La Negrita

Fotografía de Héctor Retamal / AFP

07/09/2018

Negritud e identidad nacional

A lo largo del día se ven imágenes de fieles devotos. El esfuerzo y la recompensa de la llegada. La televisión muestra los rostros de cientos de personas llorosas, la mayoría se aproxima arrodilladas hacia el altar, el fin del peregrinaje. Llueve muy fuerte afuera. Una señora está con su hija que tiene signos de alguna afectación mental o motriz, la señora llora, uno no puede dejar de conmoverse porque, a pesar de que cada persona es libre de profesar la fe de la manera que le parezca mejor, es admirable que esta procesión represente un esfuerzo enorme congruente con las creencias. El afán religioso no va separado de desmayos, golpes, caídas y otros tipos de lesiones que son atendidas en los puntos de socorro de la Cruz Roja. Me impresiona ver a un hombre entrar no en rodillas, sino gateando, parece una fiera en medio de un bosque, una pantera. Volteo la cara, entre la multitud, y estoy al lado de una estatua de San Benito, que también es negro, y veo conexiones temáticas.

Carlos Cortés, en su ensayo “La invención de un país imaginario”, habla sobre los mitos de integración y exclusión. Afirma que la identidad sociocultural de Costa Rica ha estado sustentada en una serie de mitos históricos que, entre otras cosas, “han legitimado la reproducción del orden social y han impedido la reinvención de nuestro pasado”. El primer mito es el de que el costarricense se concibe a sí mismo como una especie de “mestizo separado” o “mestizo blanqueado”. Entre los mitos fundadores de la identidad, Cortés habla del soldado Juan (Santamaría) y de La Negrita: “Si observamos con detalle las formaciones discursivas, a partir de la blancura ideológica de la sociedad costarricense, tienen su raíz en el mestizaje y en la integración… Tanto la patrona de Costa Rica como el soldado Juan son negros, aunque el costarricense ha encontrado formas ideológicamente adecuadas de invertir su valor semántico: la Virgen es La Negrita y Juan Santamaría es El Erizo, por supuesto en referencia a su pelo ensortijado, que nos aleja peligrosamente del tipo europeo”.

A propósito de encuentros inesperados, acostumbro a subir cerros y montañas los domingos. El pasado domingo 22 de julio en horas del mediodía, en el descenso, veo que hay una camioneta Pickup que lleva una estructura de vidrio o plástico sellada con una figura adentro. Los carros tocan las bocinas, como en una caravana política. Cuando pasan a mi lado veo una figura de un Cristo negro con el letrero “Alajuelita”. Parece una suerte de Papa Móvil. Al llegar a la casa coloqué en Google “Cristo negro Alajuelita” y me encuentro con una nota-relato del 13 de enero:

“Este 2018 se cumplen 200 años desde que comenzó la fe por la imagen de Jesús crucificado con tez oscura en mi pueblo: Alajuelita. Aunque la estampa ha cambiado, la esperanza y la fe se han mantenido intactas. A pesar de que hubo un tiempo en el cual se desvirtuó la fiesta, la tradición se retomó. El pueblo volvió a ponerse bonito, a celebrar por todo lo alto y agradecer los favores que El Negrito ha hecho, con peregrinaciones, bailes, novenas, misas, actos culturales y deportivos… A Alajuelita llegó el Cristo en 1815. Esa primera imagen la trajeron los franciscanos. La dejaron en el caserío, la pasaban por las casas de los vecinos y eso dio pie para que los alajueliteños se dieran a la tarea de mandar a hacer una imagen algo más grande con el propósito de fomentar la devoción”.

La Negrita, patrona de Costa Rica.

El Cristo Negro de Alajuelita, El Negrito.

Juan Santamaría, El Erizo.

El autor afrodescendiente Quince Duncan, homenajeado este año en la Feria del Libro de Costa Rica por sus cincuenta años de trayectoria literaria, publicó un libro, junto a Carlos Meléndez, clave para entender a un importante segmento de la población que se congrega, más que todo, en la provincia de Limón: El negro en Costa Rica. Duncan afirma: “Por los datos que hemos dado, podemos observar que la fundación de la Puebla es posterior, en pocos años, a la aparición de la Virgen de los Ángeles, pues esta fue encontrada por 1635. Podría decirse que más bien el culto a la ‘Negrita’ fue aprovechado para concentrar en un suburbio de Cartago a los mulatos y negros, evitando de esa manera una dispersión inconveniente a las autoridades”.

