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“Montevideo”, “La uruguaya”: Vila-Matas y Mairal

08/10/2022

Fotografía tomada de la página de Facebook de Laie Llibreria.

Ya lo había dicho Friedrich Schiller: «No existe la casualidad, lo que se nos presenta como azar surge de fuentes profundas». Cabría preguntarse, ¿serán las coincidencias obra del inconsciente? Es como un yo no fui, pero sí fui sin saberlo. Sin estar en modo alguno intentando establecer enlaces, llega un momento de iluminación que nos deja con la boca abierta cuando caemos en cuenta de las conexiones entre acontecimientos que uno mismo propicia y de allí el asombro que nos produce. El escenario es Barcelona: la presentación de un libro, Montevideo, y una lista de un club de lectura en el que el primer título a leer, analizar, debatir, verle las costuras es La uruguaya. Lo tenía en mis narices y no lo veía.

Primero la presentación. Como si desafiara lo supersticioso, Enrique Vila-Matas presenta su última novela hasta ahora publicada un martes 13 de septiembre. Es su regreso literario luego de una ausencia debido a problemas de salud, cuyo desenlace fue un acto de amor incondicional cuando su esposa, Paula Massot ‒mejor conocida como Paula de Parma y a quien dedica casi todos sus libros‒ le donó un riñón. No puedo pensar en un acto semejante de amor y unidad vital: que una pareja ande por la vida con órganos compartidos. Vila-Matas ha renacido. Se le ve más delgado y más dicharachero que de costumbre. El encuentro y la conversación con el autor y su esposa, junto con Alejandro Padrón, ocurrió a las puertas del Belvedere, el bar donde lo esperaba Rodrigo Fresán, presentador de Montevideo. Vila-Matas se excusa por no darnos la mano. Debe ser estricto y cuidarse. En medio del diálogo admite que ahora habla mucho más, quizás por haber estado casi tres años sin salir de casa. Incluso acepta que ya no mira de manera tan enigmática, que esa era una postura, como la que lo acompañó en el congreso literario de Mérida en 2009. Se le nota, en efecto, bastante bromista y hablador.

Paula, siempre tan simpática y sonriente, llena de energía, se ofrece tomarnos una foto para el recuerdo. Nos despedimos y entramos a La Central de Mallorca a esperar con bastante anticipación dado que nos habían advertido que habría mucha gente. Se trataba de un acontecimiento, tanto por la publicidad que ha generado el libro, como por el regreso del héroe literario. Las normas de distanciamiento debido a la pandemia se anuncian estrictas por la editora de Seix Barral, Elena Ferrante. En momentos en que España relaja las normas, asumo que es posible que se deba precisamente al trasplante de riñón; supongo además que debe tomar tiempo al organismo asimilar un órgano de otra persona, quizás hasta con algún grado de inmunosupresión que explicaría las exigencias. Esa posible susceptibilidad no ha impedido que Vila-Matas se haya embarcado en una campaña por yo no sé cuántas ciudades de España para presentar su obra del regreso.

Montevideo podría considerarse una biografía sobre el estilo de Vila-Matas al tiempo que la historia de un escritor que no escribe. Es un libro trabajado mientras el autor se encontraba aislado del mundo por las razones de salud mencionadas y, por fortuna, ya superadas. El texto viaja hasta los límites entre realidad y ficción al punto de considerarse «una ficción verdadera». El escenario de cada capítulo se relaciona con una ciudad: París, Cascais, Montevideo, Reikiavik y Bogotá. En cuanto a Venezuela aparecen dos referencias: Simón Díaz y una tarántula pajarera. El argumento se centra en la búsqueda del significado de una puerta oculta que puede o no existir, a través de la cual se traspasa de la realidad a la invención pura; a su vez, esa puerta se halla reproducida en una instalación en el museo Pompidou de París.

