Elecciones presidenciales 2024

“Aquí ya se intentó todo, lo que nos queda es ganar”

Edmundo González y María Corina Machado saludan durante la caravana en Caracas, en el primer día de campaña electoral, el 4 de julio de 2024. Fotografía de Alfredo Lasry | RMTF

TEMAS PD
05/07/2024

—No la quieren dejar venir —soltó una voz masculina, unos quince minutos antes. 

—Pero vámonos todos para allá entonces —respondió su compañero. 

La caravana no había empezado cuando enfrentó su primer obstáculo: un grupo de policías de la División de Acciones Estratégicas y Tácticas detuvo el camión.

—Pero María Corina les dijo que no. Ya viene —entre la multitud se multiplica el relato. 

Y sí, minutos después cruza el camión con los dos líderes opositores. Son las cinco y cuarto de la tarde. Llega desde Campo Alegre y se incorpora a la avenida en un punto medio entre Chacaíto y Chacao, dos zonas residenciales y comerciales del este de Caracas, escenarios habituales de las protestas opositoras. El recorrido se planteó entre dos municipios: desde Chacaíto —en Chacao– hasta El Marqués —en Sucre—, más de seis kilómetros en línea recta con sentido hacia el este por la avenida Francisco de Miranda, una de las principales de la ciudad.

Edmundo viste la camisa de La Vinotinto y es el postulado oficial ante el Consejo Nacional Electoral (CNE), después de una serie de irregularidades —incluyendo una inhabilitación y un sospechoso “cierre de sistema”— que impidieron la inscripción de María Corina y de la primera seleccionada para representarla, la filósofa Corina Yoris. Es un diplomático de hablar pausado, voz y discurso prudente, un rostro desconocido hasta hace poco. 

María Corina —de blanco— es el símbolo en campaña, un vendaval de popularidad, electa con más del 92% de los votos en las primarias opositoras realizadas en octubre de 2023, pero impedida de competir oficialmente por una cuestionada inhabilitación que se anunció antes de las primarias y fue ratificada tras su victoria

—Yo tenía parcial, pero aquí estamos —grita Fernando a su teléfono mientras graba la llegada de los dirigentes. José Ángel se ríe. 

Tienen 18 y 19 años, son estudiantes de Medicina en la Universidad Central de Venezuela y estas son sus primeras elecciones.

—Cuando me gradúe, quiero que ser médico valga la pena.

Es la primera marcha de José Ángel, pero no de Fernando: sus primeras protestas fueron en 2017. Entonces tenía 11 años.

—¿Sienten miedo por lo que pueda pasar?

—A mí se me murió un primo protestando, pero estoy aquí porque quiero intentar otra vez —dice Fernando. 

Se lleva la mano al rostro y las lágrimas se cuelan entre sus dedos.

—Esta vez no sólo siento que es diferente, quiero que sea diferente. 

Ambos están justo en la entrada de Salud Chacao, el complejo sanitario municipal que fue escenario y refugio durante las protestas de 2017. Ahí declararon la muerte de Juan Pablo Pernalete el 26 de abril de ese año; a pocos metros, y un mes después, cayó Neomar Lander, el 7 de junio; dos de los más de cien fallecidos durante esa ola de protestas.

Estamos en las mismas calles. 

Los recuerdos están en todas partes: en las camisas de libertadores que visten varias señoras, en la bandana con la consigna “Ni un paso atrás” que viste un señor encamisado, en las gorras tricolor popularizadas en la última campaña presidencial opositora masiva, la de Henrique Capriles Radonski en 2012, hoy también inhabilitado. María Corina y Capriles son los únicos candidatos de las primarias de ese año que volvieron a medirse en 2023.

Fotografía de Ronald Peña | EFE

La caravana avanza a paso lento por los tres canales de la avenida. La multitud está tan aglutinada que no hay paso suficiente para el camión. Las motos hacen paradas cada tanto. Buscan espacios entre la gente que acompaña caminando. Dos cuadras más adelante, la vía está más despejada, pero la gente no deja de rodear el camión de las dos figuras opositoras. Más atrás viene un vehículo más pequeño, con otros dirigentes, entre ellos la precandidata Delsa Solórzano y el exdiputado Juan Pablo Guanipa, electo y despojado en 2017 de la gobernación del Zulia, por negarse a ser juramentado por la Asamblea Nacional Constituyente. A pie, entre la gente, camina Henry Ramos Allup, jefe de Acción Democrática. Hay banderines de partidos, pero la bandera tricolor es la que más se destaca.

