Imago Mundi

Por el mar de los Caribes

Fotografía del Castillo San Felipe del Morro, del usuario grapesky en Pixabay

01/05/2021

Llegamos en avión a San Juan de Puerto Rico para tomar el barco en el puerto. Corría el verano de 1997 y nuestros hijos tenían doce y diez años. No habían navegado. Antes de zarpar recorrimos el viejo San Juan (el de la canción) y fuimos al castillo del Morro. Me interesaba particularmente regresar a esta mole de piedras que había conocido de niño porque quería asomarme a la celda en la que estuvo Francisco de Miranda en 1813. Pero no estaba identificada. Igual vi el mar desde las garitas y quizás recordé que Puerto Rico fue cedida a Estados Unidos por España, con base en el Tratado de París de 1898, cuando también entregó el dominio de Filipinas, Guam y Cuba.

Puerto Rico

La isla no se distingue por la belleza de sus playas, aunque no son despreciables, como tampoco lo han sido los vínculos de los venezolanos con la isla. Allá estuvo viviendo el doctor Vargas después de graduarse de médico en la Universidad de Edimburgo, ejerciendo la medicina con éxito entre 1817 y 1825. Allá se hizo experto en botánica el futuro rector de la universidad republicana venezolana. En Puerto Rico pasó parte de su tercer exilio (1948-1958) Rómulo Betancourt y allí le puso el punto final a su libro Venezuela, política y petróleo, entre 1954-1955. Y de Puerto Rico son no pocos cantantes de salsa que escuchamos los venezolanos salseros que crecimos entre los años setenta y ochenta cuando Fania All Stars tocó el cielo con las manos. Hoy, a quién no se le van los pies con Marc Anthony.

San Martín 

De Puerto Rico seguimos hacia San Martín, una isla pequeña perteneciente por mitades a Holanda y Francia, con playas y ensenadas de una belleza resplandeciente, prístina. Con aguas coralinas y olas con carácter, sus arenas son blanquísimas y en la taguara que entres en el lado francés, comes como los dioses. Para los amantes del nudismo, en Orient Beach puede practicarse sin sorpresas mayores.

A partir de la década de los sesenta del siglo XX la isla se tornó un destino turístico, antes se distinguía por la siembra de caña de azúcar y algodón, y por las salinas provechosas que tiene. En su agitada historia ha cambiado de mano varias veces, pero los holandeses han sido los más persistentes y se la han disputado a ingleses y franceses, hasta que fumaron la pipa de la paz con Francia y comparten jurisdicción en un territorio insular de apenas 87 km2, con dos capitales: Marigot (Francia) y Philipsburg (Holanda).

Puerto de Phillipsburg en San Martín (Países Bajos). Fotografía de Wikimedia Commons.

Santa Lucía

El trayecto entre San Martín y Santa Lucía fue uno de los más largos de la travesía. Lo primero que impresiona de la isla es su verdor profundo y sus montañas, contrastantes con el agua coralina de sus playas. El origen de la isla es volcánico y, no me pregunten por qué, eso se respira en sus morros y en el color de sus piedras. Ignoro por qué los empresarios y políticos venezolanos la tuvieron como sede de sus reuniones anuales entre los años ochenta y dos mil, aproximadamente. Incluso se hablaba del grupo Santa Lucía.

Su historia desde 1637 y hasta 1814 se debatió entre la posesión francesa o británica hasta que estos últimos tomaron el control definitivo. Luego, en 1979, la isla se conformó como Estado independiente. Su vocación agrícola ha sido bananera, pero sus tierras cultivadas se han reducido al mismo ritmo en que ha crecido el turismo.

Colón pasó por Santa Lucía en su cuarto viaje, en 1503, el día de la santa, y bautizó a la ínsula de los caribes en homenaje a Lucía de Siracusa. Con sus limitadas dimensiones, suma dos Premios Nobel en su haber. El Premio Nobel de Economía de 1979, Arthur Lewis, y el Premio Nobel de Literatura de 1992, el poeta Derek Walcott. Quizás sea un récord mundial que un país de ciento ochenta mil habitantes tenga dos premios de esta significación.

