Perspectivas

De las barriadas a los barrios consolidados

Los superbloques construidos en Caracas para reubicar a los que vivían en barrios, años más tarde, después de que derrocado Pérez Jiménez, son rodeados de ranchos, Complejo habitacional 23 de enero, Caracas. Tomado de: Nicola Rocco, Caracas cenital, Caracas, Fundación para la Cultura Urbana, 2004.

14/11/2021

La autora de este capítulo de Ciudad, urbanización y urbanismo en el siglo XX venezolano, hace uso de los resultados de investigaciones realizadas por décadas en la Universidad Central de Venezuela, para analizar y mostrar la complejidad y las variables que se deben tomar en cuenta al abordar el tema de los asentamientos informales urbanos.

 

Al escribir estas páginas surgidas de nuestro conocimiento y amor por los «hacedores de ciudad» [2], tengo muy presente al compañero y amigo de camino, arquitecto-urbanista Federico Villanueva, quien nos dejó el 13 de marzo de 2020. A él las dedico.

Consideraciones introductorias

Verdes praderas e infinitos campos que se perdían en el horizonte, aquí, allá y acullá. De ahí vino la gente venezolana y extranjera que abandonó esos campos para apropiarse de otros también infinitos pero cercanos a ciudades ya existentes. Es el conocido proceso de urbanización nacional. Pensamos que esa gente, sin tener una conciencia absoluta de las implicaciones de lo que hacía, decidió masivamente ser citadina. Una revolución territorial en el medio ambiente construido acaecida en las primeras décadas del siglo XX. Tiempos del régimen de Juan Vicente Gómez (1908-1935) e inicios de la explotación del petróleo en Venezuela…

Sobre el siglo XX, de grandes cambios territoriales, versará nuestro escrito, aunque apuntaremos también antecedentes del siglo XIX y lo que existe a comienzos del XXI. Haremos énfasis en la producción de los que se llamaron los «barrios de ranchos», que ahora denominamos sencillamente barrios. Casi todas las ciudades venezolanas vieron transformar su morfología heredada de la ciudad colonial constituida principalmente por un centro y sus orillasen una estructura compleja, de cuatro o cinco áreas homogéneas semejantes o zonas urbanas. Esa metamorfosis la hemos designado el estallido de las ciudades.

Las zonas urbanas no son otra cosa que sectores de la ciudad con cierta homogeneidad desde el punto de vista de las viviendas y de sus características urbanas. Siguiendo esta aproximación, podemos distinguir: Zona Urbana 1, constituida por barrios de ranchos; Zona Urbana 2, conformada por el llamado casco o zonas más antiguas de la urbe, en algunos casos deterioradas o en transformación; Zona Urbana 3, integrada por desarrollos de vivienda del Banco Obrero y otras instituciones que han construido para la población de bajos ingresos; Zona Urbana 4, que consta de urbanizaciones para sectores de población de medianos ingresos; y Zona Urbana 5, urbanizaciones de sectores de ingresos altos y medios altos [3] (Gráfico 1).

Gráfico 1.

Repartición territorial de la población según zonas urbanas homogéneas 1973.

Fuente: Teolinda Bolívar, «La apropiación del espacio en los barrios de ranchos del Área Metropolitana de Caracas», Caracas, Centro de Estudios Urbanos, mimeo, 1973. Elaboración digital cortesía de la doctora urbanista Hilda Torres.

En el gráfico 1 puede observarse la ilustración de esa estructura por zonas para unas 20 ciudades del país, basándonos en datos de la investigación Mercavi 70, realizada a principios de la década de 1970 por el Banco Nacional de Ahorro y Préstamo (Banap) [4]. De la imagen se desprende la importancia de la Zona 1 en la mayoría de las ciudades consideradas. Es de resaltar que las urbes petroleras, entre ellas Maracaibo y Cabimas, destacan por tener más de la mitad de su estructura construida compuesta por barrios de ranchos.

Trataremos la cuestión de los barrios como parte necesaria y esencial de las ciudades y metrópolis contemporáneas venezolanas. Desconocidos o ignorados por muchos, los barrios han sido para nosotros, en el Sector de Estudios Urbanos de la Escuela de Arquitectura Carlos Raúl Villanueva, en la Universidad Central de Venezuela (UCV), centro y prioridad de nuestras indagaciones y actividades académicas. En estos tiempos confusos que nos toca vivir actualmente, nos atrevemos a afirmar que son las grandes privaciones y la exclusión social las que dieron origen a los barrios. La aspiración de «cambiar alpargatas por zapatos» como le oí decir a una de esas viejas amigas migrantes, Juanita les dio la fuerza a cientos de personas para dejar el campo donde nacieron y migrar solas o acompañadas, a las ciudades. Querían probar suerte, no les importaba sufrir lo indecible y trabajar para vivir. Ese sufrimiento, ese trabajo, convirtió a estos pequeños o grandes conglomerados en citadinos, porque hacían cuanto podían para subsistir. Muchos construían un rancho-hogar como inicio en la vida citadina. Ese rancho era una suerte de pied-à-terre. Parecía que irse del caserío donde vivían les sirvió de leitmotiv para realizar la gran hazaña, nunca imaginada, de transformar el país rural en uno urbano.

Consideramos que los barrios contienen la sabiduría popular heredada de nuestros ancestros y la recodificación de los saberes técnicos profesionales aprendidos en la lucha por la vida. Muchos de esos migrantes, hoy constructores de su rancho, hogar urbano, son o han sido obreros de la construcción. Así pues, aludiremos a los barrios, tanto del Área Metropolitana de Caracas (AMC) como del resto de las ciudades venezolanas, vinculando su aparición con el proceso de transformación de lo rural en lo urbano, el anverso de la medalla de la modernidad, de la cual solo nos parece que hoy queda el reverso, cuando lo urbano necesita tanto a lo rural.

Entre viviendas de orilla del siglo XIX y barrios adultos del XX

A comienzos del siglo XX, la Venezuela rural da paso a la urbana y esto trae consigo la transformación del medio ambiente construido. La ciudad y sus orillas cambian, la sociedad sufre una metamorfosis importante. Consideramos que es una nueva formación social la que surge, la cual se distingue de la dejada atrás. Una sociedad está apareciendo y con ella a las unidades habitacionales se les dan diversos nombres, lo mismo que a los nuevos conjuntos residenciales. A las antes nombradas viviendas de orillas, hoy se les llama por ejemplo «covachas», y a los conjuntos «barrios o arrabales».

