Perspectivas

Rocío Castañeda: “Buscamos que los colombianos se vean reflejados en la historia de un venezolano”

13/01/2022

Rocío Castañeda, Oficial de Información de ACNUR para Colombia. Fotografía cortesía de ACNUR.

El éxodo de venezolanos es el más grande en la historia reciente de América Latina y el Caribe. Cifras conjuntas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indican que actualmente hay poco más de 6 millones de migrantes y refugiados venezolanos en todo el mundo, y cerca del 80% de ellos radicados en la región. 

En Colombia, el país que concentra el mayor número de migrantes y refugiados venezolanos en el mundo, las cifras más recientes de Migración Colombia indican que había 1.842.390 migrantes y refugiados venezolanos en el país vecino al corte de agosto de 2021.

Muchos de los refugiados y migrantes venezolanos que llegan a Colombia lo hacen en condiciones de gran vulnerabilidad y enfrentan retos importantes para satisfacer necesidades básicas de acceso a derechos como una vivienda digna y una nutrición óptima, entre otras. La pandemia de covid-19 ha agravado la situación para estos migrantes, muchos de los cuales dependen de la economía informal y vieron sus opciones de ingresos severamente limitadas a causa de las medidas de confinamiento impuestas durante 2020 y 2021, y de la crisis económica derivada de la pandemia.

Rocío Castañeda, quien ocupa el cargo de Oficial de Información Pública de ACNUR en Colombia, nació en Bogotá, hija de un padre procedente de Santander, un departamento al norte de la capital colombiana, y de una madre de familia ecuatoriana.

Desde muy joven, Rocío disfrutaba del trabajo comunitario, especialmente con niños. Mantuvo siempre la intención de hacer de la comunicación una herramienta de construcción de paz y derechos humanos.

Estudió periodismo en la Universidad de La Sabana e inició un diario comunitario llamado “Nuestra Voz”, producido por niños y jóvenes del barrio El Codito, que escribían los artículos a mano.

Más tarde trabajó en una radio comunitaria y se vinculó con iniciativas del Ministerio de Comunicaciones de Colombia que promovían la radio comunitaria en el país. Siguió trabajando con ONGs en pro de distintas causas sociales y en comunicación comunitaria, hasta que se unió al equipo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Como Oficial de Información Pública de ACNUR en Colombia, Rocío Castañeda ha sido una figura clave en el desarrollo de iniciativas como Somos Panas Colombia, una campaña dirigida específicamente a niños, que busca combatir los brotes de xenofobia en contra de la población migrante venezolana incentivando la solidaridad y la integración de los más pequeños.

¿Qué es lo que más preocupa en torno a este histórico movimiento migratorio y a las condiciones en las que llegan los migrantes y refugiados venezolanos a Colombia?

Muchas de las personas que salen en las condiciones actuales y desde hace unos 5 años, no salen porque quieren sino forzados por la situación socioeconómica y política que está viviendo Venezuela en este momento. Por esto, este grupo de personas salen de su país en una condición de vulnerabilidad y con una afectación importante de sus derechos.

Hay necesidades de todo tipo. Hay necesidad de conseguir un lugar digno donde vivir, una fuente de ingresos que les permita suplir sus necesidades básicas. Hay necesidades de alcanzar niveles óptimos de nutrición para los niños, necesidades de acceso a la educación y necesidades relacionadas con la integración: llegar a las comunidades de acogida y tener una convivencia sana y pacífica.

También identificamos un riesgo de protección por las manifestaciones de xenofobia. Entendemos que en el flujo migratorio y movimientos mixtos a gran escala como este se presentan éstos sentimientos de rechazo y discriminación.

El flujo de personas no ha parado, y en la medida en que no veamos un cambio en las condiciones en Venezuela, las personas se seguirán viendo presionadas a salvaguardar sus derechos y a buscar dónde protegerlos.

En el contexto de la pandemia, esas necesidades se han vuelto aún más complejas, y si bien la pandemia nos ha afectado a todos, ha golpeado más fuerte a aquellos que ya estaban en una situación de vulnerabilidad, como es el caso de los refugiados y migrantes venezolanos.

Rocío Castañeda, Oficial de Información de ACNUR para Colombia. Fotografía cortesía de ACNUR.

