Perspectivas

Historia de una servilleta

Fotografía de musicisentropy | Flickr

10/08/2020

En una de las páginas de la novela Verano en Baden-Baden (2005), de Leonid Tsypkin, me topo con una servilleta; tiene una nota escrita con la precisa caligrafía Palmer de Luis. La nota dice: «Benjamin 175 Trauerspiel». Mi atención se centra más en la servilleta que en lo escrito sobre ella. La veo envejecida bajo el relieve de diminutos cuadros que la cubren como marcas de neumáticos en un desierto africano. En uno de sus extremos tiene la mancha delatora de una taza de café. La servilleta, en efecto, sirvió como portavasos y marcalibros dentro de una novela que retoma el diario de Anna Grigorievna, joven esposa de Dostoievski, y recrea días difíciles entre una esposa devota y un atormentado apostador. El papel hallado en el libro de un médico ruso, relegado en sus funciones por el Estado como castigo ante la salida de su hijo y esposa de la URSS, forma parte de esos objetos perdidos en el tránsito de una vida que ve cómo va siendo despojada de sus pequeñas comodidades y simplezas.

Sobre ese papelito de sobremesa estuvo puesta la taza, de greca azul y gris, de Luis. El café seguramente tenía leche porque a él le gusta así, pero un día la leche dejó de ser prioridad en la cesta del mercado, como dejó de serlo un sombrero nuevo para Anna Grigorievna a pesar del frío. De igual modo, las servilletas dejaron de ser prioridad en la cesta de compras, por eso al encontrarme con una de ellas la observo como un resto arqueológico de una civilización perdida. Ese trozo de papel no sabe que está asilado entre varias tristezas: la de Benjamin, la de los desafortunados Anna y Fedia, y la de una taza de café que ha perdido la leche, en ocasiones el azúcar.

Para mí ya no es una simple servilleta abandonada en el interior de la novela de un autor que no vio su única obra publicada, sino un documento desgarrado, puesto en la página 86, entre cuyas líneas resalta: «porque por fin Fedia iba a tener buena suerte», seguida por un punto y aparte, uno de los pocos usados por Tsypkin en todo el libro. Verla allí me parece un guiño de Luis, porque él es un hombre moderadamente optimista, mientras que yo soy la vigía del Apocalipsis.

En este momento no dejo de preguntarme: ¿Walter Benjamin llevaba alguna servilleta en su maleta?


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo