Perspectivas

El resentimiento como forma de gobierno

27/02/2018

Matthäus Merian el viejo. Placa 3: el emperador Tiberio a caballo, de ‘los primeros doce césares romanos’, 1650.

“Tiberio fue, en efecto, un ejemplar auténtico del hombre resentido; y por eso lo he elegido como tema de estas meditaciones”, afirma Gregorio Marañón en su excelente ensayo Tiberio. Historia de un resentimiento. El resentimiento, según el gran escritor español, “explica la doble personalidad de Tiberio ante la historia y la explosión final de su crueldad, tal vez superada por otros tiranos, pero pocas veces más odiosa que la suya”.

El rencor de Tiberio nace por conflictos con sus padres y por las dificultades de su niñez que le produjeron un complejo de inferioridad. Ese complejo mutó en resentimiento y luego se trasladó a la forma como ejerció el poder, para lo cual se apoyaba en su Guardia Pretoriana para someter con crueldad a la población.

Tiberio. Historia de un resentimiento es un ensayo que se adentra en la psicología y en la historia para construir una teoría general del resentimiento. Una lección que se puede extraer de esta obra es que el resentido vive en un tormento mental del que no se puede zafar. El autor no se detiene en el hecho histórico, sino que los interpreta según su experiencia. La crueldad y odio de Tiberio se puso en evidencia, enseña Marañón, al ejercer el poder en Capri. La frase del romano que compendia este estado psicológico es: “¡Después de mí, que el fuego haga desaparecer la tierra!” No le interesa lo que viene después de él, porque en el fondo es un ser egoísta que se considera dueño de la verdad.

El resentimiento atrae el impulso de venganza contra algún atropello real o imaginario del que habría sido víctima el resentido. La conducta de estos desencajados está orientada por la idea de hacer daño a quienes consideran responsables de la ofensa que hay que vengar. Lo que ocurre es que las más de las veces hacen pagar a quienes nada tienen que hacer con la afrenta, ficticia o real. Muchas veces se culpa a los demás por los fracasos propios, y no se reconoce el error, flojera o desidia individual. De esta manera, resentimiento y deseo de venganza están estrechamente ligados y cuando quien padece esa oscura pasión ejerce el poder, los daños son inenarrables. La figura del gobernante que se burla de sus gobernados cuando aplica políticas basadas en su pasión, es buen ejemplo de lo que enseña Marañón.

A tono con lo señalado, en esta materia es cita obligatoria Friedrich Nietzsche, para quien el hombre noble lleva una vida franca y confiada consigo mismo, en cambio “el hombre del resentimiento no es ni franco, ni ingenuo, ni honesto ni derecho consigo mismo” ¿Quiere esto decir que el hombre noble no puede padecer estados anímicos propios del resentido, que no puede sufrir odios o envidias? Desde luego que sí puede; pero la diferencia entre el alma noble y el alma resentida es que en la primera el resentimiento es pasajero, es decir, se agota en una reacción inmediata y, por ello, no envenena. El alma genuinamente resentida sufre su dolor a perpetuidad porque su enfermedad es incurable, salvo si se dedica –según advierte Nietzsche, no sin alguna ironía- a practicar el budismo que permite controlar este sentimiento. Por eso, quien domina los instrumentos para llevar a cabo su venganza con crueldad, no está dispuesto a renunciar a la posibilidad de seguir haciendo daño “como sea”.

Max Scheler, por su parte, estima que el “resentimiento es una autointoxicación psíquica, con causas y consecuencias bien definidas”. Por consiguiente, quien padece esta perturbación del alma, vive afectado psíquicamente y requiere de un proceso de desintoxicación. Asimismo, añade Scheler que las emociones del resentimiento son: “el sentimiento y el impulso de venganza, el odio, la maldad, la envidia, la ojeriza, la perfidia”. Se trata de una amalgama de pasiones oscuras que afectan a quien padece de este desajuste y le hace vivir en permanente estado de infelicidad. Entre ellas destaca el odio, porque “es la obra suprema del resentimiento”.

Si el resentido ocupa posiciones de poder, su acción suele estar acicateada por su deseo de venganza. Si alguien ha crecido con la idea de que el destino lo ha colocado en la condición de víctima o de desventaja en una sociedad, porque esta no le habría brindado las mismas oportunidades o no habría tenido la misma suerte que otros, activará su palanca para la venganza: utilizará el cargo que ostenta para diseñar políticas de acuerdo con su resentimiento. Una vez llegada la hora, tomará represalias sin miramientos. Ocurre que en la medida que crece su poder, aumenta simétricamente su resentimiento. Esto lo hace vivir en ese infierno del que nos habla Marañón. Asimismo, el resentido es un ser débil e inseguro que amolda sus decisiones a su deseo de “desquite”. (Hay también una relación entre el resentimiento y el proyecto político, asunto que fue considerado por Ruth Capriles en El libro rojo del resentimiento).

El resentido ve enemigos por todas partes. Por eso su rencor no va dirigido solamente contra los que considera, en su fuero interno, como superiores, sino también en contra de quienes considera inferiores. El resentido es un ser que sufre de complejo de inferioridad, según lo enseña Marañón en la obra comentada. De cualquier modo, y es importante resaltarlo para entender en qué medida tan nefasto sentimiento se puede clavar en una sociedad, “debemos advertir que el resentimiento no se da solamente en lo inferior con respecto a lo que siempre ha sido superior, como, por ejemplo, la clase baja con respecto a la alta (como piensan Nietzsche, e incluso, Max Scheler),  sino también del que hasta ahora ha sido superior frente a un ascenso inevitable del inferior que le disputa o limita un lugar preeminente”, como apuntó Manuel García Pelayo en sus Notas sobre el resentimiento en su dimensión psico–política (p.17).

Los resentidos se atraen mutuamente, como si fuesen imanes. Así, por ejemplo, Albert Speer, en sus Memorias, cuenta que cuando salía de viaje con Hitler, este, en sus momentos de reposo, se apartaba para juntarse con Heinrich Himmler, Martin Bormann y demás jefes del partido Nazi. Se agrupaba con los que eran como él y se apartaba de quienes no consideraba afines en su oscura pasión. La lealtad basada en el resentimiento, es un proyecto de destrucción.

Por otra parte, conviene señalar que el marxismo esconde en sus entrañas una venganza contra la burguesía a la cual califica de opresora. La dictadura del proletariado y la exclusión de personas por la aplicación de la tesis amigo-enemigo son manifestaciones de esa venganza contra quienes acusa de culpables únicos de las penurias sociales. Pero no existe una reivindicación de las clases presuntamente oprimidas, solo se reivindica al resentido que usa el poder para su propia satisfacción y para realizar su venganza. Esa satisfacción de la maldad cumplida se ve en los rostros risueños cada vez que realizan con éxito una de sus emboscadas contra sus “enemigos” políticos.

El gran reto de Venezuela en el camino para recobrar la libertad es erradicar, en lo posible, el resentimiento que potencia la crueldad en la lucha política. Cuando el resentimiento es el motor que mueve la ideología del poder, el daño es devastador porque el odio y el deseo de venganza se convierten en los fundamentos de las acciones políticas. Para que haya libertad, derechos humanos y se rescaten los valores republicanos, es fundamental desterrar el resentimiento y sus crueles efectos. El libro de Gregorio Marañón invita a pensar sobre este problema.


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