Diario Literario

Diario literario 2024, febrero (parte I): “Experiencia” de Von Hofmannsthal, Petrocultura, Hernán Díaz en Wall Street

10/02/2024

Hugo von Hofmannsthal. Fotógrafo desconocido

Milán, sabado 3 de febrero de 2024

Von Hofmansthal 150 años después:

El caso del austríaco Hugo von Hofmannsthal (1874-1929) es el más apasionante. Durante su tiempo fue el poeta más leído e influyente de la lengua alemana, y en el nuestro es apenas recordado por los amantes de la ópera. Se le conoce, respeta y admirada por ser el autor de libretos tan barrocos y fantásticos como Die Frau ohne Schatten (la mujer sin sombra), o el más tenso y clásico Elektra. Entre uno y otro, la alegoría de Arabella, una sociología de la Viena de la primera pre-guerra donde sucedía todo lo que tenía que suceder para el futuro de las artes en Europa, desde el expresionismo hasta la segunda Escuela de Viena (Schönberg, von Webern, Berg). Fue uno de los tres grandes poetas alemanes de las primeras décadas del siglo veinte, de los cuales sólo Rilke (1875-1926) superó las arbitrarias exigencias de la modernidad. Mientras, los otros dos, Stefan George (1868-19339 y von Hofmannsthal (1874-1929), siguen en una lista de espera que, todo indica, está por terminar. El nombre de von Hofmannsthal, desde finales del año pasado, se me presenta de manera recurrente. Hace tres semanas, en la sucursal que me corresponde de la gran Biblioteca de Milán, me encontré ojeando un hermoso tomo de las obras escogidas, en versión bilingüe (Mondadori). Leyendo al vuelo algunas muestras de su poesía lírica me detuve en uno llamado “Experiencia” (Erlebnis) que fotografié para traducirlo. De regreso a la casa, comencé con la traducción que, por razones que no recuerdo, abandoné. Pude averiguar, sin embargo, que se trata de uno de las piezas más estimadas de la primera poesía de su autor. Me prometo llevar, de ser posible, a buen término el intento de traducción. Escribo estas líneas sobre Hofmannsthal después de leer, en la edición de hoy del Frankfurter Allgemeine Zeitung, la reseña de una reciente biografía del poeta  publicada a los 150 años de su nacimiento; y que se ha convertido en un improbable best-seller, a pesar de sus casi mil páginas sobre un poeta semi-olvidado: Eslbeth-Dangel Palloquin&Alexander Honold: Grenzenlose Verwandlung. S. Fischer Verlag 928pp.

Regreso de mi visita semanal a la Biblioteca de Milán, abrumado por el catálogo que me ofrece 242 items de von Hofmannsthal, incluyendo los libretos, grabaciones de las óperas que hizo con Richard Strauss, así como la edición de sus obras completas en alemán. Me conformo, para comenzar, con la antología bilingüe de sus poemas y libretos, en la edición bilingüe alemán-italiano, de casi mil páginas, publicada de manera impecable por Mondadori en su colección de clásicos modernos I meridiani.

Milán, domingo 4 de febrero de 2024

“Experiencia”, Von Hofmannsthal (2)

Manuel Ramírez y Manuel Borras, los mejores conocedores de Hugo von Hofmannsthal fuera de Austria, me escriben desde Valencia, España, para asegurarme el envío de los dos títulos que Pre-textos, la exquisita editorial de Luis Santángel 10, ha publicado del poeta vienés, Para un dios no nacido e Intercambio epistolar. Además, el segundo Manuel, que es el mismo primero, me habla del también austríaco Walter Kappacher (1938), (George Büchner Prize) de quien publicaron, sin que nadie lo advirtiera entre los lectores españoles, una “nouvelle”, El palacio de las moscas, donde Kappacher “recrea la vuelta de nuestro poeta (Hofmannsthal) a uno de los paisajes de su infancia”. Regreso a   “Experiencia”, con el proyecto de intentar, una vez más, su traducción. Estas son las quince líneas de la segunda parte. El original está escrito en pentámetros blancos:

 

EXPERIENCIA (“ERLEBNIS”)

¡Qué extraño!
Una   nostalgia indecible lloraba silenciosa
en mi alma por la vida, lloraba como llora alguien,
cuando en un barco de amarillo velamen,
sobre las aguas de oscuras olas,
pasa al atardecer delante de una ciudad,
su ciudad natal. Y observa las calles, escucha el canto
de las fuentes, aspira el perfume de los lirios
y se ve a sí mismo, parado en la orilla como un niño,
con ojos de niño, angustiado y a punto de llorar,
cuando ve a través de la ventana una luz
en su habitación. Pero ya la majestuosa nave
lo lleva hacia el mar sobre el azul oscuro
de sus aguas, deslizándose en silencio
con sus enormes velas amarillas.

 

El malestar del cual habla Hofmannsthal en la primera línea, Heimweh, es una palabra ambigua y misteriosa que implica la nostalgia griega, el dolor del viaje o la dificultad del viaje de regreso. La segunda sección de “Experiencia” hace alusión a esta emocionalidad. Un juego contradictorio de emociones: la decisión de partir en la amplia nave de inmenso velamen amarillo, y la nostalgia que estimula la partida. Una contradicción que marcó la vida de grandes “prófugos”, como Gauguin, quien se había marchado a Tahití al tiempo que von Hofmannsthal escribía su bello poema. El mito de Arcadia estaba en el aire y se respiraba en toda Europa. Nuestro poeta también lo sintió, pero no con tanta fuerza como para abordar la nave. Esta decisión existencial y estética es lo que lo mantuvo al margen de una modernidad caracterizada por el desgarramiento del destierro. El exilio no es para espíritus conservadores.

Hugo von Hofmannsthal. 1893. Fotógrafo desconocido

Milán, lunes 5 de febrero de 2024

Experiencia (3)

Todo el fin de semana con el poema de von Hofmannsthal. A las dificultades de toda traducción, no importa el idioma, debe considerarse la dicción del autor, propia de la mejor poesía de su tiempo. En el caso de nuestro poeta, son sensibles las influencias del inglés Swinburne, distinguido  representante de la poética simbolista en su país y cuya influencia fue bien conocida en Alemania. El de Swinburne es un estilo sinuoso, con la elegancia y sensualidad de una lámpara de Tiffany, puro art nouveau. Las palabras en ocasiones se repiten por el simple placer de su sonido, como “weinte” (llorar, llanto) que se reitera en las tres primeras líneas de esta segunda sección. Y del cual no es fácil encontrar un equivalente en un idioma tan enemigo de las redundancias como el castellano. Para nuestro oído no es fácil asimilar estas repeticiones: Una nostalgia indecible lloraba silenciosa/en mi alma por la vida, lloraba, como llora alguien… Eso a nivel formal. En cuanto al asunto, como toda poesía simbolista, sin tener que ser, necesariamente Mallarmé, el significado no es menos escurridizo. Contra estas oscuridades fue que advirtió Ezra Pound a su maestro W.B. Yeats quien, como buen maestro, supo escuchar a su discípulo y se alejó del “oscurismo” simbolista y escribió su mejor y gloriosa poesía. Hofmannsthal, por desgracia, no tuvo la suerte de Yeats. Esta es mi versión (frustrada y frustrante), pero completa de “Erlebnis”:

 

EXPERIENCIA (Erlebnis”)

El crepúsculo llenaba el valle
con sus perfumes de plata,
como cuando la luna se filtra
entre las nubes. No había caído la noche.
Mis pensamientos crepusculares
se desvanecieron con los perfumes de plata
del oscuro valle, en silencio mi hundí
en el tejido del mar transparente y dejé la vida.
Aquellas flores maravillosas eran cálices
brillando en la oscuridad. Espesura de plantas
a través de las cuales una luz amarilla de topacio
en cálidas corrientes irrumpió brillando.
Todo fue inundado con un profundo oleaje
de música desolada. Y esto lo sabía,
aunque no lo entendía, lo sabía:
era la muerte. Suena una música anhelante,
dulce y brillante en su oscuridad
semejante a la más profunda melancolía.

