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Más que a Diego de Losada, el conquistador que fundó Santiago de León de Caracas, el 25 de julio de 1567, este lunes, cuando se cumplieron 449 de esa fecha, se recordó a William Niño Araque, el arquitecto que dedicó su vida profesional a estudiar esta capital, recorrerla, divulgarla y defenderla.
William Niño Araque (1953-2010) escribió decenas de columnas sobre Caracas, describió sus características y dolores en conferencias y en los medios de comunicación; especialmente en la radio, donde no sólo tuvo un espacio que compartía con sus colegas María Isabel Peña y Federico Vegas, sino que era una fuente habitual cuando se quería reflexionar sobre la urbe y polemizar con sus autoridades.
Se acudía a él por su enorme conocimiento de Caracas y por la pasión que esta le inspiraba. Un amor, por cierto, que no era idílico. Albergaba antipatías, cuando no franca tirria por ciertas intervenciones urbanas y edificaciones, como la que le inspiraba “el volumen descomunal de 35 pisos, ferozmente impuesto sobre una de las esquinas de la Plaza Altamira”.
Soldar, recuperar, coser
En el año 2003, lo entrevisté para El Nacional. Chávez había tenido uno de esos raptos de autocrítica y había reconocido (sin que supusiera ningún correctivo posterior, naturalmente) el desastre en que se encontraba Caracas. Era una buena ocasión de sondear a William Niño para que respondiera el comentario dicho en la alocución semanal del Presidente. Ese año se cumplía, además, una década de la publicación, en El Diario de Caracas, del artículo donde Niño Araque postulaba cien ideas para hacer realidad la brillante promesa que entraña Caracas.
Tres años antes de hacer esa entrevista, cuando Alfredo Peña fue electo alcalde Caracas, William había escrito una nota, en El Nacional, titulada “Retos para la Alcaldía Mayor”.
—El desafío de Alfredo Peña —dijo entonces William Niño— para los próximos tres años está en construir sobre lo ya construido, en reordenar, soldar, recuperar, coser, sanear y rehabilitar lo ya existente.
Le recordaba sus cien ideas y le recomendaba que su paso por la historia de Caracas debía basarse en su la capacidad de convocar la ciudadanía, (“la colaboración de los virtuosos”) y “la esperanza de optar reformas inéditas de una nueva urbanidad”. Como es sabido, Peña pasó por el cargo con más pena que gloria. La esperanza que, según William, debió encarnar se disolvió en rumores de negociados cuya traza se conocerá en su momento. Pero William no guardó silencio. Aún con Peña en el cargo, en aquella entrevista que le hice en 2003, manifestó su decepción ante los oficios de Peña como alcalde.
—Es muy injusto y muy hipócrita por parte del Presidente atacar en público y con tal intensidad a Bernal —me respondió cuando le mencioné la crítica de Chávez—. Sin duda, él ha sido el peor alcalde que ha tenido esta ciudad y este país en toda su historia. Sin embargo, es injusto Chávez con este alcalde, porque su gestión no ha sido pésima por incompetencia sino, sobre todo, porque la ha dedicado a darle estructura a la violencia urbana con el fin de sostener al Gobierno; y, de hecho, ha sido uno de los grandes soportes del Presidente, a través de las huestes de vándalos que controla. Y es hipócrita porque el reclamo de Chávez, además de tardío, no se corresponde con ninguna acción concreta que remedie en algo el estado calamitoso en que se encuentra Caracas.
Para William, las pruebas de que Chávez odiaba las nociones de ciudad y de modernidad, eran “la confiscación de los espacios públicos para destinarlos a cultivos urbanos, que implica la conuquización de Caracas; la promoción del buhonerismo; la mugre y el deterioro de las calles; todos esos discursos donde arremete precisamente contra rasgos esencialmente venezolanos, como las altas densidades de las concentraciones urbanas, las autopistas… Chávez encarna la vandalización de todo lo público y especialmente de lo urbano”. Un proyecto que, tal como recordó también en la entrevista, incluía las acciones de Giordani, “autor de la estrategia contra la capitalidad de Caracas en la forma de un plan económico que elimina todas las grandes inversiones para esta ciudad y la descalifica para cualquier posición de relevancia y protagonismo en la región. Lo único que Caracas aporta en este momento es una alta cuota de tragedia y muertos: la ciudad padece de zozobra y de la extenuación, la fricción máxima, el desgaste de sus habitantes, condenados a sufrir las colas, los huecos de las calles, la suciedad, la vagabundería del alcalde Bernal. Y yo lamento tener que emplear la palabra vagabundería, pero ése es el vocabulario que nos ha dejado tanto maltrato urbano”.