Es el primer acto oficial de campaña para las presidenciales, pero es un capítulo más en la gira que desde hace más de un año lleva María Corina con actos públicos en todos los estados del país. Edmundo González, por su parte, hasta ahora ha participado en eventos más modestos, encuentros con gremios, grupos políticos y sociedad civil. 

Fotografía de Ronald Peña | EFE

Esta ha sido —y será— una campaña atípica y asimétrica. El acceso de Edmundo a los medios masivos como radio y televisión es limitado. La prensa escrita es casi inexistente. El acceso de María Corina es nulo, su rostro y su nombre casi no se ven en pantalla. 

En las redes —y pese a la desconexión y servicios fallidos— la situación es distinta: todas las semanas se viralizan videos en las regiones. El de las hermanas Hernández, quienes le sirvieron desayuno a María Corina y luego fueron sancionadas por el Seniat en Corozo Pando, estado Guárico; la joven que reclamó por sus estudios en Guanarito, Portuguesa; el niño de Mérida quien llora a través de la ventana de la camioneta de María Corina porque quiere que su papá regrese; el señor de San Félix desbordado de lágrimas porque extraña a sus hijos, la épica llegada en curiara hasta Apure, después de que la Guardia Nacional impidiera el paso por la carretera principal. 

Aunque tiene sus propios problemas, Caracas es el centro político del país y sus condiciones económicas y de servicios suelen ser mejores ante la emergencia humanitaria que se vive desde 2015. En este país archipiélago (Pino Iturrieta dixit), desconectado literalmente entre sí, la precampaña opositora ha visibilizado las carencias y diferencias entre las regiones y la situación caraqueña. 

Si había duda sobre la respuesta que tendría Caracas, se despejó temprano. Dos horas antes de la convocatoria ya se habían congregado los primeros asistentes. 

También es una campaña atípica porque la mayoría de los venezolanos —más allá de su intención de voto— cree que el candidato opositor ganará las elecciones presidenciales, 55% de los votantes seguros según la reciente encuesta independiente de la firma Clear Path Strategies. El sondeo, realizado con 1500 entrevistas entre el 23 de mayo y el 2 de junio, apunta a una amplia ventaja de Edmundo: 21 puntos porcentuales sobre el candidato a la reelección. La dupla de candidatos opositores ha funcionado, indica la encuesta: María Corina ha podido transferir su base de votantes. Él, por su parte, ha unificado y consolidado el voto opositor: es la opción del 94% de los votantes seguros opositores.

Fotografía de Alfredo Lasry | RMTF

“Comandito Mi último cartucho”. Se lee en una pancarta que avanza en moto a la altura de Bello Campo, en la frontera con Altamira. La sostiene Virginia, que viene desde la parroquia Macarao, la más grande de Caracas, al suroeste de la ciudad.

—Tengo quince años de servicio, tres títulos de posgrado y una quincena que no llega a diez dólares —se presenta. 

No puede ir a dar clase los cinco días de la semana, entre una escuela en Macarao y otra en La Urbina —zonas opuestas de la ciudad—. El salario no le alcanza para pagar el transporte. 

—Queremos una educación de calidad.

Los comanditos son las estructuras ciudadanas promovidas por la campaña opositora desde el partido Vente Venezuela, grupos de voluntarios organizados para contribuir en la participación electoral, la conformación de testigos en los centros y la organización el día de la elección. Cualquier grupo que desee ser voluntario puede registrarse y unirse a las estructuras, que se consideran cruciales para proteger el voto y cuidar los centros electorales después de más de 20 elecciones en 25 años, en los cuales el ventajismo electoral ha sido una variable siempre presente y denunciada por opositores y por observadores internacionales

Para Virginia este es su “último cartucho”, después de tantos intentos y reclamos. Ha protestado tanto que ya perdió la cuenta, especialmente desde que en 2018 el gremio educativo intensificó los reclamos por sus salarios. 

—Esta vez es diferente porque María Corina representa la esperanza. Estamos confiados en que definitivamente viene el cambio a Venezuela. No tengo miedo.

Son las seis de la tarde. Se cumple la primera hora del recorrido y, del otro lado de la avenida, decenas de motorizados llegan en sentido contrario. No se ven muchas banderas partidistas, y no todos usan el color rojo característico del chavismo, pero es evidente que no forman parte de esta campaña. Hay cruces de palabras e insultos. Algunos los invitan a cambiar de acera. Cambiar de bando. Desde las motos se devuelven los improperios, otros saludan y levantan las manos cuando pasa la caravana. 

