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Me dice Miguel Ángel Campos que haría bien en valorar el afán integrador del libro Mariano Picón Salas y Chile, compilado por Gregory Zambrano*, quien a lo largo de tres décadas se ha dedicado a difundir la obra de uno de los mejores, si no el mejor, ensayista de Venezuela. El libro, editado por el sello de la Universidad de Los Andes, recoge el testimonio de 40 intelectuales chilenos y venezolanos sobre los tópicos más relevantes de una obra inabarcable.
Semblanzas, ensayos, piezas periodísticas, reseñas y comentarios se recogen en las páginas de este libro. Asombra la capacidad de trabajo, el legado académico, la construcción cultural y la civilidad de un hombre, nacido en Mérida, que creyó en el diálogo, en los acuerdos, para el mejor devenir del país. Cautiva, además, su capacidad visionaria, incomprendida por la cerrazón del pensamiento parroquial.
Voy a la cita que hace Campos de El tiempo y nosotros, para demostrarlo. Transcribe primero: “La derrota biológica y moral de Venezuela se produce en la renuncia a toda empresa histórica, a una conformidad naturalista con las cosas que ni las dirigíamos ni las creábamos, sino las aguantábamos. El aguante fue entonces la única capacidad del pueblo venezolano. El aguante hizo posible todo lo empírico y arbitrario, la ruptura de toda jerarquía, la renuncia a todo plan y pensamiento creador”. Y luego añade “merece el honor, sobre todo en estos días de nuestra tragedia nacional”. A mí, en lo personal, el ojo me quedó morado.
Pero dejemos que hable el compilador del libro, su conocimiento profundo sobre su coterráneo merideño lo faculta, con la autoridad debida, a exponer el recorrido por la vida del gran ensayista venezolano.
¿Diría que la etapa más fecunda de Mariano Picón Salas como escritor fue la que desarrolló en Chile?
Diría que en la primera fase de su formación intelectual y académica sí lo fue, porque mantuvo una producción sostenida y diversificada, en varias publicaciones, sobre todo en revistas y periódicos. De eso podemos tener una idea muy amplia cuando revisamos el libro que compiló Delia Picón, su hija, que se titula Prosa sin finalidad. Allí se reúnen artículos, ensayos, reseñas, notas periodísticas y otros textos que don Mariano dejó soslayados, no los recopiló, y sólo en 2010 se reunieron en ese libro. Entonces, creo que sí. Desde el punto de vista cuantitativo es una etapa muy productiva. Estamos hablando de un volumen de 380 páginas.
De una pregunta, “¿Cómo salimos de la pobreza?”, cuya respuesta fue “escribiendo un libro”, se publicó Imágenes de Chile que, efectivamente, tuvo éxito editorial. Pero más allá de lo anecdótico, ¿Qué impacto tuvo ese libro?
Ese libro representa para don Mariano no solamente la consolidación de un proyecto de lo histórico chileno, digamos, desde los primeros cronistas, lo que le permitió a él, junto a su maestro, Guillermo Feliú Cruz, revisar en detalle cómo había sido el proceso constitutivo de Chile como Estado nacional. Primero como una región muy rica desde el punto de vista natural y cultural, y cómo había sido vista e interpretada por tantos viajeros que recorrieron su geografía durante los siglos XVIII y XIX. Para Picón Salas representó, además, una especie de inmersión en la historia chilena y la posibilidad de mirar algo que a él le interesaba siempre: la visión en proceso, de sistemas, la visión en conjunto. Entonces, le interesa ver, por un lado, cómo era la vida cotidiana durante esos siglos, así cómo la perspectiva que tuvieron los historiadores del país. Ese libro tuvo buena fortuna y hasta hoy se sigue utilizando como una especie de panorama de la historia, de la cultura, de los procesos políticos y la vida cotidiana de Chile.
Picón Salas toma el testigo que dejó Andrés Bello. Es muy curioso porque ambos son estudiosos del lenguaje, ambos son escritores, diplomáticos y universitarios. Sin embargo, a Andrés Bello le tocó vivir una circunstancia de autoritarismo y a Picón Salas la consolidación de la civilidad en Chile. ¿Qué diría alrededor de este planteamiento?
