El teatro más alto de Venezuela

Natacha Trebucq | RMTF

29/06/2019

Los actores se agarraron de las manos y al unísono gritaron: «¡mierda!». En el teatro eso significa suerte. Estaban en la sala teatral de la Universidad Católica Andrés Bello. Era 17 de junio de 2019 e iba a comenzar una función de El Principito de Saint-Exupéry. Afuera, niños de un preescolar de Caricuao esperaban en fila india para entrar. La pieza la montó la Fundación Medatia y el grupo Teatro UCAB.

Una casa de piedra alberga el teatro más alto de Venezuela. A 3.140 metros sobre el nivel del mar en Mérida. 45 personas la construyeron para hacer talleres teatrales y montar obras para las comunidades del páramo. Entre ellas, los voluntarios de Medatia, la fundación creada por Virginia Aponte para enseñar teatro en comunidades. El grupo ha formado a más de 53 mil personas.

Primera foto: Virginia con Juan Félix Sánchez. Segunda foto: La arquitecta Teresa Sánchez con el artista. Fotografía cortesía de Archivo Medatia.

El constructor de la capilla de piedra de San Rafael de Mucuchíes, Juan Félix Sánchez, la llamó en 1994 para pedirle dos cosas: que hiciera una escuela de arte y un museo de sus obras. Juan Félix le donó un terreno al lado de la capilla. Virginia no construyó el museo porque el artista murió en 1997 y sus obras pasaron a ser del Estado, pero sí se encargó de hacer la escuela con ayuda de su grupo.

Para construirla intervinieron 45 personas entre vecinos de la comunidad que dieron talleres de albañilería y construcción a los voluntarios de Medatia. La construcción de la casa se hizo con piedra y fue por etapas. Primero, una zona de alojamiento con cocina, cuartos y baños y luego el Salón de Serapio, llamado así en honor al primer títere que hizo Juan Félix. En el patio de la casa hay un teatro. 

Fotografías de la construcción de la sede física de Medatia | Cortesía de Archivo Medatia

Virginia Aponte fue la primera directora del grupo de teatro de la UCAB desde 1975. La conocen por su estilo de dirigir. Luego de montar la pieza, llega a la sala, se sienta en la primera fila, cruza las piernas y cierra los ojos para solo escuchar. Cuando le preguntamos por qué lo hacía, respondió que para no dejarse engañar por la imagen.

Uno de sus 150 montajes fue Diálogos de Carmelitas de Georges Bernanos. Tenía la obra en su cabeza desde que salió de Cuba en 1962. Nació en la isla y vivió en El Vedado, el famoso barrio de La Habana. En enero de 1959, Fidel Castro tomó el poder en Cuba y declaró a Santiago de Cuba como capital provisional. El dictador Fulgencio Batista, presidente desde 1952, huyó a República Dominicana y Cuba se estrenó como nación socialista. Seis meses después, empezaron a irse sus compañeras del colegio, Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. 

Fue una de las últimas en salir. Un año antes, el presidente venezolano Rómulo Betancourt rompía relaciones con la isla. La doctrina Betancourt no permitía tener lazos con gobiernos que habían llegado al poder por medios no electorales. Virginia llegó a Venezuela a los 14 años con sus dos hermanos menores.

Comenzó a estudiar Comunicación Social en la UCAB en 1971 cuando tenía 23 años, un esposo y dos hijos. Se especializó en la mención Artes Audiovisuales y se graduó Cum Laude cuatro años después. En medio de su vida académica se encontró con un profesor que la condujo a lo que se convirtió en su pasión: el teatro. Marco Reyes Andrade era el encargado de la cátedra Comunicación Escénica y en el montaje de El Proceso a Jesús, una obra de Diego Fabbri, le pidió que hiciera el papel de la mujer de limpieza. A ella nunca le gustó actuar y fue la asistente de dirección de la obra. Ese fue su comienzo en las tablas. 

Retrato de Virginia Aponte. Fotografía cortesía de Archivo Medatia.

Terminó su carrera en cuatro años y durante los últimos dos fue profesora del seminario Textos Literarios y Comunicación y Teatro hasta que se retiró. En la UCAB se enseñaba el teatro únicamente a través de la teoría, pero ella convirtió la materia en teórico-práctica, porque dice que el teatro sin praxis es pura literatura. Mientras, seguía en su cargo de directora del grupo teatral de la universidad. 

