Entrevista
Enrique Larrañaga: “No se dijo, pero se asumió que el comercio pervierte”
por Hugo Prieto
Fotografía de Alfredo Lasry | RMTF
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De todo lo expuesto por Enrique Larrañaga*, hay una frase que quiero entrecomillar, porque es, sencillamente, una sentencia de muerte: “la suerte de la ciudad es la suerte de los ciudadanos y viceversa”. Pienso en La Habana, en su lenta y prolongada destrucción hasta nuestros días. Pienso en Caracas, cuyos síntomas de erosión comienzan a deteriorar edificios y estructuras de todo tipo. ¿Acaso nuestra gente, mal nutrida, pobre y abatida, no es una representación de la ciudad?
Los procesos civilizatorios, en esta Tierra de Gracia, siempre han sido parciales, incompletos y, casi siempre, fantasiosos. Cada uno de nuestros gobernantes ha dejado una huella en Caracas. Guzmán Blanco, que la quiso ver afrancesada; Pérez Jiménez, que la modeló al estilo de las grandes ciudades estadounidenses; Luis Herrera que inauguró el metro para hacer accesible a la ciudad por toda la ciudad. 1983 fue un año fundamental para Caracas, pero también el hito que marcó el abismo que nos llevó a la pobreza. Nostalgia siento ahora que estamos hundidos en la miseria.
¿Caracas es una ciudad ecléctica?
Caracas era una ciudad pequeña, básicamente, su huella no se había expandido hasta 1920—1930. Periodo en el que suceden varias cosas; todas juntas. Se muere el dictador y el poder político, que se ejercía desde Maracay, regresa a Caracas, curiosamente con unos andinos. Venezuela se convierte en un proveedor muy importante de petróleo y eso cambia todo, cambia los ingresos, cambia la forma de organización económica y, por supuesto, la organización política (gobiernos de López Contreras y Medina Angarita). Ese cambio político tiene una incidencia clarísima en el orden urbano. Se llama a un equipo de franceses que conciben lo que nosotros conocemos como el plan Rotival. Pero hay dificultades para llevar el plan adelante, porque se van a trazar una serie de grandes avenidas, que van a atravesar algunas de las haciendas que había en Caracas. Los dueños de las tierras presionan para que esas avenidas, con sus grandes bulevares, a semejanza de lo que se hizo en París, pasen por sus propiedades, lo que lógicamente va a incrementar su valor. Se produce una pugna y eso hace que el plan se retrase.
Caracas va a tener un rostro muy diferente, muy distinto al que conocíamos hasta ese momento.
El plan se desinfla, luego del golpe que tumba a Medina. Se ve como un proyecto medinista. Rotival logra proyectar la urbanización San Bernardino, lo que tiene varias consecuencias para la ciudad. Quizás, la más importante, es que San Bernardino es la primera urbanización que viene de la conversión de una hacienda. Es a partir de ella que se va a expandir el resto de la ciudad, incluso hasta nuestros días, lo que cambió la retícula de la ciudad original. Esa trama, diseñada para desembocar en bulevares, es lo que hace que sea difícil ubicarse en San Bernardino, terminas cayendo en una pequeña redoma que te parece que es la misma.
¿A qué atribuye esa dificultad?
San Bernardino es una versión reducida de lo que Rotival estaba planteando para el resto de la ciudad, que era articularla con estos bulevares en diagonal. La idea era llegar, más o menos, hasta lo que hoy es la Plaza Morelos y de ahí a la avenida San Martín. Entonces, sería una súper avenida. Pero nada de eso cabe en San Bernardino.
El llamado trienio (el gobierno de la junta que presidió Betancourt) fue lo más parecido a un caos político. Bajo la dictadura de Pérez Jiménez, Caracas cambió de rostro radicalmente, con una vialidad de primer orden.
