José Esparza: Los que han mantenido la ciencia en Venezuela son unos verdaderos héroes [y II]

Ilustración de Sebastián Guzmán.

01/11/2022

Este texto es la segunda parte de la entrevista con el doctor José Esparza, profesor adjunto de Medicina en el Instituto de Virología Humana de la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, en Baltimore, y del programa Robert Koch Fellow del Instituto Robert Koch en Berlín. En ella, el médico habla sobre la realidad sanitaria mundial, las limitaciones de Venezuela, y la complejidad de atender la salud pública en un mundo cada vez más interconectado, pero también más desigual. Puede leer la primera parte en este enlace.

Recientemente Venezuela entró en la lista de países elegibles de GAVI, la Alianza Global para la Vacunación, ¿qué implica poder trabajar con esta organización?

GAVI era elegible para los países más pobres del mundo. Incluso había países que se graduaban, cuando salían de la lista de pobres. Venezuela fue al contrario: aparentemente se “desgraduó” porque cuando GAVI se estableció, hace más de 20 años, Venezuela era un país rico y no era elegible. En las discusiones que entonces tenía con mis colegas en Ginebra, les decía: “Venezuela será un país rico por el petróleo, pero el venezolano no lo es. Tienen que entender que hay una diferencia entre el PIB y cuál es el estatus de vida del venezolano”.

Desgraciadamente, con frecuencia la respuesta que recibía era: “Eso no es culpa de la OMS, es culpa del gobierno venezolano. Si el gobierno no resuelve ese dilema de ser un país rico con mucha gente pobre, no nos pidan a nosotros que lo resolvamos”.

Yo no estoy muy al tanto de los detalles de GAVI, pero evidentemente ayuda a financiar. Paga un porcentaje. Tradicionalmente la OMS ha negociado, junto con Unicef, la adquisición de vacunas en grandes cantidades. Yo supongo que la gran ventaja con GAVI es el acceso a vacunas con mejores condiciones, pero no te puedo decir con certeza. También es cierto que en América existe el Fondo Rotatorio, que tiene más o menos el mismo papel de negociar vacunas más baratas, pero Venezuela no paga la deuda del Fondo Rotatorio y entonces no puede acceder a esas vacunas.

Conozco el origen de GAVI. Cuando se fundó, existía la preocupación de que le diera una excusa a los países para no ejercer su responsabilidad de cumplir las medidas de salud. Se manejó con mucho cuidado ese criterio: vamos a ayudar al país, pero que quede muy claro que esto no significa que no son responsables de la salud, vamos a ser colaboradores.

Si viviéramos una sociedad en que todos los gobiernos fueran honestos, responsables, transparentes, colaboradores, todo sería perfecto. Esa no es la realidad.

¿En qué medida las coberturas vacunales bajas, prácticamente nulas en casos como el rotavirus y neumococo, afectan la capacidad del sistema de salud en Venezuela?

El objetivo de la salud pública es prevenir. Los dos grandes avances que hemos tenido en prevención son el agua potable y las vacunas. Si uno no previene las enfermedades, va a tener que pagar el costo de tratar las enfermedades, los pacientes que terminan en un hospital, los hospitales abarrotados, las muertes que se pueden evitar por vacunas.

Luego hay beneficios económicos. Hay cálculos que dependen del tipo de vacuna y del país pero, en general, los cálculos indican que un dólar invertido en vacunas puede ahorrar cerca de 20 dólares en tratamiento o en costos indirectos: que la madre no puede ir a trabajar porque el niño está enfermo, por ejemplo.

En realidad, en los gabinetes de gobierno los que más pesan no son los ministerios de Educación o de Sanidad. Ellos lo que hacen es “gastar dinero”. Los que más pesan son los de Economía. Entonces los de Sanidad han tenido que aprender economía.

Yo sé que a nosotros como médicos nos rompe el corazón ver un niñito morirse de una enfermedad que se pudo haber prevenido por un dólar, pero eso no convence a los políticos. El argumento económico sí convence.

Por 50 años he estado viendo las vacunas, sufriendo las frustraciones de no poder tener una vacuna contra el VIH. Alegrándome enormemente por el éxito de covid, pero, por otro lado, viendo también con mucha frustración que países como el nuestro necesitan vacunas y no las tienen, y están al lado de países como los Estados Unidos que tienen todas las vacunas que quieran y no las usan.

