Perspectivas

Hay un ‘Vulcan’ entre Argentina y Brasil

fotografía de Sgt. David S. Nolan | US Air Force

01/07/2019

No es un error ortográfico, ni tampoco hay un volcán ente Argentina y Brasil.

Esta historia comienza en 1982 viendo a Walter Martínez por Venezolana de Televisión reportar desde las islas Malvinas durante la guerra entre Argentina y el Reino Unido. Es mi primera memoria de un conflicto, un conflicto que ahora veo como absurdo. Recuerdo que en casa, no sé si por mis padres o por mi abuelo, había cierta simpatía por la causa argentina de recuperar “sus” islas. De cierta forma plantaron en mí una semilla de solidaridad latinoamericana. Esta semilla germinaría durante el mundial de Italia ’90 apoyando a cualquier equipo latinoamericano. Recuerdo estar en el recreo del colegio siguiendo los partidos del mundial. La Argentina de Maradona debutó contra Camerún y, para la sorpresa de todos, perdió. En el siguiente partido contra la Unión Soviética, Argentina comienza mal, perdiendo al portero Pumpido por una fractura de pierna. Lo reemplaza Goycochea, quien acaba siendo el héroe en los penaltis y el mejor portero del mundial. Argentina derrota a los comunistas, a Brasil en el camino y logra llegar a la final; pero pierde contra Alemania 1 a 0. Me imagino que por aquello de que Venezuela no había ido a un mundial y por la solidaridad latinoamericana, a esa altura del torneo apoyaba a la albiceleste con pasión venezolana. La historia se repetiría 24 años después en Río de Janeiro.

Durante mis estudios de maestría, conocí a varios estudiantes argentinos y surgieron amistades inesperadas, al punto de que Marco, un gran amigo argentino, se convirtió en el padrino de mi hija mayor. Al graduarme del máster, comencé a trabajar en petróleo con Argentina y con más “argentos”, como Roberto, de quien aprendí mucho del negocio petrolero, ampliando así  la red de amistades y abriéndose la puerta al asado argentino y al vino Malbec -que ahora me apasionan-.

Del otro lado de la frontera está Brasil, un país que siempre fue muy desconocido para mí. Me imagino que el muro amazónico que nos separa, la diferencia de idioma y la limitada historia común que tenemos explicaba mi desconocimiento. Mi única memoria es de cuando mi papá viajó alguna vez en los años ‘80 y al regresar nos contaba de la abundancia y variedad de frutas que servían en el hotel donde se hospedó. Incluso durante mi maestría, los brasileños tenían su propio club de estudiantes mientras que el resto de nosotros éramos miembros del club latinoamericano. No nos mezclábamos mucho, para ser sincero. Pese a la distancia entre Brasil y yo, tenía muy claro que algún día quería aprender a hablar portugués para así poder “dominar” todo el continente. Mi relación con Brasil cambiaría en 2012 cuando surgió una oportunidad de trabajo en Río de Janeiro, la capital petrolera del país. Nos mudamos en diciembre, en pleno verano en el hemisferio sur, muy caluroso y húmedo. En retrospectiva, esos han sido los mejores cuatro años de mi vida, hasta ahora. Nacieron nuestras dos hijas cariocas, disfrutamos del mundial de Brasil 2014 y de los juegos olímpicos de Río 2016, y disfrutamos de un país precioso que es lo más parecido a Venezuela que he encontrado desde que estoy en el exilio. Para mi sorpresa, incluso más parecido que Colombia. Y aunque logré aprender el idioma, sigo sin dominar el continente…