Pérez Jiménez no quería nada, ni con el trienio adeco ni con lo que le precedió, incluido el plan Rotival, porque eso sería resucitar algo que se hizo dos generaciones atrás. Ahí, además, se produce un cambio económico y cultural. En los años 50, después de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela pasa a mirar, definitivamente, hacia los Estados Unidos. Ese hecho tiene una repercusión muy concreta. Hay una serie de arquitectos jóvenes que, a diferencia de Villanueva, Cipriano Domínguez, Carlos Guinand, no habían estudiado en Europa, sino en Estados Unidos. Esos arquitectos eran Tomás Sanabria, Martín Vegas, Julián Ferris que, además, no estaban vinculados con regímenes anteriores. Ellos vienen de vivir en ciudades estadounidenses y tienen una lógica muy distinta a la que tenía Rotival o a la que promovía, originalmente, Villanueva, que era un hombre de un talento y una sensibilidad excepcionales, para captar el cambio de tiempo. Entonces, puede pasar de un proyecto tan académico como la urbanización El Silencio a uno tan dinámico como la Ciudad Universitaria. Los arquitectos formados en Europa son los llamados arquitectos eclécticos, que cambian de estilo como quien cambia de camisa.
Esa percepción intuitiva que uno tiene del estilo ecléctico de Caracas no está tan alejada de la realidad, creo. Es un hallazgo muy interesante, porque Caracas se convierte en una referencia en toda América Latina. Es la ciudad moderna que todos queremos.
Sí. Es un cambio de paradigma que tiene que ver con lo que sucede en los años 50. Los arquitectos que vienen de Estados Unidos tienen, además, los contactos para poder traer a planificadores que tienen lógica estadounidense. Y eso es muy cónsono con el país petrolero, donde la gasolina es barata, donde el carro pasa a ser un símbolo de estatus. Paco Vera decía que un peatón en Caracas era un conductor que consiguió estacionar. Tomás Sanabria, por ejemplo, establece contacto con un planificador muy reconocido, Francis Violich, quien viene a Caracas y termina casado con una hermana de Sanabria. El entiende una peculiaridad de la dinámica que se estaba dando en Caracas. Todas las urbanizaciones más recientes —Altamira, Los Palos Grandes, La Florida—, ¿De dónde vienen? De la conversión de las haciendas que había a lo largo del valle.
¿Qué fue lo que captó o entendió Francis Violich?
El vio un camino que ya existía, el llamado camino del este (la calle real de Sabana Grande, que luego va a generar la avenida Francisco de Miranda). Entonces, Caracas tenía la cremallera, pero había que darle el tamaño necesario, de modo que cada propietario de hacienda tuviera la posibilidad de desarrollar, cuando pudiera y a su modo, la ciudad que él quisiera. Por eso Caracas es como una colección de ciudades distintas. Si pasas de La Florida al Country Club y llegas a La Castellana es como si atravesaras varias ciudades europeas. Si nosotros nos ponemos de acuerdo alrededor de lo que ya existe (la cremallera) podemos expandir la ciudad, sin crear roces.
¿Cuáles son las fallas de origen del plan Violich?
No hay conexión entre una urbanización y otra. Entonces, son bolsones estancos. Lo adviertes cuando transitas entre La Castellana, Altamira y Los Palos Grandes, entre otras cosas, porque no se construyeron los puentes sobre las quebradas o por las barreras que imponían los límites de las haciendas. Entonces, tienes que bajar y subir. Algo similar pasa entre El Rosal y Las Mercedes o entre San Agustín del Sur y San Agustín del Norte. Las calles tienen continuidad, pero no se puede pasar. Ese problema lo estamos pagando actualmente, con un agravante. Como había plata se construyó la autopista Francisco Fajardo, que en los años 80 y 90 era la vía rápida más lenta de la ciudad. No se corrigió ese error de origen y una ciudad tan pequeña la atraviesa un río como el Guaire que, si vamos a ver, no tiene comparación con los grandes ríos que atraviesan Londres o París. ¿Qué ocurrió cuando la autopista se congestionó? Le construyeron un segundo piso. Eso produjo un alivio momentáneo, pero en pocos años, se volvió a congestionar y más. Entonces, la autopista se volvió una barrera infranqueable. Caracas no es una ciudad tramada y ese problema lo tenemos tan internalizado que no ha habido manera de que se supere. Voy a un ejemplo: ¿Cómo se resolvió el problema de la vivienda popular? Caricuao, mandando a la gente al quinto infierno, al que se llega… por la autopista.
Caricuao es el error de la democracia. ¿Qué puede decir de la Misión Vivienda, la apuesta del chavismo?
Caracas es una ciudad poco densa. Se trata de una idea contraria a la impresión que uno tiene. Sí, es una ciudad congestionada, pero congestión no es lo mismo que densidad. Y la congestión viene por la falta de trama. Cuando en Misión Vivienda se dice que en Caracas cabe otra Caracas, esencialmente esa afirmación no es equivocada. Pero siguen la misma lógica especulativa que dicen criticar. Es conseguir un terrenito, un estacionamiento, lo que fuera, algo que se pudiera expropiar, algo que se le pudiera quitar a alguien y eso lo trabajas, sin ninguna idea de conjunto ni continuidad. Con la misma actitud de cualquier promotor avaricioso que dice: ¿Cómo le saco la chicha a esto a como dé lugar?
No quisiera pasar de largo, sin antes tomar en cuenta el impacto que tuvo la construcción del metro en Caracas.
1983 fue un año determinante para Caracas. Empieza a funcionar el metro, empieza a funcionar el Teatro Teresa Carreño, empieza a funcionar el Ateneo de Caracas, empieza a funcionar el Foro Libertador. Se inaugura la Plaza Bicentenario. Eso hubiera generado una movida cultural en la zona de Caño Amarillo. Eran obras que realizó el gobierno del expresidente Luis Herrera, pero cuando llegó Lusinchi les echó típex. Bórrenlas. El metro hace accesible la ciudad por toda la ciudad. Y eso genera un cambio socioeconómico y político. Pero ese mismo año recibimos un gran tanganazo: el viernes negro. Entre 1983 y 1989 (año del Caracazo), vivimos todos un momento de desilusión de la esperanza, de repente nos enteramos de que éramos pobres. Eso tiene implicaciones en la ciudad. En 1985 se construye el Paseo Vargas y la avenida Bolívar, que para nosotros era una autopista. Se avenedizó cruzándole calles, tramándola, con grandes aceras homogéneas, inusualmente para Caracas. Pero por motivos que no vienen al caso, las obras que se iban a construir, cuya factibilidad era dudosa, se quedan en el aire. Para el segundo gobierno de Pérez, no hay dinero.
Con la Misión Vivienda regresamos a los componentes estéticos de la ciudad.
Sí, pero también a unos componentes éticos. Nunca se dijo explícitamente, pero creo que se asumió que el comercio pervierte. Lo sabroso de las principales calles de la ciudad es que hay una actividad comercial que la anima y te anima a socializar. Trata de visualizar un edificio de la Misión Vivienda, que tenga actividades a lo largo de la acera, no hay, porque ellos concibieron a la planta baja como una amenaza a la vida social.
Pero ahí se han montado una serie de negocios.
Claro, porque la vida es muy terca. La gente le da la vuelta, pero el planteamiento era bloquear.
La mano invisible del mercado intervine. Y lo que vemos son unos acomodos forzados.
Más que emprendimientos, son resuelves, porque la gente se revela contra esa idea castradora que los excluye de la vida compartida. La gente parapetea, sencillamente para aprovechar que por ahí pasa gente. Que existe la necesidad y puede ser una muy buena oportunidad.
En términos visuales, la ciudad queda segmentada en tramos muy cortos. Esa es la impresión que un peatón puede llevarse, cuando transita por la parte de arriba de la avenida Libertador, por ejemplo. No es un trayecto continuo, sino abrupto.
Incluso, pasar de una cosa a otra, si fuera con una transición, tú podrías decir: chévere, es una ciudad episódica, que puede tener unos momentos gloriosos y otros momentos más grises, pero esto en realidad lo que es un amontonamiento de cosas. No pasas de un capítulo a otro, sino como de un fragmento a otro. Ahora bien, lo que se hace en la avenida Bolívar, desde el punto de vista conceptual, no necesariamente estaría mal. Lo que ocurre es que se hizo con unos edificios excesivamente feos, excesivamente chimbos, mal hechos. La idea era configurar la avenida Bolívar, creándole unos edificios, en lugar de tener ese gran hipo, ese gran hueco, entre Parque Central y las Torres de El Silencio. La demostración de que están mal diseñados es que todos los tendederos están dando hacia la avenida. No hay nada innoble en lavar la ropa, pero si tienes la principal avenida de la ciudad, flanqueada por pantaletas secándose, pues no es la mejor imagen que puedas tener. Pero ahí se produce una cosa gravísima y absolutamente incoherente con un gobierno que se llama socialista.
¿Hay más daños ocultos? ¿A qué se refiere?