Llena de incontables referencias literarias que resultan un aprendizaje, de autores y libros reales o inventados, en Montevideo se construye un entramado que ocupa los primeros capítulos y que luego se desborda en los pasajes concernientes a Bogotá, con malabarismos metaliterarios a su máxima expresión, en un mundo tan lleno de misterios que el único lugar fijo donde poder asirse son unas pocas cuadras del paseo San Juan en Barcelona, en el que transcurre su infancia. Como dijo Rodrigo Fresán durante el acto:

Un Vila-Matas tras otro que, en verdad, son como capítulos de una única novela o cuentos de un volumen que no deja de contar o, mejor aún, circunvalaciones de un cerebro que no deja de girar sobre sí mismo y sobre sus escrituras y lecturas y, más importante aún, relecturas y reescrituras de sí mismo.

La presentación se lleva a cabo en el patio de La Central de la calle Mallorca, al aire libre, a pesar de que cayeron algunas gotas y el viento circulaba amenazante. Como de costumbre, Fresán mezcla lucidez con humor al presentar esta obra singular. Todas las sillas están ocupadas, hay gente encaramada en un muro al final del patio y otro grupo observa desde adentro del segundo piso de la librería, detrás de las rejas. Al terminar el acto, junto con Alejandro, a quien Vila-Matas había dedicado unas palabras en la nota de contratapa de su estupenda novela París siempre valía la pena, nos colocamos en la fila para la firma de libros. La editorial ofrece mascarillas para los rebeldes o aquellos convencidos de que se ha acabado lo que no se acabado. Colocan dos bancos chatos pero gruesos para que la gente no se acerque tanto delante de la mesa donde el autor firma ejemplares, con el fin de mantener los sagrados dos metros de distancia recomendados en pandemia. Vila-Matas lleva puesto un tapabocas negro. Está sentado detrás de una ventana abierta desde donde circula aire, ya dentro de la librería. Es martes 13 y mejor no correr riesgos innecesarios.

El escritor español Enrique Vila-Matas escucha una pregunta durante una entrevista pública realizada en el Centro Cultural de España (CCE) en Montevideo, el 26 de septiembre de 2014. Fotografía de Panta Astiazaran | AFP.

Lo segundo es el club de lectura el 20 de septiembre. Nada del otro mundo, como se titula un cuento de Antonio Muñoz Molina. Tantos cursos, talleres y clubes de lecturas que existen en la ciudad. Me refiero solo al que yo coordino para Llibre Solidari (libros solidarios). Como se sabe, en España prevalece la política del precio fijo para el libro. Esto es más sagrado que las vacaciones de verano para los españoles. La rotación de títulos en este mercado es descarnada. Cuando los libros no logran venderse son sacados del mercado y destruidos, dado que no se pueden vender con rebajas de precios. Es una política que se ha establecido de manera estricta y que, según Jorge Herralde, es lo que ha hecho que la industria del libro y las librerías prosperen. Desde una librería de barrio hasta Casa del Libro o la FNAC un cliente encontrará el mismo precio para cualquier libro, nada que ver con las políticas de libre competencia del Nuevo Mundo.

Llibre solidari me invitó a coordinar los ciclos del club de lectura, dándome libertad de escoger los títulos a comentar. Para los meses de otoño de 2022 analizaremos obras de Carson McCullers, Joseph Mitchell, Ivan Klíma y Pedro Mairal. Un libro por mes. El criterio personal de selección de las obras se basa en que los textos estén escritos de un modo tal que puedan ser apreciados tanto por un lector sofisticado como por aquellos con menos recorrido en su haber de libros leídos. Deben ser lecturas sobresalientes, memorables, distintas entre sí y que generen emociones y hasta reacciones fisiológicas; que dejen huella. Además, escritas con un lenguaje sencillo pero de alta factura literaria y que, por lo general, estén emparentadas por algún rasgo, siendo el humor (sutil, implícito o evidente), en el caso de este ciclo, ese vínculo.