Sea la ocasión de analizar los diversos nombres dados a los conjuntos de casas de orillas, tales como barrios, barriadas y arrabales. Estos en general, se han utilizado y los hemos usado para calificar los nacientes conjuntos de viviendas de orillas o periferia de las ciudades venezolanas, especialmente a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española [5] y un diccionario de sinónimos y antónimos [6], son sinónimos, es decir, significan aproximadamente lo mismo. Se trata de alojamientos precarios de apariencia pobre, donde vivía la población de bajos ingresos, que trabajaba como obrera y prestando servicio a sectores adinerados.

Consideramos que el conjunto de casas pobres situadas en las orillas de las ciudades del siglo XIX y todavía a comienzos del XX, eran muy distintas al rancho de la mitad del siglo XX, con el cual se inician los barrios. Estos últimos, aparte de servir de hogar a los recién llegados a la ciudad, son una suerte de signo de la posesión del terreno y esperanza de una vida mejor que la que se ha dejado atrás. Queremos significar que entre el rancho urbano y el conjunto de estos hay un cambio cualitativo respecto a los conjuntos de casas de orillas. Los ranchos urbanos del siglo XX se construyen con materiales de desechos industriales: cartón, encerados, láminas de avisos, etc.; en cambio, los ranchos de orillas podían ser de bahareque, paja y pisos de tierra de apariencia macizos y firmes [7]. En barrios antiguos de Caracas hemos encontrado construcciones de bahareque y, aunque parezca paradójico, también en un sector ubicado al suroeste de la capital conocido como La Estrella, que vimos cómo se fue formando a principios del siglo XXI.

Estos barrios que nacieron con la Venezuela urbana pueden convertirse en los que hemos llamado los «barrios adultos» [8]. Se trata de una hipótesis nuestra desarrollada en un trabajo publicado en Costa Rica. La idea principal es la transformación cualitativa. Es como un niño que se vuelve un joven y luego un adulto. No se trata de un niño grande, es diferente. Incluimos de seguidas el gráfico 2. En este destaca la existencia de los barrios en la capital del país en las primeras décadas del siglo XX, así como el hecho de que el número de fundaciones de barriadas aumenta en los años cuarenta y cincuenta.

Gráfico 2.

Cronología de la fundación de los barrios del Área Metropolitana de Caracas.

Fuente: Citado por Teolinda Bolívar en «Urbanizadores y constructores para ser citadinos. Creaciones de vida», Urbana, N° 16/17, Caracas, Instituto de Urbanismo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, Instituto de Investigaciones, Facultad de Arquitectura, Universidad del Zulia, 1995: 31-52, 36. Basado en Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal, Inventario de los Barrios Pobres del Área Metropolitana de Caracas, Caracas, Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal, 1978.

En diversos estudios de evaluación histórica de la ciudad capital encontramos datos de que en 1930, de las 1.151 hectáreas del área urbana, solo 21 estaban ocupadas por ranchos [9]. En 1941, la ciudad se extiende aproximadamente a 3.400 hectáreas y las zonas de ranchos más bien descienden, mientras algunas se consolidan, principalmente las cercanas a las vías de comunicación, pasando a integrarse en muchos casos al casco de la ciudad [10]. En 1949, el área ocupada por los ranchos presentaba una magnitud digna de consideración: alcanzaba ya las 750 hectáreas [11].

Como puede observarse en los gráficos 1 y 2, en la década de 1960 el surgimiento y el aumento de los barrios caraqueños acompaña la explotación petrolera y la transformación de la Venezuela rural en urbana. Los barrios de ranchos aparecen en todas las ciudades del país en una cantidad inusitada que sorprende a todos. Parece que la timidez de sus autoproductores se quedó en el campo. Esta cantidad, que tal vez sobrepasa las expectativas, como lo acabamos de decir, se ve no solamente en la capital sino en muchas urbes del interior del país, que también constituían un atractivo para el migrante en búsqueda de trabajo. Pensamos en zonas petroleras como Maracaibo, Cabimas, Ciudad Ojeda, o algunas industriales tradicionales como Valencia, o la recién creada Ciudad Guayana. En el gráfico 1 se puede apreciar que, para comienzos de la década de 1970, Maracaibo registraba 63,1 % de su población viviendo en ranchos y Cabimas 67,3 %. Esta última casi no tenía casco o áreas antiguas.

Volviendo a las diferencias entre los barrios del siglo XIX y comienzos del XX, coincidimos con Rosas Meza cuando dice:

No sería realmente lo mismo hablar de los conjuntos de casas pobres dentro o en las orillas de la ciudad de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, que los conjuntos de barrios que se conformaron, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX [12].

Y al contrario, estamos en desacuerdo con López Vila cuando señala que los barrios de ranchos existieron desde el siglo XIX [13]. En efecto, algunas de esas barriadas de ranchos que vimos conformarse en el siglo XX son diferentes, especialmente en cuanto a las características que antes señaláramos de las viviendas precarias.

Transformación del rancho en casa

A mediados de la década de 1950, en pleno modernismo del Nuevo Ideal Nacional del régimen de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), los ranchos se evidenciaron como los alojamientos de los recién llegados, aquellos que no tenían acceso a las ofertas en el mercado formal. Contradiciendo la pretendida modernidad de las incipientes metrópolis venezolanas, los ranchos contabilizaban los 500.000 en Venezuela y los 65.000 en Caracas para comienzos del régimen. De hecho, el número de viviendas informales en la capital había acelerado su crecimiento al iniciar la década de 1950, cuando se consolidaron muchos de los que pudieron pasar a ser considerados barrios adultos.

En esos barrios que dieron origen a la Venezuela urbana, podemos encontrar que algunas de las viviendas iniciales tenían pocos metros cuadrados de área utilizable y que en el tiempo fueron transformadas en más de 20 metros cuadrados por persona (Gráfico 3).

Gráfico 3.

Del rancho a la casa.

Estudio retrospectivo realizado con los hacedores.

Fuente: Teolinda Bolívar, «La production du cadre bâti dans les barrios a Caracas… Un chantier permanent», Tesis de doctorado, París, Universidad de Paris XII, 1986. Elaboración digital de la doctora urbanista Hilda Torres.