Algunos simpatizantes de Vente insisten en seguir adelante y evitar la confrontación. Todo se puede tornar muy mal muy rápido, lo hemos visto antes. A menos de 500 metros de esta esquina mataron a Robert Redman el 12 de febrero de 2014. Sin embargo, la caravana sigue su curso. Las motos siguieron el suyo, probablemente al otro extremo de la ciudad donde se encuentra el inicio de campaña del candidato a la reelección. Entre la gente se comenta que hay muy pocos del otro lado de la ciudad. Nuevamente, se intercambian videos. Se marcha aquí a pie, pero también en las redes. 

En las redes confirman que en este primer día de campaña las autoridades cerraron una emisora de radio y bloquearon dos de los principales medios que hacen verificación de discurso público en Venezuela, que se suman a los cuarenta y nueve medios digitales bloqueados durante 2024, según la organización Laboratorio de Paz

Hay reportes de al menos doce personas detenidas en distintos estados por participar en actos de campaña de Edmundo y María Corina, que se suman a los más de quince detenidos de comandos y equipos de Vente Venezuela y otros partidos opositores durante la precampaña, además de los seis integrantes del equipo cercano de María Corina que llevan más de cien días refugiados en la embajada de Argentina. Es el primer día de campaña, apenas un día desde que el CNE publicó la normativa, y ya distintas instituciones públicas promueven abiertamente al candidato a la reelección. 

Fotografía de Alfredo Lasry | RMTF

La tarde va cayendo en la Plaza Francia, en Altamira, el símbolo histórico de la oposición en Venezuela desde principios de los 2000. Apenas hace seis meses fue la última convocatoria de María Corina en esta zona. El 23 de enero, cuando Venezuela celebraba el aniversario de su democracia, María Corina prometía recuperarla. Ya ganadora de las primarias, sin fecha electoral ni candidatura formal y muchas dudas alrededor de su inhabilitación, convocó un acto en la Plaza Francia. El chavismo se aseguró de convocar su manifestación en la misma zona. Para evitar la confrontación, la dirigente se replegó a La Castellana y dio su discurso en una estrecha calle a un costado. Alrededor del icónico obelisco de la plaza, pequeños grupos vestidos de blanco y celeste vieron con impotencia el paso de la marcha chavista: un río de uniformes de instituciones públicas. 

Pero hoy es distinto: los alrededores de la plaza están repletos y la gente se aglomera formando un pasillo para ver pasar el camión. Wilyerjani, 27 años, está en primera fila. La acompaña su esposo, quien sostiene a su bebé de apenas un año con la idea de que María Corina lo cargue. Ambos son de Trujillo, pero viven en Caracas. Él es comerciante; ella estudió administración tributaria. “Para nada” —dice—. Se graduó hace cinco años y no encuentra trabajo. Ha protestado desde que la oposición ganó la mayoría en la Asamblea Nacional en 2015, que luego fue cercada por el resto de los poderes públicos.

—Yo vine por mis hijos, porque quiero quedarme en Venezuela. No me quiero ir a otro país. Esta vez es diferente. Vamos a ganar, tengo fe.

Fotografía de Ronald Peña | EFE

El sol va escondiéndose en el camino del tramo final de esta jornada, que empezó hace más de dos horas. Son las siete y cuarto de la noche, las motos comienzan a encender sus luces. Desde el elevado de Los Dos Caminos que conecta con el municipio Sucre —con el Ávila de fondo, la silueta del Humboldt en el centro— comienza a bajar el camión donde van los líderes de la oposición. Edmundo va tranquilo. A su lado, su esposa Mercedes no deja de saludar. María Corina se mueve alrededor. Los teléfonos graban, iluminan con el flash, y algunos otros muestran rostros que siguen el paso: son videollamadas.

Las razones para asistir son variadas, según los asistentes: la educación en colapso, los hospitales sin insumos, los bajos ingresos y asfixiantes precios, la violencia cotidiana, la falta de libertad, los cortes de luz, de agua, de gas. Pero hay un reclamo que se repite en cada entrevista: la salida forzada del país y su consecuencia, la separación. Hay al menos 7,77 millones de venezolanos fuera de Venezuela. Un tercio de la población. La migración duele: todos tienen a alguien conocido que no ha vuelto. El anhelo de tener a la familia reunida de nuevo. 

