Béisbol

Las Ligas Negras siempre fueron grandes

Pedro Sierra hace el primer lanzamiento ceremonial durante un partido entre los Tigres de Detroit y los Mellizos de Minnesota en Comerica Park. Fotografía de Duane Burleson | Getty Images North America | Getty Images via AFP

20/12/2020

El primer latino que jugó en las Ligas Negras, fue el puertorriqueño Emilio “Millito” Navarro y el último latino fue el cubano Pedro Sierra. Esta semana, cuando Major League Baseball anunció oficialmente el reconocimiento a la Negro League como Grandes Ligas, pensé en ellos y valoré el privilegio

Milán, miercoles 23 de diciembre de 2020

de haber podido entrevistarlos a los dos.

En 1995, en el estadio Hiram Bithorn de San Juan,  Puerto Rico, en la recordada Serie del Caribe donde los boricuas ensamblaron un Dream Team (tres de ese equipo entraron en Cooperstown: Roberto Alomar, Iván Rodríguez y Edgar Martínez), Millito fue objeto de uno de los muchos homenajes que recibió, a propósito de su paso histórico por el béisbol profesional de Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela y las Ligas Negras, donde estuvo dos temporadas con el Cuban Stars. Tenía apenas 22 años de edad cuando llegó a los Estados Unidos, a ese béisbol segregado y difícil, además no dominaba el inglés, lo que lo hacía sentir incómodo,  por eso decidió jugar en el Caribe. Recordaba con nitidez sus días en Venezuela, donde jugó con el Concordia, Magallanes, Royal Criollos y Santa Marta. En Puerto Rico fue fundador de los Leones de Ponce, equipo con el cual estuvo vinculado hasta que falleció.

No fue una entrevista muy extensa, ocurrió en el terreno, antes de hacer el lanzamiento inicial de un duelo entre Venezuela y Puerto Rico. Él tenía 90 años, nació en 1905 y murió en 2011. Atribuía su longevidad a la actividad física, la buena alimentación y haber hecho familia. Vestía como un “dandy”.

Esta semana, su hijo Erick lamentó que los jugadores de la Negro League no estén vivos para recibir este reconocimiento que ocurre en el centenario de su fundación. Sin embargo, Emilio “Millito” Navarro disfrutó de merecidos homenajes: el 6 de junio de 2008, las Grandes Ligas celebraron simbólicamente un draft con peloteros de las  Ligas Negras, antes de la selección formal de sus jugadores, los Yankees de Nueva York “reclutaron” a Millito Navarro. Luego, en el último juego de los bombarderos en el antiguo Yankee Stadium, el 18 de septiembre de 2008, Millito estuvo entre las estrellas históricas.

Murió el 30 de abril de 2011, el 1ero de mayo, en el Bronx, se guardó un minuto de silencio en su memoria, fue despedido como un Yankee.

Imágenes de exjugadores de la Negro League puestos en las gradas durante un partido entre
Philadelphia Phillies y Atlanta Braves en Citizens Bank Park el 29 de agosto de 2020. Fotografía de Hunter Martin | Getty Images | AFP

En julio de 2016, en el aeropuerto de Filadelfia, camino a San Diego, estaba esperando en la puerta del avión el momento de abordar, cuando apareció él. Llevaba una gorra de los Tigres de Detroit, vestía chaqueta, jeans y zapatos deportivos. Estaba buscando un toma corriente para cargar su tableta. Justo a mi lado había una silla y quedaba libre un enchufe para él, le indiqué que podía sentarse, esperé que se instalara y le pregunté si había sido jugador. Era obvio, tenía eso que se llama “estampa de pelotero”, aun a los 78 años que contaba en aquel momento.

Los peloteros tienen una actitud que no soy capaz de explicar, pero se les nota, Pedro Sierra es así. No era la gorra o la chaqueta, era el estilo.

Nos presentamos, y seguimos la conversación en español. Íbamos al Juego de las Estrellas, él estaba entre los invitados especiales al Fan Fest, para compartir con los fanáticos y yo iba a trabajar.

Le pregunté si podía grabar nuestra conversación apenas me contó que él era “el último latino que jugó en las Ligas Negras”. Me había encontrado con una historia y faltaba una hora para comenzar a abordar.

Me contó la invalorable experiencia de haber sido parte de aquel béisbol que decidió jugar a pesar de la discriminación, las injusticias a las cuales eran sometidos, comenzando por la descalificación a la calidad de la Negro League.

Hablamos de la irreverencia de aquellos jugadores que siempre tuvieron presente que los blancos no eran mejores que ellos, la diferencia era que jugaban en mejores condiciones, mientras ellos padecían el racismo.