En este mismo gráfico, que está basado en un estudio retrospectivo hecho con los hacedores, nos permitimos ilustrar lo que decimos, tomando ejemplos de Caracas, donde se han realizado investigaciones, que sepamos, desde la UCV, y tal vez desde otras casas de estudios superiores del interior del país como la Universidad del Zulia, la Universidad de los Andes y la Universidad Nacional Experimental del Táchira. Puede notarse también en la imagen aludida, que la ampliación de la casa va ocurriendo con el paso del tiempo, según el crecimiento de la familia y de acuerdo con sus posibilidades económicas, especialmente del hombre, el jefe del hogar. Es importante destacar que en algunas de las investigaciones mencionadas encontramos que los trabajadores dueños de la casa aprovechan los despidos laborales para invertir en la obra que tienen iniciada, gracias al tiempo de cesantía y al dinero recibido. Puede ser este el momento de pasar del frágil y provisional rancho a la casa en duro, base hasta de edificaciones multifamiliares, como mostramos más adelante, en casos estudiados en Caracas. Otras fuentes de financiamiento pueden ser los «sanes» [14], muy frecuentes en los barrios, y en algunos casos que nos han contado, incluso premios de lotería.

Cada familia es distinta de la otra, por eso las diferencias notables de una casa a la otra. Vale la pena señalar que las construcciones en los barrios venezolanos constituyen una obra permanente: ese es el tema central de mi tesis de doctorado [15]. Con objeto de mostrar la transformación de una de estas unidades unifamiliares, presentamos las plantas y fachadas de una vivienda que inicialmente fue unifamiliar y luego se convirtió en multifamiliar. De una unidad se puede llegar a varias, unas para miembros de la familia y otras para inquilinos [16]. No queremos dejar en el olvido la cuestión de la vivienda como forma de asegurar la vejez. No es raro encontrar que los propietarios de las casas de barrio alquilan espacios con este objetivo. Además de que los hijos crean sus hogares a la sombra de sus padres.

Entre ocupaciones e invasiones

Aproximadamente, desde la fundación del Banco Obrero en 1928 hasta finales del siglo XX, las viviendas construidas por los habitantes de los barrios han cuadruplicado las realizadas por las agencias del Estado y del sector inmobiliario privado [17]. Tal como señaló en este sentido Federico Villanueva, Venezuela es

un país donde casi 75 años de promoción pública de viviendas ha producido directamente apenas 700.000 unidades y sumando las de promoción indirecta hasta un millón, mientras los pobladores han producido 2,5 millones de unidades en desarrollos no controlados durante el mismo periodo [18].

Además de las cifras masivas, elocuentes por sí mismas, esta cita ilustra el esfuerzo realizado por parte de los necesitados habitantes de los barrios que llegaron a la ciudad sin un lugar donde vivir, un hogar o la «vivienda-obligación», como la llamaba el profesor francés Paul-Henri Chombart de Lauwe [19]. Se dice «la necesidad obliga», y agregamos nosotros: el deseo de vivir mejor con su familia se convirtió en un acicate.

Introducimos estas cifras con la finalidad de llamar la atención sobre el esfuerzo de quienes, no teniendo vivienda, la produjeron con sus manos y herramientas simples, accesibles a su capacidad de pago [20]. Nos preguntamos al mismo tiempo: ¿dónde consiguieron terrenos urbanizados para producir tantas viviendas? Respondemos: ocuparon terrenos [21], muchos de los cuales eran propiedad del Estado y se encontraban baldíos. Estos no tenían acondicionamiento previo, no estaban urbanizados, tampoco contaban con autorización de sus propietarios para ser ocupados, pero se hallaban próximos a ciudades, pueblos o campamentos existentes, y por tanto, eran potencialmente «ocupables» para uso urbano.

Una peculiaridad de los ranchos en los barrios venezolanos, a diferencia de otros países latinoamericanos, es que permanecen en el terreno ocupado, sin regularizar su propiedad. Sin embargo, los ocupantes registran o notarían [22] como bienhechuría la edificación construida.

Es necesario advertir que durante el siglo XX no se llegó a cambiar, de una manera general, el estatus de ocupantes a propietarios de la tierra, aunque existen casos aislados de regularización [23]. La gente ha sido propietaria de la bienhechuría de lo edificado, pero no del terreno [24]. Lo que quiere decir que esas casas no nacieron en un terreno propiedad del constructor, ni en un terreno previamente urbanizado; tampoco dentro de los límites urbanos. Los primeros habitantes no tenían servicios: ni agua a través de acueducto, ni cloacas, ni luz (es conocido que en los primeros tiempos de fundación de un barrio, la luz se robada del poste más cercano).

Cuando decimos «de una manera general», es porque hay barrios o edificaciones asentados en terrenos propiedad de los ocupantes o personas que viven en ellos. En indagaciones que hicimos en barriadas al este (distrito Sucre) de la capital del país, encontramos que una parcela podía ser propiedad y otra continua no. Una explicación que podemos dar es que, siendo los terrenos del Concejo Municipal del distrito Sucre, este podía dar el terreno en propiedad al que cumpliera los requisitos exigidos, entre estos el pago del mismo. No tenemos datos estadísticos de las viviendas que están asentadas en terrenos propios, ni siquiera en Caracas [25].

Siempre nos preguntamos por qué en Venezuela, a diferencia de otros países latinoamericanos, los barrios pasan años sin que se regularice la propiedad de la tierra ocupada. Al respecto, en noviembre de 1999 entrevistamos al expresidente Rafael Caldera. Al preguntarle por qué no se había abordado la regularización de la «propiedad precaria», contestó sin titubeos que le habían dado prioridad a la dotación de servicios y equipamientos, en lugar de otorgarles la propiedad de la tierra. Se apoyaba en que había poca claridad en cuanto a la titularidad de los terrenos, al tiempo que el nivel de equipamiento de servicios en los barrios venezolanos era relativamente alto, en comparación con otros países latinoamericanos [26].

Otro aspecto que requiere reflexión es la llamada «consolidación» en todos los barrios urbanos de Venezuela. Ni siquiera en la capital de nuestro país, las barriadas se han consolidado homogéneamente. Las áreas próximas a las vías servidas por transporte colectivo y con servicios de acueducto, cloacas y electricidad, tienden a mejorarse más rápido y a ser habitadas por familias de ingresos más altos, en comparación con las lejanas a los sectores mejor servidos y más accesibles. En este sentido Joel Valencia Paredes [27] realizó una exploración en un barrio de Caracas que prueba lo que decimos: al alejarse de la calle y tomar la red de callejas y veredas, aparece ese laberinto que caracteriza a estos sectores en terrenos accidentados; allí se encuentran ranchos muy precarios y personas con escasos ingresos, «pobres entre los pobres».