¿Cómo ve usted el tema de la desinformación, la mala información, cada vez más frecuente y que afecta la salud pública?

En Estados Unidos se ha estudiado bastante bien la motivación detrás de los antivacunas. Hay diferencia entre los antivacunas y los que tienen duda razonable.

Los antivacunas a todo dar tienen muchas objeciones, pero con mucha frecuencia uno encuentra que tienen agendas secretas. Por ejemplo, son personas que creen en la medicina natural, pero no como tu abuelita, porque tienen un negocio de medicina natural. Tú entras en cualquier farmacia en los Estados Unidos y la mitad de las medicinas son naturales, que cuestan muchísimo dinero.

Esa gente es difícil de convencer. Al 40% que tiene duda razonable sí es importante atraerlos, entender con ellos mejor cuáles son las dudas.

Pero también muchas de las personas que no se vacunan, o que no llevan a sus hijos a vacunar, no tienen ninguna duda, sencillamente no tienen dinero para pagar el transporte, no tienen las facilidades de vacunación como en otras partes del mundo. Entonces el problema es complejo.

En el caso de Estados Unidos con covid fue incluso peor, porque se hizo político. Si eres de un partido eres provacuna y si eres del otro eres antivacuna.

Pero también por primera vez en la historia la sociedad ha visto cómo se desarrollan las vacunas. Antes los científicos las desarrollaban y las ofrecían. Con covid hemos visto el desarrollo, las marchas atrás, las discusiones entre los científicos. Entonces la gente empieza a dudar de cuál es la ciencia detrás de las vacunas.

El público ve esta discusión, ve a Tony Fauci no recomendando mascarillas hoy y luego recomendándolas mañana. Eso es un reflejo de cómo se hace la ciencia. La ciencia no va de progreso uno a progreso dos y a progreso tres. Va de progreso uno, echa para atrás, vuelve… Así es como se hace la ciencia, y eso confunde mucho.

Por otro lado, tradicionalmente los médicos hemos pecado de no decir toda la verdad claramente. En el sentido de que decíamos a las madres que las vacunas son 100% seguras y 100% efectivas. No es cierto. Toda intervención médica es una decisión de riesgo-beneficio. Tuvimos ese dilema con las vacunas de rotavirus: ¿cómo explicamos a la madre que esta vacuna va a proteger a su niño contra las diarreas por rotavirus, pero no por E.coli? Evidentemente el argumento a favor de las vacunas es increíblemente convincente cuando, por ejemplo, ves las muertes por sarampión antes y después de la vacuna. Las muertes se reducen violentamente.

La interacción entre el médico y la sociedad se ha hecho más complicada. Tenemos que aceptarlo y actuar. Yo di una conferencia en Inglaterra sobre esto y pedía a los médicos asistentes que establecieran un diálogo con la comunidad, que buscaran expertos en comunicaciones que nos ayuden a saltar esa diferencia entre la comunidad y nosotros. Muchos me decían “Doctor Esparza, usted está equivocado. Esos tipos antivacunas son locos y uno no puede perder el tiempo discutiendo con ellos”. Entonces yo tampoco quise perder el tiempo discutiendo con los médicos.

Pero bueno, necesitamos otro sistema.

Estos últimos años con tantas emergencias simultáneas y un gran foco de los medios en el tema es difícil no tener una sensación fatalista de que hay más enfermedades, o son peores. ¿Es un tema de la cobertura mediática o es verdad que estamos viendo más emergencias a la vez?

Ciertamente, sí hay más emergencias e infecciones debido a muchas causas. Voy a mencionar algunas. La población mundial a principios del siglo pasado era alrededor de mil millones de personas cuando hubo la epidemia de gripe española, que, por cierto, mató probablemente la décima parte de la población del mundo. Hoy en día somos 8 mil millones de personas. Hay sobrepoblación, y para que las enfermedades epidémicas se mantengan es necesario una masa crítica de gente que viva cerca para que el virus pase de un lugar a otro.