¿Cómo ha afectado la pandemia a los migrantes venezolanos en Colombia?

En su gran mayoría, la población de refugiados y migrantes venezolanos dependían de la economía informal, y cuando comienzan a producirse las cuarentenas y el cierre de la economía, se han visto profundamente impactados. Muchos incluso fueron desalojados. Esto expuso a mucha gente a los riesgos de la calle. Sin tener un lugar para proteger a sus hijos, la situación se volvió muy difícil. Es una situación muy compleja en la que inciden muchos factores.

¿Qué retos ha planteado la pandemia en la atención e integración de estos migrantes?

Nosotros, y muchas organizaciones que trabajan con la población venezolana, tuvimos que virar y desarrollar nuevas formas de acompañar a las personas y de poder continuar el trabajo.

Nosotros tenemos una estrategia de orientación a la población venezolana para poder informarle sobre cuáles son las rutas de acceso a derechos, tanto rutas que ha desarrollado el Estado colombiano, para que los niños entren al sistema educativo, por ejemplo, o para que sean atendidos de urgencias en salud, hasta procesos educativos sobre los pasos para el reconocimiento de la condición de refugiado.

Teníamos estos puntos de atención y orientación PAOS, en todo el país, y cuando apareció la pandemia tuvimos que cerrar estos puntos de atención y cambiar a líneas telefónicas. Ahora tenemos cerca de 50 líneas telefónicas que cumplen ese mismo servicio pero por teléfono.

Así, hemos tenido que hacer ajustes en la estrategia de trabajo de ACNUR en muchísimos aspectos, con el objetivo de mantener algo que nosotros llamamos los “monitores de protección”: ese contacto que nos permite entender los riesgos que las personas están enfrentando constantemente; y también para poder continuar con el trabajo de protección.

Pese a que muchas de las cosas se volvieron no presenciales, a través de las oficinas de terreno de ACNUR (tenemos 10 oficinas de terreno), los colegas han seguido trabajando en la primera línea, acompañando a las comunidades, haciendo misiones esenciales junto a la población venezolana.

Desde ACNUR se han venido desarrollando acciones para dar respuesta a la creciente problemática de la xenofobia contra los venezolanos en Colombia. Un ejemplo es la campaña Somos Panas Colombia, que inició en 2017 y que busca combatir expresiones de intolerancia y rechazo hacia los venezolanos. 

¿Qué motivó a ACNUR a desarrollar esta campaña y cuál es su objetivo?

La xenofobia plantea un riesgo de protección e implica una barrera para que las personas puedan acceder a sus derechos. Se manifiesta de múltiples maneras: por ejemplo, no permite que un niño que llega a un colegio pueda integrarse y estudiar en un ambiente sano. La xenofobia implica que se le presenten barreras a las personas para reclamar un servicio social, o en su capacidad de acceder al mercado laboral; y también puede producir manifestaciones de violencia directa.

Por esa razón lanzamos la campaña Somos Panas Colombia en 2017. Esta campaña lo que intenta es crear un espacio para compartir historias de personas venezolanas que permitan hacer esa conexión, esa generación de empatía. Buscamos que los colombianos se vean reflejados en la historia de un venezolano, solo por ser una persona, un ser humano.

Lo que buscamos es generar empatía, solidaridad, y desalentar la xenofobia. Quitarle validación social al hecho de discriminar, que así uno no lo crea, en algunos casos está bien visto. Hay quienes pueden estar de acuerdo con aseveraciones como »Colombia para los colombianos», y ahí, en la base, hay un sentimiento de rechazo y discriminación contra el extranjero. Entonces se busca quitar esa validación social al hecho de discriminar, de marcar el «ellos» y el «nosotros».

También la campaña busca ser una canal de información para la población venezolana, para que pueda conocer la información sobre cómo recibir y proteger sus derechos.

Y finalmente, buscamos favorecer la integración: que los colombianos nos demos la oportunidad de reconocer en la población venezolana no sólo a las personas vulnerables que debemos proteger, sino también la potencialidad y riqueza que puede constituir el encuentro con una persona que trae una cultura diferente que puede enriquecer al país.

Rocío Castañeda, Oficial de Información de ACNUR para Colombia. Fotografía cortesía de ACNUR.

Una de las iniciativas dentro de la campaña Somos Panas Colombia es el componente llamado Súper Panas, que está orientado a trabajar el tema de la xenofobia específicamente con niños, niñas y adolescentes.

¿Existe alguna anécdota puntual o algún caso que haya motivado a incorporar esta iniciativa dentro de la campaña? 

Es la primera vez que me lo preguntan. Y sí. Hubo un detonante de Súper Panas.

Un día en el correo de la campaña recibimos un correo de un niño de 14 años que nos contaba su testimonio. Primero nos agradeció por dar un mensaje de bienvenida y luego nos contó su historia. El niño estaba en un colegio en Bogotá y estaba siendo víctima de xenofobia. Nos contó que le dolía profundamente. En el colegio le decían: «muerto de hambre: vete a tu país, no te queremos acá», y eso lo sumió en un estado de depresión.

Eso nos impresionó mucho. Son niños. Niños que estaban siendo afectados en su salud mental por la xenofobia. Iniciamos conversaciones con UNICEF sobre esto, y determinamos que esta afectación particular que están sufriendo los niños y las niñas venezolanos debía ser atendido.

Nos preguntamos, ¿cómo contamos con los niños venezolanos y colombianos para revertir un poco el problema?

Adaptamos un kit que ya habíamos diseñado, pero en esta ocasión, para niños. Lo que buscamos es ubicar situaciones muy cotidianas que viven los niños, en las que se puede disparar esa manifestación de discriminación y rechazo.

Otro niño, colombiano, activa o pone en ejercicio una habilidad social que destruye al monstruo de la xenofobia. Tenemos piezas en las que un niño está en casa haciendo su tarea, y de pronto el papá está viendo el noticiero. Aparece una noticia en la que se dice que atraparon a una banda de ladrones y uno de los integrantes era venezolano. Entonces el padre hace la generalización de que todos los venezolanos son ladrones, y el niño es el que activa su poder y sensibilidad e interviene, pidiéndole a su padre que no generalice.

Nos interesaba reconocer el poder transformador de los niños, que pueden ser aliados en esta lucha contra la xenofobia.

Hay colegios en los que se ha trabajado con varias de las cartillas y contenidos que proponemos para desarrollar estas habilidades. Hicimos un proceso muy chévere con los scouts, que agrupan a más de 10.000 niños en Colombia. Hicimos formación para formadores, enseñándoles estas habilidades de Súper Panas a los líderes de los scouts y ellos replicaron la información con los chicos.

Hicimos una versión de Súper Panas en tiempos de coronavirus, que ha sido un contexto detonante de discriminación en el que han aparecido falacias como que es la población venezolana la que no cumple las normas de aislamiento. Entonces hicimos una adaptación de este componente de la campaña.

Rocío Castañeda, Oficial de Información de ACNUR para Colombia. Fotografía cortesía de ACNUR.

Después de 3 años desde el inicio de la campaña, ¿qué balance hace con respecto a las expresiones de intolerancia hacia migrantes y refugiados venezolanos en Colombia? ¿Qué retos faltan por superar?

En la medida en que el flujo de personas no ha parado, lo que hemos visto es que las personas llegan cada vez más en condición de vulnerabilidad. Entonces, efectivamente, eso genera una presión sobre la sociedad, las instituciones, el acceso a servicios sociales, y por lo tanto, aumenta la tensión en la comunidad de acogida. En la medida en que el contexto continúa presentando todos esos desafíos, no podemos decir: «Listo, lo logramos. Ya todos nos amamos».

Lo que sí creemos es que a través de la campaña hemos logrado equilibrar el diálogo sobre estos temas. Hoy la conversación no es imperante. No es lo único que existe. La xenofobia aún está presente y hace daño, claramente, pero hay muchas otras voces que la cuestionan, que desmienten el mito. Esas voces equilibran la conversación y aportan otros elementos.

Creo que hemos elevado y reconocido voces de solidaridad que también son cruciales. Si bien la xenofobia existe, también hay miles de manifestaciones de solidaridad cotidiana. Hemos resaltado la importancia de esas voces y el reconocimiento social a esas voces, porque eso es lo que habla bien de Colombia.

También hemos avanzado en la importancia de hacer frente a la xenofobia. Nosotros tenemos un diálogo muy cercano con Migración Colombia, El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, el Ministerio de Trabajo, desarrollando y apoyándolos con estrategias anti-xenofobia. Esa incidencia de que sean las instituciones del Estado las que solicitan ayuda para trabajar los temas de anti-xenofobia nos parece muy importante.

Los primeros que deben responder a esto son los gobiernos, y la experiencia de la campaña sirve para que las instituciones empiecen a promover procesos y programas anti-xenofobia.

Hay todo tipo de retos aún. El fenómeno continúa. Los riesgos de las personas siguen vigentes, les ponen en condición de vulnerabilidad y aún se genera tensión social.

A comienzos de 2021, el Gobierno de Colombia anunció la creación del Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos, que permitirá la regularización de muchos venezolanos que se encuentran en Colombia. Se trata de un hito en el reconocimiento y protección a los migrantes y refugiados venezolanos en América Latina y el mundo. 

¿De qué manera esta medida impacta en las perspectivas de integración de los migrantes y refugiados venezolanos en Colombia?

Creemos que el Estatuto Temporal de Protección es una gran oportunidad. Tendrá desafíos en su implementación, pero va a permitir que las personas puedan estar regulares en Colombia y puedan, efectivamente, tener mejores caminos para proteger sus derechos. Pero sobre todo, van a poder proyectar si quieren integrarse en el país: a la educación, al trabajo y al emprendimiento.

La primera responsabilidad de protección de las personas refugiadas y desplazadas son los estados. ACNUR complementa el trabajo de los estados: les apoya para que mejoren su respuesta, y trabajamos de la mano de la población para pensar en temas de restitución de derechos.

Hacemos asistencia humanitaria básica en contextos de emergencia, así como la protección de los derechos enfocada en que las personas alcancen una solución duradera. Ésta puede ser volver en condiciones de dignidad, voluntariedad y seguridad a su lugar de origen, o lograr el reasentamiento en un tercer país, o la integración local, que en este contexto es la más propensa para la población venezolana en Colombia. Muchas de las personas venezolanas tienen vocación de permanencia y seguramente lo que hay que pensar es cómo se pueden integrar de manera eficiente a Colombia.

Al abrir las puertas para que la población venezolana esté regular en el país, sencillamente se abren las puertas de acceso a derechos. En cosas tan simples como que, con ese número tan alto de población irregular, casi un millón de personas, actualmente esas personas sólo tienen atención de salud por emergencias. Por ejemplo, una mujer embarazada, que necesita controles prenatales para prevenir una emergencia en el momento del parto, ese control prenatal, que no está considerado como una emergencia, se encuentra fuera del alcance de una mujer venezolana embarazada en condición migratoria irregular.

Entonces estamos pensando que una mujer muchas veces llega al parto sin saber cómo venía el niño, qué riesgos se podrían presentar. Son todas esas profundas barreras en el acceso a derechos que el estatuto va a poder romper y dejarnos en una mejor condición de equidad y acceso a derechos.

Otro ejemplo: si bien el gobierno había dicho que todos los niños y niñas tienen acceso a la educación porque prima el derecho de los niños a la educación, efectivamente un chico podía entrar y cuando llegaba al bachillerato, si no tenía papeles regulares migratorios no le podían entregar el diploma. Entonces, ¿qué hacemos con un chico de 16 o 17 años que ha estudiado pero no le dan un diploma? ¿Cómo lo integramos? ¿Cómo lo reciben en estudios técnicos o universitarios si no tiene cómo certificar que es bachiller? Entonces sólo le queda la calle y la economía informal.

El sistema bancario debía abrirle las puertas a los migrantes con el PEP (Permiso Especial de Permanencia), pero se presentaron muchas barreras. Y es difícil conseguir empleo si no tienes una cuenta bancaria. Hay montones de obstáculos.

El estatuto aumenta las posibilidades de acceso a derechos y de integración. Ya no se va a tratar de cómo proteger a dos millones de personas sino de cómo contamos con dos millones de personas más para construir este país. Cómo sumamos su capacidad, su saber hacer y su cultura.


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