Y, sin embargo, es la mejor
En 2003, dos años antes de llevar a cabo su estupendo proyecto “Caracas cenital”, William Niño pensaba que Caracas nunca había estado peor; y que eso se debía a la ausencia de una política de Estado orientada a revalorizar la ciudad con un proyecto de capitalidad en la región. “Mientras Caracas se debilita cada vez más, Bogotá se fortalece y La Habana recibe miles de millones al año del gobierno venezolano además de cuantiosas inversiones europeas que convertirán a la isla en una potencia turística en el Caribe. Mientras Caracas pierde su frente marítimo (con la creación del estado Vargas, que produjo una situación legal y territorial de desmedro para Caracas), Cartagena de Indias se prepara para liderar el mercado de congresos internacionales. Mientras el centro histórico de Caracas se devalúa hora tras hora, San Juan de Puerto Rico valoriza el suyo. De manera que Caracas se margina cada vez más de la posibilidad de pertenecer al circuito de las grandes urbes del Caribe”. Duele pensar que todo eso se agravó hasta la locura.
Sin embargo, en esa misma conversación volvió sobre su idea de que Caracas es mucho mejor que todas esas ciudades hermanas. Por su “topografía prodigiosa”, porque es un valle orientado en sentido este-oeste, que recibe los vientos alisios; por el Ávila, volcado hacia el Caribe; por su clima, que garantiza excelente temperatura todo el año y una extraordinaria biodiversidad botánica y paisajística, con la capacidad de atesorar palmas, chaguaramos, samanes; y con el Caribe a diez minutos.
Pero, desde su perspectiva, pese a su inmensa potencialidad, los caraqueños no habían sabido habitar un territorio edénico. Caracas, decía, estaba indefensa y todos sus agresores impunes. “Para colmo, se libra en ella un enfrentamiento entre los alcaldes que conviven en su área, incluido un alcalde mayor, que es de la oposición y no entiende la ciudad, porque Alfredo Peña nunca ha querido a Caracas y está muy lejos de entenderla. Han pasado tres años y a él lo único que le ha interesado es la Policía Metropolitana en la medida en que constituye una prenda política. Ya perdió el momento para generar los grandes eventos, los congresos, los encuentros con los promotores, las asambleas ciudadanas… La lucha canalla entre Peña y Bernal agotó a la ciudad y no le dejó ningún proyecto”.
El jardín más grande del mundo
En 2005, cuando se inauguró, en los espacios cálidos de la Galería de Arte Nacional, la exposición “Caracas Cenital”, una iniciativa de la Fundación para la Cultura Urbana, de la que William Niño era fundador y directivo, la periodista Rossana Miranda lo entrevistó y le hizo una pregunta que cosechó una respuesta genial.
—¿Qué rasgos hacen de Caracas una ciudad caribeña? —quiso saber Rossana Miranda.
—Esta ciudad —puntualizó William— es un aro perimetral que envuelve en su interior el jardín más gigantesco del mundo: el Ávila. Tiene un frente marítimo que se extiende desde Catia La Mar hacia Naiquatá y llega hasta Los Caracas, un frente interior que va desde El Junquito, Catia, Petare, Guarenas-Guatire. Es el alma de un valle y un frente abierto al Caribe. La brisa es marítima y limpia el lugar todos los días con vientos desde Barlovento, que a su vez vienen de África y del Atlántico. Es toda una maquinaria de funcionamiento planetario que hemos olvidado.
Para concluir, ella lo interrogó acerca de su amor por la ciudad donde había nacido y cómo hacía para perseverar, en medio de tantos factores negativos.
—Caracas —le contestó él— es una expresión del caos, que es energía. Amo de la ciudad su energía y, en consecuencia, su caos. Amo esa manera como sobre el recinto del valle reposan todas las contradicciones: pobreza, ejecuciones violentas, altas densidades, esplendor, clima, naturaleza, paisaje, ecología. Caracas es una ciudad con una personalidad dominante, fuerte y espléndida. Creo que es una ciudad extraordinaria porque tiene desafíos con resolución. Todos los problemas son difíciles, de largo alcance, pero tienen solución.
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Este texto fue publicado originalmente en Prodavinci el 31 de julio de 2016.
Milagros Socorro
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