Como ya lo mencionamos, a través de estudios retrospectivos realizados con personas de las familias constructoras, hemos comprobado cómo la casa se va ampliando, «endureciendo», pasando de cartón o lata, al bloque de arcilla o concreto (Gráfico 3). De hecho, algunos de los programas puestos en práctica por el Banco Obrero, y posteriormente por el Instituto Nacional de la Vivienda, podemos decir, se inspiraron en la práctica de los hacedores de ciudades, esos urbanistas de facto.

Recuento de las intervenciones públicas: entre experiencias personales y políticas institucionales

Erradicación: la «guerra al rancho» y el  TABO

En vista de la magnitud de viviendas construidas al margen de las leyes y reglamentaciones urbanas en las ciudades venezolanas al promediar el siglo XX, dos años después de ser creada en 1946 la Comisión Nacional de Urbanismo (CNU), presidida por Leopoldo Martínez Olavarría, se consideraba que se debía actuar de manera preventiva ante los ranchos. Para la década de 1950, mientras seguían proliferando barrios en las mayores ciudades, sobre todo en la capital del país, intervinieron algunas instituciones gubernamentales, tanto a nivel local como nacional. La «guerra al rancho» del Nuevo Ideal Nacional, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), fue la expresión más notoria de la política radical. La «ranchificación de la ciudad» era incompatible con el progresismo del modelo del régimen, como lo explicaría el exdictador, desde su ulterior exilio en Madrid:

Y en un propósito de mejorar como si dijéramos el componente étnico de la nación, nos surgió como necesidad primera la de extirpar el rancho porque el rancho es foco de una serie de vicios. De los ranchos salen clientes para las cárceles, para los prostíbulos, etc., el rancho es una lacra. Comenzamos la labor de extirpación del rancho sustituyéndolo por una vivienda normal. Para fines del año cincuenta y siete se habían extirpado cincuenta y ocho mil ranchos, de manera que quedaban solo siete mil ranchos por extirpar, siendo reemplazados por edificios [28].

Con el apoyo técnico del Taller de Arquitectura del Banco Obrero (TABO), creado en 1952 y coordinado por Carlos Raúl Villanueva, se formuló un Plan Extraordinario de Despejo de los Cerros, dirigido a reducir las «viviendas inadecuadas» a menos de la mitad a nivel nacional para finales de la década [29]. Inspirado en los principios modernizadores de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) y en el modelo de Unidad de Habitación de Marsella de Le Corbusier, el TABO diseñó numerosos «superbloques» de alta densidad con sus propios servicios.

Contando con profesionales como Carlos Celis Cepero, José Manuel Mijares, Guido Bermúdez, Joseph Hoffman y Carlos Brando, el TABO llevó adelante las urbanizaciones de Ciudad Tablitas, San Martín y la unidad residencial El Paraíso; también las urbanizaciones Cerro Grande (1954); El Valle, de 144 apartamentos, de Guido Bermúdez; así como Diego de Losada (1954), de 482 apartamentos, y Simón Rodríguez (1957), de ocho bloques con 1.380 apartamentos [30].

Valga señalar que, por contraste con la «guerra al rancho», en 1952 se constituyó una comisión de expertos coordinada por Leopoldo Martínez Olavarría, la cual abogó sin éxito por un enfoque alternativo; estaba constituida por los ingenieros Alfredo Laffé, Pedro Pablo Azpúrua y Ricardo Zuloaga, junto a los arquitectos Juan Andrés Vega, Julián Ferris hijo y Carlos Dupuy. Recogidas en un informe consignado ante el entonces gobernador del Distrito Federal, Guillermo Pacanins, las recomendaciones del equipo ad hoc incluían: la consideración de que los barrios no eran «arrabales», sino asentamientos susceptibles de mejoramiento progresivo; la previsión de la oferta y la compra de tierra urbana en ciudades atractivas de población; la programación del mejoramiento y los servicios básicos en los barrios; la reubicación de los barrios asentados en zonas vulnerables; así como evitar la erradicación, salvo en casos especiales por inseguridad de sus pobladores [31].

Sin que las erradicaciones cesaran, los equipamientos y el mejoramiento progresivo eran solicitados por los habitantes a los concejales que algunas veces iban a los barrios a buscar votos. Lo recordamos por experiencias personales en nuestros primeros años de ejercicio profesional en instituciones gubernamentales como la Oficina Municipal de Planeamiento Urbano (OMPU), la cual debía trabajar en coordinación con la CNU del Ministerio de Obras Públicas (MOP). Esto ocurría a principios de los años sesenta, cuando me escogieron como representante de la Oficina de Planeamiento ante el Ministerio de Obras Públicas.

Encontramos que los desalojados, a quienes no se les reubicaba en los apartamentos nuevos, se veían impedidos de mudarse a otras áreas de expansión de la ciudad, donde se decía que vendían parcelas con servicios. Se trataba de una estafa. Los terrenos ni estaban acondicionados, ni tampoco eran propiedad de los vendedores. Recuerdo que uno de los timados (el señor Ledezma), brillante dirigente comunitario, decía que «los terrenos tenían agua cuando llovía y luz cuando amanecía». Además, era tal la persecución a los constructores de ranchos, que los desalojados o necesitados de un hogar compraban a los estafadores, aunque sospecharan que no eran ventas legítimas.

Durante la década de 1960, tales fraudes tenían lugar en urbanizaciones entonces llamadas «adyacentes» (territorios construidos ocupados por barrios hoy conocidos como El Campito, Nazareno, etc.), los cuales son actualmente parte del AMC. Los barrios-urbanizaciones de aquellos tiempos eran y son muy particulares en comparación con las urbanizaciones del este de la ciudad capital, donde había inmensas y hermosas viviendas. Recordamos asimismo que al caer el régimen de Pérez Jiménez se hizo un estudio de los superbloques construidos, en el que se destacaba el rechazo que en algún momento manifestaron los habitantes por tales edificaciones. Evidentemente preferían la casa que ellos construían poco a poco, hasta llevarla a la dimensión y forma que querían, o necesitaban. También, de una cierta manera objetaban a los superbloques el hecho de que requirieran el uso de ascensores.