Pongamos nuestra atención en uno de los libros escogidos, La uruguaya, de Pedro Mairal, y tejamos sus conexiones con Montevideo, de Vila-Matas.

La uruguaya es una novela corta en la que se relata el derrumbe de un hombre. Su protagonista es Lucas Pereyra, argentino que vive en Buenos Aires, desempleado y mantenido por su mujer; un matrimonio hundido en la costumbre y el aburrimiento, en la rutina con su hijo y en las sospechas de una traición. En ese entorno al personaje, quien es escritor, le prometen el pago de dos adelantos editoriales en dólares que, debido al control de cambio vigente en Argentina en ese momento, decide recibir y cobrar en Uruguay. Por las distorsiones propias de los tipos de cambio, si lo hace en el mercado negro a su regreso obtendría más del doble en pesos argentinos. Así, se embarca en el cruce del río de la Plata desde Buenos Aires hasta Montevideo. Cuenta, además, con el incentivo de ver a Magalí, una chica que había conocido en un congreso literario y a la que no había visto desde hacía año y medio, y con quien mantiene correspondencia por correo electrónico. Luego de retirar el dinero en efectivo (quince mil dólares) se registra en un hotel al que aspira poder llevar a Magalí. De allí en adelante nada de lo que espera sale como lo había planeado.

Desde el hotel Radisson puede ver muy de cerca el Palacio Salvo, un edificio gigante, ícono de la ciudad. Le asignan la habitación 262 en el piso veinte. Cuando leo «Palacio Salvo» en mi segunda lectura de La uruguaya me llega la conexión. ¿Por qué no se me había ocurrido antes si parecía tan evidente? ¿Qué complejos mecanismos de la mente hacen que uno no pueda o tarde en asociar lo que resulta casi obvio?, algo así como cuando en las series y películas de crímenes la pista evidente estaba todo el tiempo allí pero nadie la veía. En Montevideo el personaje de Vila-Matas va a la capital uruguaya para conceder unas entrevistas en torno a su obra literaria y, andando por la ciudad, se encuentra con el Palacio Salvo: «sorprendente rascacielos art déco inspirado en La divina comedia y también, si no entendí mal, deshabitado desde hacía tiempo».

La mención del Palacio Salvo fue entonces el puente desde el cual descubriría varias conexiones entre ambas novelas. En La uruguaya, Mairal lo recuerda por la portada del disco solista del cantante de Blur, una foto tomada, asume, desde el vecino Radisson:

Hay uno gemelo en avenida de Mayo de Buenos Aires, el Barolo. Tienen los dos una torre con un faro. En algún momento esos dos faros se mandaban señales entre ambas ciudades, eran como un portal de entrada al río de la Plata.

Una vez establecido el hilo conector siguieron apareciendo más coincidencias.

Captura de pantalla del canal de YouTube de Planeta de Libros.

El personaje central de Montevideo aprovecha la invitación y se hospeda, dejando de lado la habitación que tenía reservada por los organizadores del evento literario, en el hotel Cervantes, habitación 205, que es escenario del cuento «La puerta condenada», de Julio Cortázar. En el cuento de Cortázar se revela que hay un armario en la 205 detrás del cual hay una habitación contigua, precisamente el punto donde irrumpía lo fantástico en el relato. El personaje de Montevideo tiene un bloqueo de escritura por lo que deseaba hospedarse en la habitación del relato de Cortázar:

Hacía años que deseaba pisar el territorio de aquel cuento de ficción, ver el armario, la puerta que estaba detrás del armario, la para mí mítica puerta condenada, intentar averiguar qué pasaba cuando uno entraba en un espacio de ficción que existía al mismo tiempo en el mundo real o, dicho de otro modo, en un espacio del mundo real que no sería nada sin el mundo de la ficción.