Las aceras del Paseo Vargas estaban acompañadas de unos jardines que iban a ser la antesala de los edificios que se iban a construir, dos de ellos se terminaron (El Museo del Diseño y de la Estampa Cruz-Diez y la Escuela de Artes Plásticas). En esos terrenos es donde se construye la Misión Vivienda, pero no hay ninguna previsión de dónde va a estacionar la gente. Tampoco se hace una actualización del transporte público. ¿Qué hace la gente? Se coge esos espacios para poner sus estacionamientos. Una invasión en toda regla, porque tú tenías un espacio público que era tuyo y mío y ahora es de quien se estacione. El gobierno tuvo los santos riñones de llamar a un concurso, con jurado internacional, para recuperar los espacios públicos de la avenida Bolívar, pero con la lógica de un edificio de Altamira, previendo espacios para una sala de fiesta y estacionamientos. Entonces, lo que sería una junta de condominio soluciona un problema semi privado a expensas del espacio público que nos pertenece a todos. Y eso lo permite y lo estimula un gobierno que se dice socialista.
El gobierno creó una misión para la rehabilitación de los barrios, ¿Qué impacto tuvo en la estética de la ciudad?
La ciudad siempre es una representación de lo que está sucediendo en la sociedad. Tiene una influencia muy grande el poder político, así como una gran incidencia el poder económico y una gran visibilidad los paradigmas que mueven la vida cultural. Creo que es dramáticamente transparente cómo el modelo, supuestamente a favor de las clases menos favorecidas, ha despreciado por completo las necesidades de quienes viven en nuestros barrios y comunidades. Cuando comenzó este gobierno, en el siglo pasado, profesores de la Facultad de Arquitectura de la UCV, que venían trabajando en el tema desde hacía mucho tiempo, particularmente Josefina Baldó y Federico Villanueva, propusieron lo que se llamó la Rehabilitación Física del Barrio. Es un programa complejo, sumamente ambicioso, que tiene antecedentes en Río de Janeiro y otras ciudades. Fundamentalmente, ese programa planteaba la necesidad de darle accesibilidad al barrio, trazando vialidad donde se pudiera, para que no hubiera necesidad de subir una distancia equivalente a 40 pisos. Además de identificar cuáles eran las necesidades de servicios básicos (educativos, de salud y seguridad). Eso empezó a funcionar, pero mi hipótesis, mi lectura, es que alguien se dio cuenta de que eso era peligroso, porque cuando tú organizas a la comunidad la empoderas. Si tu propósito es controlarla, eso puede ser inconveniente. Entonces, sacaron a Josefina y a Federico y el programa se fue desdibujando.
¿Perdió impulso? ¿El tema sencillamente se olvidó?
Lo que se hizo fue reformular el programa para adaptarlo a una nueva propuesta: Barrio Nuevo, Barrio Tricolor, que consiste en pintar las fachadas para poner el barrio bonito. Pero eso no resuelve nada. Partamos del hecho de que la gente puede hacer sus casas, eso está demostrado. También las puede pintar. Pero lo que no sabe hacer la gente es un tendido eléctrico, un tendido sanitario; la organización de los servicios de salud, educación y cultura y los espacios públicos, entre otras cosas, porque eso excede las capacidades de la gente. Con los deslaves y los derrumbes, se asumió y lo voy a decir con toda crudeza, esto es una oportunidad para llenar Misión Vivienda. Sácalos de ahí y los metemos en un sitio que improvisemos. Fue lo que vimos en los cuchitriles que se armaron en los estacionamientos del Sambil de La Candelaria.
Como polo opuesto tenemos a Las Mercedes.
Tanta especulación inmobiliaria y los edificios están vacíos. Uno podía asociar las edificaciones del mundo empresarial, el edificio de la Shell, la Torre Polar, el edificio de la Electricidad de Caracas, el de la Cantv, al crecimiento económico del país ¿Qué sede de qué está en Las Mercedes? Los espacios de coworking, que es lo que caracteriza hoy a esa urbanización, es una versión asifrinada de una arepera montada en un edificio de la Misión Vivienda.
*Arquitecto. Universidad Simón Bolívar. Mención Cum Lauden. Maestría en Environmental Design, Universidad de Yale. Docente. Diseñador Urbano. Ensayista. Su trabajo profesional (con Vilma Obadía) ha sido publicado, exhibido y premiado en distintas instituciones y concursos, nacionales e internacionales.
Hugo Prieto
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