Grenada

De Santa Lucía navegamos a Grenada. A partir de 1974, luego de la creación del Estado de Grenada, después de haber sido posesión británica desde 1763, la isla estuvo inmersa en una gran inestabilidad política. El líder popular Maurice Bishop se hizo con el poder en 1979 y de inmediato recibió el apoyo de Fidel Castro y cerró la isla en un régimen socialista. En 1983, por diferencias internas en la coalición de gobierno, Bishop recibió un golpe de Estado y fue ejecutado junto con algunos de sus ministros. Asumió el poder un comunista radical, Bernard Coard, y entonces Estados Unidos decidió intervenir. En 1983 gobernaba Ronald Reagan. Las tropas norteamericanas se retiraron después de hacer su trabajo y quedó un gobierno de otro corte, pero las heridas de aquellos episodios tardaron en sanar. Hoy en día la economía de la isla ha mejorado mucho gracias a su vocación turística, y el ensayo socialista quedó en el olvido.

No es una isla, que yo recuerde, que se destaca por una belleza especial, más allá de las playas bonitas que sí las tiene. Pero puedo estar equivocado, y aquella visita fugaz no me dio una dimensión exacta de su geografía.

Fotografía de Santa Lucía, del usuario Jolyne D en Pixabay.

Las Islas Vírgenes 

De allí subimos a Saint Thomas, un archipiélago con quien la historia de Venezuela se ha entretejido muchas veces. Había estado antes allí y me había gustado mucho. Saint Thomas es la isla principal de las Islas Vírgenes, que hoy en día son territorio de Estados Unidos de América. Estas islas fueron danesas entre 1666 y 1917, cuando Estadios Unidos las compró por veinticinco millones de dólares a Dinamarca.

Y fue durante el período danés de las Islas Vírgenes cuando no pocos patriotas venezolanos recalaron en Saint Thomas huyéndole a las garras del imperio español, y también después por otros motivos. Allá fue a parar el doctor Vargas cuando Mariño y Monagas le dieron un golpe de Estado en 1835, y de allá lo trajo de vuelta Páez, cuando restituyó el hilo constitucional y redujo a los golpistas, aunque lamentablemente los indultó.

De tal modo que sus aguas turquesas fueron las mismas que vieron estos personajes nuestros en sus accidentados periplos vitales. Nosotros las vimos desde la comodidad del barco gigantesco, con la liviandad del turista. Zarpamos en el atardecer hacia Antigua.

Antigua

La operación para entrar en el estrecho puerto de Antigua la vivimos desde la azotea del barco. Delicada, milimétrica y hermosa la maniobra del capitán llevó la nave a puerto: la pequeña isla se anunciaba desde las alturas. Al bajar y ver la ciudad marina repleta de bancos comerciales comprobamos lo que ya era fama: meca de instituciones financieras, recodo de capitales que huyen del impuesto en países con mayor formalidad.

Antigua y Barbuda forman un Estado independiente desde 1981. Cuentan con noventa mil habitantes, de los cuales veinticuatro mil están en la capital Saint John. Como todas las islas que fueron británicas tienen una democracia parlamentaria, con un gobernador y un primer ministro y el saludo simbólico a la reina Isabel II como jefe de Estado. Como en casi todas las islas del Caribe, la población en su mayoría es afrodescendiente.

Fotografía aérea de Antigua, tomada de la guía turística digital Lonely Planet.

Martinica

La última isla de nuestro periplo fue Martinica. Una posesión de ultramar francesa. Verde, montañosa, imponente. Al caminar por Fort-de-France se respira el olor de las especies y el particular sudor de sus habitantes. Hay que adaptarse. Es la tercera en tamaño de las Antillas Menores. Le preceden Trinidad y Guadaloupe.

En 1902 hizo erupción el volcán Mont Pelée y fallecieron treinta mil personas y la ciudad de Saint Pierre quedó destruida. Murió toda la población. Les tomó décadas recuperarse. A partir de entonces la capital pasó a ser Fort-de- France. El poeta y político Aimé Césaire (1913-2008) fue el arquitecto del concepto de la negritud en una isla donde el 90 % son afrodescendientes. Fue elegido presidente del Consejo Regional en 1983 y ejerció un liderazgo importante, fundado en el valor de los hechos y las palabras.

De Martinica el barco subió de nuevo a su punto de partida: San Juan de Puerto Rico. Una vez más el Caribe nos regalaba su particular esencia. Islas de notable belleza, un pasado de cultivos y esclavos africanos bajo dominios francés, británico, holandés o danés, y un presente turístico donde la mayoría va a tomar piña colada y a sumergirse en aguas coralinas, con los timbales del calypso como telón de fondo. En fin, cada quien hace lo que puede.


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