Perspectivas

The Mandalorian

La fuerza de la historia es el intenso lazo emocional que se establece entre Mando y el Baby Yoda.

05/01/2021

Todos aman la vida, pero el hombre valiente

y honrado aprecia más el honor.

William Shakespeare

(Alerta de Spoilers)

Lo que caracterizó a los estoicos fue su devoción al deber, al que consideraban implícito en la razón cósmica. Para obedecer a las leyes de dicha entidad divina debían dominar sus pasiones. Tal vez, la mejor manera de ilustrar al estoicismo es con el impasible Señor Spock de Viaje a las estrellas, quien afirmaba: “El dolor es cosa de la mente. La mente se puede controlar «. Ahora nos encontramos de nuevo con otra versión de esta filosofía en un producto cultural más reciente: The Mandalorian, la serie de streaming dentro del universo de Star Wars.

Retorno a las fuentes

Para los fanáticos de dicha franquicia, hay un atractivo inherente en esta historia, ambientada después de los eventos de El retorno del Jedi, en la que un mercenario mandaloriano, al que apodan Mando, interpretado por el actor chileno-norteamericano Pedro Pascal, de repente desarrolla una conciencia moral y se embarca en una aventura que cambiará su vida y a la de muchos personajes del universo de Star Wars.

El imaginario de Star Wars posee mucha fuerza, riqueza y atractivo. Esto es especialmente verdad respecto a las dos trilogías originales de la franquicia, donde su creador, George Lucas, tenía todo el control creativo. Las secuelas de dicho imaginario se han encontrado con la dificultad de no tener algo realmente nuevo e inspirador que aportar.

Afortunadamente, The Mandalorian posee el impulso de la originalidad. Rechaza el recorrer caminos trillados y se atreve a explorar por territorios vírgenes del imaginario de Star Wars. De esta forma, tenemos la fortuna de disfrutar de una saga que posee su propia personalidad, y que se ha posicionado como uno de los mejores productos de la franquicia en años.

«The Mandalorian» se nutre del imaginario de Star Wars y, a la vez, explora nuevos caminos.

Jon Favreau, el creador de esta serie, no cayó en la tentación de simplemente reproducir los tópicos más externos del imaginario, sino que hizo bien su tarea. Por una parte, evitó la presión comercial de tratar de complacer a los fanáticos. Por otra, se fue a las fuentes, donde todo se renueva. Echó mano de los materiales que tanto inspiraron a Lucas, como fueron las películas de vaqueros y samuráis, así como la fantasía de Flash Gordon. Todo esto, tejido con las categorías del Viaje del héroe de Joseph Campbell.

A partir de este retorno a las fuentes rescata, de forma innovadora, muchos de los elementos del imaginario de Star Wars. En tal sentido, es notable la introducción del personaje “Baby Yoda”, quien se convirtió en todo un impacto. Mucho del éxito de la serie se debe a este gracioso personaje, que es un miembro joven de la misma raza a la que pertenece el maestro Yoda. Sabemos muy poco de la raza del maestro, a quien conocemos desde El imperio contrataca. A pesar de que Yoda fue representado por un muñeco de titiritero, se convirtió en un icono cultural. Ahora se vuelve a repetir el efecto, pues “el niño”, con su inocencia y ternura, se gana el corazón de la audiencia.

El chico conmovedor

The Mandalorian ofrece un magnífico diseño de producción, una vívida construcción de mundos fantásticos, y la combinación de un personaje recio conmovido por una criatura adorable. Además, en los papeles secundarios, descubrimos a importantes personalidades haciendo memorables cameos. De esta forma, nos encontramos con el cineasta alemán Werner Herzog (Nosferatu, el vampiro y Aguirre, la ira de Dios) en un consistente papel de villano, así como a Carl Weathers (el Apollo Creed de Rocky) como el poco confiable capo de los cazarrecompensas. Por ese mismo camino, reconocemos la voz de Nick Nolte detrás de un amistoso Kuiil.

Visualmente, The Mandalorian posee una imponente puesta en escena. Son muy cautivadores los paisajes de otros mundos. Hay mucha rememoración de la estética desértica del espagueti western. Además, la puesta en escena es muy respetuosa con la imaginería de la franquicia, la cual expande de una forma orgánica. Por otra parte, los efectos visuales son de primera categoría para la televisión, los creadores tuvieron el buen tino de reducir la animación por computadora a un mínimo. Se puede afirmar que esta producción está muy por encima de lo que usualmente se destina para fuera de la gran pantalla.

Nick Nolte interpreta a Kuiil, el sabio y amistoso ugnaught.

Todo a lo que nos hemos referido es al empaque, pero lo importante está en el núcleo dramático. A pesar de que ya ha sido explotado en otras ocasiones y bajo diferentes ropajes, no deja de ser muy emotivo cuando un niño en riesgo encuentra protección por una persona fuerte que tiene que bajar sus defensas emocionales. Ese recurso lo vimos en Gloria (John Cassavetes, 1980), así como en El perfecto asesino (The profesional, Luc Besson, 1994). En ambos casos se trata de thrillers donde un adulto cínico toma bajo su protección a un menor perseguido por peligrosos criminales. También hemos visto el mismo tema en registro de crítica social en La vida por delante (Edoardo Ponti, 2020) con Sophia Loren. En todos estos ejemplos, tiene lugar el fenómeno estudiado por Emmanuel Lévinas del descubrimiento del otro, es decir, cuando nos encontramos desbordados por la compasión por un ser humano en el que antes no nos reconocíamos.

En The Mandalorian, la fuerza de la historia es el intenso lazo emocional que se establece entre Mando, el cazarrecompensas despiadado, y el Baby Yoda. La magia entre ellos es tan grande que sobrepasa el hecho de que Mando nunca se quita su bruñido casco, y que el niño no sea más que un artificio de guiñol.

Amar el destino

Aunque Mando ejerce de mercenario, un oficio muy poco moral, paradójicamente practica un riguroso código, que los mandalorianos denominan “Credo”, el cual consiste en la ética de un guerrero. Dicha ética es parte constitutiva de la cultura mandaloriana. Tiene como propósito seguir un camino de honor.

Esta entronización del honor es muy semejante a la que llevan a cabo los sumarais. Ellos poseen un código denominado Bushido, el “camino del guerrero”. También recuerda mucho a los estoicos en su búsqueda de la virtud, quienes, por cierto, también utilizan la metáfora del camino.

Para los estoicos, el verdadero camino de la razón es el camino correcto y puede traer dificultades y obstáculos, sin embargo, el camino debe seguirse independientemente de sus dificultades. Como dijo Séneca: “Escabroso es el camino hacia la cumbre de la dignidad” (Epístolas a Lucilio, 84).

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El estoico debe aceptar el destino, pero, para lograr eso, debe aprender a descubrir el orden que se oculta detrás del desorden. Tal orden es la providencia divina que nos pone pruebas para desarrollar nuestro significado existencial. Dicho en términos más contemporáneos, nos toca el desafío de descubrir la racionalidad universal detrás del caos cultural y la crisis política que caracterizan al posmodernismo.

El gran arco dramático de esta serie, que ya lleva dos temporadas (2019 y 2020), ha consistido en la misión autoimpuesta por Mando de salvar al “niño” de las fuerzas oscuras, provenientes de los restos decadentes del imperio galáctico, que le persiguen, y luego, encontrarle un lugar seguro. Para cumplir ese propósito, Mando ha tenido que recorrer un camino de dificultades, donde estas alimentan los temas de cada capítulo.

La odisea del Mandaloriano

Se cuenta que, en una ocasión, el sabio Epicteto, quien durante su juventud fue esclavo en la antigua Roma, fue mandado a castigar por su dueño. Mientras el instrumento de tortura iba torciéndole la pierna, Epicteto se limitó a decir al verdugo: «¡Mira que la romperás!». Cuando finalmente el hueso llegó a fracturase, Epicteto añadió con un tono sereno: «Te lo dije. Se rompió». Esa hazaña de fuerza de carácter se convertirá en el ejemplo paradigmático de su escuela de filosofía: el estoicismo.

La historia de la filosofía occidental tiene dos tipos de éxitos. En primer lugar, los evidentes, como los diálogos de Platón. ¿Quién no admira a Sócrates o la lógica de Aristóteles? Se nos hace difícil pensar sin las categorías de substancia y accidente, por ejemplo, cuando decimos la casa es verde.

Luego, están otros, los menos evidentes, pero tal vez más influyentes, aunque de forma subrepticia. En este segundo sentido, destacan la metafísica neoplatónica y la moral estoica. Ambas impregnan a la mayoría de los autores, no siempre de forma explícita. Encontramos neoplatonismo en todos los místicos especulativos, como el Maestro Eckhart, así como en muchos pensadores, como Schopenhauer o Hegel. De la misma forma, el estoicismo aparece en autores tan dispares como Kant o Nietzsche.

La conciencia de Mando le dicta el deber de salvar al “niño”.

El estoicismo es una escuela de pensamiento desarrollada después de Aristóteles, cuando entró en decadencia la ciudad democrática griega. La aparición de los grandes imperios, macedonio primero, romano después, hicieron imposible la libertad. Así que la libertad se refugió en la interioridad del hombre. Este fue el camino introspectivo que siguieron los estoicos, junto con los epicúreos y los escépticos.

El estoicismo es una filosofía que rechaza la autocomplacencia. Su meta es el dominio sobre sí mismo, para cumplir con los deberes que se derivan de nuestra naturaleza humana. Su ideal es ser capitán de la propia alma, como reza el poema Invictus de Ernest Henley. O como dice otro poema de talante estoico, Si… de Rudyard Kipling, quien recomienda: “mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor la pierden y te culpan a ti”.

Por todo eso, el estoicismo es una filosofía de la fuerza de carácter, de la disciplina de las pasiones a la voluntad. Este sometimiento de las pasiones no es para convertirnos en personas sin emociones. Todo lo contrario. Se pretende hacernos inmunes al miedo, la ira, el odio y, de esta manera, convertirnos en obedientes a la razón humana, la cual se subordina a la divina. Aunque Mando no es un caballero Jedi, su honor es similar en cuanto evitar caer en el lado oscuro de la Fuerza.

El gran desafío es encontrar el sentido de la vida. Y este no existe sin servicio a los demás. Esta es una idea bastante subversiva en una época en la que parece que nos hemos ahogado en nuestro propio narcicismo. Solo queremos derechos y nos hemos olvidado de los deberes. La conciencia de Mando le dicta el deber de salvar al “niño”, aunque eso vaya contra sus intereses y tenga que poner en riesgo su propia vida. La compasión suele ser una severa maestra.


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