Entrevista

Irene Ladrón de Guevara: 8 preguntas sobre la salud mental de los adolescentes en la pandemia

Fotografía de Denis Lovrovic | AFP.

03/03/2022

Mucho se ha documentado sobre los efectos adversos que la aparición del Covid-19 tuvo en la salud física y mental de la población en el mundo. Para un joven de 17 años, la mitad de su experiencia como adolescente ha sido en medio de una pandemia con restricciones de movilidad que modificaron su cotidianidad de forma inesperada.

La Comisión Económica para América y el Caribe (Cepal) expuso que las medidas implementadas para mitigar la aparición de Covid-19 tuvo un efecto particularmente negativo en la juventud: “impactaron sus vínculos, espacios de juego y el acceso a la escolaridad, exponiéndolos a padecer adversidades tempranas, que se asocian a deficiencias posteriores en el aprendizaje, comportamiento, bienestar físico y mental, efectos que se profundizan mientras mayores sean las carencias”.

En conversación con Prodavinci, la psicóloga Irene Ladrón de Guevara, con máster de ciencias en Psicología del Desarrollo, Primera Infancia y Crianza, explicó por qué es importante prestarle atención a esta población en particular y compartió recomendaciones para identificar y atender casos de adolescentes con dificultades para mantener su salud mental. 

¿Cómo ha afectado la pandemia al estado anímico y la salud mental de los adolescentes?

Los sondeos publicados por UNICEF señalan que 1 de cada 4 adolescentes ha sentido ansiedad durante la pandemia, y 1 de cada 2 ha sentido desesperanza y desmotivación. Después de tan solo 10 meses de la declaración de la pandemia por Covid-19, un informe de la Organización Panamericana de la Salud  ya establecía su relación con la aparición, agudización o recaída de trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias, en especial en los grupos de población más vulnerables. Entre finales de 2020 y principios de 2021, se hablaba de un 25% de aumento de casos de depresión y ansiedad, porcentaje que se ha sostenido en la región.

¿Cuáles son las principales tendencias que ve en Venezuela con respecto a la salud mental de los adolescentes? 

Es importante entender que cuando llegó la pandemia a Venezuela, ya existían variables etiológicas importantes de base: una larga historia de trauma psicosocial, una ausencia de políticas en salud mental, crisis generales, el fenómeno de la emergencia humanitaria, los déficits y duelos asociados a ellas. Una mirada ajustada a la realidad exige comprender que la salud mental de los venezolanos viene afectándose silenciosamente desde mucho antes del Covid-19. Ahora bien, lo que sí parece poder afirmarse es que la demanda de servicios de atención a la salud mental ha aumentado significativamente en estos dos últimos años. Para algunos grupos, como Psicólogos sin Fronteras, la demanda de atención a través de su Servicio Acompañando en el Dolor se ha triplicado.

La mayoría de los adolescentes ha vivido gran parte de esta etapa en medio de la pandemia y con restricciones de movilidad, ¿de qué manera esto puede afectarles en su desarrollo futuro? 

Por naturaleza, el adolescente busca diferenciarse de su núcleo familiar y definir una identidad propia. Y ello es posible junto a otros. Las restricciones de movilidad empeoran el clima en casa, le restan oportunidades reales en contextos conocidos y, además, aumentan las probabilidades de búsqueda de vínculos por otras vías, como aplicaciones de mensajería y las redes sociales, por ejemplo. El uso de estas vías comienza antes de lo aconsejado y sin supervisión. El alcance se amplía hacia personas y entornos desconocidos, el riesgo de una influencia inapropiada aumenta. Pero además, el contacto electrónico no basta. El adolescente necesita proyectos de pertenencia, crecimiento e independencia que puede estar sintiendo imposibles. La desesperanza, el no tener un sentido de vida, son los primeros pasos hacia estados generales de incertidumbre, de ansiedad, de tristeza y hacia cuadros depresivos. 

¿Por qué es importante prestar atención a esta población en particular? 

