Perspectivas

El Almanaque Rojas Hermanos y la ruta del olvido

26/09/2019

En la memoria de los venezolanos persiste el recuerdo del Almanaque Rojas Hermanos. Aquel pliego de papel impreso en tinta roja y negra que se ofrecía año tras año en quioscos, y al grito de animados vendedores ambulantes, exhibía en apretada tipografía los onomásticos, las fases lunares, las festividades cívicas y religiosas, entre muchas otras informaciones de referencia práctica y temporal.

Pocos somos conscientes, sin embargo, de que la historia de este almanaque se hunde en los ya lejanos años del XIX, de que su presencia tuvo un profundo impacto en el desarrollo de lectores modernos y de que en su elaboración participaron eminentes personajes que llegaron a tener un destacado papel en el desarrollo cultural de nuestro país. Veamos.

Transcurría el año de 1870 cuando los hermanos Arístides, Carlos Eduardo, José María, Milcíades, Teófilo, Sofía y Marco Aurelio decidieron sacar a la luz un almanaque que sirviera de promoción a la casa comercial Almacén Rojas, fundada por José María Rojas en 1838, y que ahora ellos regentaban luego del fallecimiento de su padre.

La idea de un proyecto editorial como este no era inusual en el contexto de la Venezuela del siglo XIX. La visita de Alejandro de Humboldt entre 1799 y 1800, por ejemplo, registró la presencia de astrónomos capacitados y de calendarios elaborados en el país, lo que permite suponer una actividad artesanal y comercial de este tipo de textos antes de la llegada de la imprenta:

Al recordar que en los Estados Unidos de la América del Norte publican periódicos en pequeñas ciudades de 3.000 habitantes, sorprende el saber que Caracas, con una población de cuarenta a cincuenta mil almas, carecía de imprenta antes de 1806; porque no puede darse este nombre a prensas con las que de año en año se ha probado imprimir algunas páginas de un calendario o un mandato del obispo. (Humboldt, 1956, Tomo II, pp. 264-265).

De los muchos almanaques que fueron elaborados y que circularon en la Venezuela del siglo XIX, luego de la instalación de la imprenta, podríamos mencionar, a manera de ejemplos: Calendario manual y guía universal para forasteros en Venezuela para el año de 1810 (considerado el primer libro impreso en Venezuela, cuya autoría se adjudica a Andrés Bello), Almanaque para Caracas y sus provincias, para el año bisiesto de 1812, de Gallagher y Lamb; Almanaque de la Imprenta de la Gaceta de Caracas (1818-1820); Almanaque El Cojito (1877), de la imprenta de Juan de Dios Picón Grillet (Mérida); El mundo a domicilio. Almanaque anuario para 1892. Comprende infinidad de datos preciosos sobre religión, política, comercio, letras, artes, industrias, cocina, etc., etc., de la Imprenta Bolívar (Caracas); Almanaque portátil universal (1856), de la imprenta de Federico Madriz (Caracas), y Almanaque portátil para el año de 1869 y Guía de la Ciudad de Caracas, publicados en 1868, ambos de la imprenta de Valentín Espinal (Caracas). La mayoría de estos almanaques fueron concebidos como estrategias editoriales que las casas de comercio y las mismas imprentas ponían en práctica para promocionar sus servicios y actividades, a la par de obtener ganancias por la venta de los mismos.

El Almanaque para todos de Rojas hermanos: almanaque eclesiástico, astronómico, mercantil, literario, de variedades y avisos, para el año de 1871: los cálculos astronómicos están arreglados al meridiano de Caracas, por astrónomos que son verdaderos astrónomos, fue el primer almanaque de Rojas Hermanos publicado y era muy diferente en cuanto a formato y contenido si se le compara con el pliego de papel que se llegó a vender en nuestros días. Su formato inicial era el de un cuadernillo de aproximadamente 150 páginas, de 18 centímetros de altura, de aparición anual y cuyo contenido mostraba información acerca de las festividades religiosas, días de ayuno, fases lunares, onomásticos, además de textos literarios, históricos, estadísticos, geográficos, científicos y publicidad comercial. Tuvo varios pie de imprenta, desde la de J. A. Segrestáa, pasando por la imprenta de El Cojo. Será a partir de 1887 cuando el Almanaque adopte el formato de pliego completo con el cual se le llegó a conocer hasta hoy.