Decreto 332, 1973. Fuente: Fundacomún.

Mejoramiento y equipamiento: Banco Obrero y Fundacomún

Durante los primeros años de democracia se permitió solapadamente la construcción de ranchos, y en los barrios existentes se hicieron, en algunos casos, obras importantes de ingeniería y servicios infraestructurales. Estos trabajos estuvieron enmarcados en el Plan de Emergencia o de Obras Extraordinarias, dirigido por conocidos y experimentados ingenieros (recordamos entre ellos a Celso Fortoul Padrón). Varios barrios del oeste de Caracas, en Catia, fueron favorecidos por estas intervenciones. La estrategia cambió pues, de la erradicación a las mejoras. Valga destacar la aplicación de lo más avanzado en tecnología. Sin embargo, a nuestro juicio, los partidos políticos utilizaban este esfuerzo practicado en los barrios de manera demagógica, pues para consolidarse requerían del apoyo de los pobladores. A pesar de permitir la construcción de ranchos y de barrios enteros, no se dio un paso clave como creemos habría podido ser el  reconocimiento jurídico a la propiedad de la tenencia de la tierra, así como a los barrios como parte fundamental de las ciudades [32].

Después del Plan de Emergencia y su actuación en las barriadas caraqueñas, se estrenó el Comité de Remodelación de Barrios, dirigido por el arquitecto Antonio Cruz Fernández, también fundador en 1960 de la Oficina Municipal de Planeamiento Urbano, transformada en 1972 en Oficina Metropolitana de Planeamiento Urbano. Estas dependencias atendieron solo a barrios del AMC. Sea el momento de recordar que Pérez Jiménez privilegió la ciudad capital, cuando también, los primeros años después de la dictadura, las obras se realizaban en Caracas.

En 1969, con el cambio de gobierno de Acción Democrática a Copei, fue creado en el Banco Obrero el Departamento de Urbanización y Equipamiento de Barrios [33], cuyo ámbito de acción fue nacional. Tenemos constancia de que se intervino en tres barrios de Caracas, a saber, Brisas del Paraíso, Sierra Maestra y José Félix Ribas; en Santa Rosa de Tierra de Maracaibo; en otros dos en Barquisimeto —uno de ellos el Barrio Unión—, y Miramar en Cumaná. Existía un equipo interdisciplinario coordinador nacional, así como equipos locales, también interdisciplinarios, en cada uno de los barrios seleccionados. Era un enfoque novedoso, pues además de las obras de dotación de servicios que se realizaban, los pobladores intervenían organizados en consejos consultivos. Los habitantes laboraban a la par de los equipos técnicos integrados por ingenieros, arquitectos y sociólogos.

Los consejos se fueron conformando a lo largo y ancho del territorio ocupado por los barrios objeto del programa. Los habitantes tomaban la palabra al igual que los profesionales; los que trabajaban en las obras eran remunerados y escogidos entre los desempleados residentes en el sector objeto de intervención; en el caso de no encontrarse el especialista buscado, se traía de afuera. El método utilizado para movilizar a la población era el del pedagogo brasileño Paulo Freire: «la educación como práctica de la libertad». En todo el barrio se hacían «círculos de cultura» con los cuales se efectuaban sesiones de concientización, organizadas por los promotores de barrio y habitantes de la zona correspondiente. Estos seleccionaban entre ellos los delegados, sin la interferencia de personas ajenas a los residentes; no se aceptaba que el partido de gobierno u otras organizaciones extrañas impusieran a sus representantes. Los delegados que conformaban los consejos consultivos eran elegidos por los habitantes, así no supieran leer ni escribir. Además, se realizaban reuniones de discusión durante algunos fines de semana en las que participaban delegados de los distintos barrios de una ciudad y miembros de la Dirección Nacional del Departamento. Los temas los escogían los participantes, sin censura. Evidentemente, esta experiencia chocaba con los mecanismos de los partidos políticos, y en su forma original duró poco tiempo [34].

En los procesos de dotación de servicios infraestructurales y equipamiento jugó un papel importante el levantamiento de información sobre los barrios que no se tenía o estaba incompleta. Era tal la cantidad de sectores y la ausencia de información sobre ellos, que se tuvo que hacer censos o inventarios particulares. Así ocurrió en los primeros años de la restauración democrática, cuando se levantó un primer Inventario de Barrios del AMC, el cual se perdió. Aproximadamente entre 1967 y 1968, grupos de estudiosos privados como el Centro de Investigación Social (Cisor) —basado en Caracas y dirigido por el sacerdote Alberto Gruson, sociólogo, a solicitud de Cáritas de Venezuela, a cargo del padre Juan Vives Suriá— hicieron trabajos parecidos a los inventarios en el caso caraqueño. Esta información se utilizó como base para el planteamiento del Departamento creado en 1969 en el Banco Obrero [35].

Al volver a gobernar el partido Acción Democrática en 1974, desapareció la referida experiencia del Banco Obrero y se instauraron los llamados Módulos de Servicio, de una singular importancia. Este programa fue dirigido por la socióloga Sonia Pérez Rodríguez, hija del presidente Carlos Andrés Pérez, durante su primera administración (1974-1979), desde la Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal (Fundacomún). También en esos años se levantó y publicó información para todos los barrios existentes en muchas ciudades de Venezuela, incluyendo una edición especial para el AMC [36]. El resumen nacional fue el siguiente:

  • Número de barrios: 1.842
  • Superficie: 43.570 hectáreas
  • Número de viviendas: 743.510
  • Población: 4.210.856 habitantes [37]

Durante estos años fue muy importante la publicación, el 13 de agosto de 1974, del decreto presidencial 332, en el cual se daba cuenta de la implementación de los trabajos que mencionamos antes, tendentes a dotar a los barrios urbanos de los servicios y equipamientos necesarios.

Vista del barrio Monseñor Ramírez, uno de los asentamientos con mayor grado de densificación en el Eje Urbano Palmira–San Josecito, San Cristóbal, estado Táchira, 1999-2000. Fuente: Archivo fotográfico de la arquitecto urbanista Josefina Baldó.