No, ambas circunstancias fueron difíciles. En el caso de Bello, él llegó a Chile en un momento en que apenas se estaba consolidando el Estado nación y le tocó fundar instituciones: la creación del código civil, la idea de pensar el proyecto y la creación de la Universidad de Chile, asumió el rectorado de esa universidad durante muchos años. Esa plataforma le permitió a Bello explorar y desarrollar, a unos niveles de altísima productividad y de gran importancia espiritual, la conducción de la cultura chilena, hasta el punto de que al día de hoy se le sigue reconociendo como un gran constructor, como una especie de padre de la patria. Picón Salas llega a Chile (1923) cuando el Estado todavía está buscando caminos de consolidación. Si bien ya había un terreno andado, ya había instituciones consolidadas, él intuyó que ya el Estado chileno estaba maduro para emprender proyectos de gran envergadura de cara a los retos que se planteaban en América Latina. Lo dice en su libro Intuición de Chile. Él entendió muy bien esa dinámica y logró establecer relaciones intelectuales, académicas, en un contexto histórico cultural muy dinámico. Quizás sus amigos no lo vieron nunca como un extranjero sino como alguien que venía a ayudar a construir cultura, que venía a educar gracias al bagaje que ya traía y que fue reconocido por los chilenos casi de inmediato. En ambos casos, la experiencia se traduce en resultados tangibles, en resultados concretos.
No sabría decir si ambos fueron víctimas de la escasa institucionalidad que había -y sigue habiendo- en Venezuela. Andrés Bello se quedó esperando sus credenciales de embajador en Londres, que debió aprobar Simón Bolívar y, a Picón Salas, lo dejaron a la deriva en Checoslovaquia. ¿Qué le dice esa circunstancia?
En el caso de Andrés Bello se entendió que era una especie de conspiración que hubo en su contra. Ya en los años londinenses un grupo independentista lo tildó de traidor a la patria, a la causa republicana. Bello se traslada a Chile, quizás porque no abrigaba la esperanza de volver, porque no había condiciones en Venezuela para su reinserción. Eso pasa con muchos venezolanos que se van por un tiempo largo. No encuentran un espacio. El país parece que se cierra. En el caso de Picón Salas pasó algo similar, pero con un detalle particular. Él siempre abrigó la esperanza de volver. De hecho, a raíz de la muerte de Juan Vicente Gómez (dic. 1935), don Mariano, de inmediato, hizo maletas para regresar a Caracas y lo hizo dejando en suspenso toda una labor intelectual y una serie de oportunidades que se le abrían en aquel país, donde se había doctorado, se había hecho profesor y donde había condiciones para su permanencia. Sin embargo, decidió regresar (ene.1936). Ese breve encuentro con Venezuela le permitió entender que, quizás, ya no había espacio para él, porque su postura política y los proyectos que había pensado en todos esos años de formación chocan con un medio que era reacio a las innovaciones. Además, muchos de los que se quedaron en el país bajo la dictadura de Juan Vicente Gómez pensaban que su permanencia en Venezuela era un acto de heroísmo (Recelaban de los jóvenes que se habían ido, pienso de inmediato). La militancia fugaz en ORVE y la creación de un nuevo liderazgo chocó con esa realidad política.
En uno de los ensayos, que a su vez se recopila en el libro, hay comentarios sobre cada uno de los países que Picón Salas pudo visitar en Europa y supo captar los tambores de guerra que pronto se escucharon en todo el mundo. Sí, un instinto que se convirtió en reflexiones sugerentes en toda su obra. Miguel Ángel Campos lo supo valorar en la frase citada arriba. Allí hay una reflexión que podríamos ajustar a la realidad que estamos viviendo. ¿Qué podría decir de esa capacidad visionaria de Picón Salas?
Habría que decir que don Mariano era un gran lector. No sólo de los temas económicos, políticos, culturales. Esa condición agregaba esa agudeza intuitiva. Cuando él recorre Alemania, Francia, Italia, ya estaba inmerso en la cultura checa. Este libro, Preguntas a Europa, se construye y se escribe en 1937. Él intuyó que los problemas de las desavenencias políticas iban a generar un gran conflicto, como lo vimos años después en la Segunda Guerra Mundial. Creo que su formación humanística, de un amplísimo horizonte, le permitió contrastar las ideas preconcebidas de la contemporaneidad europea in situ, recorriendo, paseando, como él decía, los mercados, las plazas y, sobre todo, entender que las sociedades, necesariamente, se construyen también con base en sus contradicciones. Ese libro es una síntesis muy lúcida de un joven intelectual, que tiene 36 años, que va con los ojos muy abiertos, que quiere lo mejor para su propio país y aprovecha esa coyuntura para reflexionar sobre lo que puede pasar en Venezuela en los años sucesivos, si no hay un encuentro, una concordia, si no hay un diálogo abierto, que permita establecer un proyecto viable, de largo plazo, entre los venezolanos, pese a las divergencias ideológicas o políticas de ese momento.
