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«Y así, picando en todo, hablando cosas de meollo y de sustancia, acuñados como cara y cruz de una medalla de oro, don Quijote y Sancho siguen haciendo este milagro secular de reunirnos a mujeres y a hombres a escuchar o a leer o a interpretar su propia y libre palabra nuestra»
Fernando Lázaro Carreter
Según Miguel de Unamuno el Quijote no es de Cervantes sino de quien lo lea y lo sienta porque “Cervantes sacó a Don Quijote del alma de su pueblo y del alma de la humanidad toda”. La lectura del Quijote es una conexión con las raíces de nuestra cultura y de nuestro idioma. Una primera aproximación puede ser difícil, pero a partir del segundo encuentro, la experiencia resulta entrañable.
Aquí interesa resaltar, en primer lugar, que el Quijote es una invitación “al ejercicio de una facultad humana sin par, al ejercicio de la libertad”, para decirlo con palabras de Pedro Salinas en su ensayo titulado “Lo que debemos a don Quijote”. En efecto, el Caballero de la Triste Figura (como lo denominó Sancho) y su escudero son personajes que representan el espíritu libre: uno busca aventuras basadas en sus códigos morales caballerescos y el otro busca un beneficio económico con su trabajo, la esperanza de ser gobernador de una ínsula. Pero en ambos se siente un cansancio de su vida monótona y ordinaria, sujeta a las necesidades sociales y biológicas, que parece impulsarlos a una entrega imaginativa a vivir, a su modo, en libertad. Don Quijote y Sancho son hombres libres, y cada uno se lanza a las aventuras impulsado en su libertad de elegir.
En segundo lugar, leer el Quijote nos enseña que la Verdad es relativa. En este sentido, en el Capítulo 25 (I) don Quijote le dice a Sancho: “Eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa”. Este pasaje es para Américo Castro el más significativo de toda la obra de Cervantes, porque plantea el tema de la relatividad de los juicios de valor en la interpretación de los hechos. De este modo, Castro señala que el Quijote es una contribución al tema de la interpretación de la realidad oscilante, es decir, la realidad es como cada cual la percibe, y para ello es relevante el aporte de la experiencia; e igualmente queda en entredicho el valor de la Verdad.
Don Quijote y Sancho Panza ven cosas distintas: uno ve la ficción y el otro la realidad; pero el mensaje de que cada uno observa cosas distintas es un homenaje a la tolerancia, tal como asevera Juan Pablo Gómez en su artículo publicado en Prodavinci titulado “El desorden de Cervantes”.
La verdad es relativa y cada uno tiene la suya, pero nada me autoriza a descalificar a quien no piense como yo. El principio de la tolerancia en las relaciones humanas es avalado en este certero pasaje quijotesco, y es concepto que también aparece en las Novelas ejemplares.
En tercer lugar, Cervantes enseña en el Quijote que la palabra empeñada es de alto valor y hay que respetarla. Para esto utiliza el capítulo del niño Andrés, azotado por Juan Haldudo, un labrador que lo explotaba y no le pagaba su salario. Este maltrato fue presenciado por don Quijote, quien se presenta a demandar el cese inmediato del maltrato exclamando que si no cesa en su castigo recibirá una pena que él mismo se encargará de aplicar. De acuerdo con el código moral caballeresco, don Quijote debía intervenir para evitar el abuso de poder de unos sobre otros. Ese es su sentido de justicia y el Caballero de la Triste Figura se sentía obligado a imponerla, por la fuerza si era necesario.
Más adelante, Andrés aparece nuevamente (I, Cap. 31) y esta vez le pide a don Quijote que no lo ayude más, porque cuando don Quijote se fue, Haldudo le siguió pegando. Esta reacción de Andrés se debe a que el labrador Haldudo había faltado a la palabra empeñada a don Quijote, y una vez que este se despidió, el labrador continuó con los maltratos. Ante esto, don Quijote reconoce que cumplir la palabra empeñada es virtud de las personas de honor y afirmó que volvería para vengar semejante falta.
En cuarto lugar, tenemos el sentido de justicia que aparece en el Capítulo 22 de la primera parte en el que don Quijote se topa con los galeotes que son llevados a las galeras. Don Quijote no acepta que nadie vaya forzado contra su voluntad, pero en este caso se trata de delincuentes y el Caballero de la Triste Figura, por loco, termina liberándolos y ocasionando un perjuicio a la sociedad. Aquí se presenta el enfrentamiento de don Quijote contra el código jurídico vigente y sus contradicciones
Finalmente, y si tuviera que señalar una cualidad capital para insistir en la necesaria lectura de esta obra magna, ella sería, como advierte Pedro Salinas, que es un homenaje a la libertad, porque nos educa para vivir y ser libres. Así lo expone don Quijote:
«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres» (II, Capítulo 58).
Y es que la lectura del Quijote nos enseña que bajo el manto de la libertad “nos entendemos todos”.
Ramón Escovar León
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