Perspectivas

Martha C. Nussbaum: el miedo como pulsión del egoísmo

14/10/2020

Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.

Martin Luther King Jr.

La filósofa y escritora Martha Craven Nussbaum. Fotografía de Jerry Bauer, tomada de wikipedia.org

En Ruanda, el 6 de abril de 1994, Valérie Bemeriki, locutora de Radio Mil Colinas, llamó a matar a las «cucarachas», apelativo para designar a la minoría tutsi. Con esa inflamada retórica, la semilla del odio se había sembrado en la mayoría hutu.

Miles de machetes, llegados de China, fueron repartidos entre las milicias. Esa noche, la matanza comenzó en Kigali y, al día siguiente, se extendió por todo el país como una epidemia. Se estima que un millón de personas fueron asesinadas y al menos 250.000 mujeres fueron violadas. Entre las atrocidades, destaca que 95.000 niños fueron ejecutados y cerca de 400.000 quedaron huérfanos. «La radio fue creada con el objetivo de implementar la idea del genocidio», confiesa Bemeriki, quien se encuentra en prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad.

Julien Benda, en la Traición de los intelectuales, advirtió cómo las pasiones políticas eran utilizadas para promover el realismo moral, es decir, para suspender los principios éticos. Quien siembra el odio en las masas busca licencia para llevar a cabo alguna forma de extermino colectivo.

Con La monarquía del miedo: una mirada filosófica a la crisis política actual (2018), Martha C. Nussbaum (New York, 1947) suma un nuevo título a su larga e impresionante bibliografía. Ella es profesora de filosofía en la Universidad de Chicago y, además, es autora de más de dos docenas de libros memorables, tales como La fragilidad del bien, La terapia del deseo y La ira y el perdón.

Su preocupación filosófica es el lugar de las emociones en la ética, tema que explora en diálogo con autores que van desde Esquilo y Séneca hasta Richard Rorty y John Rawls.

Posee la magia de convocar especialistas, así como a un público más amplio. Ella hace realidad la exigencia de David Hume, quien insistió en la necesidad de que los pensadores modernos sirvan como embajadores “entre los dominios de aprendizaje a los de conversación”.

En La monarquía del miedo, Nussbaum ofrece un diagnóstico convincente del terreno emocional de la vida política estadounidense en la era de Donald Trump, donde a los problemas complejos se les quiere dar soluciones simplistas y, por tanto, falsas.

“De ahí que pueda resultar tan atractivamente fácil transformar esa sensación de pánico e impotencia en culpabilización y en una «alterización» de los grupos «diferentes», como son los inmigrantes, las minorías raciales y las mujeres. «Ellos/as» nos han quitado nuestros trabajos. O, si no: la élite opulenta nos ha robado nuestro país”. (p. 20).

La tesis principal de esta obra es que el miedo, a través de la brecha partidista, conspira contra la capacidad de los ciudadanos para la deliberación constructiva (cap. 1). Acto seguido, analiza la naturaleza del miedo (cap.2). En tercer lugar, pasa a establecer las relaciones del miedo con otras emociones negativas, como la ira, el asco y la envidia (caps. 3-5).  En cuarto lugar, Nussbaum aplica esa emocionalidad tóxica para comprender las formas políticas de la misoginia (cap. 6). Finalmente, reflexiona sobre cómo la esperanza permite a los ciudadanos evadir la trampa del miedo (cap. 7).

Infantes tiránicos

Aquellos interesados ​​en las pasiones políticas, encontrarán mucho en el capítulo “El miedo, temprano y preponderante”. Ahí, Nussbaum se basa en la definición de miedo que formula Aristóteles en su Retórica: “pena o turbación que resulta de la imaginación de un mal inminente” (II.5).

Esa percepción de peligro se intensifica si va unida a la sensación de impotencia. Basándose en el psicoanalista D.W. Winnicott, Nussbaum encuentra el origen de la sensación de impotencia en la experiencia infantil de desamparo, que ella describe como “el material característico de una pesadilla”. Es peculiar de un cachorro humano recién nacido, a diferencia de las crías de los otros animales, que el desarrollo intelectual sea muy superior a su capacidad de autosuficiencia física. Esto le obliga a generar mecanismos de defensa. Parafraseando al Emilio, de Rousseau, Nussbaum afirma: “El bebé, fervorosamente mimado por quienes cuidan de él, no tiene otra vía de supervivencia que no sea la de esclavizar a otros”.

En el infante, la percepción de peligro e impotencia hace del miedo una pulsión eminentemente egoísta que expulsa toda consideración por los semejantes. En el pequeño humano, el interés se basa en el propio cuerpo. El mismo sujeto, ya de adulto, llega a preocuparse por otros. Si esos otros se reducen solo a los seres queridos, entonces el egoísmo se ha expandido al propio grupo en desmedro de los demás.