La incapacidad que hemos demostrado los venezolanos para entendernos es un leitmotiv a lo largo de nuestra historia. Lo que asombra, quizás, es que teniendo esas señales de alarma no hayamos podido construir un proyecto de país sostenido. Teniendo eso en cuenta, a lo mejor le hubiera ido mucho mejor a Picón Salas quedándose en Chile. ¿Usted qué cree?
Creo que él lo entendió de esa manera. Habría que mirar los informes que él escribió a la Cancillería (recogidos por su hija, Delia Picón, en un libro que se titula Mariano Picón Salas, embajador de Venezuela). En esos informes técnicos, muy rigurosos, él trata de explicarle a los venezolanos qué cosas podrían utilizarse para mejorar las condiciones materiales del país: establecer vínculos con otras economías, diversificar los productos de exportación de Venezuela, por ejemplo. Yo creo que él estaba inmerso en una atmósfera muy optimista sobre la Venezuela posible, después de 1936. Lamentablemente, chocó con mentalidades parroquianas, con personas que no tenían ninguna intención de abrir el país hacia el mundo y eso lo llevó a tomar una decisión radical, ya no regresar a Venezuela sino a Chile otra vez. Es decir, retomar la labor académica, sus clases en la universidad, sus colaboraciones en los periódicos. Entendió que no había espacio para él en ese momento. Y fue por una coyuntura necesaria, la construcción del sistema educativo, en 1938, cuando lo invitan de nuevo al país, con responsabilidades de formación institucional.
Esa es la misión chilena (ojo, no confundir con la misión cubana). Diría que esa es la etapa más luminosa de la educación pública en Venezuela. Lo que se hizo a finales de la década de 1930 y la década de 1940 en materia educativa y el papel que jugó Mariano Picón Salas en la proyección de la educación venezolana.
Para él fue fundamental pensar en el programa educativo que había tenido éxito en Chile: las misiones pedagógicas. Por eso, cuando regresa a Venezuela impulsa ese proyecto. De hecho, algunos docentes que fueron sus profesores vinieron a Caracas y se dan a la tarea de instruir y formar, según los lineamientos de Picón Salas, en lo que se llamó el Pedagógico de Caracas. Eso fue en 1936, y ya cuando él regresa, después de su decepción diplomática, en 1938, funda la Revista Nacional de Cultura (enterrada por el chavismo). Allí plantea un objetivo fundamental: la necesidad de construir el sistema educativo, porque él está convencido de que la educación es el camino más sólido, más seguro, para establecer nexos de convivencia, nexos de tolerancia y ampliación del saber, para darle a los jóvenes venezolanos una orientación adecuada a las necesidades del país. Allí comenzó una labor extraordinaria que se prolongó durante 10 años, hasta 1948, cuando vuelve a salir en misión diplomática a Colombia, bajo el gobierno de Rómulo Gallegos.
Ese mismo año los militares, encabezados por el general Marcos Pérez Jiménez, deponen al presidente Gallegos y someten a los venezolanos a una feroz dictadura. ¿Cuál fue el destino de Picón Salas?
Él se encuentra con otros exiliados en La Habana, después se va a México, donde colabora con Alfonso Reyes, la gran figura de la cultura mexicana para ese momento. Junto a Reyes funda el Centro de Estudios Históricos del Colegio de México y colabora con la UNAM, con la revista Cuadernos Americanos. Permanece en ese país durante un largo periodo y atiende invitaciones académicas de Estados Unidos y Puerto Rico.
En el año 49 se publica su ensayo Comprensión de Venezuela, en los propios inicios de una nueva ola de militarismo y autoritarismo. Ese libro, por decirlo de alguna manera, fue otra premonición de nuestro devenir histórico.
