Fotografía del New York Times Paris Bureau Collection
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“Llegaremos hasta el final, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el costo, lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, nunca nos rendiremos”
Winston Churchill, 4 de Junio de 1940
Estos últimos años he estado yendo a misa con regularidad, se ha vuelto costumbre. Comenzó como una mezcla de complacer a mi esposa -que es practicante-, darle un buen ejemplo a mi hija, quien estudia en colegio católico, ver a los amigos del barrio y, sobre todo, encontrar un tiempo de reflexión que tanta falta hace en estos momentos.
Al padre Michael, pese a ser estricto, hay que reconocerle que los sermones son, en su mayoría, bien articulados y hasta interesantes. Hubo uno que se me quedó en la cabeza por su conexión con la historia de la Segunda Guerra Mundial, un tema que me apasiona desde pequeño. El padre contaba que la virgen de la parroquia de Putney en Londres no se llamaba Nuestra Señora de Putney, sino Nuestra Señora de Por Aquí (Our Lady of Hereabout).
Pero ¿por qué un nombre tan impersonal? La clave yace en el momento en el que el padre de turno solicitó una virgen para la parroquia al arzobispado de Londres, nada más y nada menos que en 1940, época conocida como la hora más oscura de Gran Bretaña, tal como hace referencia la película del mismo nombre.
Recordemos que a principios de 1940 las fuerzas expedicionarias británicas estaban en Francia intentando, sin éxito, frenar el avance alemán a lo largo de Europa noroccidental. A finales de mayo, Churchill, quien acababa de ser nombrado primer ministro, ordenó la evacuación de Dunquerque. La operación Dinamo fue un éxito. Unos 300 mil soldados, en su mayoría británicos, lograron escapar del continente y llegar a Gran Bretaña. Este logro mantuvo viva la esperanza de libertad. El día que acabó la evacuación, el 4 de junio, Churchill dio su famoso discurso “Lucharemos en las playas” ante la cámara de los comunes. De forma profética, Churchill declara que defenderán su isla, que lucharán en las calles, entre otros lugares, contra una invasión.
Es así como en julio de 1940 comienza la batalla de Inglaterra, un ataque aéreo incesante por parte de la Luftwaffe para “ablandar” a los ingleses y que la Royal Air Force repelería hasta junio de 1941. La batalla deja casi 15 mil civiles muertos, más de 20 mil heridos y casi 2 mil aeronaves destruidas en cada bando. En paralelo, Hitler planeaba la operación Sea Lion -la invasión terrestre de la isla que Churchill temía-.
Los ingleses se prepararon contra la invasión, entre otras cosas, borrando los nombres de calles, avenidas, plazas y hasta vírgenes parroquiales. Es por esto que las vírgenes de las parroquias británicas entregadas a principios de los años 40 serían tocayas, serían las Nuestras Señoras De Por Aquí. De esta forma, si algún alemán lograba cruzar el canal de la mancha y pisar tierra inglesa, estaría más perdido que el hijo de Lindbergh. No habría mapa que valiese ya que no habría calles identificadas ni vírgenes de barrios. Eran épocas analógicas, sin GPS, sin internet, sin celular.
La historia me pareció fascinante y, como de costumbre, me llevó a pensar en la situación actual de Venezuela. Volvamos al presente y veamos las analogías.
Estamos a principios del 2019. La oposición ha pasado por su propio Dunquerque. Pese a las bajas hasta la fecha, se han logrado rescatar y consolidar nuevos liderazgos manteniendo así la esperanza de libertad en una mayoría que clama cambio. Después de algunas semanas de desconcierto, el régimen reinicia sus incesantes ataques. Va contra los ciudadanos de a pie que protestan por la crisis, contra personas cercanas al presidente interino, como es el caso de la detención de Marrero y las amenazas de llevar a López de vuelta a Ramo Verde, o contra empleados de Corpoelec acusados sin pruebas creíbles de sabotear el sistema eléctrico. A todos los detenidos les quitan sus celulares, escarban las conversaciones de texto que mantienen con sus contactos, sean quienes sean, y publican las que les convienen en cadena nacional.
La sombra de una invasión está más presente que nunca en Venezuela, es la invasión de tu hogar, de tu lugar de trabajo, de tu persona, de tus derechos, de tu privacidad, ultimadamente, de tu dignidad como persona.
Una de las tantas diferencias con la Gran Bretaña de 1940 es que en Venezuela vivimos en un mundo digital. Un mundo digital en oscurantismo –literalmente-. Un mundo en el que ya no hay mapas de papel, hay Google Maps. Ya no hay cartas ni telegramas, hay WhatsApp y Twitter. Para protegernos de la “invasión”, en vez de borrar nombres de calles en las esquinas y vírgenes de barrios, tenemos que borrar los contactos en el teléfono celular, cambiar de número o nombre en las redes sociales al enterarnos que detuvieron a un conocido, familiar o amigo. Es un terror colectivo que desestabiliza, que nos aísla, pero en un plano de ceros y unos y que, por lo tanto, va más allá de las fronteras del país.
Como lo demostró la batalla de Inglaterra, estas situaciones críticas son finitas. No es sostenible vivir así indefinidamente. En algún momento, más temprano que tarde, uno de los bandos tocará la retirada o cometerá un error garrafal como hizo Hitler en junio de 1941 cuando decidió invadir a la Unión Soviética. Mientras tanto, en esa estamos los venezolanos del siglo 21, viviendo nuestras horas más oscuras y pidiéndole encarecidamente a Nuestra Señora de Por Aquí que todo salga bien para Venezuela.
Andrés Guevara de la Vega
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