Como era madre y estaba casada, la llamaban “la ama de casa que hacía teatro”. Quería llevar los montajes de la UCAB a otras salas en Caracas, pero no le daban el espacio por no ser rentable. Dejó de insistir en la capital y llevó el trabajo de la agrupación al interior del país en 1992. Ahí los recibieron y montaron obras como Las Troyanas en adaptación de Jean-Paul Sartre, La Anunciación a María de Paul Claudel, Antígona de Jean Anouilh y La noche de los asesinos, de José Triana. 

La necesidad de llegar a comunidades en el interior del país la motivó a crear su propio teatro pobre, como lo hizo el director polaco Jerzy Grotowski en Polonia: sin necesidad de un gran escenario y despojándose de todo para que solo quedara el actor en contacto con el espectador. También la acompañó desde el principio la idea que acuñó el director británico Peter Brook de tomar cualquier espacio vacío y “llamarlo un escenario desnudo”. 

En las comunidades, Virginia se encontró con un público emocionado por el teatro y a través de sus contactos conseguía hospedaje para el grupo en iglesias, escuelas y cuarteles militares. Decidió continuar con los viajes, pero ya no como Teatro UCAB sino como Medatia, con montajes y talleres en varios estados para enseñar técnicas de respiración, modular la voz, establecer contacto visual, no dar la espalda al público y la reacción-acción. 

Para crear Medatia, se inspiró en un grupo de teatro ambulante, La Barraca, que coordinaban el director de cine Eduardo Ugarte y el poeta Federico García Lorca. El grupo apareció en 1931 y su objetivo era presentar las piezas del teatro clásico español a comunidades pobres en la península ibérica. 

En 1993, Virginia recibió el Premio Monseñor Pellín por su trabajo. La Conferencia Episcopal Venezolana entrega el galardón como reconocimiento al trabajo de las manifestaciones de alta calidad artística y a las personas con una labor sobresaliente en la comunicación. 

Dos años después, Medatia se constituyó como fundación y su sede física se estableció en Mérida. La sede administrativa es en la UCAB. En 1996, comenzaron a hacer talleres en Caracas en colegios de La Vega y los miembros del Teatro UCAB los acompañaban. Se fue corriendo la voz y los vecinos de la zona les pedían ir a más lugares. Desde 1999, Medatia continuó su trabajo haciendo talleres para niños en Mérida, La Vega, Carapita, Montalbán, Catuche, Antímano, comunidades rurales de El Hatillo en Caracas y El Guapo en el estado Miranda. 

Sede física de Medatia en Mérida. Cortesía de Jesús Navas.

En comunidades, Medatia muestra la historia de sus habitantes a través del teatro para que ellos vean su realidad representada. Uno de los coordinadores de formación del grupo, Nicolás Barreto, lo entiende como “poner problemas contados a través de una historia para darle ánimo y carácter a las personas y que sean un agente transformador de su realidad”. Con ayuda del grupo, crean sus propios personajes y deciden cuál historia representar en conjunto. 

Medatia también concentró su trabajo en la formación de alumnos de Teatro UCAB que se convirtieron en voluntarios y miembros. La metodología que usan para enseñar a los estudiantes es la misma que para las comunidades: el teatro es una excusa para enseñar el trabajo en equipo, la confianza, responsabilidad, empatía, imagen en escena, puesta en escena, pronunciación, dicción y expresividad. Lo enseñan todo a través de un montaje colectivo. 

En 2001 Medatia alcanzó un acuerdo con el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Una de sus representantes vino a Venezuela a presentarles un taller de pensamiento y percepción visual para entender mejor las obras de arte. Un año después, dos de sus miembros viajaron a Bélgica por un intercambio para aprender de teatro mientras que dos actores belgas llegaron a Venezuela y los acompañaron a una de sus giras en Mérida. 

Retrato de Virginia Aponte. Fotografía de Carlos Neira.

Cuando la Dirección de Cultura de la UCAB podía costear los gastos para viajar al páramo, Medatia ofrecía talleres a las comunidades andinas más de una vez al año. Iban en Semana Santa y Carnavales. Pero desde 2016 los costos aumentaron y la universidad no pudo seguir pagando los viajes. Ese año el grupo hizo un crowfunding. Desde entonces lo hacen. Hasta ahora han continuado su gira pero solo una vez al año. 

Desde 2015, la sala de teatro de la UCAB tiene el nombre de Virginia. Tres años después, la Fundación Fernando Gómez, que trabaja por la asistencia social del artista, le dio su premio anual para conmemorar a quienes se dedican al teatro en Venezuela.


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