Reconocimiento legal: de la LOOU al Conavi [38]

Finalmente, en la Ley Orgánica de Ordenación Urbanística (LOOU), de 1987, se abordó parcialmente la cuestión de los barrios, tomando en cuenta el «urbanismo progresivo». Sin embargo, no se consideró el reconocimiento jurídico de estos sectores. Posteriormente, la Ley de Política Habitacional (1990) creó el Consejo Nacional de la Vivienda (Conavi) adscrito al Ministerio de Desarrollo Urbano (Mindur).

La contribución profesional

Así como son manifiestas las contribuciones gubernamentales al tema, hay un sinnúmero de intervenciones anónimas, que conocemos, junto a las académicas, desde las universidades venezolanas y extranjeras. También de políticos que han apoyado ocupaciones e invasiones. Sería una larga lista de lo que sabemos. Y eso es en todo el país. Como muestra aportamos un testimonio profesional del arquitecto y profesor Javier Caricatto con el objeto de mostrar lo que referimos:

En una vivienda de seis metros de frente por cinco de fondo vivían 15 personas, cuatro núcleos familiares, transgrediendo todos los límites mínimos para vivir. El análisis arquitectónico efectuado durante el proceso de diseño puso en evidencia la existencia del tipo morfológico «casa torre en plano» tipificado en Densificación y Vivienda en los Barrios Caraqueños [39]. Durante el proceso constructivo se hibridaron saberes y técnicas, integrándose la sabiduría de los constructores populares con la experiencia de los profesionales de la ingeniería y de la arquitectura [40]. El ensayo constructivo permitió comprobar la teoría en la práctica.

Y analizando la lógica que rige el crecimiento de los barrios, el mismo arquitecto Caricatto añade:

Ha sido necesario adoptar una actitud abierta para desmarcarse de aquellas posturas que asocian a las necesidades, carencias y restricciones, pobreza, en ocasiones extrema segregación y marginalidad que padecen los habitantes de los sectores populares, con la informalidad entendida aquí como «falta de forma». Al final, detrás de esos factores circunstanciales se ha terminado por comprender que existe un motor, una fuerza que activa, procesos ingeniosos de producción y formas espontáneas de organización que deben ser valoradas y pueden ser utilizadas para detectar coincidencias y establecer patrones que revelen las lógicas internas propias de esa manera de concebir las formas de la vivienda del Barrio en Caracas [41].

Llegando al final de este breve recuento de intervenciones en los barrios, dejamos con ustedes los últimos datos sobre el crecimiento de los mismos en Venezuela durante el siglo XX. Según el III Inventario de Barrios [42], en 1994 aproximadamente 13.000.000 de personas vivían en estos sectores (en torno al 51 % de la población total del país), en 128 ciudades venezolanas. Estas barriadas ocupaban alrededor de 64.000 hectáreas.

Inicio del siglo XXI

Con la administración de Hugo Chávez (1999-2013), desde el Conavi se promovió el programa de Habilitación Física de Barrios, resumido por la arquitecta urbanista Josefina Baldó, presidenta de la institución, en el catálogo promocional del programa [43]. En 1999-2000 se implementó en el Conavi una Política de Vivienda capaz de saldar la deuda social con el 90 % de nuestra población. Fue interrumpida en el año 2000 y reanudada solo parcialmente en el 2005, cuando se creó el Ministerio de la Vivienda, presidido por el ingeniero Julio Montes. Lamentablemente tal política fue suspendida nueva y definitivamente. Esta consistía en la habilitación física en 247 zonas de barrios, de 22 estados del país (sobre un total de 23 existentes). En estos casos se iniciaron y pusieron en práctica formas de autogestión comunitaria. Además, es de resaltar que cada uno de los proyectos fue concebido por un equipo de arquitectos que participó previamente en un concurso [44].

Promovida por Baldó junto a Federico Villanueva entre otros, coordinador del Taller de Vivienda, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UCV—, la política de vivienda del Conavi contemplaba dos aspectos fundamentales: promover la autogestión de las comunidades y poner los más avanzados y calificados recursos técnicos y profesionales disponibles por la sociedad al servicio de los sectores existentes [45]. Ese procedimiento se estrenó en ese momento y puede decirse que en nuestra historia republicana no se realizaron tantos concursos. Lamentablemente, el esfuerzo se perdió, puesto que las competencias fueron eliminadas por quienes sustituyeron el equipo inicial dirigido por Baldó y Villanueva. También apuntamos como hecho importante la regularización de la propiedad de los terrenos, iniciada a principios del siglo con gran entusiasmo y participación de los habitantes de los barrios que ocupaban las parcelas.

Los barrios se acomodan siguiendo las curvas de nivel, en terrazas muy pequeñas hechas con pico y pala. Decimos que dan como resultado una suerte de anfiteatros. Las construcciones se adhieren al terreno, como la flor al tallo. Hay una gran diferencia entre un movimiento de tierra hecho con maquinarias y los hechos a mano con instrumentos sencillos. Barrios del este de Caracas, 2000. Tomado de: Nicola Rocco, Caracas cenital, Caracas, Fundación para la Cultura Urbana, 2004.

Palabras finales

Después de nuestras remembranzas, y ese caminar pausado de al menos cinco décadas con los «hacedores por obligación», queremos dejar unas palabras que acompañen a los que nos lean. Los barrios urbanos llegaron para quedarse y han sido el producto de nuestro abrupto proceso de urbanización en el siglo XX, haciendo que una parte importante de la misma no haya podido acceder a la oferta de vivienda de las instituciones gubernamentales, y menos todavía al mercado privado. Como lo hemos dicho, la casa es un bien que puede ser producido con herramientas sencillas y una proporción importante de fuerza de trabajo; de ahí que siendo una necesidad-obligación, quienes no pueden comprársela se la fabriquen ellos mismos, con ayuda de otros cuando se requieren especialistas. Esto es lo que llamamos vivienda autoproducida y que da lugar a los barrios autoproducidos.

El conjunto de las viviendas en un barrio es digno de observarse: más allá de la repulsión que pueda provocar en algunas personas, está cargado de una belleza que puede inspirar a muchos. Al respecto, recordamos que en nuestra primera publicación [46], figura una cita del profesor Juan Pedro Posani, relativa a su opinión favorable sobre lo observado en las callejuelas de un barrio. El coautor de Caracas a través de su arquitectura (1969) resaltaba que «lejos de lo que pudiera ser una exaltación del rancho, es el resultado de casas trabajadas a mano, principalmente por sus usuarios» [47]. Y con amor, agregamos nosotros. Otra muestra nos la da el interés del consagrado artista Carlos Cruz-Diez, quien tenía su taller en el barrio Chapellín, ubicado entre urbanizaciones de altos ingresos en Caracas; el maestro mostraba a sus vecinos cómo cambiaría su entorno si trabajaran los frentes de las casas en conjunto, y las fotos intervenidas por él eran bellos aportes.

