Perspectivas

Antonio Torres, el “Loco” del béisbol 

06/12/2020

 

Lo tenía entre mis barajitas más preciadas. Además lo conocía. Era otro de los amigos que mi papá tenía en el estadio.

Era de los habituales visitantes de la casa y también lo veía en el Universitario, era el coach Antonio Torres, mejor conocido como “El Loco” Torres.

Una vez nos fue a visitar acompañado de dos peloteros importados; por ahí debe haber una foto, en algún álbum o alguna gaveta. Nunca supe, ni averigüé quiénes eran. El importante en la fotografía era este “Loco” que se me hacía inevitable, porque era muy de la casa, de las parrillas, de los sancochos, de Pedro Infante, Carlos Gardel y Daniel Santos, de los sábados después de la caimanera cuando no había temporada. Invitado a ver peleas de los pesos pesados y finales de mundiales. Mi papá siempre encontraba una excusa para armar un jaleo, y el “Loco” siempre estaba. 

Fue un militante de la amistad. 

Era muy gracioso. Su hablar era insólito, le atribuía significados que no existían a las palabras  e inventaba otras. “Peligri” en lugar de pedigrí, por ejemplo. Sus compañeros de juego siempre le gastaban bromas para reír con sus reacciones. Era increíblemente inocente, incluso infantil. Solo tenía malicia para el béisbol caribe que jugó desde muy joven. 

Cuando íbamos al estadio el “Loco” siempre estaba pendiente de conseguirnos algún autógrafo, antes o después del juego, de regalarnos una pelota. En realidad estaba pendiente de todos los niños. Cambiaba billetes por monedas de cinco bolívares, y luego las repartía entre los muchachitos que le rodeaban esperando un “fuerte”. Mucho de lo que ganaba lo repartía de esa forma. 

Lamentablemente no faltaron los aprovechadores, razón por la cual, cuando el Loco le ganó un juicio por sus prestaciones a los Leones del Caracas, Miguel Sanabria, posiblemente el amigo que más escuchaba, le aconsejó poner el dinero en un fideicomiso para que no lo gastara en pocos  días. 

Los jugadores que lo tuvieron como coach, recuerdan su dedicación en los entrenamientos. Trabajaba con cada uno.

Los fanáticos del béisbol, y especialmente los caraquistas, lo recordamos haciendo señas en primera, como el coach de una de las mejores épocas de nuestro equipo. Era una de nuestras barajitas, con su uniforme a rayas y el número 34. Aunque después trabajó con los Navegantes del Magallanes y Tiburones de La Guaira, su gran historia en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, fue con los melenudos. 

Los fanáticos del Caracas, sentimos su despido. Era entrañable para todos. 

Cortesía de la familia Montes.

Fue un “padre” para los jugadores, todos los Leones de los 70 y 80 recuerdan al “Loco” como un coach especial, paternal, que se fajaba con ellos, horas trabajando con el fongo,  sesiones extras de bateo y también les hablaba muchísimo. En medio de sus disparates, había sabiduría. 

Nadie mejor que Antonio “Loco” Torres, con el fongo. Aprendió con Alejandro “Patón” Carrasquel el arte de utilizarlo para entrenar a los fildeadores. 

Estoy segura de que Erick Karros, aún cuando su paso por los Leones no fue el más feliz, porque no rindió lo que se esperaba, debe recordar al “Loco” que pasaba horas fongueando con él. Lo debe recodar con agradecimiento. 

Alfonso Carrasquel, Victor Davalillo, César Tovar, Gonzalo Márquez, Antonio Armas, Baudilio Díaz, Andrés Galarraga y Omar Vizquel, son algunos de los peloteros que ayudó a formar en su paso por los Leones. De todos tenía una historia y de todos hablaba bien. Eran sus estrellas, sus pupilos y sus amigos.

