Perspectivas

Un eterno vallenato llamado Colombia // #Rusia2018

Fotografía de Antonov Mladen para AFP

19/06/2018

Hay una idea preconcebida en Venezuela de cómo los colombianos escuchan vallenato. Supongo, determinada por la cantidad de emigrantes que venían de las zonas más pobres y que trataban de esconder sus tristezas en eternas parrandas de gritos y alcohol.  

Pero la realidad es que cuando uno pasea por el país vecino, se encuentra infinidad de hostales (“Fondas”, le dicen), barras y tiendas de esquina, donde esta música, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial Mundial por La Unesco en 2015, suena solo para que los recuerdos sean más dolorosos.

Se trata de una especie de catarsis. El acordeón invita a la lágrima, a la nostalgia más brava, la mayoría de las veces por lo que pudo ser y no fue. Después de ese exorcismo, musical, la vida continúa, como debe continuar en un país que aún no ha hecho la paz con su pasado y que le teme a su presente.

Hay muchos tipos de vallenatos, vale la pena aclararlo: en clave de merengue, paseo, puya y son. Algunos son infernalmente muy rápidos, pero me atrevo a asegurar que el rey de todos es el romántico, que en Colombia tuvo su edad de oro en la década del 70.

Uno de los clásicos y más bonitos, que ganó el Festival del Vallenato en 1986, se llama Ausencia sentimental. Hoy en día es el himno de esta competencia y narra el despecho de un juglar de Valledupar por no asistir al evento, debido a que se encuentra en Bogotá, estudiando, y la familia no tiene cómo ayudarle con los pasajes.

Dice así:

Ya comienza el Festival, vinieron a invitarme

ya se van los provincianos que estudian conmigo

ayer tarde que volvieron preferí negarme

pa’ no tener que contarle a nadie mis motivos

yo que me muero por ir y es mi deber quedarme

me quedo en la capital por cosas del destino…


Porque el medio de mis viejos es tan humilde

que me dan para venirme y en diciembre regresar

encerrado temblando escribí una letra

que detallen mi tristeza mi ausencia sentimental…

Es una canción muy, pero muy triste y una de las pocas que realmente me gustan porque, curiosamente, si bien mis padres son de Colombia, el vallenato nunca sonaba en casa. Allí reinaban los boleros, los tangos, las baladas, el rock y los ritmos afrocaribeños.

Todos los grandes vallenatos, los realmente grandes, son más amargos que un crossover entre Marco y la Ranita Demetán. En Venezuela, sin embargo, el género se metió por los palos gracias a Carlos Vives y la pegajosa La gota fría, tema inmerso en Clásicos de la provincia, que daría la vuelta al mundo.

En ese cd, Vives canta uno de los temas más versionados del género, que parece  sacado de Cien Años de Soledad: Alicia dorada. La autoría se le atribuye a un tal Juancho, un compositor supuestamente muy bohemio, que se vio obligado a salir del pueblo para buscar unas medicinas para su amada. En el territorio vecino se emparranda y cuando llega ya es tarde, entonces corre al cementerio y escribe:

Como Dios en la tierra no tiene amigos
Como no tiene amigo’ anda en el aire
Tanto le pido y le pido ay hombe
Siempre me manda a mi male’.

Pobre mi Alicia’licia adorada
Yo te recuerdo en todas mis parrandas

Allá en Flores de María
Donde to’ el mundo me quiere
Yo reparo a las mujere’ ay hombe!
Y no veoa’licia la mía.

Podríamos seguir con muchos más: Matilde Lina, La vieja Sara, El amor amor, hasta llegar al clásico de Omar Geles, Los caminos de la vida, uno de los grandes éxitos de Vicentico, cantante argentino de los Fabulosos Cadillacs.

A estas alturas y si ha llegado hasta aquí, se estará preguntando si se equivocó de autor, porque seguramente estaba buscando una columna sobre fútbol y no de música. Pues precisamente de eso se trata. Colombia en los mundiales de fútbol es vallenato en estado puro, un eterno lamento, una historia trágica de lo que pudo ser y no fue.

Está en su ADN: entre más favorito es Colombia, más contundente es su desgracia. Como en 1994, cuando se devolvió rápido a casa después de una pobre actuación ante Rumania y Estados Unidos. La imagen de ese fracaso fue el autogol de Andrés Escobar.

¿En qué otro país podría ser sinónimo de muerte una jugada accidental? Solo en este Colombia. No obstante, ya antes, en 1990, en aquel partido contra Camerún, René Higuita y Luis Carlos Perea (le devuelve la pelota al portero que estaba de espaldas) enmudecieron a sus fanáticos regalándole el gol a Roger Milla.

En 1998, después de caer ante Rumania, Hernán “Bolillo” Gómez botó de la concentración a su mejor delantero: Faustino Asprilla. El resultado posterior fue un zarandeo por parte de Inglaterra, con un David Beckham en rol protagónico.

En 2014, sin embargo, no se esperaba mucho de Colombia y llegó lejos, tanto que la frase “era gol de Yepes” aún suena por estos lados. Es la referencia al tanto del defensa que fue anulado por posición adelantada. Quién sabe si se hubiera validado si el rival no hubiera sido el local, Brasil.

Para 2014, Colombia tenía a uno de los grandes atacantes de Europa: Radamel Falcao. Quinto lugar de la votación por el Balón de Oro FIFA; segundo en el Premio Puskás a los goleadores de Europa; máximo artillero de la Uefa y… se lesionó antes de comenzar el Mundial.

Perea, Higuita, Escobar, Asprilla, Falcao y ahora en Rusia 2018, Carlos Sánchez. La “Roca”, uno de los mejores jugadores de la selección, el termostato, el hombre que se encarga de que nadie se acerque a los defensas y al arquero, metió una mano por puro instinto ante Japón.

Fue un Déjà vu para los que tenemos alguna conexión con esta selección, desde aquel golazo de Freddy Rincón a Alemania en 1990. ¿Qué hubiera pasado si simplemente deja correr la jugada? Es una de las tantas preguntas inútiles que permiten discusiones eternas en las tascas.

Ya en la previa del encuentro, todo pintaba mal para Colombia. Sin James, el equipo de José Pékerman es medio equipo. No es que Juan Fernando Quintero lo haya hecho mal, por el contrario. Su gol reavivó las esperanzas ante los samuráis. Pero está a años luz de desequilibrar como el jugador del Bayern de Munich.

El ingreso de James en el segundo tiempo fue la confirmación de los problemas que tiene para correr, para patear y para –lo más importante– habilitar al delantero estrella, Falcao. Y esa es otra paradoja del equipo, ahora que está uno bien, el otro no.

En el vallenato que más se conoce fuera de tierras colombianas, dos acordeoneros se enfrentaron. Según cuenta la historia, a uno de ellos, del miedo “le cayó la gota fría”. Veremos si Polonia es el “Moralitos” de este duelo, porque no hay mañana.

Como canta Emiliano, quien compone la canción según la leyenda, o “me lleva él o me lo llevo yo pa’que se acabe la vaina”.


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