Perspectivas

El túnel del tiempo: Genesis y The Musical Box

25/06/2023

Fotografía de @themusicalboxofficial

Recuerdo una vez que saliendo de entrenar en el gimnasio de la universidad oigo que alguien me llama. Volteo y veo que se trata de Juan Villoro, el gran cronista mexicano. Hasta ese momento solo había charlado con él en la librería McNally Jackson de Manhattan. Villoro daba clases en la Universidad de Princeton y pasaba los fines de semana en la ciudad. Como sabía que él era un devoto del rock y, luego de leer la entrevista a Peter Gabriel que aparece en su libro Safari accidental, lo invité a que fuéramos juntos al concierto. Esta fue su respuesta:

Esa es una de mis obras favoritas. Mi primer trabajo formal fue escribir los guiones de un programa de rock, «El lado oscuro de la luna». Ahí dedicamos todo un episodio a The Lamb Lies Down on Broadway. No dejo de pensar en ese título ahora que, precisamente, vivo en Broadway. Lo malo son las fechas. Fíjate que el 24 salgo a México para estar con mi familia, aprovechando el puente, y regreso el 28. Si hubiera una extensión de fechas no dejes de avisarme.

A Peter Gabriel lo había visto en un concierto como solista en el teatro Olympia de París. Mi devoción era tal que de los cinco conciertos anunciados compré entradas para la primera y para la última función. Recuerdo que Gabriel, junto con su banda, entró desde la puerta de atrás del teatro. Los músicos estaban embutidos en trajes de buzos con luces de átomos en movimiento en el pecho; llevaban una linterna con la que, a medida que se acercaban al escenario, iluminaban al público. Como ya sabía la manera en que entrarían para el quinto concierto compré un asiento en una esquina del pasillo. Pero no era solo yo, la gente estaba enterada: todos volteaban hacia atrás esperando que hicieran su aparición mientras sonaba una percusión grave: tambores a ritmo lento al inicio de la canción «Intruder». Gabriel pasó a mi lado e iluminó mi rostro, aunque no fijaba su mirada en nadie en particular a medida que avanzaba.

Años más tarde, el 18 de marzo de 2009, lo vi de nuevo en el campo de fútbol de la Universidad Simón Bolívar: su voz intacta, la fuerza de su actuación incólume a pesar del cabello de algodón y del físico más voluminoso. Yo estaba de pie hacia el fondo y Antonio López Ortega, uno de los tantos amigos que saludé, sentado privilegiadamente en la primera fila. Caracas era punto final de la gira de 1993 e inicio de otra dieciséis años más tarde; un círculo concéntrico que se cerraba y, dentro de él, los devotos del universo genesíaco y la música del singular líder.

*

Hay muchas agrupaciones de tributo a las grandes bandas de rock. Algunas muy buenas. Una, por ejemplo, sería la argentina Dios salve a la reina que toca música de The Queen con su cantante que se ensimisma en la otredad vocal y física de Freddie Mercury, concierto al que asistí en el anfiteatro de la terraza del Sambil, en Caracas. Por su parte, The Musical Box pareciera acercarse a la perfección y hace plantear la hipótesis de que una banda tributo pueda llegar a superar a la original en la ejecución de las piezas. El correo de Villoro tenía fecha 17 de noviembre de 2011, nueve días antes de la presentación de The Musical Box en el Tribeca Performing Arts Center.

Desde 1993, The Musical Box se dedica a recrear álbumes del Genesis de Gabriel previos a su intempestiva partida en 1975. En la transición, como se sabe, el baterista del grupo, Phil Collins, tomó el mando de la voz, que de paso era muy parecida a la de Gabriel pero que, a fin de cuentas, es distinta, como lo detecta el oído entrenado. Phil Collins desplegó su energía en un concierto en el Poliedro de Caracas años antes de que comenzara su prematura debacle física, la cual lo llevó a escribir el libro Not dead yet (Todavía no he muerto). La era de Gabriel con Genesis fue la más experimental. La creatividad fue llevada a límites desbordantes, innovadores y avanzados. Sin la presencia de Gabriel la música de Genesis seguía siendo vanguardista, quizás sin el aura mística y entrañable que la envolvía antes y con algunos temas cercanos a lo comercial, al menos desde el punto de vista del purista, precisamente el que asiste a los conciertos de la agrupación canadiense que imita a la banda original.