Me cuenta Roberto, uno de los lectores más ávidos que he conocido, que hay un libro que se llama Los negros y la Virgen de los Ángeles, de Manuel Benavides. Me dice que el libro cuenta que en las procesiones antiguas en honor a La Negrita se permitía ir a los negros, pero siempre detrás de los blancos.

La Nación, en su edición del 12 de agosto de 2018, presenta el resultado de un estudio realizado por el genetista Ramiro Barrantes en el que afirma que, hoy en día, si tuviese que dividir en porcentajes la conformación genética del costarricense, sería de la siguiente manera: 50% europea, 30 al 35% amerindia, y 10 o 15% africana. Afirma que también corren genes asiáticos orientales. De allí el origen del nombre del astronauta costarricense que vivió en Venezuela en su infancia: Franklin Chang Díaz. “Siempre hemos sido ‘mezcladitos’… incluso el español que vino a Costa Rica tampoco fue puro; tenía mezclas genéticas con algunas partes de África”, agrega.

La piedra de la fortuna

La Negrita puede tener la altura de un libro de bolsillo. La leyenda narra que fue hallada por una humilde joven alrededor de 1635 en las afueras de Cartago, que para ese entonces era la capital y principal ciudad de Costa Rica. La pequeña imagen fue bautizada por los franciscanos como Virgen de los Ángeles y el 2 de agosto la congregación celebra a Nuestra Señora de los Ángeles.

Cuenta la historia-leyenda sobre la aparición de la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles en una zona limítrofe que separaba la ciudad colonial de Cartago con la Puebla de los Pardos, donde vivían indígenas, mestizos y mulatos. La virgen se en­contraba sobre una enorme piedra. Monseñor Víctor Manuel Sanabria, producto de sus investigaciones, llamó Juana Pereira a la muchacha que encontró la imagen. Este nombre lo determina el estudioso dado que una gran cantidad de mujeres que vivían para esa época en el lugar se llamaban Juana y era muy común el apellido Pereira.

Juana Pereira lleva la imagen a su casa para conservarla pensando que se trataba de una muñeca, pero la estatuilla le hacía la jugarreta de desaparecerse, para luego tener que regresar al bosque y volver a encontrarla en el mismo lugar, algo que ocurrió en repetidas ocasiones. Confundida por las continuas desapariciones, decide consultar al cura de la parroquia y le deja a su cargo la figura.

Al día siguiente, el sacerdote constata que la imagen había desapare­cido del Sagrario, por lo que la busca en el bosque y la encuentra de nuevo sobre la piedra. El cura comunica la situación a las autoridades eclesiásticas y se declara el hecho como una manifestación divi­na. A la imagen se le conoce popularmente como La Negrita por su color gris-verduzco casi negro. Los rasgos de la Virgen son mestizos (específicamente mulata), se le ve hacia el frente, mientras que su hijo le toca el corazón con su mano. En la basílica tienen a la venta copias de la virgen en distintos tamaños. Cabe destacar la cantidad de negocios de venta de artículos religiosos que se encuentran en los alrededores de la basílica, así como los vendedores de ricos copos helados (equivalente al raspado venezolano): Copos La Negrita, Copos La Abejita o Copos Chumi, con sus distintos sabores, para sentarse “a disfrutar” rodeado de vendedores de lotería y suplicantes de dinero.

Cielo o paraíso

Es cierto que la Negrita mide apenas unos 20 centímetros, pero atrae la visita, al menos en agosto de 2018, de cerca de dos millones de personas, o, para decirlo de otra manera, del cuarenta por ciento de la población del país. Este año le rindió tributo la banda de rock Siervas, una congregación de religiosas con sede en Perú, pero formada por integrantes de distintos países, entre ellas Daniela Aguilar Serrano, una monja costarricense oriunda de Cartago. Cartago, la llamada vieja metrópoli, por haber sido la capital del país hasta 1823, y lugar donde se encuentra La Negrita.

Se trata de la peregrinación religiosa más grande de América Latina. Es cierto que otras romerías, en términos de asistencia absoluta arrastran más devotos en México, Argentina y Brasil, pero Costa Rica se lleva el banderín en términos proporcionales al número de habitantes. Es uno de los acontecimientos que marca la idiosincrasia de un pueblo mayoritariamente católico. Desde días antes algunos se anticipan para evadir las multitudes durante el pico de afluencia. Roberto caminó unas cuatro horas en las que iba rezando en estado de concentración, me admite. Al llegar a la iglesia, eso sí, no avanzó arrodillado en sus pisos de mosaico de la nave central hasta el altar. Me cuenta que lo que más le impresionó en la iglesia fue el llanto prolongado de una señora en plenitud de ofrenda o agradecimiento.

