Fotografía de INDRANIL MUKHERJEE / AFP
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“En las circunstancias actuales de Venezuela, no basta con activar el modo supervivencia: debe activarse el modo antifragilidad”. Eso dijimos como cierre en el Evento Prodavinci que realizamos en el Teatro Chacao, donde estuvieron Yorelis Acosta, Michael Penfold y Asdrúbal Oliveros. A la mañana siguiente, llegó a mi teléfono un mensaje de mi tía por Whatsapp. Me pedía que le explicara lo que quise decir con aquella frase. Pensé en recomendarle que leyera Antifragilidad, el libro del inversionista y matemático Nassim Nicholas Taleb, pero sabía que esa sugerencia no la detendría. Las tías siempre insisten.
Un joven empresario nos dijo una vez que su organización estaba preparada para los cambios que ocurrían en el país. Que en su empresa sabían cómo navegar las alcabalas, cómo acceder a dólares a través del laberinto regulatorio, cómo lidiar con la incertidumbre: que ellos sobrevivirían. En su visión, quienes estaban fuera del país estarían en desventaja por desconocer las dificultades de emprender en Venezuela durante los últimos años: “Nadie evitará nuestro despegue luego de que cambien las cosas”.
Mantener la cabeza cuando tantos la pierden es un logro; no obstante, le advertí que el modo supervivencia no le garantizaba el éxito en el caso de que las circunstancias cambien. Fui lo más ilustrativo posible: imagina que debes aprender a vivir bajo el mar y lo logras gracias a una mutación. Ahora tienes branquias, en lugar de pulmones. Bien por ti. Ahora imagina que por alguna razón ya no puedes vivir en el mar y debes volver a tierra. La mutación que una vez te ayudó ya no te permitirá sobrevivir. Aquello que una vez te salvó ahora asegura tu desaparición.
Derrotada la hiperinflación en Brasil, siete de las diez primeras empresas productoras de alimentos desaparecieron. Las multinacionales entraron y las sustituyeron. Aquel joven empresario haría bien en recordar que aquellas empresas lograron superar el desquicio económico brasileño, pero no pudieron sobrevivir en un entorno donde ya no era una ventaja saber operar en crisis y bajo absurdas regulaciones de funcionarios kafkianos.
El modo supervivencia nunca es suficiente.
La idea más conocida de Nassim Nicholas Taleb es la del cisne negro. Así llamó a aquellos fenómenos que tienen una baja probabilidad de ocurrencia (imposibles de conocer a priori), pero con un potencial de impacto tan grande que cuando ocurren cambian el curso de la historia.
En 2012, Taleb publicó Antifragilidad como parte de una serie de libros llamado Incierto. Allí definió la antifragilidad como la propiedad de un sistema que se beneficia ante la presencia de incertidumbre, volatilidad, shocks, errores, ataques y fracasos. Lo frágil es aquello que se rompe ante un golpe. Lo antifrágil es aquello que cuando recibe un golpe, se fortalece.
La idea de antifragilidad es provocadora y tiene múltiples aplicaciones. El uso que hice de esa idea en el Evento Prodavinci fue instrumental. Es una idea-herramienta que puede ayudar a interrogarnos y a sostener una conversación estratégica -que en medio de la crisis quizás pueda sonar fuera de lugar o inapropiada, pero que considero necesaria. ¿Cómo fortalecerse en medio de una crisis cuando muchos piensan que incluso su supervivencia está en riesgo?
No todas las personas (ni las empresas) conseguirán una respuesta práctica alrededor de la idea de antifragilidad, pero eso solo podrán saberlo luego de explorar posibilidades que sobrepasan el modo supervivencia.
Conviene recordar que habrá quien se fortalezca en medio de la crisis: siempre habrá quien pueda volver a respirar en la tierra luego de haber logrado vivir en el mar.
Ángel Alayón
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