Cuando los Leones estaban por firmar a Andrés Galarraga, en una de las prácticas, el prospecto sacó varias pelotas del parque, esos batazos que luego nos acostumbramos a ver. Al finalizar, un periodista preguntó el nombre del novato. Para despistar, porque aún no lo habían asegurado, el “Loco” le cambió el apellido por “Soler”. Al día siguiente, el titular fue: “Novato Andrés Soler impresiona en las prácticas”. 

Años más tarde, en la entrevista que le hicimos César Miguel Rondón y yo para el documental sobre la vida de “El Gato”, nos explicó que hizo eso para protegerlo.

Ese nombre me gustaba mucho porque soy fanático de los hermanos Soler. Uno de ellos se llamaba Andrés, y por eso decidí ponerle ese nombre -nos dijo entre risas. 

Junto a Pedro Infante, Jorge Negrete y TinTan, los hermanos Soler fueron estrellas de esa época de oro del Gran Cine Mexicano, que le gustaba mucho. Estaba enamorado de María Félix y María Antonieta Pons. 

No olvidaré nunca su dolor cuando el féretro de Baudilio Díaz llegó al Estadio Universitario para que lo despidiera la afición caraquista. Lloraba como un niño, y clamaba al cielo por “su hijo”, mientras la urna le daba la vuelta al cuadro y los fanáticos que fuimos hasta allí gritábamos: “¡Jonrón, jonrón!”. Fue la única vez en mi vida que lo vi triste. Nadie consiguió calmarlo. 

Hasta que murió, siempre supe de él. Sus amigos estaban pendientes. Él no dejaba de ir al Universitario, me lo encontraba ahí. 

Sus últimos días transcurrieron donde siempre, en el estadio, en las sillas de las tribunas, hablando con los cerveceros, con los fanáticos y con viejos conocidos, se le veía aliviado, como si aquella mole de cemento fuese  su refugio.

Debió haber sido  un tipo buenmozo cuando joven, lo seguía siendo con todos sus años. Tenía un hoyito en la barbilla, así tipo Kirk Douglas, bigote y cejas pobladas, que al final contrastaban con su pelo blanquísimo, porque se las pintaba con un creyón oscuro. Era ingenuamente vanidoso. 

Fue una de las figuras más queridas de los caraquistas y de nuestra pelota, aun cuando nunca más volvió al Caracas. Siempre lo sentimos como nuestro y lo recordamos como un hombre amable, atento, a veces empalagoso, pero no fastidioso, ocurrente, ingenioso, espontáneo.

Cortesía de la familia Montes.

Nació en Maracaibo el 12 de julio de 1928 y creció en El Saladillo. Tenía ese humor de los marabinos. Allá inicio su carrera en el béisbol, gracias a Ernesto Aparicio, hermano de Luis “El Grande”. Jugó para un equipo semi profesional que terminó compitiendo en Caracas y entonces decidió quedarse para siempre al pie de El Ávila. Trabajó en el INOS (Instituto Nacional de Obras Sanitarias), el organismo que se encargaba de distribuir el agua. Admitía que en 1945 (Aún no existía la LVBP) ganaba mejor salario que en el béisbol. Nunca jugó profesional, pero se jactaba de haber jugado con Luis Aparicio y Alfonso Carrasquel. Su llegada a la LVBP ocurrió en la década de los 50, como técnico, seducido porque ganaba el doble que en la pelota amateur. Óscar “Negro” Prieto atinadamente le pronosticó, contaba El Loco, que él llegaría a ser el coach más popular de pelota venezolana. Así fue. 

Con Magallanes disfrutó el título contra los Leones en la temporada 1993-1994 y se retiró con los Tiburones. Ahí estuvo con Luis Salazar, Luis Aparicio y Jesús Alfaro. 

Abandonó el parque el 23 de junio de 2007 y se fue con su fongo a donde lo esperaba Baudilio. 

Fue un  “Loco” entrañable, que vivió para el béisbol.


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