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Por sus propios medios, echando mano de los ahorros, Yorelis Acosta*, psicóloga social, asistió al más reciente congreso sobre Psicología y Política, realizado en Santiago de Chile. El tema de Venezuela no mereció atención especial, a pesar de los tres tsunamis migratorios que han impactado los sistemas de salud y asistencia social en países como Colombia, Perú y el propio Chile.
De las propias ponencias, de los intercambios y de las menciones a la realidad venezolana que se hicieron en este evento, Acosta tiene una perspectiva más profunda de las excepcionalidades que caracterizan el proceso político que, en clave de conflicto, se prolonga ya por 25 años. No hay una guerra, o la hay de baja intensidad y, como siempre, la primera víctima es la verdad y una nueva patología: la salud Mental.
¿El tema Venezuela se debatió en el Congreso de Psicología Política que se realizó en Chile?
Mi conferencia lleva por título: “Migración y Suicidio. Dos Indicadores de un País en Crisis”. Pero el tema de Venezuela no despertó mayor interés, aunque colegas de Colombia, Perú y Chile, pudieron haber señalado algún tipo de vínculos o trabajos sobre la migración venezolana, ¿verdad? Pero eso no ocurrió. Mantuve contactos con colegas de España, de Brasil, por ejemplo, y me percaté del desconocimiento que hay sobre nuestra realidad. Uno da por hecho que un académico debe estar informado. No fue el caso. Confunden las cosas. A mí, un psicólogo español me tachó de antichavista, tal como lo había hecho con Maritza Montero, quien está retirada. Y mi respuesta fue ¿Tú no te has enterado de que la academia y las universidades venezolanas, públicas y privadas, no compraron el proyecto chavista, no han apoyado el gobierno? Incluso, algunos psicólogos sociales, que coquetearon con el chavismo en años anteriores, retrocedieron rápidamente. Para este psicólogo español, los venezolanos que emigraron a España son unos pantalleros, gente con mucho dinero, que maltrataba a los otros.
No le falta razón. El enchufado es un clon del mayamero de los años 80.
Exacto, pero eso no lo entendían. Yo les decía: no, no puedes generalizar. No todos los que se fueron del país son adinerados. El enchufado, por ejemplo, es el nuevo venezolano que hizo plata con el chavismo. Plata, en muchos casos, mal habida. Explicar los tres tsunamis migratorios que ha habido en el país, fue importante. Además, la migración es un fenómeno complejo, entre otras cosas, porque el venezolano que se fue a Europa tiene características distintas al que se fue a América Latina, algunos de ellos a delinquir.
Para las próximas elecciones del 28 de julio, el Consejo Nacional Electoral impuso restricciones para los venezolanos que viven en el exterior. ¿Qué supone para esos venezolanos, que quieren expresarse, que quieren votar, el hecho de que no puedan hacerlo?
Allí hay dos cosas que yo resaltaría. Uno, los venezolanos que están afuera y dos, los venezolanos que nos hemos quedado. Son lecturas distintas. A mí me preocupa muchísimo el caso de los más jóvenes, menores de 30, a quienes, en un porcentaje que no podría señalar, no les interesa la política, no saben quienes son los candidatos, no entienden el tema del poder. Lo veo en las universidades (tanto en la UCAB como en la UCV), y el trabajo de las Ongs para estimular la participación, la formación de liderazgos y valorar la democracia busca responder a ese desinterés, a esa desconexión. Creo que los políticos deberían generar una respuesta, que no puede ser tradicional, porque los jóvenes no ven televisión, no escuchan radio. Entonces, yo voy a votar por el Conde del Guácharo, porque el tipo echa chistes… Y ya. Tenemos que hacer una pregunta generacional ¿Cómo voy a captar a los más jóvenes? Y ya quedan dos semanas.
¿Y lo segundo?
Seguimos con una campaña tradicional, de concentraciones y movilizaciones. Son los adultos los que responden a ese llamado, los que tienen mayor conciencia de participar, votar, defender, estar. Son muchas las razones, una de ellas es que mis hijos regresen al país.