¡Qué extraño!
Una   nostalgia indecible lloraba silenciosa
en mi alma por la vida, lloraba como llora alguien,
cuando en un barco de amarillo velamen
sobre las aguas de oscuras olas,
pasa al atardecer delante de una ciudad,
su ciudad natal. Y observa las calles, escucha el canto
de las fuentes, aspira el perfume de los lirios
y se ve a sí mismo, parado en la orilla como un niño,
con ojos de niño, angustiado y a punto de llorar,
cuando ve a través de la ventana una luz
en su habitación. Pero ya la majestuosa nave
lo lleva hacia el mar sobre el azul oscuro
de sus aguas, deslizándose en silencio
con sus enormes velas amarillas.

Sante fe, New Mexico. Fotografía de Robert Frank.

Milán, martes 6 de febrero de 2024

Petrocultura. Apuntes (3)

The Americans es uno de los libros clásicos de la fotografía norteamericana. Su autor, Robert Frank, fue un suizo que se trasladó a comienzos de los cincuenta a los Estados Unidos. Con el monto de una Beca Guggenhein, se dedicó a recorrer un país desconocido por los mismos norteamericanos. Es el libro fundacional de la llamada Street Photography, donde la espontaneidad, el buen ojo y el instante preciso, como diría Cartier-Bresson, son los ingredientes principales. Frank manejó miles de millas fotografiando los rostros protagonistas de la creación más poderosa desde Roma. Es un trabajo inquietante. ¿Qué es lo que une, salvo ser “americanos” a aquellos personajes que parecen vivir de espaldas al otro, especialmente si no son blancos? El modesto volumen es la propia cédula identidad de los Estados Unidos y de la consolidación de sus ambiciones imperiales. El auge indetenible de aquella economía era impulsado por los grandes yacimientos de hidrocarburos en regiones como Texas, Oklahoma, Luisiana, Golfo de México, Alaska. Sin este suministro, el carrito usado de Frank no habría pasado de New Jersey. Sin embargo, ni siquiera una de sus cientos de impresionantes tomas está dedicadas a los obreros de la industria petrolera. Una inquietante muestra de la indiferencia con la que los intelectuales y artistas consideraban, y consideran la petro-cultura de la cual surgieron.

Petrocultura (4)

Si, como es obvio, la petro-cultura es un producto de la explotación del petróleo, podemos decir que sus orígenes siempre estuvieron vinculados a la violencia. La versión al cine de La rosa blanca (1961), la novela de Bruno Traven, realizada por el equipo Robert Gavaldón (Dirección), Emilio Carballido (guión), Gabriel Figueroa (fotografía) e Ignacio López Tarso es una expresión de esta violencia en la experiencia mexicana. La industria se vio en la necesidad de adquirir vastas extensiones dedicadas al cultivo tradicional. En más de una ocasión, los propietarios se negaron a las ofertas de los compradores y resistieron hasta donde pudieron. La novela y la película refieren la historia de un productor tradicional, propietario de la hacienda La rosa blanca, donde se sabe de la presencia de un yacimiento petrolero. Ante la negativa, los dueños de la compañía El Cóndor (Creole?) decidieron asesinar al hacendado y despojar a la familia de sus derechos sobre las plantaciones. Situaciones parecidas se reiteraron en otros países como Nigeria. En Venezuela, la violencia fue tardía. Ni en Cabimas ni en El Tigre existían grandes plantaciones que fueran afectadas por la explotación. La violencia se expresó en las humillantes condiciones laborales y en la soberbia de las transnacionales, que dieron lugar a la gran huelga petrolera de 1936-1937. Más grave aún fue la violencia en contra del ambiente, uno de cuyos resultados más ominosos ha sido la contaminación irreversible de grandes recursos como el Lago de Maracaibo.

