Luis Lemoine retratado por Alfredo Lasry | RMTF
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Tenemos una fotografía nítida de quienes somos desde hace 500 años. Y rastros, no todos precisos, de hace dos mil años. En términos históricos y arqueológicos, podemos decir que esa información es reciente. Por eso, la Fundación Arqueológica del Caribe se ha propuesto indagar en un pasado más remoto. En las líneas que siguen hay unas conclusiones preliminares. El territorio de lo que hoy es Venezuela fue un punto de encuentro para varias migraciones y el ADN de América del Sur esta en nuestra materia genética.
Las conclusiones del proyecto confirmarán ideas y conceptos que tenemos sobre nuestro pasado, pero van a contradecir otras. Son revelaciones que configuran, como en un laboratorio fotográfico, una imagen nítida de los aborígenes que poblaron esta tierra de gracia. Es, por su complejidad y naturaleza, un trabajo colaborativo que pasa por la participación abierta de instituciones públicas y privadas, en especial de nuestros museos, para que lleguemos a buen puerto. El proyecto trasciende nuestras fronteras y engrana con la comunidad científica de todos los países que muestren interés en indagar cuál es el material genético de esta parte del mundo.
Quien habla es Luis Lemoine*
¿Qué significación tendría la posibilidad de rastrear el ADN de los antiguos pobladores de lo que hoy conocemos como el territorio de la República Bolivariana de Venezuela?
Los venezolanos tenemos información documentada desde la llegada de Colón a la fecha. Sobre el mestizaje que se produjo en la colonia y más recientemente, con la inmigración europea del siglo XX. Tenemos, si se quiere, una población indígena flotante, que se mueve en los márgenes. Pero de Colón hacia atrás, de ese tiempo pasado, no sabemos casi nada. La pregunta, entonces, es: ¿De dónde venimos? Y la respuesta es el principal objetivo de este proyecto. Es como la arqueología molecular de la arqueología. ¿Qué sabemos de nuestro pasado prehispánico? Una de las piezas fundamentales es el ADN de la población indígena. ¿Venimos de migraciones que llegaron del norte del continente? ¿o de los Andes? Otros análisis pudieran resultar complementarios. ¿Qué comíamos? ¿Qué tanto nos desplazábamos? ¿Qué tanto nos alimentábamos?
¿Qué hallazgos preliminares de este proyecto podría mencionar?
Para llegar a un resultado definitivo, necesitaríamos recabar muestras arqueológicas (previas a la colonización) de lo que es el territorio nacional. En este momento, tenemos 40 muestras y lo ideal es tener 100 o más muestras. Tenemos una fotografía preliminar. Pero la idea es recuperar, en cada año, cada vez más muestras, para tener un panorama completo, que incluya todas las regiones del país (los Andes, los Llanos, la franja norte costera, el Macizo Guayanés y nuestra Amazonía). Algo muy interesante que podemos señalar es que la colonización humana de América del Sur aportó un flujo de ADN de cuatro grupos (A, B, C y D). En cada una de las regiones del continente predominaba uno de esos flujos. Lo curioso es que en nuestro territorio había presencia de los cuatro grupos. Es decir, que la mezcla genética es muy anterior a la que vino después con la colonización. Entonces, desde hace 20 mil años, ya nosotros éramos una comunidad humana intermezclada. Eso no es nuevo, es muy antiguo.
Esa es una particularidad que obedece a la geografía, ¿No?
Claro, tenemos una geografía, y una ubicación en el continente, que es propicia para la integración humana. Es un beneficio de la biodiversidad de la cual se habla hoy con insistencia. Diferentes grupos humanos, de distintas estaturas y configuraciones. Antes se pensaban que los grupos indígenas eran uno o dos, con una preponderancia de los Caribes. No, en realidad, esos son grupos lingüísticos y aquí podemos hablar de otra conclusión del trabajo: dentro de esos grupos lingüísticos, había grupos distintos de ADN. Ninguna tribu era pura, genéticamente hablando. Todas eran mezcladas. Otra conclusión, a la que apunta el trabajo, es que gran parte del Caribe se pobló desde el territorio venezolano, que resultó ser una suerte de cabeza de playa para saltar de isla en isla. Así se configuró lo que hoy conocemos como el Caribe.