Los que llegan a la basílica piden por enfermos, situaciones económicas, conflictos personales y hasta, en estos momentos, por Nicaragua para que salga de su crisis. De hecho, cuando estuve en la basílica y me acerqué al lugar en el que se llenan botellas de agua bendita de un chorro, estaba una pequeña bandera nica y una nota pegada en las rejas que decía: “Virgencita cuida a Nicaragua”.

Del otro costado de la iglesia hay un lugar de oración en el que se puede visitar una réplica de la virgen sobre la piedra original del hallazgo. Una galería de vírgenes de todos los países latinoamericanos precede el encuentro y, me llama la atención que, justo antes de la entrada está la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, y noto que es la única virgen representada con una bandera al fondo.

En el lugar hay varias vitrinas con cientos de agradecimientos, pequeñitas partes del cuerpo humano representadas en metal: bracitos, piernitas, corazones, pulmones, estómagos. Me conmovió ver un dibujo de la virgen, rodeada de una estela de corazones: “Virgencita de esta vida, dale salud y bendice a las personas que lean esto. Porfa”.

Al salir de la iglesia, Roberto tiene por costumbre pedirse una potente sopa negra en un local que se llama “La puerta del sol”, contiguo a la Basílica de los Ángeles, para luego regresar a San José en autobús (si algo dista de ser Cartago es la puerta del sol por la cantidad de lluvia que cae anualmente). El sitio parece una gran tasca española. Hay un ambiente festivo, alegre y apresurado al mismo tiempo.

Una vez saciada el hambre, luego de la peregrinación, hay la opción de tomar una de las antiguas naves del tren Cartago-Estación Atlántico en San José, so pena y riesgo de que el tren choque con un carro o que se lleve por delante a un transeúnte distraído que escucha su música o que se debate en una crisis existencial. Roberto prefiere regresar en autobús mientras otros, unos pocos, lo hacen a pie.

El día de mayor concurrencia es el 1 de agosto en el que también hay un juego de pólvora. En la tarde/noche la afluencia de romeros no tiene fin y la basílica, inspirada en la arquitectura de la de San Marcos en Venecia, está abierta toda la noche para recibir a los feligreses. Es una suerte de exaltación religioso-trasnochada. Recuerdo una vez, hace muchos años, que estuve en Ámsterdam en una discoteca/sala de conciertos que era una iglesia y que se llamaba Paradiso.

La pelona compite con La Negrita

Hablando de lo opuesto al cielo o el paraíso, los peligros en la romería no dejan de estar presentes ante el asecho de los conductores con sus pesados latones con cuatro o dos ruedas a altas velocidades y de forma imprudente.

Costa Rica es un destino turístico en el que se practican deportes de riesgo como el rafting, el canopy, el surfeo… y la romería. La pura vida es una marca de un país que recibe cada año igual número de visitantes que su población. No es de extrañarse que los romeros sean también practicantes de un deporte de alto riesgo al andar expuestos por las vías costarricenses, sin hablar de las lesiones y percances físicos que son comunes por el esfuerzo.

A los múltiples choques diarios se agregan los arrollamientos a ciclistas y transeúntes, digamos que son la hostia de cada día en tiquicia. Si para un venezolano, por decir algo, el mayor peligro a su vida son los malandros, el equivalente para un tico -en cuanto a riesgo se trata- son los propios conductores costarricenses. Y son muchos los que pecan, tras cometer una infracción, y se dan a la fuga.

La cultura vial costarricense es una paradoja cuando se la compara con la forma educada y amable con la que se comportan en persona. Pareciera que el ciudadano al conducir cualquier medio de transporte mecanizado le ocurriese una mutación del espíritu, como si en el corazón de cada tico cohabitase un pequeño Kim Jong-un que se activa al meter el acelerador pero que, al bajarse del vehículo, se convierte en una suerte de Barack Obama que nunca pierde la compostura. Por ello las autoridades emiten una serie de recomendaciones a los romeros:

1-Como peatón vista ropa clara o reflectante de la luz.

2-Si viaja en grupo, camine en fila india, nunca “en pelota” (amontonados).

3-Si no hay aceras camine de frente a la dirección del tránsito.

4-No camine por la calle, a menos que la deba compartir con vehículos.

Y yo agregaría una recomendación adicional:

5-Camine en estado de completa concentración. Guarde los rezos para cuando llegue a la basílica. No se distraiga, no hable con su acompañante. Espere siempre lo inesperado.

En el año 2011 al menos 12 personas resultaron con golpes fuertes producto de un atropello masivo registrado en Curridabat, tipo pelota de bowling que se estrella contra los pins. Los afectados iban camino a Cartago durante la romería, cuando un vehículo BMW de doble tracción, conducido por un mae de diecinueve años, los arrolló. En la romería del 2005 murieron dos jóvenes luego de ser atropellados en circunstancias y lugares distintos. La Fe, sin embargo, es más fuerte que las amenazas de los caminos. En general, por dar un ejemplo de cifras oficiales, el año 2017 cerró con al menos 457 fallecidos en accidentes de tránsito. En octubre del año pasado, David Yáñez Pacheco, atleta venezolano de 25 años, falleció cuando participaba en la media maratón de San José, luego de ser embestido por un carro negro que irrespetó el control de tránsito.

La monja del vaso de agua y otros peligros que asechan.

En la romería algunos años se producen emanaciones de cenizas del vecino volcán Turrialba. Si es el caso que el volcán anda juguetón e inquieto, es recomendable llevar mascarillas, lo que le da un viso de avanzada bacteriológica a la romería. Como se sabe, las cenizas, además, están asociadas a una situación penosa y triste, lo que le arroja un aire más dramático al peregrinaje al llevar las mascarillas. Las cenizas este año, así como las nubes de polvo provenientes del Sahara, luego de recorrer unos 8.000 kilómetros desde África, se vieron opacadas por las torrenciales lluvias que se anclaron en el país en las dos fechas claves de la romería, el 1 y el 2 de agosto, con el arribo de la onda tropical número 22, que acentuó la ya de por sí temporada lluviosa que dura ocho meses en el país.

La lluvia de características bíblicas marcó un obstáculo importante para los romeros que, sin embargo, no se dieron por vencidos. Los marchantes llegaban empapados a la basílica y muchos pasaron la noche en la plazoleta, expuestos a más lluvia, frío y viento, un momento, circunstancia y lugar en el que se pueden tener alucinaciones de tipo místico y religioso. Dormido a la intemperie, algún feligrés puede pensar que se les ha aparecido “La monja del vaso de agua”.

La monja del vaso de agua, una de las leyendas del país, es un fantasma que aparece en el Hospital San Juan de Dios, en el pasado atendido por enfermeras de una congregación religiosa. La leyenda se refiere a una malhumorada monja que niega el agua a los enfermos, aunque se trate del último deseo de un moribundo. Se cree que la culpa ahora persigue a la monja que divaga por el hospital rogando que le acepten el vaso de agua, pero los enfermos la rechazan ante el susto de su aparición. Un romero deshidratado por la caminata puede seguramente soñar que la monja le niega el vaso de agua. Se dice que también aparece en el Sanatorio Durán, que está cerca de Cartago. Cartago es una de las ciudades más frías (frío relativo, claro está) de Costa Rica y se encuentra cercana a uno de mis lugares favoritos en el planeta Tierra, el Volcán Irazú, que tiene una altitud de 3.432 metros sobre el nivel del mar.

Cartago tiene una suerte de encanto medieval, no por la arquitectura porque casi todo lo antiguo fue devastado por una sucesión de catástrofes, sino por el ambiente de encerrona de sus habitantes ocultos en casas con ventanas cerradas. Cartago es plana y, por dicha, tiene aceras por todos lados. Se dice que los cartagineses son muy religiosos y que saben manejar con finura el arte de las ambigüedades. La basílica es bonita, parece una torta gigante de cumpleaños y hay otro monumento, las ruinas de Cartago, que son un interesante reflejo de una imponencia extinguida. En 1910 hubo dos terremotos que dejaron alrededor de setecientos muertos y varias estructuras colapsadas. Costa Rica es tierra de sismos y, al momento que escribo este artículo, me sacude uno de 6.2 grados que se sintió bastante fuerte.

En semana santa también estuvimos en Cartago. Hicimos un recorrido por paisajes montañosos idílicos que dan, por instantes, la sensación de estar en Suiza. Comimos en un lugar llamado “Bocadito de cielo”, que creo que lleva ese nombre por su ubicación con una vista formidable, y no por connotaciones religiosas. Luego, cuando casi dejábamos la ciudad, nos encontramos con una puesta en escena de la crucifixión en un estadio de fútbol. Los ticos son fanáticos a las mejengas-nombre coloquial asignado a los partidos de fútbol- y a la religión. Pegamos un frenazo casi en seco y nos orillamos. Se encontraban las dos pasiones en el mismo lugar: Cristo estaba en el tope de unas gradas instaladas junto a otros crucificados y el estadio de fútbol se encontraba custodiado por hombres disfrazados de guardias romanos. Quedamos impactados por la visual del encuentro.