En todos los casos, incluyendo en los Estados Unidos, la petro-cultura determinó un aceleramiento del proceso de modernización. En Venezuela se pasó de una cultura agropecuaria, tristemente limitada por los estragos de los cien años de guerra después de la Independencia, a una cultura rentista, parásita y colonizada. No se había secado la pintura de urbanizaciones como la de El Silencio, integradas a la historia de un urbanismo racional y nacional, cuando se echaron las bases del proyecto de la Ciudad Universitaria, cuya sorprendente modernidad nos convirtió, en apenas un lustro, en protagonistas de proyectos émulos Le Corbusier y Bauhaus. La pintura en ese modelo no podía ser sino abstracta.  Los planificadores de la Ciudad Universitaria, como el influyente crítico italiano Gillo Dorfles, estaban convencidos de que con los abstraccionismos (lírico, geométrico, expresionista) se había llegado al fin de la pintura. Fuera de consideración quedaban los estupendos maestros del círculo de Bellas Artes. La petro-cultura, como cuando se cambia de religión, necesitaba un arte nuevo que la representara. En nuestro caso, el cinetismo fue la estética más favorecida.

Hernán Días. Fotografía de Frypie | Wikimedia

Milán, miércoles 7 de febrero de 2024

Hernán Diaz en Wall Street

Me escribe Robert Vifian lamentando no haber encontrado en ninguna de las cincuenta oficinas de la Biblioteca de París ningún libro de Hisham Matar. Lo cual no es fácil de entender, habida cuenta de que Matar fue finalista del Booker Man Prize, el más prestigioso reconocimiento literario de la Gran Bretaña. Y obtuvo el premio Pulitzer por El retorno. En cambio, Robert me expresa la gratificación que le produjo la lectura de la versión al francés de Trust, la novela del argentino-norteamericano Hernán Díaz, una de las firmas más celebradas de la literatura USA contemporánea. Los personajes de Trust son protagonistas ficcionales del desarrollo indetenible de las finanzas norteamericanas a comienzos del XX, con un apasionante recuento de los sucesos de octubre de 1929.   El estilo de Díaz es brillante y atractivo, fácil de leer y disfrutar sin mayores compliacaciones intelectuales. Estamos lejos de la insistencia de los novelistas del siglo pasado en tratar los grandes temas de la existencia. No es Musil, precisamente con su confusa visión de la decadencia; ni Proust y su dilatada crónica de la conciencia crepuscular. Mucho menos Mann o Broch y la convicción de que el novelista era el profeta de un tiempo pasado. Ni siquiera Faulkner, con sus historias clínicas de los estragos del racismo. Nada que ver con Joyce o Döblin, por supuesto. Para no hablar de Kafka o Beckett. La de Díaz es una divina superficialidad. No tiene interés en empatizar con sus lectores. De las decenas de páginas dedicadas al lamentable viaje hacia la locura de la protagonista de la primera sección no se desprende ninguna empatía. No se trata del protagonista de Mrs. Dalloway con cuyo nefando deterioro simpatizamos y no olvidamos. Díaz un estupendo raconteur y vecino a Bolaños and Co., y la confusión de ficción y biografía. Los personajes de Díaz son tan reales que el lector se siente tentado a buscarlos en Wikipedia. Tiene razón Robert, la lectura de Díaz es ciertamente gratificante. La de Hisham Matar es un poco más que eso.