Pero no fue sino hasta junio del 2014 cuando mi curiosidad por la relación entre Argentina y Brasil alcanzó su máximo. En ese mundial mis prioridades estaban claras. Apoyaría a Colombia, Argentina, España y a Brasil -en ese orden-. Al plantear esto en la oficina, la reacción de mis colegas brasileños fue muy negativa. Detestaban a Argentina. El escenario de que la Argentina de Messi ganara la copa del mundo en el Maracaná los tele transportaba al “Maracanazo”, donde Brasil perdió contra Uruguay en 1950. Era tan así que, cuando preguntaba a mis colegas a quien apoyarían si argentina jugaba contra otro equipo que no fuera Brasil, respondían unánimemente que por el otro equipo. Y esto lo comprobé en los primeros días del mundial cuando fui al partido de Bosnia vs. Argentina con Leandro, otro gran amigo argentino que casi se desmaya cuando Messi marca el segundo gol definitivo. En el Maracaná parecía que hubiesen 70 mil bosnios. Seguramente más de los que habría en la capital Bosnia. Eran brosnios o brasileños apoyando a Bosnia. Debo reconocer que a los argentinos también les gustaba sacarles la piedra a los brasileños, primero invadiendo el país de fanaticada y luego con canciones burlescas. Más adelante, Brasil perdería en unas semi finales históricas por paliza de 7 a 1 contra Alemania. La gran mayoría de los fanáticos argentinos disfrutaron ver semejante paliza. También pensé por un momento que, de repente, Brasil apoyaría a Argentina en la final contra Alemania. Pero no, me equivoqué.

Tuve la suerte de ganar tickets para la final del mundial en una rifa en la oficina. El departamento de seguridad de la empresa me recomendó no vestirme con los colores de la selección argentina para evitar riesgos a mi seguridad personal. Pero no fue sino hasta el día del partido que me quedó claro cuánto detestaba la fanaticada brasileña a la selección argentina. Yo estaba rodeado de brasileños disfrazados de alemanes, con camiseta alemana, con banderas pintadas a dedo en los cachetes, y hasta balbuceando el himno alemán. Y esto ocurría a escasos días desde que la “canarinha” había sido humillada por los teutones. Al final hubo alguna que otra pelea entre fanáticos, pero, al menos, para la alegría de los brasileños, el maracanazo no se había repetido. Argentina había perdido de nuevo 1 a 0 contra Alemania. Italia ’90 se repetía.

Esta experiencia extrema de enemistad entre vecinos me dejó pensativo. Brasil y Argentina tienen una larga historia como socios, primero en 1865 durante la guerra de la triple alianza contra Paraguay y más recientemente en Mercosur. Sin embargo, hay una rivalidad subyacente que parece ir más allá de la fricción normal que existe entre países fronterizos. Como venezolano-colombiano que soy, entiendo muy bien esa fricción. Por ejemplo, si Colombia jugase un partido de mundial contra algún país extraño no me cabe duda de que la gran mayoría de los venezolanos apoyarían a la selección Colombia. Entiendo que la rivalidad futbolística entre ambas naciones es intensa, compiten por tener el mejor futbolista de todos los tiempos (Pelé vs. Maradona o ¿es Messi?) y por el número de estrellitas en la camiseta de la selección (2 copas del mundo para Argentina vs. 5 para Brasil). Pero ¿será que hay algo más?

Quiero pensar que sí, no sólo para racionalizar las causas de la enemistad entre los vecinos sino para contarles el resto de esta historia…

Después de vivir en Brasil nos mudamos a Londres. Al llegar nos registramos en el consulado venezolano ubicado en 56 Grafton way, que, por cierto, fue la casa de Francisco de Miranda. Conversando con el empleado consular pregunto por Miranda, ¿qué fue de sus pertenencias?, ¿qué paso con los hijos que tuvo con Sarah Andrews? El hombre me cuenta que los archivos nacionales del Reino Unido tienen documentos al respecto. Pasaron los meses y un viernes fui a los archivos nacionales a curiosear acerca de Miranda. Al llegar a los archivos nacionales, quedé abrumado por la riqueza de información histórica que tiene el lugar. Imagínense un Google de documentos históricos originales que involucran al Reino Unido y sus naciones miembros desde el siglo 11 hasta la fecha -o sea, ¡cualquier cosa!-. Busqué documentos de temas que me apasionan: Miranda, Bolívar, D-day, Falklands War (o la guerra de las Malvinas), Venezuela, la Guerra de Independencia, la Guerra Fría, entre otros que surgen en el camino. El sistema respondió con decenas, cientos y hasta miles de documentos. En una de esas búsquedas decidí leer un reporte de la guerra aérea de Falklands y me conseguí con el siguiente telegrama:

Nótese que el telegrama tiene fecha del 4 de mayo de 1982. La invasión argentina de Malvinas había ocurrida apenas un mes antes, el 2 de abril, y el conflicto duraría hasta el 16 de junio, fecha en la que las fuerzas argentinas se rindieron en Puerto Argentino, que prontamente sería rebautizado como Port Stanley. El telegrama fue clasificado entonces como secreto. Lo escribía el ministerio de defensa británico (MODUK, que son las siglas de Ministry of Defense UK) a su embajador en Brasilia haciendo referencia a telegramas anteriores (el 76 el 20 de abril y el 83 el 22 de abril). El mensaje se traduce más o menos así: “otra aeronave Vulcan puede que necesite desviarse a Brasil sin advertencia previa. Si eso ocurre, por favor hagan los mismos arreglos que antes.”

Pero ¿qué es un Vulcan? ¿cómo así que los mismos arreglos que antes?

Los Vulcans, técnicamente conocidos como Avro 698 Vulcan, eran bombarderos subsónicos británicos de ala delta, operados por la Royal Air Force desde 1953 hasta 1984. El Vulcan fue parte de la fuerza nuclear de disuasión contra la unión soviética durante la Guerra Fría. Tuve la oportunidad de ver uno en vuelo durante la feria aérea de Farnborough y su sonido es estremecedor.

 

Resulta que durante la guerra de las Malvinas, los Vulcans operaron sobre la zona en conflicto partiendo de la isla Ascension, en misiones de más de 12000 km con varios reabastecimientos de combustible en vuelo. Fueron la punta de lanza británica en el conflicto al intentar destruir la pista de aterrizaje de Puerto Argentino mediante bombas convencionales, así como el radar de control aéreo antes de que llegara la armada británica con las tropas terrestres.

Seguí escarbando entre los documentos de los archivos y me conseguí con un reporte de la RAF del 16 de junio, el día que acabó la guerra, en el que reporta cómo fue el desempeño de cada activo de la flota:

El reporte confirma que tan solo un Vulcan tuvo que aterrizar en Brasil por problemas con la operación de reabastecimiento de combustible en vuelo (Victor Tankers era el nombre de los aviones de reabastecimiento). El telegrama a la embajada en Brasilia solo alertaba de la posibilidad de un segundo que nunca ocurrió. También confirma que las misiones del Vulcan sirvieron dos propósitos: mantener la opción de atacar la tierra firme argentina y dañar la pista de aterrizaje de Puerto Argentino, lo cual limitó su uso por parte de los aviones argentinos.

Es interesante el hecho de que Brasil siempre apoyó abiertamente la causa argentina en cuanto al tema de las Malvinas, a diferencia de Chile, por ejemplo, que estuvo a punto de ir a un conflicto con Argentina por la disputa sobre el estrecho de Beagle apenas cuatro años antes de la guerra de Malvinas; y apoyó abiertamente a los británicos durante el conflicto. Incluso durante la guerra se comprobó que hubo vuelos de aerolíneas argentinas transportando armamento desde Brasil a Argentina. Sin embargo, este telegrama y reporte sugieren que Brasil pudo haber jugado para los dos equipos durante la guerra de Malvinas, por un lado apoyando públicamente a Argentina y por el otro permitiendo el aterrizaje de un Vulcan en su territorio. Estoy seguro de que la historia del Vulcan no explica la enemistad futbolística entre los dos países ni su rivalidad en general, pero me parece que es una historia interesante que le echa más leña al fuego.

Vamos a ver qué pasa en esta Copa América entre los dos archienemigos o tal vez sea Chile el que se interponga y se salga con la suya, una vez más…


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