Anoche, quizás producto de esta crónica, soñé con la imagen de la crucifixión y me imaginaba que había retrocedido a la época. Los actores estaban con las manos amarradas a las cruces, el cielo gris y tenebroso de fondo, al momento que se producía el llamado de los feligreses con las campanas de la iglesia que está en el cruce entre la ruta 236 y la avenida 24A. Viaje en el tiempo a través de Cartago.

De la semana santa a la romería, el regreso a la vieja metrópoli. Es impresionante el hecho de que muchos romeros vienen desde distintas partes del país: a mayor distancia, mayor peligro; a veces se les ve como almas perdidas (o más bien convencidas) caminando al borde de las autopistas. Desde Pérez Zeledón, de donde es nativo Keylor Navas (Hombre de fe, así se llama la película en torno a su figura) recorren, por ejemplo, unos 120 kilómetros. Desde zonas remotas como Coto Brus caminan cerca de nueve días, alrededor de 270 kilómetros. Lo más heroicos y los más esperados en la basílica, como hecho noticioso, son los héroes de Coto Brus.

Vengo en sentido contrario por la vía Curridabat-Tres Ríos, para tener una visión de frente de los romeros. Carros y humanos en una simbiosis vial. Estoy por los alrededores de Walmart, en el mismo lugar donde en enero de 2017 un conductor atropelló y mató a cuatro ciclistas que se dirigían a un paseo al Volcán Irazú, que también le gustó mucho a Cortázar cuando visitó Costa Rica. Veo a los peregrinos remontar el plano inclinado con alegría y entusiasmo, cada cierta distancia hay puestos de venta de comida o bebidas, así como puntos de la Cruz Roja desde San José hasta Cartago. Un poco más tarde estoy de regreso en casa, ahora cae una lluvia de invierno extremo y pienso en los romeros que prosiguen mientras, ya en la noche, duermo sobre la cálida almohada y me viene a la cabeza el video rockero-religioso.

Las Siervas rockeras

Son pasadas las cinco de la tarde del 1 de agosto en la plazoleta de la basílica. Ellas no cantan Por quién tocan las campanas (Metallica) o Escalera al cielo (Led Zeppelin), pero Siervas es una completa banda de rock con batería, percusión, guitarra eléctrica, bajo, viola, violín, violoncelo y vocales. El título de uno de sus álbumes pudiera despertar suspicacias o doble sentido a los mal pensados: Ansias que queman. El crepúsculo de la tarde se acerca y la banda brinda un concierto a los feligreses que llegan y que se encuentran en un estado de transitorio reposo, así como a algunos curiosos cartaginenses que se aproximan para oír las piezas musicales de esta original banda de rock. La canción Hoy despierta, que da título a otro álbum, tiene cerca de un millón ochocientas mil visitas en YouTube. Empieza la canción y de pronto trae reminiscencias de una mezcla entre Fey y los Aterciopelados. En ese video, como en la plazoleta, muestran sus habilidades, las monjas en sus hábitos, sonrientes, alegres, felices, Religión on the rock!:

Me detengo y me despierto
Y te encuentro en lo bello de lo pequeño
En lo que pueda parecer repetido

Y me despierto a mí misma
Que respiro que vivo y me fascino
Porque todo me habla de ti

En el video el grupo utiliza el clásico humo seco en el escenario que arroja una visual de neblina, como cualquier banda de rock que se respete. Los reflectores caen sobre ellas. A la gente que vive en Cartago, así como a su equipo de fútbol, lo llaman “los brumosos” por la bruma que se instala en esta ciudad. Bruma de Cartago y niebla de humo seco de los videos de las monjas rockeras. Yo siempre he pensado que la niebla está asociada a lo desconocido, a lo misterioso, a un enigma, por lo que me parece contradictorio que utilicen este recurso técnico. En un momento en que cae la música con fuerza se producen explosiones en el video, justo cuando la letra dice “hoy despierto a tu presencia”. Saco la conclusión de que se trata de una banda con un formato roquero para, de forma inteligente, llegar a la mayor cantidad de personas, con letras que pueden parecerse a canciones románticas pero que están dirigidas a venerar a Jesús, El Señor.