En La uruguaya, cuando Lucas se encuentra con Magalí Guerra en Montevideo están en el bodegón Santa Catalina (y Catalina se llama su esposa); de golpe, tiene una revelación: «¿Qué, Magalí? Maga, la Maga sos vos. No lo había pensado, ¡y sos uruguaya!, como la Maga!». La Maga, el célebre personaje de Rayuela, de Cortázar. Cortázar resulta, entonces, el segundo hilo conector entre ambas novelas. Aparte del relato relacionado con la habitación 205 del Cervantes, Rayuela es mencionada en dos ocasiones en Montevideo sobre la base de las cuales se generan varias elucubraciones.

Una de las conexiones que más asombra es aquella cuando el personaje de Vila-Matas conversa con el interlocutor que lo recibe para la entrevista literaria, a quien le cuenta que su relación con Montevideo comenzó cuando vivía en París y había recibido el encargo de traducir al español L’Uruguayen, texto escrito en francés por el argentino Raúl Dalmonte, conocido como Copi: «el único autor que he traducido en mi vida», y en el que había descubierto el poder de la imaginación. Consciente de los malabarismos vilamatianos en su obra general en la que con frecuencia mezcla citas, autores y referencias reales e inventadas, consulté a ver si se trataba de algo real. Quedé sorprendido cuando di con un libro que antologa once relatos argentinos del siglo XX y allí estaba «El uruguayo», traducido del francés por Enrique Vila-Matas. Es un relato surrealista en el que un narrador argentino escribe a su maestro imaginario en París para contarle su regreso a Montevideo tras huir de Argentina. Tercer hilo conector: «El uruguayo», La uruguaya, Montevideo, primos cercanos.

Las conexiones van más allá de lo deducido. Tenemos a tres argentinos que idealizan o se relacionan con el Uruguay. Copi regresa a Montevideo y dedica su libro de la siguiente manera: «Al Uruguay, el país donde pasé los años capitales de mi vida, el humilde homenaje de este libro escrito en francés pero pensado en uruguayo». Lucas Pereyra, el personaje de Mairal, va a Montevideo para procurar lo que no puede en su país, «lejos de la jodida pampa metafísica». Y Rodrigo Fresán, un argentino que reside en Barcelona, presenta la novela Montevideo.

Por su parte, el personaje de Vila-Matas, hastiado de su Barcelona natal, idealiza Montevideo y al llegar allí dice:

Los montevideanos, pronto iba a descubrirlo, eran, por lo general, personas muy amables, no demasiadas contaminadas del histerismo moderno, reñidas enigmáticamente con el mal humor. Algunos de ellos sonreían de un modo lento, como si dispusieran de todo el tiempo del mundo. Las casas, el puerto, las calles, las playas emitían signos de una calma rara, memorable, que llevaba a uno sentir que en verdad había llegado a una ciudad en la que uno podría quedarse a vivir.

Lucas Pereyra, al referirse a Montevideo, dice: «por suerte los uruguayos frenan cuando te ven poner un pie en la senda peatonal. En Buenos Aires morimos atropellados». Está enamorado de Montevideo y de la mujer que allí vive. Y, sin embargo, en esta novela advienen desgracias que hacen que, a punto de dar un salto de vida, le ocurra un incidente desafortunado en ese Montevideo idealizado que lo lleva por el abismo del fracaso, la separación definitiva de su mujer y una situación económica aún peor: solo le queda la resignación. En una entrevista Mairal comenta:

Porque vamos de vacaciones, sentimos que es el paisito bonito y todos son buenos. No nos va a pasar nada, bajamos la guardia. Y nos parece que es como una Buenos Aires de hace tiempo y es otra cosa, en realidad. Es una ciudad que nos resulta familiar y extraña.

En el poema «Milonga para los orientales», Jorge Luis Borges nos dice, como aspiración sincera que tal vez sea quimérica, debatido entre el sabor de lo que es igual pero distinto:

Milonga para que el tiempo

vaya borrando fronteras;

por algo tienen los mismos

colores las dos banderas.


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