Perspectivas

La ira de Poseidón. Maneras de morir en el mar

El naufragio. Joseph Mallord William Turner. 1805

26/12/2020

A los cíclopes y a los lestrigones,
y al airado Poseidón, no temas…

 Kavafis

1.

La imagen es elocuente, a la vez que evocadora. Odiseo se aferra a un madero y así, aferrado, desnudo, semiinconsciente, se deja arrastrar por las caprichosas corrientes que en medio de la noche lo llevan hasta una playa en la isla de los feacios. La tormenta ha sido terrible, como solo puede ser si obedece al pecho airado de Poseidón, que vuelve de festejar en el país de los etíopes y desde el aire observa cómo los dioses, a sus espaldas y en contra de su voluntad, finalmente han acordado la vuelta del rey de Ítaca.

Así lo cuenta Homero (Odisea V 283-290):

Descubriólo navegando en el mar y arreció en sus entrañas la ira,

sacudió la cabeza negando y se dijo estas palabras:

“¡Ay vergüenza! Sin duda los dioses cambiaron de parecer

sobre Odiseo mientras yo visitaba a los etíopes.

Cerca está ya de la tierra feacia y allí es su destino

escapar a los dolores que tejí yo a su rededor,

pero no llegará sin que yo le vuelva a sumergir en la desdicha”.

Entonces desata la tormenta (V 291-294):

Así diciendo espesó los celajes, y cogiendo el tridente

revolvió el océano, desató los vientos del huracán y

cegó con las nubes el cielo, que no se viera nada desde la tierra ni el mar,

que todo pareciera una noche…

Pero ¿quién es este Poseidón que de tal manera se empeña en impedir el retorno de Odiseo? ¿Por qué tanta inquina, tanto odio contra un simple mortal? Hesíodo cuenta en la Teogonía (453 ss.) que Poseidón era hijo de Cronos, el tiempo, y Rea, una titánide. Era por tanto hermano de Zeus, aunque los mitógrafos no se ponen de acuerdo si mayor o menor. Lo cierto es que cuando Zeus con sus hermanos se enfrentaron a los titanes y los vencieron, procedieron a repartirse el mundo. Zeus, obviamente, se quedó con la mejor parte (o a menos así se pensaba en aquellos tiempos): la tierra y el cielo. A Poseidón le correspondió el mar y a Hades el infierno. Con su tridente Poseidón era capaz de provocar espantosos terremotos y terribles tormentas marinas. Por eso en el Himno homérico XXII dice que el dios “agita la tierra y la límpida mar”. Fue precisamente lo que hizo para que Odiseo naufragara.

La causa de su ira se narra al comienzo de la misma Odisea, y Homero la pone en boca del mismísimo Zeus. En el canto I (65-75) los dioses se han reunido en el Olimpo para decidir el retorno del héroe. Así lo quiere Atenea, quien protege al héroe e intercede ante su padre para que permita el regreso. Y así le responde Zeus:

¿Podré yo, acaso, olvidarme de Odiseo divino,

varón sin igual por su ingenio y por las ofrendas

que hizo a los dioses eternos, señores del cielo anchuroso?

No ciertamente. Es Poseidón, que estremece la tierra,

quien sigue irritado contra él a causa del cíclope,

el gran Polifemo, al que cegó Odiseo, siendo aquél más fuerte.

… …

Desde entonces el dios al menos le respeta la vida,

pero le fuerza a mantenerse errando lejos de su patria.

La voluntad de Zeus se cumplirá, lo sabemos, y Odiseo finalmente podrá volver a su tierra y a los suyos; pero también Poseidón cumplirá su palabra, y el rey de Ítaca volverá solo después de sufrir terribles infortunios, y después de ver como todos sus compañeros mueren tragados por el mar y devorados por sus monstruos.

2.

Dos siglos después de Homero y tres antes que Aristóteles, Alceo de Mitilene, el poeta lírico, comprendió que, al igual que las personas, también los países y las sociedades pueden naufragar. Quizás de familia aristocrática, Alceo fue contemporáneo, amigo y, según algunos biógrafos chismosos, amante de Safo. Eran tiempos difíciles en la isla de Lesbos, como en muchas otras poleis griegas. Las antiguas dinastías iban cayendo bajo golpes de estado que daban uno y otro demagogo que rápidamente se convertían en tiranos, lo cual suele pasar. Uno de estos tiranos fue Melancro, aunque pronto el poder pasó a manos de Mírsilo, quien a su vez fue derrocado por Pítaco. Alceo, como correspondía a los jóvenes de su clase, se involucró en la vida política de su polis. Apoyó a Pítaco en su lucha contra Mírsilo, pero cuando Pítaco consolidó su tiranía, debió partir al exilio. No hay noticias de cómo ni cuando murió.

Alceo escribió un poema singular, que se conserva en los fragmentos 326 y 208 L.-P., mejor conocido como La Nave del Estado. En él se describe un naufragio, pero, por primera vez, desde adentro de la nave que se hunde:

No logro ver de dónde sopla el viento.

Viene la ola a veces de este lado,

a veces de aquel otro, y nosotros en el medio

a la deriva llevados en la negra nave,

 

soportamos el mal tiempo, mientras el agua

va llenando la sentina y cubre el pie del mástil,

las velas ya dejan ver a través

con grandes desgarrones que la atraviesan…

La Nave del Estado ha quedado como metáfora política. Metáfora por excelencia de los países y las sociedades que sucumben y naufragan en medio de la tormenta de la crisis y la inestabilidad, pues sus ciudadanos han sido incapaces de conducirlos “a puerto seguro”. Tres siglos antes que Aristóteles, Alceo comprendió que los naufragios, al menos los colectivos, no son precisamente causados por la ira de algún dios, ni por culpa de algún sacrilegio. Después Aristóteles se daría cuenta de que el dolor y la desgracia no solo pueden ser individuales, sino también colectivos.


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