El miedo es el mecanismo más eficaz de control. Diría que hay dos tipos de miedo. Miedo a que los cambios y transformaciones que promete Maduro profundicen la crisis. Miedo, además, a que Maduro ejerza el poder durante 18 años. Entonces, las expectativas individuales y el campo laboral serán nulas. ¿Qué lectura hace de ese nivel emocional?
Ciertamente, el chavismo jugó al miedo, siempre, como forma de control. Miedo a que te quiten la bolsa de comida, miedo a que pierdas el trabajo, miedo a la delación. Ellos lanzaron ese fantasma, que hizo mucho daño. Yo voy a saber por quién votaste, cosa que no era cierta, pero funcionó. Yo no necesito golpearte para que me tengas miedo, la sola amenaza produce miedo. Pero también nos dieron lecciones de la furia que puede tener el gobierno, cuando se ensañaron con gente a la que encarcelaron, miedo a expresarnos en público, la censura, la autocensura, el miedo ha estado allí. Ha sido una herramienta. La segunda herramienta es el manejo de la incertidumbre.
También vimos la furia del gobierno en 2014 y 2017, con la represión y los asesinatos en las calles.
La herramienta tiene distintos niveles: desde lo más contundente hasta lo más abstracto cognitivo, por decirlo de algún modo. Eso está claro. El gobierno asume los costos, pierde popularidad durante un lapso, pero después cambia la estrategia. Los venezolanos vivimos con miedo, no solamente por la dinámica política sino por la violencia social. 2024 no es 2014 o 2017, es otra realidad y tienes que tener clara esa fotografía, con casi ocho millones de venezolanos menos. Las manifestaciones no van a tener la misma contundencia que en el pasado, pero a mí me llaman la atención la contundencia, los niveles, que han alcanzado.
Una segunda herramienta es la incertidumbre.
Una de las formas de romper el equilibrio emocional de la gente es con información ambivalente y con escenarios inciertos. Ocurrió durante la pandemia, porque las certidumbres del mundo se quebraron. Y eso no lo soporta la gente. Siempre se jugó a la incertidumbre. Anunciaron elecciones para el 28 de julio, pero también fantasmas… ¿Y si no hay elecciones? ¿Si se suspenden las elecciones? Allí estás aumentando la incertidumbre. Y la gente angustiada.
Puedo anular la tarjeta de la Unidad, puedo aplicar una nueva medida restrictiva del voto, como la que obliga a los testigos de mesa a pertenecer a las circunscripciones donde votan. Puedo tomar otra medida entre gallos y medianoche.
La incertidumbre, desde mi punto de vista no es una emoción, es una condición que no sabemos manejar. Está presente en nuestras vidas y, por esa razón, no debemos tenerle miedo. No es nada amigable para la gente. Entonces, el gobierno juega con eso. Todo lo que pueda generar incertidumbre y generar dudas está allí. Eso es sal y pimienta para todo este escenario. Ahora, miedo y manejo de la incertidumbre, no son las únicas emociones y condiciones que están allí presentes. Por mucho tiempo, el desgaste político conlleva, a su vez, a un desgaste emocional. Hay sufrimiento psicológico continuo. Después de cinco años de emigración, por ejemplo, los venezolanos no entienden que las familias tienen otra estructura. Que tus parientes se fueron y no van a regresar. Que tu manera de relacionarte con ellos es otra. Afortunadamente, existen los teléfonos y otras plataformas, pero eso se vive con mucho sufrimiento. Pero tenemos otra emoción aquí: la desesperanza, además, trabajada por laboratorios.
¿Cómo es eso?
La desesperanza viene dada por el hecho de que los ciudadanos hemos intentando varios mecanismos (para restablecer la democracia) y ninguno ha dado resultados. Al final, la conclusión es: no importa lo que yo haga, el cambio no se va a producir. Esa es la desesperanza. Se ha jugado a eso también. Y, en contraposición, el gran reto de la oposición es generar esperanza. ¿Cómo vas a contraponer la esperanza al miedo y a la incertidumbre? La gran tarea de los políticos es contar bien los votos. Hay otras emociones en juego y lo vi en el Congreso, un ponente brasileño estableció una relación directa entre la falta de salud mental y la poca participación de la gente y el deterioro de la democracia. Esa ventana de análisis está presente en Venezuela, porque el deterioro marcado de las condiciones de vida, producen emociones que desdicen de la credibilidad en la política, en las instituciones, en la democracia. ¿Qué había encontrado desde el punto de vista psicológico? Mucha depresión, ansiedad, trastornos del sueño, duelos, colapsos nerviosos y mucha vulnerabilidad.