La sobrepoblación ha llevado, en algunos países, a que la gente tenga que invadir zonas selváticas. Pienso sobre todo en África, pero también en Latinoamérica. Por ejemplo, la fiebre hemorrágica argentina aparece en los granjeros cuando van a recoger el trigo, porque el virus está en unos ratones que sirven de reservorio. Los cambios demográficos que han puesto más proximidad de la gente con estos reservorios de enfermedades es lo que nos trae el ébola, nos trae probablemente el monkeypox mismo. El monkeypox en África se transmite entre personas, pero la forma de transmisión más frecuente es de animal a persona. Más frecuentemente el hombre sale al bosque a capturar algún ratón, algún animal para comida y se infecta.

Hay cambios ecológicos, como los mosquitos. Los viajes internacionales. No tengo los números exactos aquí, pero hace 10 años eran 500 millones de personas y ahora son 75 mil millones de personas que viajan de un lugar a otro. Por eso el monkeypox no se quedó en España ni en Portugal.

Hay condiciones climatológicas, demográficas y de comportamiento que han llevado al resurgimiento de enfermedades. También hay mejores métodos de diagnóstico. En el pasado una fiebre mató a Fulanito y no se supo nunca qué fue. Ahora tenemos la capacidad de decir que fue una fiebre exótica producida por algo.

Yo creo que Gaia, la Tierra, está enferma, y eso se manifiesta en estas epidemias. Pero la solución la tenemos nosotros. Vacunas, por ejemplo, contra estas enfermedades viejas que no estamos combatiendo.

Hay esfuerzos importantes para desarrollar vacunas para las próximas epidemias. La OMS tiene una lista de 10 enfermedades que tienen el mayor potencial epidémico en el futuro. Nueve tienen nombre. La décima se llama “Enfermedad X”, porque puede ser cualquier cosa.

Por cierto, los coronavirus estaban incluidos, pero no estaba incluido monkeypox. Así que por algún lugar nos viene la sorpresa.

¿Qué le ha sorprendido de la forma en que se desarrolló la pandemia de covid-19?

Mi marco de referencia para la covid-19 fue el SARS, que ocurrió en el 2002, cuando todavía estaba en la OMS. De hecho, mi unidad se encargaba de eso. Entonces nos reuníamos todas las mañanas a las 7 de la mañana para tener contacto telefónico con el CDC, con China. Al principio creíamos que era influenza, pero fue un virus nuevo. El primer SARS produjo muy pocas enfermedades, porque la transmisión ocurría solamente en personas enfermas. Muy diferente covid, cuya transmisión ocurre en asintomáticos o presintomáticos. 

Esa fue una sorpresa. Que una persona que anda caminando, sin toser, sin síntomas, pueda contagiar no es normal en Medicina. Lo usual es que el período de transmisión comienza muy poco antes de que aparezcan los síntomas. La naturaleza es muy sabia. Las personas enfermas se inmovilizan, caen en cama, porque es una forma de la naturaleza mantener a este agente patógeno en un lugar, porque si se está moviendo por todos lados nos acaba todo.

Este virus vino con una caja de sorpresas. Di una charla hace un año en la que argumentaba cómo se iba a terminar esta pandemia. Esos días aprendíamos que en Manaos, Brasil, el 79% de la población ya había sido infectada por una primera ola de covid. Luego vino una segunda ola con la variante P.1 y se volvió a infectar todo el mundo. Eso para mí fue una señal dramática de que habría variantes que escapan de la inmunidad previa. Eso pasa con la influenza, pero ahí más o menos conocemos cuáles son los límites de la mutación. Con este virus estamos aprendiendo.

Yo conversaba con Flor Pujol, jefa del Laboratorio de Virología Molecular del IVIC, sobre esto y ella me decía que los coronavirus en general mutan muy poco. Nos equivocamos. 

Usted dedicó décadas de su vida al desarrollo de las posibles vacunas para VIH/sida. ¿Hay algo que sabe ahora que le hubiese gustado saber en ese momento?

Varios amigos míos están trabajando en vacunas contra covid. Una de las preguntas que les hacía era qué pasaba si el virus mutaba. Una de las cosas que a mí me preocupaba era si habría que usar cepas diferentes, como en polio.

Me acuerdo de una conversación telefónica que tuve con el presidente de una de esas compañías y él me decía que tenían que usar la cepa de Wuhan, no podían esperar que salieran otras. Ahora, tres años después, es cuando se están incluyendo nuevas variantes.

La otra sorpresa muy grande es que todas las plataformas funcionaron. Eso es un contraste tan grande con VIH/sida, en que ninguna funcionó. Fue una buena sorpresa que hoy sabemos que una vacuna que induce anticuerpos neutralizantes protege.