Milán, jueves 8 de febrero de 2024

Pajaros

Esta mañana, hacia las 3.25 me despertó el canto de un par de mirlos, una experiencia tan inesperada como bienvenida. No es el invierno en estas latitudes la estación preferida por los pajaritos cantores. Es probable que los pobres se hayan dejado llevar por el espejismo de una primavera anticipada a causa de las altas temperaturas de los últimos días. Lo cierto es que, escuchando a estas aladas dríadas de los árboles, creí sentirme menos solo a miles de kilómetros de la patria tierra. 

Argentinos

En el Padiglione d’Arte Contemporanea de Milán, un estupendo espacio de exhibiciones diseñado por Ignazio Gardella e inaugurado en 1953. Fue destruido por un ataque terrorista cuarenta años después. Y reconstruido, por iniciativa de Philippe Daverio, de acuerdo a los planes originales con la colaboración de Jacopo Gardella, hijo del arquitecto. En esta oportunidad, y consecuente con su interés en arte latinoamericano, el PAC organizó la muestra Quel che a notte racconta al giorno, una antológica de arte argentino de las últimas décadas. Que se inicia con los grandes nombres de Lucio Fontana y León Ferrari hasta los más recientes de Eduardo Basualdo (1977) o Adrían Villar Rojas (1980).

Izq: Hugo von Hofmannsthal. Der: Rainer Maria Rilke

Milán, viernes 9 de febrero de 2024

Pajaros (2)

La compañía de los pajaritos me duró poco, apenas una mañana. Creo que dejaron la ciudad ateridos por las frías lluvias de las últimas horas que les recordó que el invierno no ha pasado. A las cuatro de la mañana lo único que se escuchaba en la calle era el silencio. Sin la compañía que me brindaron ayer me sentí más lejos del país natal.

Rilke y Hofmannsthal

Con Stefan George (1868-1933), Hugo von Hofmannsthal (1874-1929) y Rainer Maria Rilke (1875-1926) fueron los tres grandes poetas de lengua alemana de principios del   siglo XX. Se que los últimos dos fueron amigos y se tenían alto aprecio. Una muestra de este sentimiento es la carta de Hofmannsthal a Rilke agradeciéndole el envío de su libro Sonetos a Orfeo. La he traducido a partir de la hermosa edición italiana de Lettere a Rilke (Via del Vento Edizione 2000).

 

Schönenberg, Pratteln Bassellad

25 de mayo de 1923

mi querido Rilke,

fue muy placentero recibir de sus manos los Sonetos a Orfeo acompañados con sus gentiles palabras*. Me agradó saber cómo recuerda con simpatía la vieja casa en Rodaun y quiero que sepa que retribuyo de todo corazón ese pensamiento. Quería también agradecerle, pero no antes de que tuviera delante de mí la belleza de su nuevo estilo (porque a todo lo largo de su vida ha plasmado un estilo propio): soy lento en asimilar e incluso entender, porque con frecuencia avanzo y retrocedo. En esta poesía me parece asombroso como ha conquistado el territorio de “lo que poco que es expresable”, una nueva medida del límite, y muchas veces me he sentido encantado por la belleza y seguridad con el cual es introducido un pensamiento tan sutil, como si se tratara de una maravillosa pincelada de pintura china: lo esencial y lo rítmico en un solo trazo.

 

( *Esta es la dedicatoria de Rilke a von Hofmannsthal: “A Hugo von Hofmannsthal a fin de

que simpatice con la pobre lira” Muzot, pascua 1923 (la “pobre lira”, del tercer Soneto a Orfeo:

Un dios lo puede. Pero, díme, como podría/seguirlo un hombre con su pobre lira.)

Aparte de las Cartas a Rilke, mi seccional de la Biblioteca de Milán me ha facilitado estos libros de y sobre Hofmannsthal, todos publicados en esta ciudad por Adelphi: La torre (con un ensayo de Massimo Cacciari), Epistolario con Richard Strauss; y de Hernán Broch, Hofmannsthal y su tiempo.


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