*

Fotografía de @themusicalboxofficial

The Musical Box ‒nombre de una canción del disco Nursery Crime de Genesis‒ nació en Montreal. La banda toca bajo licencia de Genesis y en 2004 lograron el permiso para ejecutar el legendario álbum doble The Lamb Lies on Broadway, motivo del concierto neoyorquino de 2011 y del barcelonés de 2023, utilizando los mismos extravagantes trajes de Gabriel en el escenario, rescatando miles de diapositivas, tocando los mismos tipos de instrumentos y modelos de la época para resguardar la autenticidad del sonido, colocándose los músicos en los mismos lugares del escenario en sus actuaciones. No solo obtuvieron la licencia sino el entusiasta apoyo de Gabriel, Collins, Hackett, Rutherford y Banks, miembros originales de Genesis. Hoy en día superan las mil actuaciones en vivo con más de un millón de espectadores en el mundo.

El grado de perfección de la banda es tal que Tony Banks, el tecladista de Genesis, autorizó a The Musical Box a que visitaran The Farm, el estudio donde el grupo original componía y grababa sus discos en Surrey, Inglaterra. Con el propósito de recrear la fidelidad de la experiencia pudieron escuchar las grabaciones maestras originales, incluso varias versiones de la misma canción y las distintas modulaciones de la voz de Gabriel, esto es, cómo iba quedando cada pieza hasta que la banda escogía la definitiva. El director musical de The Musical Box, el guitarrista Sébastien Lamothe, dijo que era como si hubiesen entrado a una tienda de dulces. Él es el cerebro detrás de la banda tributo y quien resguarda la exigencia en la selección de los instrumentos originales para reproducir el sonido tal cual como se escuchó en su momento.

Desde 1994 Densi Gagné, el cantante, replica la voz y las actuaciones de Gabriel; se deja el pelo como Gabriel, se maquilla como Gabriel lo hacía, toca la flauta, se coloca los míticos y estrambóticos trajes cargados de simbolismo cónsonos con la historia que se cuenta a lo largo de las veintidós canciones del disco, en el que se narra ‒de manera un tanto abstracta y caprichosa‒ el viaje de autodescubrimiento de Rael, un muchacho puertorriqueño, en torno a las cosas que le suceden en ese camino existencial que es Nueva York.

En ocasiones los miembros originales de Genesis han compartido tarima con The Musical Box. El único que no lo ha hecho es Peter Gabriel quien, cuando los fue a ver en Bristol, se negó a subir al escenario. Iba con sus hijos y quería que ellos vieran la música y lo que hacía su papá hace años, en una etapa remota y superada. Gabriel comentó: «Quedé realmente impresionado con la calidad de la producción y el cuidado minucioso de los detalles». Mike Rutherford fue contundente al decir en tercera persona: «Son mejores que los originales». Cuando Phil Collins tocó la batería en una pieza con ellos comentó que, en efecto, la banda había superado la versión original; dirigiéndose al público, antes de comenzar su performance, dijo:

The Musical Box es un grupo de artistas que, a través de los años, con una dedicación ardua, recrean varios períodos del Genesis de los primeros años. Lo hacen con una precisión y aplomo asombrosa, mejor que nosotros. Utilizan las diapositivas originales de nuestro show, ahora con la ventaja de la tecnología que no estaba disponible en ese entonces: solo en muy pocos de nuestros conciertos todo salió como queríamos. Esta noche ustedes presenciarán el show donde todo sale bien, verán un espectáculo sin que el proyector de diapositivas se incendie o que el operador apriete el botón equivocado y adelante las diapositivas que corresponden a la siguiente canción. ¡Que disfruten!

