COVID-19

La pandemia y yo

Fotografía de Daniele Marzocchi | Flickr

17/11/2020

Te sugiero hacerte esta pregunta: ¿cómo has reaccionado ante la grave pandemia que nos tocó vivir este año?

Enfrentamos las crisis severas de salud con las reservas físicas, psicológicas y sociales, fortalezas y debilidades que hemos recabado hasta el presente, así como con dos poderosos sistemas inmunológicos que están en contacto permanente y se influyen mutuamente: el biológico y el psicológico. Comparto contigo cómo funciona en mí ese binomio: la pandemia y yo.

Ha sido difícil enfrentar esta situación de pandemia grave, nunca antes experimentada y que requiera medidas extremas. Les confieso que quedé noqueada desde su inicio, por la dolorosa partida de un sobrino médico, muy querido, quien fue víctima prematura de la covid-19 mientras trabajaba en un hospital en Murcia, España, adonde había emigrado. No pudimos despedirnos de él. Sumado a esto, familiares y amigos se enfermaron; afronté el miedo natural que muchos sentimos ante la pandemia y la posibilidad de morir, a la vez que ayudé a otros, debido a mi profesión de psicoterapeuta. Acompañé a mis pacientes a descubrir y mejorar sus competencias para superar la crisis. Estudié denodadamente en muchos seminarios web y leí publicaciones que estuvieran a mi alcance, buscando respuestas informativas y alentadoras. Surgieron sentimientos de rabia y tristeza que evocaron recuerdos de tantos otros familiares fallecidos. Para mí no fue un gran problema el aislamiento porque manejo muy bien los medios digitales para relacionarme virtualmente.

Cuando estamos frente a una amenaza, ya sea real o imaginaria, hay cuatro formas de comportamiento que utilizamos para obtener el balance y alivio de las emociones que se producen. Tres son inconscientes y automáticas, la cuarta es consciente y razonada.

  • La primera es huir de la amenaza (escapar, evadir, salir corriendo, no informarme).
  • La segunda es paralizarse (generalmente por el miedo, impidiendo pensar y actuar, dejando en otros la actuación).
  • La tercera es el enfrentamiento rápido con los recursos disponibles al momento, eficientes o no.
  • La cuarta es el afrontamiento, la cual requiere tiempo y control de las emociones, planificación de las acciones a ser desarrolladas para guiar nuestra conducta de forma efectiva. Muchas veces requiere ayuda de un profesional para aprenderla.

La psicología explica que, en los primeros 3 comportamientos, surgen unos procesos inconscientes llamados mecanismos de defensa, cuya función es bloquear la conciencia para poder soportar la dura realidad y proteger la psiquis, la salud y hasta la propia vida. Ellos constituyen una parte de nuestro sistema inmunológico psicológico, paralelo al biológico de defensa natural contra los antígenos que causan infecciones por virus y bacterias. Dependiendo de su buen o mal funcionamiento, salimos indemnes, enfermamos o  sufrimos lo que se ha dado a conocer como la fatiga pandémica.

He visto en esta pandemia una variedad de conductas desfilar ante mis ojos, las cuales podría incluir en estas categorías. Es interesante que observemos estas conductas y mecanismos de defensa subyacentes en las personas que nos rodean y en nosotros mismos, para poder modificarlas y lograr un comportamiento más eficiente y sano.

Por ejemplo, ¿no has sabido de algún amigo o familiar que no quiere reconocer que tiene los síntomas típicos de la covid-19 y los atribuye a un resfriado, alergia, a picante excesivo y discute con la pareja y hasta con el médico, llevándoles la contraria? ¿O alguien que trata la crisis como si no existiera, cree fielmente en las curas mágicas, infusiones variopintas, que argumenta todo tipo de razones aceptables para él, para no ponerse la mascarilla, no acatar el distanciamiento ni las medidas de higiene o afirma que es una exageración, cuando se ha demostrado que estas recomendaciones son las que protegen de los posibles aerosoles peligrosos llenos de virus? En estos casos estamos frente al mecanismo de defensa de la negación.

Igualmente ocurre cuando una persona afirma que son otros los que se enferman y él no (proyección); le echa la culpa a los chinos y no al virus (desplazamiento); se aísla por completo de la crisis como si no existiera; hace oídos sordos a la información y advertencias (retraimiento); quiere dejarlo todo en manos del destino u otros poderosos y se desliga de su responsabilidad (control omnipotente); piensa que la pandemia es un regalo del cielo y perfecta para transformarnos en seres especiales (idealización irracional); atenta contra su vida (volver contra sí mismo). Pero es muy grave cuando olvida por completo que la amenaza estuvo allí, que sigue latente y puede volver y no sigue las normas de resguardo, como ocurre ahora con la segunda oleada en Europa; no cuida a los demás y cree en las estadísticas manipuladas (disociación); esconde sus sentimientos y actúa como si nada estuviera pasando (represión).

Los mecanismos de defensa son útiles, sí, hasta cierto grado, pero cuando se desbordan y producen una conducta ineficiente, irresponsable y peligrosa para sí mismo y para los demás, deben ser descubiertos y servir de alerta para modificar de inmediato la conducta inadecuada. Existen otros mecanismos psicológicos que pueden ayudar en este cambio para manejar lo que en el fondo se quiere reprimir: el miedo, la rabia, la tristeza y el dolor. No es un cambio fácil, lo sé, porque he pasado por ello, pero qué fuertes y sanos nos sentimos cuando recibimos ayuda y lo logramos.

He comprobado que poseer un alto nivel de resiliencia para enfrentar pérdidas, duelos y dificultades me ha ayudado inmensamente cuando acudo a ella al sentir que puedo ser derrotada por el desánimo o la fatiga pandémica. Podemos desarrollarla, al igual que la visión positiva y responsable en la conducta de prevención que todos debemos ejecutar, sin bajar la guardia en ningún momento, ni siquiera en los períodos de flexibilización o engañosa disminución por la curva de contagios.

Son momentos de reflexión y acción, de encontrar lo que es importante en nuestras vidas y la forma de usar nuestro tiempo creativamente al estar aislados; comunicarnos con nuestros seres queridos, así sea de forma digital; aceptar y compartir nuestros sentimientos, porque todo gran cambio implica que estos fluyan de forma natural; alimentarnos saludablemente, descansar y reponer fuerzas sin olvidar hacer ejercicio moderado; escuchar música que nos calme o alegre; aprender a respirar profundamente, meditar y relajarnos, porque las emociones intensas verdaderamente desgastan y afectan los dos sistemas inmunológicos.

Es tiempo también de crear, de leer, de escribir un diario, de aprovechar los pequeños momentos de disfrute que nos ofrece la vida, o buscarlos conscientemente; aumentar la conducta lúdica como motivo de alegría y mejorar nuestros procesos inmunológicos, además de compensar la soledad que produce el aislamiento. Y, sobre todo, buscar ayuda cuando la necesitemos, hacerle caso a lo que la ciencia ha descubierto e informarse sobre ello;  ser obedientes a las recomendaciones de los profesionales cuando manifestemos debilidad, síntomas de enfermedad, abatimiento u otro padecimiento del cual podamos sufrir. Sigamos adelante, ayudemos a otros a superar la crisis, estudiemos y actualicémonos.

Termino con esta máxima, la cual siempre sigo y recomiendo: cuando alguien está enfermo, debe permitir que otros tomen decisiones y aceptar la ayuda y las prescripciones de los especialistas mientras lo requiera. Así colabora y no obstaculiza su proceso de sanación. Con estas medidas he afrontado ese binomio: la pandemia y yo.


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