A estas observaciones de las casas agreguemos la sorprendente belleza del urbanismo de montaña logrado en el barrio Carpintero, el cual semeja un anfiteatro con vista al centro de Caracas. Las inmensas casas, comparables a las de familias de altos ingresos en otras urbanizaciones de la capital, son impactantes. La apropiación del territorio se hizo siguiendo las curvas de nivel y se logró, a nuestro juicio, un magnífico resultado. Pudiéramos seguir agregando ejemplos encontrados en nuestras investigaciones y compartir con los hacedores. Los invitamos a visitar a nuestros necesitados y algunas veces temerarios amigos en los barrios venezolanos, para corroborar lo que decimos…

***

Notas:

Para la redacción de este escrito contamos con las contribuciones recientes de Josefina Baldó, Iris Rosas, Javier Caricatto, Mildred Guerrero e Yves Pedrazzini. Nuestro profundo reconocimiento para todos ellos. Así mismo, a Carmenofelia Machado, por su permanente atención y estímulo. Me asistieron en la escritura y en la revisión final Ana Janse y Fanny Díaz: para ambas mi gratitud y a Fanny por sus certeras críticas. En la última parte de este proceso agradezco a Igor Tovar su esmerada y precisa ayuda por su lectura e ilustraciones. Agradecemos esta oportunidad que nos brinda la Fundación para la Cultura Urbana, por medio de Arturo Almandoz Marte, de referirnos a los barrios urbanos venezolanos, manifestados y entronizados en nuestras ciudades contemporáneas en las primeras décadas del siglo XX.

Teolinda Bolívar es arquitecta. Profesora del Sector de Estudios Urbanos, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela. teolinda.bolivar@gmail.com

2 AA. VV., Hacedores de ciudad, Caracas, Universidad Central de Venezuela, Fundación Polar, Consejo Nacional de la Vivienda, 1995.

3 Teolinda Bolívar, «La apropiación del espacio en los barrios de ranchos del Área Metropolitana de Caracas», Caracas, Centro de Estudios Urbanos, mimeo, 1973: 34-36.

4 Banco Nacional de Ahorro y Préstamo, Mercavi 70. Encuesta sobre el mercado nacional de la vivienda, Caracas, Banco Nacional de Ahorro y Préstamo, 1971.

5 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española. Disponible en https://dle.rae.es/consulta

6 Cosme Pérez Cuadrado, Diccionario general de sinónimos y antónimos, Caracas, Editorial Larense, 1981.

7 Recuerdo que durante mi niñez en mi pueblo de origen, Tinaco (estado Cojedes), me llamaban la atención esos pisos de tierra casi relucientes, y me contaron que ese acabado se lograba barriéndolos con escobas de garranchos y la materia pegajosa del caujaro (árbol de frutillas blancas).

8 Teolinda Bolívar, «Los asentamientos urbanos en precario». En: Mario Lungo Uclés (Comp.), Lo urbano: teoría y métodos, San José de Costa Rica, Editorial Universitaria Centro América, 1989: 185-205.

9 Teolinda Bolívar y equipo del Departamento de Urbanización y Equipamiento de Barrios del Banco Obrero, «Notas sobre el fenómeno de barrios de ranchos en Venezuela», Caracas, febrero, mimeo, 1970.

10 Ibidem. Originalmente aparecido en el primer Inventario de Barrios de la Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal en el caso de Caracas.

11 Oficina Municipal de Planeamiento Urbano, Crecimiento de los ranchos de Caracas, lapso 1949-1971, Caracas, Oficina Municipal de Planeamiento Urbano, 1974.

12 Iris Rosas Meza, «La cultura constructiva de la vivienda en los barrios del Área Metropolitana de Caracas», Tesis de doctorado, Caracas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, 2004: 261.

13 Citado por Manuel López Vila, el 11 de octubre de 1999, con motivo del curso «La habilitación física de barrios». En: Consejo Nacional de la Vivienda, Catálogo I Concurso de ideas. Propuestas urbanísticas de habilitación física para zonas de los barrios Petare y La Vega, Caracas, Consejo Nacional de la Vivienda, 1999: 17-28.

14 El «San», como dice Ángel Rosenblat, «es un sistema de ahorro de los pobres. Su secreto encanto nace de ser además una forma de juego. Es decir, concilia cosas por naturaleza irreconciliables: el ahorro y el juego. El eje de la institución es el Sanero o dueño del San». Ver Ángel Rosenblat, Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela, Caracas y Madrid, Ediciones Edime, 1956: 45-49 (edición digital).

15 Teolinda Bolívar, «La production du cadre bâti dans les barrios a Caracas… Un chantier permanent», Tesis de doctorado, Paris, Universidad de Paris XII, 1986.

16 Teolinda Bolívar et al., «Densificación y vivienda en los barrios caraqueños. Contribución a la determinación de problemas y soluciones», Caracas, Ministerio para el Desarrollo Urbano, Consejo Nacional de la Vivienda, 1994.

17 Ver en el presente volumen el capítulo de Alfredo Cilento Sarli, «Antecedentes, políticas y financiamiento de la vivienda».

18 Federico Villanueva, «La política de vivienda para Venezuela». En: María Castillo y Rodrigo Hidalgo (Comps.), 1906/2006. Cien años de política de vivienda en Chile, Santiago de Chile, Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Nacional Andrés Bello, Instituto de Geografía de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencias Políticas, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2007: 285-292.

19 Paul-Henri Chombart de Lauwe, La fin des villes. Myyhe ou realié, Paris, Pros. Editions Calmann-Levy, 1982.

20 Teolinda Bolívar, Desde adentro: viviendo la construcción de los barrios con su gente, Quito, Organización Latinoamericana y del Caribe de Centros Históricos, Municipio del Distrito Metropolitano de Quito, 2011: 39-80.

21 Conviene diferenciar entre «ocupar» e «invadir». Consideramos que en la mayoría de los barrios venezolanos no han tenido lugar invasiones masivas; a nuestra manera de ver, son ocupaciones. La ocupación es progresiva. De unos a otros se pasan información y buscan apoyo (lo que comúnmente llamamos «Radio Bemba»).