*

Fotografía de @themusicalboxofficial

Un día caminaba por las calles de Barcelona y me tropiezo con un afiche que anuncia la presentación: 28 y 29 de enero de 2023, dos días antes de mi viaje a Caracas. Le tomé una foto. Apenas llegué a casa me metí en la página de eventos. Como en Nueva York los había visto desde un puesto distante y como los precios no eran exorbitantes compré dos asientos esquineros, para la primera fecha, en la segunda fila. Ana me había acompañado al concierto de Nueva York en 2011. Mi idea era invitar a alguien devoto de la música del Genesis de Peter Gabriel. Me comuniqué con Antonio López Ortega, quien reside en las Islas Canarias, y que, como conté, había estado en el concierto de Peter Gabriel en la Universidad Simón Bolívar en 2009 (además de ser un empedernido fanático del grupo Yes). Recordaba que Antonio lamentó no poder venir al concierto de King Crimson en Barcelona el 13 de julio de 2019 en el Teatro Coliseum de la Gran Vía de las cortes catalanas. En ese impresionante concierto Tony Levin tocó el bajo, casualmente el músico más longevo en acompañar a Peter Gabriel como solista; es decir, Levin era uno de los buzos con átomos en el pecho que encandiló con su linterna al público del Olympia. Antonio me había escrito, en una nota sobre King Crimson: «Tengo la sensación de que esta es la última oportunidad para verlos». Le mandé foto del escenario:

‒Estamos en el intermedio del concierto. Está fenomenal, son unos virtuosos y mejoran con los años. Uno se queda con la boca abierta.

Al salir veo su respuesta:

‒¡Qué maravilla! ¿Están los tres bateristas?

Le respondo:

‒Sí, estaban los tres bateristas y duró tres horas.

Salimos a la una de la mañana con la Luna y Venus claros en el cielo. Caminamos en silencio con el viento suspendido. Sobraban las palabras.

No pudiendo estar en lo de King Crimson, Antonio aceptó emocionado la invitación para ver a The Musical Box. Llegada la semana del concierto me avisa que tuvo que hospitalizar a su madre y que, lamentablemente, no me podrá acompañar. A quién podría invitar. De pronto me llegó la visión con claridad: ¿cómo no había pensado en él?

Miguel Jaime, arquitecto, profesor universitario y artista visual reside en Barcelona desde el momento en que la ciudad se transformó para recibir los juegos olímpicos de 1992. Sabía que Miguel había vivido un tiempo en Inglaterra y asumí un pasado roquero. Le comento y, entusiasmado, acepta la invitación. Quedamos en vernos en una taberna de la calle Blai, que se caracteriza por tener muchos lugares de tapas deliciosas a precios económicos. Era un sitio ubicado en el Paral-lel (avenida del Paralelo) donde antes estaba la zona rosa, el Pigalle barcelonés, y que todavía cuenta con varios teatros, como el Apolo, nombre tomado del icónico lugar de Harlem, aunque le falte la segunda «l» al nombre (como he notado que ocurre con algunos lugares emblemáticos en Barcelona: léase el legendario y desparecido Bocaccio, al que siempre le faltó una «c» y que llegó a ser frecuentado por los escritores del boom latinoamericano y por grandes nombres de la literatura española). Nos reunimos Ana, Eugenia López ‒esposa de Miguel, también arquitecta, profesora universitaria y artista visual‒ y Miguel. Eugenia y Miguel trabajan en un proyecto al que le sirve como referencia The Musical Box. La temperatura estaba a unos cinco grados y afuera hacía un frío que no resolvía del todo la calefacción colocada al lado de las mesas de la Taberna Blai. Así que nos sentamos en el interior de un bar contiguo, que era del mismo propietario, y que para nuestra sorpresa estaba decorado solo con fotos de roqueros en concierto. No podíamos creer que el azar nos había llevado allí justo antes de la presentación. Los astros se confabulaban.