Evangélicos pentecostales contra católicos.

La población actual de Costa Rica es de cinco millones de habitantes (este número fue alcanzado el 1 de septiembre). En la segunda ronda de las elecciones presidenciales el 1 de abril de este año, de acuerdo con los resultados definitivos del Tribunal Supremo de Elecciones, se recibieron 2.207.556 votos. Esto quiere decir que la cantidad de votantes es solo ligeramente superior a la de los romeros, que como hemos dicho, alcanzó unos dos millones (aunque a partir de estudios estadísticos realizados por la UCR y algunas encuestadoras de otros años, se puede inferir que el número pueda ser inferior a esa cifra).

La romería ratifica que la mayor parte del pueblo costarricense profesa con devoción la religión católica y confirma que Rony Chaves, mentor y pastor evangélico pentecostal de Fabricio Alvarado, excandidato presidencial que perdió en segunda vuelta, resultó un hereje para la mayoría de los ticos, o más bien, el padre de la torpeza política, al llamar a La Negrita “demonio” y “espíritu inmundo”.

Carlos Alvarado, en contra de la mayoría de los pronósticos que daban como ganador a Fabricio Alvarado, se hizo de la presidencia en segunda ronda con un 60.59% de los votos escrutados contra 39,41% de su contrincante, lo que representó al menos un error de cerca de 20% en las estimaciones de las encuestas. El avasallante triunfo en unas elecciones polarizadas, cuyo debate lamentablemente se desvió a la tensión entre el fervor puritano-evangélico y la defensa de los derechos igualitarios, se debió en parte a una inesperada alianza entre los votos católicos conservadores y los sectores más progresistas, unidos en una causa común, pero por razones muy distintas.

Del éxtasis a la cotidianidad.

La mañana del 2 de agosto es soleada, luego de la lluvia del día anterior (un sol que no habría de durar mucho). Se celebra la Misa Solemne en la plazoleta de la Basílica, a la que concurren los romeros y habitantes de Cartago que, a cierta distancia y detrás de una barrera, observan a la plana mayor de la jerarquía eclesiástica, así como al presidente de la república. Se trata de una ocasión en la que la iglesia suele optar por un discurso conservador, sin controversias, pero, dada la coyuntura histórica postelectoral, los religiosos hicieron uso del momento mediático para expresar sus puntos de vista sobre economía, política y orden social al poder ejecutivo.

A solo pocos metros de donde estaba el presidente junto a su esposa y miembros de su gabinete, Monseñor José Manuel Garita, obispo de Ciudad Quesada, encargado de la homilía, hizo varias peticiones. En declaraciones a los medios, luego del jalón de orejas del obispo, Alvarado, de forma astuta, afirmó que lo más bonito de vivir en un país como Costa Rica es que cada persona puede expresar sus opiniones libremente, y que el enfoque de su gobierno estaba centrado en resolver el déficit fiscal. A medida que fue avanzando el día empezó a llover muy fuerte. En la tarde/noche del 2 de agosto, luego del “baldazo verbal” matutino, continuó el diluvio del día anterior

Al concluir la Romería 2018, la municipalidad de Cartago reporta el abandono de 51 perros. Algunos llevan sus mascotas para dejarlas perdidas en medio del tumulto. La Cruz Roja atendió a 2.858 romeros, de los cuales 52 fueron trasladados a centros médicos. Una mujer murió atropellada por el tren cerca de la Rotonda de la Hispanidad. Se informa que 10 personas fueron detenidas por la Fuerza Pública por hechos delictivos. Y se estima que los romeros dejaron atrás unas 25 toneladas de basura.

Los últimos romeros se regresan en tren, autobús o caminando en medio del diluvio. Todos estos pesares y penurias se justifican gracias a La Negrita. Inclusive algunos devotos hacen el regreso a pie, como si se tratase de una romería en sentido contrario: del éxtasis a la cotidianidad.

Luis Barahona Jiménez señala que en cuanto al culto a las Virgen de los Ángeles “El mestizo, el indio y el esclavo negro oyeron y entendieron a su manera la ‘doctrina  y la combinaron con sus propias creencias, de cuya mezcla vino a salir un cristianismo vernáculo, mitad superstición, mitad religión cristiana, tal como lo conocemos hoy en día con algunas variantes. El culto secular de La Negrita, tal como se siente y lo practica el pueblo, es el símbolo y la expresión de este mestizaje religioso que ha venido conformando el alma nacional”.


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