Fotografía de Ronald Peña | EFE

En el centro de la caravana, entre las motos, Koddy ondea una bandera arcoiris. Es activista de la comunidad LGBTIQ+, tiene 36 años y hoy vino por sus amigos que abandonaron el país buscando que sus derechos tengan el reconocimiento que Venezuela no ofrece. Pero ha protestado “desde siempre”. “Desde siempre” es 2007, cuando tenía 19 años, cuando cerraron el canal de televisión RCTV y se impulsó una ola de manifestaciones dirigidas por el Movimiento Estudiantil. Muchos de sus líderes se convirtieron en los diputados que ganaron el Parlamento en 2015 y, en su mayoría, han sido perseguidos, encarcelados o están en el exilio. 

—Tenemos que recuperar la democracia en este país, los poderes, para hablar de derechos y reconocimiento de la comunidad LGBTIQ+. Llevamos más de 20 años de engaños, ellos [el gobierno] tuvieron un discurso a favor de la población LGBTIQ+ y ahora no lo vemos. Somos el único país de Latinoamérica que no tiene ningún tipo de política pública específica para esta población. Estamos viviendo una discriminación por omisión. No quieren hablar del tema.

Tres semanas atrás, fueron recibidos por Edmundo y —cuenta— vieron su disposición a hablar sobre sus derechos. Ya se han creado los comanditos LGBTIQ+.

—Esta vez es diferente. Veo a la gente con más esperanza, volvieron a las calles. 

La caravana convertida en marcha no es indiferente para los transeúntes. Lo demuestran los globos tricolores guindados en algunos balcones, los policías que se asoman desde el primer piso de un McDonald’s, los celulares que graban desde las construcciones de Misión Vivienda, la joven entaconada que brinca desde la acera y llama emocionada a su amigo, que apaga su cigarro para acercarse a ver a María Corina, el perrero que deja la salsa a medio servir para grabar rápido el paso de la caravana. 

Cae la noche y ambas campañas se acercan al cierre. Del otro lado de Caracas, los videos en redes muestran que el candidato a la reelección baila bajo la lluvia y recuerda el último cierre de campaña de Hugo Chávez en 2012, la despedida política del expresidente fallecido. De este lado no ha empezado a llover y la caravana llega al punto final en El Marqués, frente al centro comercial Líder. 

Fotografía de Alfredo Lasry | RMTF

María Corina habla, pero se pierde lo que dice entre el ruido de la gente. Mueve las manos, arenga a las personas, quienes de manera espontánea comienzan a cantar el himno nacional. No lo saben entonces, pero desde el camión, María Corina justamente cita el himno para decir que Caracas cumplió el compromiso: “Seguid el ejemplo que Caracas dio”. 

Edmundo recibe el micrófono. Tampoco se le escucha, pero se nota el cambio de tono. Se sostiene firme con un brazo y habla sin aspavientos. Es un candidato refrescante después de dos décadas de gritos, insultos y mazazos.

Fotografía de Alfredo Lasry | RMTF

—Por lo menos todavía hay esperanza —dice una señora que se abre paso para salir. 

—¡Por lo menos no! —le responde la coordinadora de un centro de votación en el municipio—. Aquí hay trabajo que hacer. Revise la cédula de todo el que conozca, ayude con la logística, hay que unirse. ¡Por lo menos no! ¡Hay que moverse!

Se abre la conversación en un grupo improvisado bajo el semáforo donde la caravana se despide al cerrar el evento. Faltan cinco minutos para las ocho de la noche. Votar, cuidar, ganar, cobrar, los verbos más repetidos. Es una campaña electoral corta, apenas tres semanas hasta el cierre, nuevamente en Caracas el próximo 25 de julio. Paradójicamente, la sensación es que será muy larga. 

Los escenarios son variados y, dependiendo del día, todos parecen posibles. Las preguntas brotan rápidamente: “¿Y si retrasan la elección? ¿Y si el Tribunal Supremo de Justicia elimina la candidatura de Edmundo? ¿Y si las negociaciones frenan el proceso? ¿Y si usan las sanciones como excusa para suspender la votación? ¿Y si los militares hacen algo? ¿Y si no pasa nada? ¿Y si hay elecciones y sí gana la oposición? ¿Y si todo esto, por fin, se acaba?”.

Fotografía de Alfredo Lasry | RMTF

La próxima parada es Barinas, el estado donde nació Chávez y donde ocurrió la más reciente victoria electoral de un candidato postulado por la oposición. María Corina ha esperado dos décadas para comandar. La transferencia de su popularidad para la candidatura de Edmundo parece funcionar. No podría ser un momento más difícil, más incierto y, por lo que se escuchó en la caravana, más esperanzador. 

El debate bajo el semáforo se zanja con un simple comentario: 

—La esperanza no puede ser un eslogan. Aquí ya se intentó todo, lo que nos queda es ganar.


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