El almanaque editado por la Librería Almacén Rojas Hermanos llegó a alcanzar tal popularidad que ya para la edición de 1883 llevó el texto a las 370 páginas y, ahora con el nombre de Almanaque anuario de Rojas hermanos. Almanaque eclesiástico, astronómico, mercantil, literario, de variedades y avisos para el año de 1883, se podía encontrar en todo el país, parte de Colombia y el Caribe. Para 1885 el Almanaque cambió nuevamente de orientación y formato, pues “a lo eminentemente literario, en lo lírico y en la prosa, agrega algo también sustancial, como es lo histórico con abundantes colaboraciones del doctor Arístides Rojas” (Castellanos, 2017. Tomo II, p. 207). Estos nuevos proyectos de almanaques de los hermanos Rojas llevarán el nombre de Almanaque Anuario de Rojas Hermanos. Almanaque eclesiástico, astronómico, mercantil, literario, de variedades y avisos y, el otro, Anuario del comercio, de la industria, etc. de Venezuela. Contiene el almanaque eclesiástico y astronómico, comercio y estadística de Venezuela, la magistratura y la administración, industria en general, navegación, minas, directorio mercantil e industrial, literatura, anuncios, etc. Esta edición alcanzará las 652 páginas.

No era en extremo costoso un almanaque de Rojas Hermanos. El precio de un ejemplar, un cuaderno en 16º de 142 páginas, para 1871, era de dos reales. Por información recogida en la prensa de la época podemos saber que para esos mismos años un almud, o doce kilos y medio de caraotas francesas, tenía un valor de cuatro reales. Una arroba de carne de Montevideo, u once kilos y medio, costaba dos pesos o 16 reales. Un libro como De una vida dos mandados de Juan Vicente Camacho, de 22 páginas, era vendido en tres reales. El tanto por ciento, de López de Ayala, era vendido en cinco reales. Para 1864 un jornalero o peón podía ganar 4 reales diarios, mientras un sirviente alcanzaba los 672 pesos al año; un oficinista que se encargara del papeleo de una hacienda, 25 pesos al mes.

El Almacén Rojas, además de distribuir mercancías venidas en su mayoría del exterior, también fungía como imprenta y librería; desde sus instalaciones se desarrollaron algunas prácticas de promoción de la lectura y de acceso al libro como el Gabinete de Lectura, especie de alquiler de libros, y la venta de obras literarias por entregas, a la manera del folletín. Será Teófilo, uno de los hermanos Rojas, quien a finales de 1844 cree Semana literaria, publicación semanal inserta en el diario El Liberal que ofrecerá libros de actualidad por fascículos. Entre los títulos publicados se encuentran El bandido, El lenguaje de las flores, Los misterios de Caracas, El judío errante, Los siete pecados capitales, Cajas de ahorro, su utilidad, entre muchos otros. Vemos entonces que esta estrategia editorial de Semana literaria, de 16 páginas, en cuarto, a dos columnas y de aparición sabatina, enfocaba su práctica en el texto popular, en la distribución masiva y en la facilidad de compra (suscripciones de 5 pesos al año por las 52 entregas o el abono de 8 pesos por cada folletín), siendo esto parte de los inicios de la construcción de una cultura urbana, popular y masiva que florecerá luego en el siglo XX, gracias a la radio, al cine y a otros medios de comunicación que delinearían un nuevo sujeto popular.

La literatura popular será una de las más abundantes y persistentes producciones dentro de la Librería Rojas Hermanos. Entre ellos, el folletín, los aguinaldos, las antologías de romances, manuales de cocina y economía doméstica, entre muchas otras, servían como eficientes vehículos de cultura que ampliaba el público lector y a su vez consolidaba los imaginarios sociales.

Los almanaques elaborados por Rojas Hermanos, los más exitosos entre toda su producción editorial, respondían a esta estrategia, prefigurando lo que serán, décadas después, los discursos de las revistas de variedades para un lector masivo y secularizado.

Hoy, cada teléfono móvil dispone de calendario y el acceso a internet pone a nuestra disposición todo tipo de información. Ante estos cambios, y ante la crisis del sector editorial en el país, el Almanaque Rojas Hermanos pareciera que ha tomado la ruta del olvido.

Referencias

Castellanos, Rafael Ramón. Historia de las librerías en Venezuela (1607-1900). Dos tomos. Caracas: CENAL, 2017.

Humboldt, Alejandro. Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Dos tomos. Traducción de Lisandro Alvarado. Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación, 1956.


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