Nussbaum hace transitar su argumentación desde la psicología individual a la política, a través del símil del monarca absoluto con el infante indefenso. Nussbaum explica cómo ese tipo de reyes son como niños en la medida en que no tienen forma de sobrevivir a excepción de hacer esclavos a otros, pues se encuentran ante el dilema de gobernar o morir.

El monarca infantil cumple una doble función en la argumentación de Nussbaum. En primer lugar, la utiliza en registro sociológico. Las sociedades asustadas e impotentes se comportan como niños asustados. Bajo esas condiciones, las personas buscan tomar el control de una manera que promueve el egoísmo y la búsqueda de chivos expiatorios.

En segundo lugar, la utiliza en registro político. Los demagogos utilizan los mismos recursos de manipulación que los niños malcriados. Mientras el niño obliga a otros a cumplir sus caprichos, por ejemplo, fingiendo gritos de hambre, el demagogo utiliza una retórica que fomenta el miedo. De esa forma, despierta sospechas sobre posibles enemigos políticos, y así convierte los temores irracionales de los demás en su beneficio personal.

La tiranía del miedo

Nussbaum encuentra, en la Grecia clásica, un ejemplo de este tipo de demagogia en el “Debate mitileneo”, es decir, la discusión en la Asamblea de Atenas sobre las represalias contra la ciudad-estado de Mitilene, que había intentado sin éxito sacudirse la hegemonía ateniense durante la Guerra del Peloponeso. El populista Cleón, tal como es descrito por Tucídides, provoca el miedo en los atenienses para instarlos a que aprueben el decreto que permita asesinar y esclavizar a los ciudadanos de ese estado. El propósito era castigar a una ciudad amiga, que se había mostrado rebelde y podía poner en peligro el sistema de alianzas.

Nussbaum utiliza el ejemplo de Cleón como un modelo para comprender el presente. Ella encuentra, en la islamofobia del actual presidente de los Estados Unidos, la misma tendencia a provocar el miedo amorfo, el cual genera un clima de ignorancia alimentado por una oratoria ambigua y apocalíptica.

En lugar de convocar a la exploración compartida sobre posibles soluciones a las áreas realmente crónicas de violencia, como las muertes por armas de fuego, los discursos de Trump, sostiene la autora, desvían la atención de las amenazas que realmente enfrentan a los ciudadanos estadounidenses.

Hay que aclarar que la crítica de Nussbaum no está hecha desde el conflicto partidista. Ella reconoce que el clima político está radicalizado, tanto por la derecha como por la izquierda. Más bien aboga por un clima de respeto y comprensión mutua.

Nussbaum muestra un admirable sentido del equilibrio, pues es igualmente severa con un extremo como con el otro. El objeto de su crítica es la práctica de demonizar a los oponentes políticos. Dicha práctica consiste en negar la dignidad humana al adversario, como el reducirlo a “cucaracha”. En tal sentido, Nussbaum se encuentra en el selecto club de los “insumisos”. Tzvetan Todorov acuñó ese término para designar a los rebeldes en nombre de los principios éticos, tales como George Orwell, Albert Camus, Simone Weil y Hannah Arendt.

Give peace a chance

Nussbaum considera cómo la esperanza podría contrarrestar el ansia de poder autoritario alimentado por el miedo. Aquí basa su argumentación en el pensamiento de Immanuel Kant, así como en personalidades de la estatura moral de Martin Luther King, Jr. y Nelson Mandela. A partir de ellos, hace hincapié sobre la capacidad de la esperanza para inspirar acciones constructivas. Esto supone apelar a la humanidad de nuestro adversario, lo cual implica mantener la fe en la disposición de todas las personas para hacer el bien. Un acto no violento de nuestra parte podría incitar a lo mejor de nuestros oponentes.

Schelling afirmó con agudeza: “El sentimiento es maravilloso cuando permanece en el fondo, pero no cuando surge a la luz para convertirse en ser y gobernar”. Esta es una verdad contundente tanto en ética como en política. Lo peor decisión es permitir que gobiernen las pasiones. La pasión principal es la ira, la cual nace de pulsiones primitivas y atávicas. “La emoción más antigua y más fuerte de la humanidad es el miedo, y el miedo más antiguo y más fuerte es el miedo a lo desconocido”, sentencia H.P. Lovecraft.

En esta época de populismos, noticias falsas y brechas partidistas, es importante evitar caer en la trampa de oponer fuego contra fuego. Lo decía Gandhi: “Debemos mirar al mundo cara a cara, con calma y ojos serenos, aunque los ojos del mundo estén hoy inyectados de sangre”. El mensaje de Nussbaum se puede resumir en la advertencia del maestro Yoda de Star Wars: “El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento”.


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