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Al cierre de 2017, Venezuela acumula 4 años ininterrumpidos de contracción económica y se estima que esta tendencia se mantendrá —o incluso, se profundizará— en 2018. A partir de las cifras —oficiales, extraoficiales y estimadas— conocidas, haremos un breve recuento de la magnitud de la crisis acumulada hasta la fecha.
Venezuela hoy produce dos tercios de lo que producía en 2013. Según el Reporte Anual entregado por el Gobierno Central de Venezuela a la Securities and Exchange Comission de los Estados Unidos (Reporte SEC 2016), el Producto Interno Bruto (PIB) venezolano se contrajo -16,5% en 2016. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la economía venezolana se contraerá -12% en 2017. Considerando estas cifras y recordando que mediante un comunicado del 18 de febrero de 2016 el Banco Central de Venezuela (BCV) confirmó una contracción del PIB nacional de -3,9% en 2014 y de -5,7% en 2015, entre 2014 y 2017 la economía venezolana acumuló una contracción de -33,4%.
Vale decir: para algunos las proyecciones del FMI para 2017 parecen conservadores, reforzado en el hecho de que el Indicador de Actividad Económica calculado por la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional refleja una contracción de -12% interanual en los primeros 9 meses del año 2017.
La liquidez monetaria aumentó más de 8.500% en apenas cuatro años. La aprobación de recursos adicionales de forma arbitraria y desordenada por parte del Gobierno Central sigue inyectando una importante cantidad de bolívares en una economía que es cada vez más pequeña. Según cifras del BCV, la cantidad de dinero que circula en la economía aumentó en 909% entre enero y el 15 de diciembre de 2017; y aumentó en 8.597% desde el inicio de la recesión. En otras palabras, por cada bolívar que circulaba el 30 de diciembre de 2016, hoy circulan 10; y por cada bolívar que circulaba el 27 de diciembre de 2013, hoy circulan 87.
El salario pierde su capacidad de compra con cada segundo que pasa. La gran cantidad de bolívares en circulación persiguiendo cada vez menos bienes y servicios, impulsan el alza de los precios. Las cifras publicadas por el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda) reflejan que el costo de la Canasta Alimentaria Familiar se multiplicó por poco más de 861 entre diciembre de 2013 y noviembre de 2017, al pasar de Bs. 8.349,78 a Bs. 7.190.158,98. Por su parte, la Canasta Básica Familiar se multiplicó por casi 889 en el mismo período, al pasar de Bs. 15.622,05 a Bs. 13.883.365,39.
Si bien el Gobierno Central insiste en que los aumentos de salario mínimo permiten proteger la capacidad de compra de la familia venezolana, los 15 aumentos que se acumulan desde el inicio de la recesión han resultado contraproducentes. A noviembre de 2017 se necesitan poco más de 40 salarios mínimos para cubrir el costo de la Canasta Alimentaria Familiar registrada por el Cenda, cuando en diciembre de 2013 se necesitaban cerca de 3 salarios mínimos. Aunque preocupa, no sorprende pues que los resultados de la última Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) —impulsada por tercer año consecutivo por las universidades UCAB, UCV y USB— reflejaban que para 2016 los ingresos de 93,3% de los hogares encuestados no alcanzan para la compra de alimentos.
Venezuela entró en hiperinflación. Dada la opacidad de las cifras oficiales y el retraso en su publicación, la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional comenzó a calcular un Índice de Precios del Consumidor (INPCAN) siguiendo las mismas líneas metodológicas del BCV; y los resultados muestran que Venezuela entró oficialmente en hiperinflación en noviembre de 2017 al registrar una inflación de 56,7% en un mes y acumulando 1.369% en 11 meses. La AN estima que la inflación llegará a 2.100% para el cierre de 2017.
