Actualidad

Déjà vu monetario

12/06/2019

El miércoles 12 de junio el Banco Central de Venezuela (BCV) publicó en su página web la ampliación del cono monetario, con la introducción de los billetes de BsS. 10.000, 20.000 y 50.000 que empezarían a circular a partir del día 13 de junio. Según dicen, la medida tiene como motivo “hacer más eficiente el sistema de pago y facilitar transacciones”.

La razones emitidas por el ente monetario pueden traducirse en un reconocimiento de la insuficiencia de los billetes actuales para realizar operaciones de compra cotidianas, dado que el billete de más alta denominación (BsS 500) no es capaz de alcanzar a la mayoría de los productos con la excepción de la gasolina.

Esta es la cuarta vez en tres años que el ejecutivo realiza modificaciones al cono monetario. Recordemos la expansión del cono del “bolívar fuerte” con la serie entre BsF 500 y 20.000 anunciada en diciembre de 2016. Seguida por un nuevo billete de BsF 100.000 en noviembre de 2017, y la reconversión monetaria del “bolívar soberano” en agosto de 2018.

En varios análisis publicados en Prodavinci, se estableció que las ampliaciones y transformaciones al cono monetario tienen ventajas transaccionales temporalmente efímeras, y difícilmente duraderas en la medida que no se atendiera la presión hiperinflacionaria a la que está sometida la economía venezolana.

En la medida que los precios suben los billetes pierden poder adquisitivo, para poder recuperarlo el BCV debe emitir billetes con denominaciones más altas: le añade ceros a la moneda. Pero si los precios siguen subiendo hasta el punto en que los sistemas de pagos, y las personas, no pueden procesar las cantidades, el BCV ejecuta una reconversión a efectos de simplificar cálculos: le quita ceros a la moneda. Si la presión inflacionaria es persistente, entonces el ente emisor queda atrapado en un círculo vicioso en el que añade y remueve ceros de la moneda ad-infinitum sin mayor efecto más allá de agotar la escasa creatividad de diseñadores de billetes.

Para que los billetes recuperen su poder adquisitivo en términos reales, es decir que una pieza en particular pueda comprar la misma cantidad de bienes, entonces el nuevo billete debe ser equivalente a un aumento igual o mayor a la inflación acumulada entre el momento que se emite una pieza y su sucesora. Esto puede observarse con el billete de más alta denominación del cono monetario, originalmente de BsS. 500 y ahora de BsS. 50.000.

El paso de 500 a 50.000 representa un aumento de 9.900% en términos nominales. Por comparación, entre la semana del 24 de agosto de 2018 y 7 de junio de 2019 la inflación acumulada es de 116.061,1% según cifras de Ecoanalítica. Esto quiere decir que el poder de compra real del billete más alto es 91,4% menos que en la entrada en vigencia de la reconversión. Visto de otra forma, el billete de 50.000 solo compra 8,6% de lo que un un billete de 500 al momento de su emisión. De hecho el billete de más alta denominación debería tener un valor de BsS 580.805 para haber compensado por la inflación acumulada desde agosto.

Otra de las equivalencias que se pueden dibujar de estas actualizaciones es el valor del billete en términos de otras monedas; a efectos de ver su evolución con respecto a variaciones en el tipo de cambios. Evaluado a tipo de cambio del mercado no oficial, el nuevo billete de BsS. 50.000 tiene equivale a 7,3 dólares estadounidenses. Esto comparado con 20 dólares del billete de BsF 100 al momento de su entrada en vigencia en enero de 2008.

Queda bastante evidente que las nuevas piezas del cono monetario no recuperan el valor de sus predecesores en términos reales, ni en su capacidad de compra de dólares. De cara al futuro la vida útil de los nuevos billetes dependerá de los niveles de inflación, en este sentido ejecutivo puede estar aprovechando una momentánea desaceleración en el ritmo al que suben los precios.

Sin embargo, Venezuela sigue formalmente en un episodio hiperinflacionario, e incluso con una inflación de 31,3%, como la reportada por la Asamblea Nacional para el mes de mayo, tomarían solamente unos 17 meses para que los precios sumen los dos ceros añadidos a los nuevos billetes. A esto se le suma que el BCV debe estar en capacidad de imprimir los billetes en primer lugar, algo dificultado por las deudas que tiene con imprentas en el extranjero.

Aunque la ampliación del cono monetario pueda dar cierto alivio a ciertas transacciones en el corto plazo, la medida sigue teniendo un aire de obsolescencia programada en un entorno de inflación elevada. No debería sorprendernos si este análisis debemos repetirlo en unos meses.


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