Llegamos a la puerta de la sala Para-lel 62 y nos colocamos delante de la cinta roja sostenida por dos tubos metálicos. La ocasión fue aprovechada para repartir panfletos, como en otras épocas de espectáculos de rock progresivo con un aire de clandestinidad, de bandas tributo como Progiders, anunciada para el 17 de febrero. Tardaron en abrir las puertas y Miguel me hizo la lista de conciertos a los que fue cuando vivió en Londres. Había acertado en mi intuición. Ya pasada la hora de inicio abren la cinta para que pasemos. Los organizadores se notan agitados y nerviosos, algo no está sincronizado o en su lugar. Buscamos nuestros puestos esquineros en la segunda fila. Tenemos la escalera para subir al escenario a dos metros de las sillas con una visual completa, cercana, amplia. La gente llenaba el acogedor y antiguo teatro de dos pisos. Había una ventanilla-bar donde vendían bebidas alcohólicas. El público se hace de unas cuantas porque la espera se sigue extendiendo.

Los encargados de sonido corrían de un lado a otro, daban instrucciones que simulaban los futuros desplazamientos de Denis Gagné, el alter ego de Gabriel. La práctica de la puesta en escena la hacían con el telón a medias, como estábamos adelante podíamos ver todo lo que ocurría mientras mostraban un documental en la parte superior del telón que, en mi criterio, proyectaron para ganar tiempo. Termina el documental, comienzan los aplausos pero no suena la música. Sube el telón completo. El técnico de sonido por cada instrumento hacía movimientos particulares en secuencia con su mano derecha que, en algún lenguaje codificado, podría significar: prueba este, enciéndelo, más bajo, más alto, menos grave, más agudo, listo, perfecto. Cada gesto de su mano, aunque diferente, seguía un patrón para cada tarea. El público ocioso por la espera ‒incluyéndonos‒ empezó a imitar la coreografía de los gestos de dedos sincronizando el sonido. Miguel y yo notamos hasta el último detalle de lo que sucedía en el escenario.

Luego de poco más de una hora de retraso comenzó el concierto. Estábamos tan cerca que nos sentíamos parte del escenario. Miguel se queda impactado, no había oído el álbum antes a pesar de su pasado de conciertos. La actuación de la banda era impecable ahora que la veía tan de cerca, como una realidad aumentada, muy distinta a aquella vez de Nueva York. En un momento dado Miguel me dice: “Este concierto es como un túnel del tiempo”. Al concentrarse en escuchar la música, como lo requiere el Genesis de Peter Gabriel, la mente se engaña y de pronto estás en el pasado, transportado con una percepción distinta del tiempo, de las amenazas de la humanidad, de pestes y castigos divinos, guerras, avances tecnológicos peligrosos, voluntades sometidas al martirio de los teléfonos portátiles, más allá de todo: una vuelta a la adolescencia y a la devoción por esta música tan singular, cuando uno se sentaba durante horas a oír las bandas preferidas sin ningún otro propósito.

Parece mentira que, justo en estos días en los que escribo esta crónica, una publicación explica que Genesis fue la estrella del entretenimiento que más dinero hizo en 2022 en la lista anual de Forbes, por encima de Tyler Perry, The Rolling Stones, Sting o Bad Bunny, con ingresos de trecientos millones de dólares. ¿Pero cómo puede ser posible? Caramba, este grupo experimental tan vanguardista e innovador que descolló décadas atrás y que desde hace años no ofrece conciertos. La razón viene dada por la venta de su catálogo.