22 La amiga jurista, Irma Lovera De Sola, de larga experiencia en el tema, destaca lo complicado que es y expone algunas modalidades. Cuando las tierras no son propiedad del dueño de las bienhechurías: si el propietario de las bienhechurías tiene autorización del dueño de la tierra, podría registrar el título de las bienhechurías junto con la autorización; si no hay autorización del propietario de la tierra, lo que se puede levantar es un título supletorio, mediante una declaración de testigos (y es posible adjuntar las facturas de los costos de esas construcciones) ante un juzgado o una notaría. Ese título es válido frente a otros ciudadanos pero no ante al dueño del terreno, por ejemplo un propietario particular o el municipio, salvo que este último decida otorgarle la propiedad del terreno donde se construyeron las bienhechurías.

23 Teolinda Bolívar, «Urbanizadores y constructores para ser citadinos. Creaciones de vida en la necesidad», Urbana, N° 16-17, Caracas, Instituto de Urbanismo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, Instituto de Investigaciones de Arquitectura y Sistemas Ambientales, Facultad de Arquitectura, Universidad del Zulia, 1995: 31-52, 40-41.

24 Ver Teresa Ontiveros y Teolinda Bolívar (con colaboración de Julio De Freitas), «Vivienda y acceso al suelo urbano. Institucionalización de un derecho oficial paralelo». En: Derecho, espacio urbano y medio ambiente, País Vasco, Instituto Internacional de Sociología de Oñati, 2001: 115-141.

25 Tal vez de principios del siglo XXI, cuando el régimen actual abordó el proceso de regularización, en febrero de 2002, se tengan datos, aunque sea aproximados, de las viviendas en propiedad del suelo.

26 Citado por Teolinda Bolívar, «Algunos obstáculos que han impedido la regularización jurídica de los barrios venezolanos», Urbana, N° 30, Caracas, Instituto de Urbanismo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, Instituto de Investigaciones, Facultad de Arquitectura, Universidad del Zulia, 2002: 69-72.

27 Joel Valencia, «Gastroenterología urbana. Intervención de los asentamientos autoproducidos partiendo del mejoramiento de la calidad de vida de los pobres. Barrio piloto, Julián Blanco, Petare Norte», Trabajo final de grado, Caracas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, 2011.

28 Óscar Tenreiro, «Conversación con el general (R) Marcos Pérez Jiménez, en su residencia en Madrid, el día 5 de febrero de 1995», Ciudad, N° 1, Caracas, Dirección de Gestión Urbana, Alcaldía de Caracas, 1995: 7-33, 23-25.

29 Marcos Pérez Jiménez, Cinco discursos del general Marcos Pérez Jiménez, presidente de la República, pronunciados durante el año 1955 y obras realizadas por el gobierno, Caracas, Imprenta Nacional, 1955: 95-97. En el Taller de Arquitectura del Banco Obrero también participaron Francisco Carrillo Batalla, Carlos Guinand Baldó y Moisés Benacerraf, entre otros.

30 María Elena González Deluca, Venezuela. La construcción de un país… Una historia que continúa, Caracas, Cámara Venezolana de la Construcción, 2013, 222-223. Ver otros ejemplos, en este mismo volumen, en el capítulo de Alfredo Cilento Sarli, op. cit.

31 Informe para el ciudadano gobernador del Distrito Federal como un aporte para la solución del problema de los ranchos en la ciudad de Caracas, Caracas, Sector de Estudios Urbanos, Unidad de Documentación, Infodoc, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, s.f.

32 Teolinda Bolívar, «Por el reconocimiento de los barrios de ranchos. En el Año internacional de la vivienda para las personas sin hogar», Seminario Internacional «Las soluciones habitacionales desarrolladas por la población de bajos ingresos en el tercer mundo», Caracas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, 1987.

33 Al crearse en 1969, estuvimos en la Jefatura del departamento durante un año.

34 Además, recordamos que a representantes del partido opositor, antes en funciones de gobierno, no les interesaba que tomara cuerpo esta experiencia, pues les quitaba su liderazgo. Incluso en ciertas ocasiones hombres armados de cabillas aparecían para amedrentar a los nuevos dirigentes de barrios y al equipo de dirección.

35 Centro de Investigación Social, Barrios populares de Caracas: inventario de sus recursos para su desarrollo, Caracas, Clave, 1969.

36 Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal, Inventario de los Barrios Pobres del Área Metropolitana de Caracas, Caracas, Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal, 1978.

37 Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal, Estudio diagnóstico de los barrios urbanos de Venezuela: Inventario Nacional de Barrios 1978, VI-VII, 1a edición, 8 volúmenes, Caracas, Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal, 1979.

38 Remitimos una vez más al texto de Alfredo Cilento Sarli en este mismo volumen.

39 Teolinda Bolívar et al., Densificación y vivienda… (Premio Nacional de Investigación en Vivienda 1993).

40 Javier Caricato, «In-formal. Manual de viviendas autoconstruidas: temas y criterios de diseño», Trabajo de ascenso para optar por la categoría de Agregado, Caracas, Facultad de Arquitectura y urbanismo, Universidad Central de Venezuela, Editorial Grupo Intenso, 2016: 175.

41 Javier Caricatto, «Re-diseño de los ranchos de barrio en Caracas». En: Memorias de la Trienal de Investigación Facultad de Arquitectura y Urbanismo 2017, Caracas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, 2017: 12. Disponible en: https://trienal.fau.ucv.ve/2017/publicacion/articulos/TPA/extenso/TIFAU2017_Extenso_TPA-10_JCaricatto.pdf.

42 Información suministrada directamente por Josefina Baldó, quien junto a Federico Villanueva, asesoró el III Inventario de Barrios elaborado por la Oficina Central de Estadística e Informática y la Fundación para el Desarrollo de la Comunidad y Fomento Municipal.

43 Consejo Nacional de la Vivienda, op. cit., 5-8.

44 Ibid., 33-134.

45 Josefina Baldó y Federico Villanueva, Un plan para los barrios de Caracas, Caracas, Ministerio de Desarrollo Urbano, Consejo Nacional de la Vivienda, 1998.

46 Teolinda Bolívar, «La apropiación del espacio…», 38-39.

47 Graziano Gasparini y Juan Pedro Posani, Caracas a través de su arquitectura, Caracas, Fundación Fina Gómez, 1969: 526-533.


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