Creo que ese libro fue escrito entre 1945 y 1948, y él pensaba que la vuelta al poder de un civil iba a generar unas bases políticas sustentadas para modernizar Venezuela. Piensa Comprensión de Venezuela como la necesidad de mirar el proceso traumático que habíamos vivido y abrirse a una posibilidad de un país que entra en el mundo de la modernización, de la sistematización educativa, que se pueda vencer uno de los flagelos que ha tenido el proceso social venezolano –la falta de escolarización de los niños y el elevado analfabetismo de la población, la falta de atención sanitaria-, pero justo con el golpe de Estado a Gallegos, esos sueños se frustran. El libro se publica en medio de una coyuntura, en la cual el país se estaba abriendo a la civilidad y no a la militaridad, el rasgo que ha caracterizado a Venezuela durante el siglo XIX. Ese libro representa una apertura hacia cambios positivos que se frustran.
Picón Salas regresa a Venezuela a la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Realmente, la vida no le alcanzó para mirar el proceso democrático. Muere en 1965, poco más de un periodo presidencial, caracterizado, además, por la violencia patrocinada por el señor Fidel Castro y, en paralelo, el ruido de sables en los cuarteles. Sin embargo, a Picón Salas le da tiempo de pensar el INCIBA, un organismo cultural con rango de Estado. Tenemos allí otro bosquejo, otro hallazgo, de construcción de instituciones.
Lamentablemente, la última etapa de su vida transcurrió entre visiones optimistas, pero también fracasos. La vida apenas le alcanzó para dejar escrito lo que él llamaba el prólogo al Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, que algunos consideraron como su testamento espiritual. Era una segunda apuesta a una apertura optimista, en una Venezuela que se estaba abriendo en los años 60 y tal vez, en ese contexto, escribe su último libro que se titula Suma de Venezuela, que no llegó a ver publicado: una recopilación de ensayos, de perspectivas, que podían encausar, como un elemento contextual, a esa Venezuela que se abría al mundo. Pero, finalmente, entramos a una modernización sin modernidad. Esa coyuntura, para él, fue muy intensa y muy tensa. No olvidemos los años previos, entre 1953 y 1958, años en que se dedica a la docencia en la Universidad Central de Venezuela y a una labor de divulgación a través del Papel Literario de El Nacional. Mariano Picón Salas encabeza, en 1958, la carta con la que los intelectuales venezolanos protestan la escalada represiva de la dictadura. Lo que sería una especie de catalizador de lo que vendría después.
No creo que a Mariano Picón Salas se le haya reconocido su trayectoria y sus esfuerzos. Al menos en el grado que con justeza merece. Más bien resultó ser una figura incómoda para el poder y para los partidos políticos.
La Biblioteca Mariano Picón Salas se proyectó para editarse en 12 volúmenes, de los cuales solo llegaron a publicarse seis. Ese proyecto se abandonó, no se consolidó. Por el contrario, en México hay una valoración maravillosa de Picón Salas, incluso al día de hoy. En Chile también lo hay. Pero en Venezuela, por ejemplo, es muy difícil encontrar las obras sueltas de don Mariano. Vas a buscar Viaje al Amanecer y no lo encuentras. Vas a buscar De la Conquista a la Independencia y no lo encuentras. ¿Por qué? Porque los derechos de publicación de la obra de don Mariano están controlados, muy celosamente, por la Universidad Católica Andrés Bello. Desde el año 2016 yo estoy tocando la puerta de la UCAB para que me dejen publicar una pequeña muestra de sus ensayos, con la idea de reproducirlos dentro del Portal Nacional de Venezuela, donde solamente están Andrés Bello, José Antonio Ramos Sucre, Arturo Uslar Pietri y, por naturaleza, Francisco de Miranda y Simón Bolívar. Pero no ha sido posible.
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*Doctor en Literatura Hispánica por El Colegio de México, Magíster en Literatura Iberoamericana y Licenciado en Letras por la Universidad de Los Andes (Venezuela), de la que se jubiló como profesor Titular. Actualmente es profesor e investigador en la Universidad de Tokio. Ensayista, crítico literario y editor. Ha publicado artículos especializados en revistas venezolanas y extranjeras e impartido conferencias y seminarios en universidades de América Latina, Europa y Asia. Entre sus libros: De historias, héroes y otras metáforas (Universidad Nacional Autónoma de México, 2000), Mariano Picón Salas y el arte de narrar (Universidad de Los Andes, 2003), Cartografías literarias (Ediciones El otro el mismo, 2008), El horizonte de las palabras (Instituto Cervantes de Tokio, 2009) y Paisajes del insomnio (Universidad Autónoma de Nuevo León).
Hugo Prieto
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