Recuerdo lo que me impresionó cuando vi repetidas veces un documental sobre Genesis en el que Peter Gabriel afirmaba que se fue de la banda porque se sentía estancado, que deseaba experimentar nuevas formas musicales como solista. ¿Estancado? Si esa es una manera de estar estancado con semejante torbellino creativo, definitivamente Gabriel está en otra dimensión más allá de los límites musicales. Genesis creado en 1967, Gabriel anuncia que deja la banda en 1975, declara que deseaba pasar más tiempo con su esposa y su hijo recién nacido. Todo ello aparte de las especulaciones de que su dominio escénico sobre los demás miembros habría generado disgustos por el «exceso de teatro» en la actuación, cuando los otros músicos, por lo general, permanecían estáticos y hasta inexpresivos en sus puestos, a cargo de sus instrumentos. Esa es, sin embargo, parte de la magia del Genesis auténtico: la teatralidad de Gabriel con su singular voz en contraste con la seriedad estática de los demás miembros. En el documental, más específicamente, Gabriel afirma: «No me sentía libre sino parte de una maquinaria», para rematar alegando que estaba cayendo en el estereotipo de una estrella de rock y eso no le gustaba. ¿Estereotipo? ¿Estancado? Si ser el Gabriel de Genesis, con su dramática originalidad, era estar estancado y ser un estereotipo, ¿qué podría dejar para los demás? Hoy en día sigue siendo vanguardista.

Fotografía de @themusicalboxofficial

Casualmente, a los pocos días del concierto de The Musical Box un Peter Gabriel de barbita y pelo blanco ‒nada que ver con el ágil hombre de sus actuaciones con el Genesis original‒ lanza un nuevo disco con una canción llamada «Panapticom». Es una pieza estupenda con el sello de originalidad que lo caracteriza, con esa aura nostálgica, profunda y mística. «Panapticom» se refiere a una organización y estructura que trata de mecanismos de vigilancia para la canalización de la conducta social. Un guardián desde un punto de control que permite observar a todos los prisioneros recluidos en sus celdas individuales. A mí me parecía haber visto un grafiti en el mural de la valla perimetral que circunda la excárcel modelo de Barcelona con ese mismo diseño de supervisión y control.

Luego de dos horas de actuación cerraron con un encore tocando «Watcher of The Skies», en el que Gabriel ‒o mejor dicho Densi Gagné, el cantante canadiense‒ usa una capa y una bandana en la cabeza con enormes alas de un murciélago que es guardián de los cielos. Los cielos de Barcelona nos cubrieron mientras caminábamos hacia el metro. Miguel estaba perplejo. Su impacto fue tan grande que tuvo la suerte de hacerse con dos entradas para la función del día siguiente, para llevar a Eugenia. Ella es pianista. En una época ‒comenta‒ iba a la Cota Mil con unos amigos, se estacionaban y ponían a todo volumen el álbum Seconds Out para oírlo completo con la vista de Caracas. Así que Eugenia, de carambola, también resultó, sin saberlo, asidua de Genesis, aunque más del de la era post-Gabriel.

Miguel y Eugenia estaban trabajando en un proyecto artístico que algo tenía que ver con el concierto. En una nota de WhatsApp Miguel me dice, junto con una foto de ellos dos en la segunda función:

Estoy conmocionado con la experiencia de ayer. Te comenté que tiene que ver con nuestras cosas y Eugenia me lo ha confirmado. Se llama Shanzhay y es un concepto artístico en el que trabajamos en estos momentos cuyo principio es que una copia puede llegar a ser mejor que la obra de arte original.

Bingo. Miguel Jaime y Eugenia López ahora trabajan en su proyecto al que les servía, como referencia y ejemplo, The Musical Box.

Pensé, entonces, de nuevo: el universo se confabulaba.

Viajé a Caracas el 31 de enero. Al llegar, luego de un aparatoso traslado en el que dejé olvidada mi computadora en el control de seguridad del aeropuerto de Barcelona ‒me la guardaron en «Objetos perdidos»‒, antes de que comenzara la trepidante experiencia del reencuentro con la ciudad y seducido todavía por el aura del concierto fui a buscar mi álbum doble de The Lamb Lies on Broadway. Sacudí el polvo y cerré las puertas. Urgía oírlo sin interrupciones ‒con el teléfono en silencio‒ en un viejo aparato de CD, sumergirme a través del túnel del tiempo con la vista puesta en la frondosa vegetación donde reencontraba mi pasado.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo