Los seis actos del arca de letras y teatro universal

Fotografía de viaLibri

28/06/2023

Primer Acto:

En el pórtico de su obra escrita entre 1784 y 1814, Arca de Letras y Teatro Universal, Fray Juan Antonio Navarrete de su puño y letra consigna su voluntad:

Anticipándose a Kafka, en casi siglo y medio, su voluntad estuvo a punto de cumplirse cuando un espeso y persistente anonimato se extiende a lo largo de casi 200 años, ignorándose su producción y desapareciendo la mayor parte de su obra. En efecto, cerca de 30 manuscritos desaparecen sin dejar rastro, salvo las citas del propio autor.

Probablemente, su carácter agrio, inquisitivo, proveniente de su curiosidad y su humorismo y el que su obra consignase temas más o menos escabrosos como, por ejemplo:

  1. Que algunos sacerdotes, en su tiempo, efectuaban misas de réquiem contra personas vivas, que eran odiadas por esos padres.
  2. Que se dictaban excomuniones contra los ratones y contra los delfines que destrozaban las redes de los pescadores.
  3. Nos cuenta la prisión de un canónigo de la catedral de Guayana por la vida escandalosa que allí llevaba.
  4. Narra acerca de una monja que se fugó del convento y se fue a vivir con un médico.
  5. Ataca duramente a los jesuitas y a la inquisición.

No es de extrañar el que sus manuscritos se quemaran siguiendo diligentemente su voluntad con el beneplácito de sus Superiores y afectados por sus denuncias. Así como los adversarios de sus ideas.

Segundo Acto:

Durante casi 150 años, el silencio y el largo olvido se ensaña con la obra de Fray Juan Antonio Navarrete.  Solo es en 1954, que el maestro, filósofo, educador e investigador Juan David García Bacca en su Antología del pensamiento filosófico venezolano, realiza un estudio y selección de la obra de Fray Juan Antonio Navarrete.

Es este el primer acercamiento, casi 150 años después, cuándo se le reconoce como el portador de las ideas ilustradas del siglo XVIII en Venezuela.

Tercer Acto:

En 1962, el musicólogo José Antonio Calcaño lleva a cabo para la biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, una selección de la obra, entonces inédita, de Fray Juan Antonio Navarrete. La edición fragmentaria de la Academia fue precedida de un prólogo en el que el profesor Calcaño realiza una semblanza de Fray Juan Antonio Navarrete, así como una selección cuidadosa de su contenido. De esta manera, se instala en la historiografía venezolana, un texto que constituye una fuente de enorme importancia para la comprensión del pensamiento y el desarrollo histórico de Venezuela en el siglo XVIII.

Para el profesor Calcaño, Fray Juan Antonio Navarrete era un verdadero erudito y el campo de sus actividades intelectuales eran ilimitados. Conocía bien los clásicos griegos y latinos, los españoles e italianos del renacimiento, los filósofos antiguos y modernos.
Estaba al día en sus informaciones.

Cuarto Acto:

En 1993, la Academia Nacional de la Historia publica la edición íntegra del Arca de Letras y Teatro Universal, bajo la conducción, estudio preliminar y edición crítica de Blas Bruni Celli. De esta manera, casi 200 años después, tenemos finalmente, una enciclopedia de puntos, cuestiones, noticias, experimentos, secretos, descubrimientos, sucesos y varias cosas pertenecientes a diversas ciencias, artes, facultades, asuntos y materiales de toda clase.

Lo que se planteó Blas Bruni Celli fue como hacerle justicia póstuma a aquel inquieto monje franciscano que había vivido en su celda atiborrada de libros, administrando los minutos para escribir su obra, y casi seguramente incomprendido en su tiempo y en su entorno. Según Blas Bruni Celli en esta Arca de Letras, el padre Navarrete demuestra que poseía una inmensa variedad de intereses culturales.

Pareciera que hubiera querido abarcar con sus lecturas toda la extensión del conocimiento de su tiempo, representando así un claro ejemplo del enciclopedismo cultural. Para Bruni Celli, el autor tiene voluntad para mantener una marcada constancia estilística dentro de su obra y una fuerte cohesión en cuanto a las referencias internas no solo dentro del Arca misma, sino también en relación con las otras obras perdidas.

Su letra es clara y constante. A lo largo del Arca se aprecia una permanente uniformidad caligráfica y la expresión tiende a ser precisa, pulcra y bien cuidada. El Arca de las Letras y Teatro Universal, según Blas Bruni Celli es un ejemplo indiscutible de que las bibliotecas americanas recibieron los libros de la ilustración, y que fueron estudiados y comentados. Navarrete viene así a representar la muestra evidente de un intelectual, ávido lector, que supo y pudo sintonizarse e identificarse plenamente con el movimiento cultural de su propio tiempo y para quien no fue obstáculo el hecho de vivir en una lejana colonia, separado de los centros culturales, por distancias astronómicas, privado de información directa e inmediata, y posiblemente, limitados por las naturales censura que le imponía celosamente la Inquisición y la Corona.

Finalmente, Bruni Celli, consigna que su esfuerzo y el de la Academia es el de rescatar su ejemplo y su memoria.

Quinto Acto:

El reto formulado por Blas Bruni Celli, de rescatar la memoria de fray Juan Antonio Navarrete, es recogido en pleno Delta del Orinoco, entre diciembre de 1999 y marzo del 2000, por nuestro escritor, ensayista, crítico y educador José Balza, quien escribe un ensayo al que títuló: “Una imagen: Fray Juan Antonio Navarrete”.

En este ensayo, José Balza cataloga la obra del Arca de Letras y Teatro Universal de Navarrete, como sencillamente alucinante. En donde habitan clasificaciones borgianas, diccionarios que remiten a lo imposible, exactitud y fantasía, conocimiento y curiosidad sexual. La fragilidad de lo profundo.

Según Balza, dentro del Arca, el libro único quiere ser un diario, una historia, un recuento; fija, sucesos y noticias, observa la vida de los vecinos; pero también posee esos momentos en el que un detalle de la realidad, transfigurado por la escritura (o la fantasía) se convierte en cuento y, concluye con esta lapidaria frase: “el padre Navarrete podría ser un puro precursor del cuento venezolano”.

Probablemente, por eso es por lo que Balza reclama que este hombre merece ser arrancado a los dos siglos que lo separan de nosotros para instalarlo en la más intensa actualidad. Desde ese momento, el maestro José Balza no ha dejado de transitar los más diversos escenarios y temas sin que, con la habilidad que lo caracteriza, deslice un comentario o una cita sobre Fray Juan Antonio Navarrete y lo convierta en un tema de reflexión sobrevenido y un descubrimiento para la mayoría de los auditorios. En esa campaña nos encontramos como lectores en esta maravillosa librería. Acompañándolo.

Sexto Acto:

En diciembre del 2010, Antonio Federico Corredor Aveledo presenta su trabajo de grado en la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Católica Andrés Bello, titulado: “La lexicografía como erudición: el arte diccionarista de Juan Antonio Navarrete” y tomando como una de sus fuentes el “Estudio de lexicografía antigua de Venezuela” de Francisco Javier Pérez en el que califica el trabajo del Padre Navarrete como el caso más antiguo en la lexicografía técnica venezolana. Para el investigador Corredor Aveledo, la obra de Fray Juan Antonio Navarrete constituye una pieza única en la historia de la lexicografía antigua en Venezuela, en la que se inscribe como fundadora de una nueva forma de hacer diccionarios durante el período colonial. Toda su obra, buscará fijar en el tiempo datos, informaciones, historias, convirtiéndose en un enlace entre la tradición que lo precede y el futuro.

Navarrete vive bajo un afán eminentemente enciclopédico, pues desea conocerlo y anotarlo todo. En sus páginas entran en diálogo los temas más disímiles, los autores más extraños, los hechos más extraordinarios como un terremoto sucedido en su ciudad, el vuelo de un globo aerostático o los términos más frecuentemente usados en la retórica. Navarrete introducirá su voz para incluir su propia visión del mundo dentro de esa que muestra en su obra.

Cómo dice José Balza en su ensayo: “Hoy, para nosotros, Juan Antonio Navarrete es una imagen imaginante: el centro de un pasado, la prospección de lo que estamos siendo. Él lo sabía.”


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