—Fue difícil aceptar los insultos y las burlas, especialmente porque sabía lo que decían. No era fácil tener que beber agua en una fuente marcada “For Colored”, era duro vivirlo. Atendí los consejos de los jugadores más viejos que nos enseñaron cómo hacerlo y recordando siempre un comentario de mi padre: “el fanático que te da una ovación, minutos después te maldice y profiere ofensas sobre ti o tu familia, no dejes que eso te distraiga”. Muchas veces hice como que no entendía: “no hablo inglés” y así me defendía. Mis más cercanos a través de los años fueron Juan Soler y Roberto “Musulungo” Herrera, en las Ligas Negras.

Recordé las historias que al final de su vida contaba “Terremoto” Ascanio, que por ser blanco podía entrar a establecimientos a los que sus compañeros de equipo no podían, para comprarles comida o bebidas. El venezolano estuvo en 1946 con los “Black Yankees”, y recordaba aquello con cierta vergüenza por lo que les tocaba vivir, pero elevaba el valor de aquella liga que jugaba por encima de los obstáculos.

Pedro Sierra llegó al final de esa liga, cuando él comenzaba su carrera. Era lanzador y su jugador predilecto era Leroy “Satchel” Paige, a quien conoció en 1965.

—Conocí a Satchel Paige, aún estaba en los Atléticos de Kansas City. En un juego de exhibición, le dijo a los muchachos que les daba $1000 si lanzaba 4 bolas seguidas, los ponía en 3 y 2 o si le conectaban un HR. Ofreció $500 por un triple, $200 por un doble y $100 por un sencillo. Salió barato. Lanzó dos innings, y sólo le batearon dos sencillos. ¿Qué edad tendría Satchel Paige en 1966? Recuerda que debutó en 1948 y decía tener 42 años de edad, pero hay sospechas de que tenía más… Siempre oí lo que decía y utilicé su filosofía , que era nunca lanzarle a un bateador hacia su zona de poder.

El manager Ron Washington de los Rangers de Texas saluda al exjugador Pedro Sierra, durante el 24 de mayo de 2014. Fotografía de Leon Halip | Getty Images | AFP

No quise interrumpirlo, él estaba disfrutando muchísimo sus recuerdos, y yo más.

—Le pregunté: “¿Señor Paige, si todo el mundo sabe para qué lado batea ese hombre, y todo el mundo se carga hacia allá, por qué no batean al otro lado?”. Me decía: “hijo, todos lo bateadores adivinan”.

De inmediato recordó a Ted Williams y una conversación que tuvieron en 1975, al final de la carrera de Pedro Sierra.

—Ted Williams decía que él adivinaba, pero adivinaba bien.

Sin que mediaran muchas preguntas, Pedro Sierra se dedicó a explicarme su propia filosofía del pitcheo.

—No hay nada que diga que no le puedes tirar a un bateador 3 curvas seguidas, y nadie dice que 4, pero si un pitcher lanza 3 pitcheos quebrados y luego en el siguiente envío engaña con la mecánica, lo pone a pensar y ahí toma ventaja. Cuando veas que un bateador, después de varios pitcheos así, ve pasar una recta por todo el medio y no le tira, es porque estaba adivinando y esperaba otra cosa. Todo no es velocidad en el pitcheo.

Sacó una pelota de su maletín de mano, donde además llevaba álbumes con composiciones que hacía con fotografías de sus estrellas, le resultaba más fácil explicarme sus trucos.

—Si un pitcher lanza más de 95 millas por hora, otro piensa: ‘voy a probarla yo’, pero yo digo que mi filosofía del béisbol es que hay un nivel que como lanzador vas a alcanzar. Digamos que 94-95 mph, que no vas a tirar 100 mph, entonces tienes que aprender a trabajar entre 94 y 84 mph y el cambio puede ser a 80 mph, pero la velocidad máxima tiene que estar entre 84 y 94, no hay que tratar de ir a 100 mph, porque estaría forzando la mecánica.

Le digo que eso me recuerda una cita que leí de Satchel Paige, que decía que el secreto era mantener la pelota alejada de los bates.

—¡Exacto! Eso se llama control, y eso es todo. Mi estilo era que si yo estaba lanzando a una velocidad y no me bateaban, ¿para que iba a tirar mas duro? Hay que tener municiones para sorprender en un momento. Se trata de que no bateen a zona buena, de engañarlos. Tiraba recta, curva, nunca me gustó el slider. En los 70 desarrollé la bola de nudillos y la tiraba con las uñas (agarró la pelota para mostrarme su maña). Basado en la psicología del pitcheo, que es el arte de engañar, el pitcher es un artista. Siempre fui de los que presté atención a los consejos que oía hablar de los peloteros viejos. La clave de todos era la misma: el control. A los lanzadores nos enseñan que la mascota es el blanco, pero hay que controlar cinco blancos más. Los hombros del catcher, las rodillas y la cara.

Le pregunté por Aroldis Chapman, a propósito de esa reflexión sobre la velocidad y el control.

—Aroldis Chapman, por ejemplo, es extraordinario porque es un natural, esa es la fuerza de su brazo. Él no está esforzándose de más porque lance 100 mph, por eso puede hacer todo lo que hace, por eso no hay tantos Aroldis.

Pedro Sierra fue coach en un college, en Maryland, donde se empeñó en enseñar algo más importante que su mecánica para dominar a los bateadores.

—Jugando en México, un pelotero puertorriqueño, amigo mío, se me acercó y me dijo: “Mira caballo, tienes que meterte algo, y rompió una pastilla, una cápsula, mira… con decirte que me sacaron en la cuarta entrada. No estaba en control, no me entendía con el catcher. Uno de los médicos del equipo se dio cuenta y me dijo que parara, que eso me tenía descontrolado. Mi papá fue boxeador, y yo siempre aprendí, por él, lo importante de tener el control de la voluntad. Siempre tuve en la mente el bochorno que podía pasar mi familia si se se enteraba que había usado drogas. El médico me recomendó inyectarme vitamina B y así me mantuve. Era maratónico jugar en México es verdad, por las distancias que debíamos recorrer. Estábamos en Puebla, el viaje más corto era a Ciudad de México, y eran 3 horas, después a Guadalajara, eran como 10 o 12 horas o a Veracruz, Chihuahua, era duro, agotador.

Los valores aprendidos en su familia, lo mantuvieron en control, alejado de los vicios y luego de retirado tomó el tema como causa.

—Hubo un dibujo en un periódico que salía un señor bien vestido, con espejuelos, en un cuarto donde estaba un niño con su guante y con un polvo blanco, el niño decía: “Estoy practicando para jugar en las Grandes Ligas”. Eso me ofendió, porque ya había dejado de jugar béisbol. Decidí diseñar un programa que llevé a muchas escuelas en Baltimore, invitaba a jugadores de la Mayores a hablar con los muchachos, lo que significaba mantenerse sanos, el impacto negativo que tienen las drogas y lo positivo de estudiar. A mí me ayudó mucho. Cuando llegué a Estados Unidos fue de gran ayuda el hecho de que mi padre se empeñó en que mi hermano y yo aprendiéramos a hablar inglés.

Comenzaban a llamar para abordar el avión, pero luego de todo lo conversado sobre el pitcheo, quise saber su opinión sobre Miguel Cabrera, porque en cada explicación, pensaba en que el maracayero habría podido batear en todas las épocas.

—Miguel Cabrera es un bateador único. Si Aroldis es un natural del pitcheo, él lo es del bateo. Llegó impresionando, es verdad, pero con el paso del tiempo ha desarrollado la inteligencia para batear hacia las dos bandas, hacía los tres jardines. Se trata del conocimiento que adquieren sobre los pitcheos que ven. Cuál usan para controlarlo y sobre eso trabajan la debilidad y terminan más fuertes. Así es él. Ahora mismo creo que José Abreu puede ser un bateador capaz de esas cosas.

Hasta la decisión anunciada esta semana, Pedro Sierra no era considerado un exgrandeliga, porque nunca le llegó el chance de hacerlo, estuvo 8 años en las Menores y no pudo ascender.

—En el 70, después de que estuve en el entrenamiento de primavera, Ted Williams me llamó para decirme: mira Sierra, te vamos a mandar a las ligas menores porque tenemos 20 pitchers aquí. Me mandaron a la Eastern League. Dejé de jugar en 1976.

Al día siguiente de nuestro encuentro, conversó con los periodistas y fanáticos sobre aquel béisbol segregado de la década de los 50, sus vivencias con Indianapolis Clowns y Detroit Stars en las Ligas Negras, justo antes de alistarse en el Ejército de los Estados Unidos. Fue el primer pelotero nacido y criado en Cuba que prestó servicio en el ejército. Un personaje extraordinario.

—Hemos hecho un gran impacto en el béisbol y eso se está reconociendo mucho más ahora, lo que hemos aportado —dijo Sierra a los periodistas en 2016, en una extensa entrevista que fue parte de las actividades de la Semana del Juego de Estrellas celebrado en San Diego.

El comunicado de la oficina del comisionado Rob Manfred destacó: “Estamos agradecidos ahora, por contar a los jugadores de las Ligas Negras donde les corresponde: como jugadores de Grandes Ligas en el registro histórico oficial».

Guardé la entrevista todo este tiempo sin saber que un motivo tan elevado me haría rescatarla.

Las Ligas Negras siempre fueron Grandes.


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