A través del Reporte SEC 2016 se conoció que el Gobierno Central registró una inflación de 274,4% para 2016, una cifra bastante inferior respecto a la mayoría de los estimados. Resulta aún más curioso que (según cifras publicadas en octubre de 2017) el Gobierno Central de Venezuela le había reportado al FMI una inflación de 302,637% para el año 2016.
La (leve) recuperación del precio del crudo no compensa la caída de la producción petrolera. Hasta el 22 de diciembre de 2017, el precio del barril de crudo venezolano promedió US$ 46,24: se traduce en un aumento de cerca de US$ 11 respecto a 2016, pero es apenas 52% de los promediado en 2014, el primer año de la recesión (US$ 88,42 por barril). En paralelo, para noviembre de 2017 la producción petrolera venezolana promedió 1,837 MMBD, acumulando una caída de 433 mil barriles/día (MBD) en los primeros 11 meses de 2017 y de 497 MBD respecto a septiembre 2016 (último mes en que la producción aumentó). En octubre 2017 la producción petrolera venezolana ya había caído por debajo de los 2 MMBD, lo cual no ocurría desde los años 80.
El comercio bilateral se vino en picada. Según el Reporte SEC 2016, entre 2014 y 2016 las importaciones cayeron 71% y las exportaciones cayeron 69%. Si bien el Presidente Maduro llegó a afirmar que las importaciones de 2016 habían llegado a US$ 17.800 millones, resalta que en el Reporte SEC 2016 la cifra registrada es incluso inferior: US$ 16.370 millones. Esto genera particular preocupación pues —según cifras del BCV— cerca del 60% de las importaciones totales del país son materias primas e insumos para la producción local.
Estimaciones privadas parecen indicar que en 2017 se mantuvo la tendencia a la baja.
Tomando como referencia los 8 principales socios comerciales de Venezuela, ODH Grupo Consultor estima que en el primer semestre de 2017 las importaciones venezolanas cayeron 42,9% en términos interanuales: -50,6% las de bienes de consumo final; -42,4% las de bienes intermedios; y -36,2% las de bienes de capital.
Por su parte, la Asociación Venezolana de Exportadores (AVEX) reportó un aumento de 33% en las exportaciones no petroleras (hacia los principales 20 receptores de mercancía venezolana) en el primer semestre de 2017. Sin embargo, dado que las exportaciones no petroleras representan apenas 5% del total de exportaciones venezolanas, este aumento no logra compensar la caída del ingreso de divisas provenientes de las exportaciones petroleras.
El default parece ineludible. El Gobierno Central sigue intentando demostrar voluntad de pago de la deuda externa, pero la escasez de divisas pone en duda su capacidad de pago. En los próximos cinco años (período 2018-2022), entre intereses y capital, Venezuela, PDVSA y la Electricidad de Caracas deben pagar poco más de US$ 45.680 millones. Sólo en 2018, los pagos suman casi US$ 9.022 millones. En contraste, las reservas internacionales se ubican en apenas US$ 9.641 millones (al 26 de diciembre de 2017).
Vale decir, hay muchos otros compromisos externos que, si bien no están registrados como deuda externa, el Gobierno Central deberá cancelar en moneda dura: al menos US$ 4.000 millones por los fallos que el CIADI ha emitido en contra de Venezuela; entre US$ 12.000 y 20.000 millones en deudas con proveedores internacionales; US$ 482,5 millones que se debe pagar al FLAR hasta 2019; al menos US$ 4.000 millones (según reportes extraoficiales) para recuperar el oro monetario que se ha empeñado, entre otros.
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La actual crisis económica no comenzó con la caída del barril petrolero. La economía venezolana comenzó a contraerse en el primer semestre de 2014, período en el que el barril petrolero promedió US$ 95 por barril. Si bien un aumento sorpresivo de los precios del crudo daría algo de oxígeno al Gobierno Central de Venezuela, salir de la actual crisis económica de manera sostenible requerirá de profundas reformas del modelo económico.
Anabella Abadi M.
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