exigiendo nuestros derechos. Esa es mi visión. Quizás la calle no le dé una solución final a la crisis, pero sí debe estar presente en todas las alternativas que se vayan a explorar.
¿Cuántos años tiene?
21.
Literalmente lo único que ha visto es chavismo en el poder. ¿No ve nada bueno en todo esto? ¿Nada que rescatar? ¿Nada que valga la pena?
En los venezolanos, sin duda; pero desde el Estado, no. Una de las cosas que recuerdo de mi niñez es ver en la televisión a un señor, presidente de la República, insultar a los demás a gritos. Si Nicolás Maduro nos parece agresivo en los discursos, sería bueno ver a Hugo Chávez. El país comenzó a deteriorarse a un ritmo acelerado y la verdad es que no encuentro qué se puede rescatar de estos dos últimos Gobiernos. Quizás, en el discurso, hablarle a una población que se sentía excluida. Eso lo hicieron bien, pero con la intencionalidad de destruir al país. Lamentablemente, fue una manipulación. Hablaron de reivindicaciones, de derechos, para luego despojar a la gente con más fuerza. No rescato nada del sistema chavista.
¿En qué país te gustaría verte? ¿Y cómo te ves en ese país?
Yo quiero un país en democracia, donde se reconozca la legitimidad de las instituciones, del CNE, del Tribunal Supremo de Justicia. Yo estudio derecho y ver la locura que, en términos jurídicos, hacen los magistrados me resulta absurdo. Un país con separación de poderes, con estado de derecho que, a su vez, permita la iniciativa privada y la creación de empresas. Que cuando camines por la avenida Francisco de Miranda puedas comprar lo que quieras porque en Venezuela todas las marcas están presentes, desde alimentos hasta tecnología. Yo veo a ese país con infraestructura pública moderna, con sistemas de transporte público que funcionen. Un país que valore su historia, donde se respete la cultura, la democracia. Un país que pueda salir adelante, pero eso solo es posible si hay el cambio político.
Hugo Prieto
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