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Cuando James Harrison tenía 14 años requirió una operación; más tarde, se dio cuenta de que también necesitó una cantidad considerable de sangre de desconocidos para sobrevivir a ella.
Tan pronto se convirtió en adulto y ya recuperado, Harrison dijo que sintió que debía saldar esa deuda. Durante los siguientes sesenta años reprimió su aversión a las agujas —dice que nunca ha querido ver cómo son insertadas en su brazo— y donó sangre en distintos lugares de Australia aproximadamente cada dos semanas.
Los médicos hicieron un descubrimiento sorprendente: la sangre de Harrison contenía un anticuerpo inusual que es necesario para hacer un medicamento pionero, el cual los funcionarios del Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana dicen que ha ayudado a salvar a más de dos millones de bebés de una enfermedad potencialmente mortal.
Desde 1967, dijeron, se han administrado a madres más de tres millones de dosis de Anti-D, como se llama el medicamento que tiene como un ingrediente la sangre de Harrison.
El viernes 11 de mayo, Harrison tomó asiento en el Centro de Donadores de Sangre del Ayuntamiento de Sídney para la que fue su última donación. Los funcionarios médicos de la Cruz Roja decidieron que, a sus 81 años, su valioso donador debería dejar de dar sangre para proteger su propia salud.
Videos del suceso muestran a Harrison —apodado por algunos como el Hombre del Brazo de Oro— apretando una pelota antiestrés para bombear sangre mientras cuatro globos de color plateado flotan cerca de él. Los globos tenían la forma de los números 1 1 7 3, por la cantidad total de veces que Harrison donó sangre.
“Es el fin de una era”, dijo Harrison, un administrador ferroviario jubilado, desde su casa en Nueva Gales del Sur, Australia. “Fue triste porque yo sentía que podía continuar”.
Difícilmente podría exagerarse el valor de sus contribuciones. La Cruz Roja calcula que aproximadamente el 17 por ciento de las australianas que se embarazan necesitan inyecciones de Anti-D para mantener sanos a sus bebés. El Anti-D solo puede fabricarse a partir de plasma donado que, en Australia, proviene de lo que los funcionarios describen como “un minúsculo grupo” de cerca de 160 donadores que tienen el anticuerpo especial en su sangre.
Sin las inyecciones, un bebé con cierto tipo de sangre diferente al de su madre puede desarrollar la enfermedad hemolítica, potencialmente mortal. Los funcionarios calcularon que, hasta abril, la sangre de Harrison había ayudado a más de 2,4 millones de bebés.
Harrison había estado donando sangre durante más de una década cuando los investigadores dieron con él en los sesenta y le pidieron convertirse en el primer donador de lo que llegaría a conocerse como el programa Anti-D.
Su cuerpo produce naturalmente el anticuerpo que previene la enfermedad hemolítica. Harrison dijo que no sabe exactamente por qué razón lo contiene su sangre, pero que cree que podría tener algo que ver con las transfusiones que recibió cuando era adolescente.
“La Cruz Roja y Australia nunca podrán agradecer de manera suficiente a un hombre como James”, dijo Jemma Falkenmire, vocera del Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana. “Es poco probable que alguna vez volvamos a tener un donador de sangre dispuesto a comprometerse de esta manera”.
Se ha alabado mucho a Harrison, quien recibió la Medalla de la Orden de Australia por su apoyo al Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana y el programa Anti-D. Sin embargo, Harrison rechazó todas las alabanzas con humor y humildad: “Échenme la culpa por el aumento de la población”, dijo.
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Este texto fue publicado originalmente en The New York Times en español.
Matt Stevens
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