María Corina Machado ha concentrado su campaña en ciudades intermedias (entre 150.000 y 200.000 habitantes). Ese recorrido es interesante porque da por hecho que las grandes ciudades votan contra el oficialismo.
Eso está muy bien. En sus inicios, el chavismo llegó a definirse no tanto como una expresión política del mundo rural, pero sí de la Venezuela profunda. Entonces, dada la inclinación del voto en las grandes ciudades, vámonos a esos espacios, que a lo mejor fueron abandonados y hay que recuperar a la gente y ese contacto. Caracas es una burbuja y en el interior hay muchas penurias. Entonces, es importante hablarle a esa población. Hay entusiasmo y la gente está respondiendo. Con la sola emoción no se gana un proceso electoral. Pero está presente, más ahora, de cara a las elecciones.
Al día de hoy, si haces la pregunta, ¿Tú crees que va a haber elecciones? La gente se lo piensa.
Sí, el juego de la incertidumbre, el fantasma. Eso va desgastándote. Es la desconfianza en las instituciones. Si miras los procesos electorales en otros países, la gente vota vía online, emite su voto por correo. Nosotros estamos en el otro extremo. Desconfianza absoluta en los mecanismos, en las instituciones, en la gente.
Si bien en Venezuela no vivimos una guerra, como en Gaza o Ucrania, una de las principales víctimas del conflicto político es la salud mental.
Uno de los trabajos que más me llamó la atención es el de Salud Mental y Política. No lo había visto así. Yo sé que la gente no se siente bien en Venezuela. Lo sé porque hay indicadores objetivos, desde el aumento de las solicitudes para la atención psicológica hasta la falta de respuestas locales y nacionales para atender los casos de salud mental. Los hospitales colapsados y los especialistas emigraron. Entonces, a mayor demanda hay menos opciones. En Venezuela todavía estamos peleando con el estigma y son las mujeres las que buscan ayuda. Por supuesto, la salud mental se pierde en situaciones de violencia prolongada, en medio de la guerra y los conflictos internos. En Venezuela, vivimos una situación muy particular, a partir de 2017 vivimos una situación distinta. Los hipermercados, los carros de alta gama, aparentemente no hay crisis, pero si te metes en los barrios ahí te vas a encontrar con el deterioro de todos los indicadores de la salud mental. Falta de respuestas, migración, suicidios.
Ha señalado algunos elementos psicológicos: el miedo, la ausencia de expectativas, el deterioro de la salud mental, la frustración. ¿Qué podemos decir de las condiciones psíquicas, anímicas, emocionales, presentes en esta campaña electoral? ¿Son elementos distintivos de esta campaña?
Sin duda. Cada vez que nosotros vamos a elecciones, aumenta la esperanza y la alegría. Pero cuando la oposición pierde, la gente se cae al sótano tres. Cada vez cae más duro, más abajo. Ese es el desgaste. Por eso la tarea de los líderes de oposición es cada vez más difícil. ¿Cómo saco a la gente del sótano tres, donde está metida? Entonces, sí. Es un elemento que está presente. Pero trabajar desde la sola conexión emocional no es suficiente. Es importante, más no suficiente, porque tienes otros elementos contextuales, como las condiciones electorales, por ejemplo. Y los tienes que tomar en cuenta.
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*Psicóloga Clínico y Social. Investigadora del área sociopolítica en el Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes, UCV). Líneas de Investigación: Conflictividad y Salud Mental. En los últimos ocho años, se ha concentrado en estudios de frontera, migración, suicidios, salud mental de los venezolanos en tiempos de crisis.
Hugo Prieto
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