Otra sorpresa, pero no tanto, es que la inmunidad no iba a durar mucho. Eso ya sospechábamos que podría ser así. Hay cuatro coronavirus humanos que causan enfermedad respiratoria en niños frecuentemente. La inmunidad por estos cuatro coronavirus dura seis meses, entonces ya había un precedente.

Hemos aprendido mucho. La gran lección es la vacuna de ARN mensajero. Hoy en día se está utilizando para desarrollar nuevas vacunas.

Y la otra lección la relaciono con VIH/sida. Los investigadores en vacunas para VIH/sida con frecuencia estaban fascinados por la ciencia. Para ellos, el desarrollo de una vacuna contra el VIH/sida era un reto científico, mientras que los que se pusieron a hacer una vacuna contra coronavirus no era por ciencia. El reto era la salud pública.

Algo tenemos que aprender de esto. No podemos esperar a tener todas las respuestas científicas que queremos antes de empezar a hacer el experimento. Muchas veces la ciencia se hace tomando riesgos, como los que tomó Edward Jenner en 1798.

Hoy en día de repente hay un cambio en la visión de la ciencia. Hace tiempo parecía más optimista, más de respeto. ¿Ahora todo es cuestionable, todo se puede dudar?

Tenemos que aprender a vivir en los años de las redes sociales. Siempre hemos cuestionado la ciencia. Cuando iba a reuniones científicas, los neófitos se asombraban al presenciar las discusiones que teníamos. 

Porque la ciencia no es pura claridad. La ciencia son preguntas y uno nunca tendrá la respuesta definitiva. Siempre digo que la ciencia se hace por aproximaciones a la verdad, pero nunca vamos a llegar a la verdad.

No es sorpresa para mí esa controversia que existe en ciencia, lo que pasa es que de pronto se hizo pública y los científicos no hemos sabido manejarlo. Ojalá pudiéramos hacer entender mejor que la ciencia no es éxito tras éxito, sino que con mucha frecuencia hay vueltas atrás. 

La otra cosa es que para mucha gente la ciencia es una actividad individual. Un investigador solo en un laboratorio mirando por un microscopio. La ciencia no es así. Es una ciencia de grupo. Lo que llamamos big science. Cuando estaba en la Fundación Gates empujé muchísimo este concepto y, de hecho, formamos consorcios muy grandes de big science que también tenían otros problemas. Los investigadores son, por naturaleza, muy competitivos. Entonces enseñar a los investigadores a compartir no era fácil.

La ciencia y los científicos han cambiado, pero han cambiado por bien: hoy nos atrevemos a tratar de entender e intervenir en problemas graves. La ciencia como técnica ha avanzado muchísimo. Muchas técnicas de ingeniería genética nos permiten hacer cosas increíbles. Creo que no ha avanzado tanto en la ética, en la forma como nos comunicamos entre nosotros y con la sociedad. Eso ha evolucionado más lento que la ciencia misma. 

Ahora colabora con el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, con la Academia Nacional de Medicina. Sigue activo con la comunidad médica y científica venezolana pese a que no vive en el país. ¿Qué limitaciones ve en el campo científico actual en Venezuela en comparación con la época en que usted se pudo formar? 

Cuando volví de Estados Unidos en 1974, antes de trabajar en la OMS, Venezuela era el paraíso. Creo que a todos los que vinimos a estudiar en  Estados Unidos nos ofrecieron quedarnos. Pero Venezuela ofrecía todas las posibilidades que uno quisiera. Para mí, los años del IVIC fueron extraordinarios. Teníamos dinero, teníamos apoyo institucional, la sociedad apreciaba lo que hacía el IVIC. Era increíble. 

Luego vino la política. Y vino antes de Chávez. La política echa a perder todo. 

¿Cuál espera que haya sido la mayor lección de esta situación para la ciencia venezolana?

Cuando se fundó el IVIC, se fundó bajo la tutela, diría yo, de Unesco. Y en esa época, Unesco recomendó a Latinoamérica, donde había poca ciencia, que se fomentaran los intereses particulares de los investigadores. Entonces no hubo una ciencia muy orientada a resolver un problema, sino, como decía Marcel Roche, es como si en un desierto pusieron una florecita. Aunque a uno no le guste, es la única que hay y le pongo agua para que crezca. Así creció la ciencia en Venezuela. 