En primer lugar, porque la adolescencia es un periodo muy amplio del desarrollo, que puede comenzar a los 9-10 años y terminar hacia los 20 años de edad. En segundo lugar, porque se trata de un periodo altamente sensible: mientras se abandona la infancia y se inicia la vida del joven adulto, se dan procesos de maduración neurológica y psicológica, que exigen destrezas cada vez más complejas de adaptación, de pensamiento y juicio crítico, de solución de problemas, de vida en sociedad. Si este período de la vida no está protegido, el desarrollo saludable de estas destrezas se pone en franco riesgo y los efectos adversos se van acumulando.  

¿Hay alguna diferencia entre la realidad de la salud mental en adolescentes alrededor del mundo y específicamente en Venezuela?

En un contexto tan complejo como el venezolano, sin políticas formales ni monitoreo, es muy difícil discriminar cuáles son los efectos atribuibles a la situación epidemiológica y cuáles tienen otros antecedentes que han ido agravándose. Pero entre profesionales compartimos datos anecdóticos, que parecen ser coherentes con la tendencia mundial: podríamos estar atendiendo un 25% más de solicitudes de adolescentes con trastornos de ánimo, asociados a distintas formas de ansiedad y depresión. 

¿En dónde podemos encontrar datos actualizados que hablen de esta problemática en el país?

Quizás los datos más organizados de la atención a niños y adolescentes están disponibles en los informes de Cecodap, de su Servicio de Atención Psicológica SAP Crecer sin Violencia. Para los años de pandemia, 2020 y 2021, la tendencia ha sido el aumento. Según sus propios reportes, el servicio cerró el primer trimestre de 2021 con un 49% de los casos con alteraciones del estado de ánimo. De ellos, casi un 26% con marcadores de riesgo suicida. 

¿Cuáles son las señales de alerta que los padres y cuidadores deberían tomar en consideración con los adolescentes a su alrededor para cuidar de su salud mental?

Muchas veces los cambios son tan evidentes que es imposible no verlos: 

  • Cambios bruscos en su carácter o personalidad.
  • Aumento de respuestas violentas.
  • Dificultades para regularse y apegarse a las normas. 

Pero también es posible que las alarmas vayan apareciendo de manera más sutil y no llamen tanto la atención en un primer momento. Nuestro papel como observadores es indispensable: 

  • Atender si hay cambios en sus hábitos, actividades, intereses y en su forma de comunicarse. 
  • Registrar cambios en sus patrones de sueño (bien sea porque duerme demasiado o bien, porque tenga dificultades para conciliar el sueño), en sus patrones de alimentación (aumento o pérdida evidente de peso), en su rendimiento académico. 
  • Observar cuánto se conecta con sus pasatiempos y qué cosas comenta. Qué dibuja, qué escribe, a qué dedica su tiempo de ocio. El «discurso» del adolescente es muy revelador: cómo se expresa de sí mismo, de sus amigos, cuánta esperanza o cuánto pesimismo muestra en sus palabras. 

¿Cuáles son las principales recomendaciones para atender a los adolescentes que no estén pasando por un buen momento de salud mental?

Consejos simples pero poderosos: 

  • Acompañar.
  • Mantenernos conectados.
  • No dar nada por sentado y ocuparnos. 
  • Brindar oportunidades de desarrollo y expresión. 
  • Apoyar, en lo posible, la atención de sus intereses. 

No por ser adolescentes dejan de necesitar nuestra contención y la seguridad que podamos brindarles. 

No es sencillo, porque es preciso lidiar con nuestras propias necesidades y  conseguir la medida apropiada entre lo que necesitan y lo que quieren aceptar. Pero hay que entregarse a esa «danza», desde nuestro compromiso como adultos significativos y cuidadores. No por ser adolescentes, todos los cambios son esperables y superables. Si vemos alguno con preocupación, lo mejor es consultar a un especialista: a un consejero en la escuela, un docente de confianza, al pediatra o médico, a un psicólogo. Con la pandemia se han creado y fortalecido servicios de atención telefónica gratuitos y de gran ayuda en organizaciones como la Federación de Psicólogos de Venezuela, Psicólogos sin Fronteras o Cepaz.


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