¿Qué riquezas podría haber en esas mezclas?
Se ha demostrado que la biodiversidad y la mezcla genética siempre ha sido positiva. Claro se complejizan muchas cosas, especialmente la gestión de la sociedad, pero eso contribuye a la adaptación y también a la resiliencia. No podría decir si después de la conquista española, todo esto mejoró o empeoró, la historia lo dirá. Hemos sido un territorio de migraciones y eso se refleja en muchísimas cosas, aquí hay una rica creatividad en los distintos grupos sociales. Siempre hemos tenido una gran capacidad de adaptabilidad. Eso quizás no sirva para construir grandes ciudades, pero si sirve para sobrevivir.
Las conclusiones preliminares del estudio ponen en entredicho algunos conceptos o ideas que teníamos sobre nuestro pasado. ¿Qué impacto podría tener en el área de la educación y de las ciencias sociales?
Una vez que completemos el estudio, algunas cosas se van a corroborar y otras se van a contradecir. Quizás lo más relevante sean los patrones migratorios. Saber ¿Cómo se pobló el territorio venezolano como tal? ¿Por donde ingresaron los grupos humanos al área que hoy es Venezuela? Si bien la arqueología ya había definido ciertas cosas, pareciera que algunas se contradicen, que no son tan así. Nosotros tenemos la idea de que mucho del territorio se pobló desde los Andes y desde el Amazonas, pero no estamos muy claros en qué fue primero y qué después. El proyecto va a agregar nivel de detalle. Y eso es importante para conocer y entender la prehistoria genética de nosotros. Necesitamos definir ese mapa.
Tenemos información desde que llegó la conquista española, pero si apuntamos o miramos hacia atrás…
Son 500 años de historia, pero hacia atrás muy poco.
¿Podemos ubicarnos en un punto (de la línea de tiempo) para completar esa información? ¿Cuánto debemos retroceder para ubicar un punto de partida?
En realidad, la arqueología ha hecho un buen trabajo en levantar información y escribir nuestra historia hasta hace unos dos mil años. Más atrás, la información es escasísima o simplemente no hay. Sin embargo, habrás oído de la mujer de Margarita, una osamenta humana que tiene cuatro mil años. Se descubrió en Margarita y por eso se llama así. Guao, tenemos una fotografía de hace cuatro mil años. Y luego tienes otra fotografía de hace 20 mil años que descubrimos en El Hatillo. Esas fotografías nos van dando información. Entonces, tenemos una línea arqueológica nueva que, en mí opinión, es imprescindible tenerla dentro de las demás líneas arqueológicas. Sin esa línea, estás viendo muy poco de la película. El proyecto iría desde el año 1498 para atrás y cubriría 20 mil años que hay ahí. Lo difícil es que para cubrir ese lapso tenemos que tener osamentas humanas. Pero osamentas de más de cuatro mil años son muy difíciles de conseguir. Nuestro territorio está en una franja del trópico cálida. Tenemos que movernos con ese spam. Pero con una muestra de hace cuatro mil años, tú puedes tener información de hace 20 mil años. Es decir, puedes leer la historia del ADN que encierra la osamenta de ese ser humano.
No creo que se puedan descubrir osamentas de más de cuatro mil años bajo las condiciones climáticas que hay en nuestro territorio. Si encontraron esa osamenta de 20 mil años en El Hatillo, quizás a esa altura (900 metros o más) pudieran hacer otros hallazgos. Quizás en las serranías de Falcón, en el Turimiquire, en Perijá.
Hay gente que me dice, ¿Por qué no buscan en Guayana, que es una zona muy antigua? Sí, pero con suelos muy ácidos, donde cualquier osamenta duraría, si acaso, unos mil o dos mil años. Además, la condición selvática -las plantas, las raíces- acaba con todo. En sitios áridos se preservan los huesos, pero no la parte orgánica. La media son sitios más frescos, sitios rocosos donde hay cavernas y formaciones que ofrecían protección natural para el ser humano. En el caso de El Hatillo, no se trata de una osamenta humana, sino la de un animal del pleistoceno, un animal ya extinto, que fue comido por los aborígenes. Esa osamenta se consiguió en una cueva. Es decir, en un lugar donde se mantienen condiciones de temperatura y humedad relativamente constantes. Ahí hay condiciones que preservan cualquier osamenta.
¿Qué ocurre con las osamentas que hay en los diferentes museos del país?
Las que se han recuperado en las diferentes excavaciones arqueológicas, que son más de 500, sin duda, un volumen importante, tienen un promedio de 800 a mil años de antigüedad. Esas osamentas son clave para el ADN y nos pueden dar información, incluso, de hace 20 mil años. Claro, lo ideal sería encontrar osamentas mucho más antiguas, que nos sirvan para tener un ADN no contaminado y que nos puedan decir, por ejemplo, quienes fueron los primeros habitantes que llegaron a este territorio, donde se ubicaron, cuántas generaciones anteriores tenemos los venezolanos. A esos fechamientos podemos llegar de forma indirecta. Ahí radica la importancia del proyecto.
Este proyecto tiene eco en el mundo académico y universitario del continente. ¿Qué acuerdos se han suscrito con universidades de otros países?
Trabajamos en dos ámbitos. Uno local, tenemos la Fundación Arqueológica del Caribe que se encarga de las relaciones institucionales y todo lo referente a los permisos y documentación con las instituciones gubernamentales. La fundación ha hecho acuerdos con distintas universidades y museos del país, entre otras cosas, para la cooperación académica e intercambio de información. En el ámbito foráneo hemos suscrito un acuerdo con la Universidad de Harvard. Bajo su patrocinio, hemos podido hacer todos los análisis y el equipamiento del laboratorio. Ellos me dan un número determinado de tickets para hacer equis número de pruebas de ADN, o de radio carbono o de isótopos, que yo uso. Al final, lo que queremos es que esto se convierta en una publicación de distribución pública, de distribución masiva, al que tenga acceso cualquier persona interesada, sean investigadores venezolanos o de todo el mundo. Además, con los diferentes arqueólogos o curadores de los distintos museos, vamos a redactar conclusiones, para que puedan ser interpretados por investigadores de todo el mundo. Estamos pensando en un libro, con todas las regiones o papers científicos de diferentes tipos.
Así como podemos rastrear el ADN, ¿también podemos rastrear ciertas particularidades que tienen que ver con nuestra forma de ser? ¿Con nuestra conducta, por ejemplo? ¿Con las luces y sombras de nuestra personalidad?
La genética es muy puntual y estamos concentrados en eso. Además, es lo más claro y probado científicamente. Hay un área que se está desarrollando más recientemente, la epigenética, que nos hablan de los efectos que pudieran tener ciertas condiciones en el fenotipo. Eso está en pañales y es mucho más complejo.
La pregunta la hago porque nos cuesta entender lo que nos ocurre. ¿Por qué no ha resultado hacer comunidad? ¿Por qué somos tan individualistas? ¿Qué nos puede decir la arqueología de nuestro recorrido?
Es una pregunta que nos hacemos los antropólogos, los sociólogos y en alguna medida los arqueólogos. Pero el material del pasado que recoge la arqueología nos dice poco o nada de cómo somos o cómo nos relacionamos entre sí para gestionar nuestros problemas. Podemos tener unos atisbos, unas ideas muy imprecisas, sujetas a errores.
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*Arqueólogo por la Universidad de Leicester (Reino Unido). Ingeniero electrónico por la Universidad Simón Bolívar. Presidente de la Fundación Arqueológica del Caribe. Se ha especializado en Antropología Física, Arqueogenética y Análisis bioquímico, enfocado en el estudio de los primeros pobladores de América. Ha realizado importantes investigaciones, publicaciones y ponencia en Venezuela, Estados Unidos, Reino Unidos y otros países.
Hugo Prieto
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