Yo decía a mis compañeros que llegaría un momento en que esta ciencia espontánea que hacían los investigadores, sin ninguna coordinación, se orientara hacia algún aspecto beneficioso para lo que yo llamo contribuir conocimientos al tesoro universal de conocimiento, y para contribuir al desarrollo del país. No hay antagonismo. Puedes hacer ciencia de calidad de primer mundo, pero que no esté desligada de la necesidad del país. 

Uno puede hacer las dos cosas. Entonces yo decía que un día la sociedad nos iba a exigir, al IVIC, que retribuya lo mucho que nos dieron. El IVIC me pagó mi beca en Estados Unidos, por ejemplo. Nos iban a pedir eso y nosotros debíamos estar dispuestos a ofrecer. Si no lo hacíamos, nos lo iban a imponer desde afuera. 

Creo que eso ha pasado hasta cierto punto. No siempre. Para mí Flor Pujol es una heroína. Ha mantenido una carrera científica de calidad, sigue publicando información científica de calidad y ha reconocido que su experticia era importante para covid. Una línea de hacer buena ciencia, de calidad internacional, pero relevante al país. 

El IVIC sobrevive porque hay suficiente número de investigadores que siguen, a pesar de las deficiencias económicas del país. En el IVIC hay días que no hay agua. Yo me pregunto cómo puede trabajar un laboratorio sin agua. Los microscopios electrónicos que yo usé están todos echados a perder. El otro día pregunté sobre una colección de virus viejos que tenía y me dijeron que se botó porque los congeladores también se dañaron. 

Son verdaderos héroes los que han mantenido la ciencia a un nivel importante desde el punto de vista internacional y relevante para Venezuela. 

¿Y cuál espera que haya sido la lección que nos deje la pandemia de covid-19?

Creo que hemos aprendido algunas cosas buenas, pero muchas malas. Por ejemplo, que las medidas de prevención son utilizadas no solo por razones públicas sino de represión, de control social. La libertad académica en Venezuela se ha perdido. Las decisiones, por ejemplo con respecto al uso de vacunas, son decisiones políticas. 

Eso lo anunciamos varias veces desde la Academia, pero nadie le para… Bueno, no es cierto. Yo creo que el gobierno, aunque nos decepciona mucho que no nos responde, sí nos oye. Oyen a Julio Castro y oyen a Enrique López Loyo. A mí no, pero a ellos sí. Pero jamás van a reconocer que tienen razón. 

Cada grupo tiene una función importante. Tú, como periodista, no puedes hacer vigilancia. Tú puedes divulgar información. Los médicos tienen que ser médicos y aumentar la vigilancia, reportar los casos. Para mí, eso es lo que un médico infectólogo puede hacer desde su consultorio. 

Eso fue lo que decidimos hacer con la Academia. Nosotros no éramos el organismo director ni rector de la respuesta contra covid-19. Pero conversamos con el embajador americano en Venezuela en Bogotá, hablamos para la liberación de fondos. Alertamos, propusimos varias actividades. No para buscar liderazgo, ni visibilidad. Era importante crear un movimiento en el país que demandara vacunas de calidad, que se respetaran los criterios de prioridad para la vacunación. Hasta cierto punto nos inspiró lo que hizo la Academia en 1918, cuando ocurrió la gripe española. 

Evidentemente hay frustración de tener que actuar con un gobierno que ignora la ciencia y las sociedades representativas en Venezuela. La Academia de Medicina es asesora del gobierno por ley. Nunca le han prestado atención. Pero esas cosas al final sirven para cambiar una conducta. Esa es la labor. 

Uno tiene que hacer alianzas estratégicas. Tenemos que buscar coincidencias donde podamos colaborar, también internacionalmente. Pero es que Venezuela ha desaparecido. Es una lástima.

Vi un foro sobre sarampión en Latinoamérica, me lo pasó un grupo de vacunólogos de la región. No había ningún venezolano. Venezuela ha desaparecido del mapa. ¿Cómo es posible que Venezuela, el país que sembró el sarampión por toda Latinoamérica, no esté invitado a participar? Quizás es porque nos tienen lástima. 

Salimos del mapa. No somos nada hoy en día.

***

Lea también

José Esparza: Creo que covid nos enseñó que si no trabajamos juntos, perdemos todos [I]


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo