TELÓN DE FONDO

El miliciano pardo y unos indios igualados

Valle de Turmero, estado Aragua. Fotografía de Cristóbal Alvarado Minic

27/06/2020

Presentaremos  un episodio que parece irrelevante, pero que ofrece evidencias de interés sobre el estado de las opiniones cuando se acercan los sucesos de la independencia política. Lo que entonces ocurre en una perdida bodega de Turmero, permite que nos acerquemos a una atmósfera que generalmente no se considera cuando debemos evaluar la profundidad del cambio político y social que se hace patente a partir de 1810. De allí la importancia que pueda tener.

Estamos en una güarapería de Turmero, el día 17 de julio de 1800. Son las nueve de la noche. El moreno Sabino Brito, miliciano de oficio, se pasa de copas y arremete contra unos indios tributarios que llegan a comprar una botella de aguardiente. No puede permitir que entren en el negocio unos sujetos de baja calidad y los amenaza con insultos y sablazos. ¿Por qué? Porque son inferiores a el, un soldado de Su Majestad que está a punto de ¨sacar la gracia¨. El Justicia Mayor recibe las noticias del alboroto y ordena una multa para el tabernero, por vender licor a deshora, pero no encuentra otro motivo para tomar medidas drásticas. Cierra las diligencias, espera cobrar pronto el dinero que le corresponde por ley y se marcha tranquilo a su cercana casa. 

Pero las cosas no son tan sencillas para el criollo Felipe Rodríguez, quien escribe un elocuente papel para llamar la atención de la autoridad sobre la gravedad de la ocurrencia. Don Felipe es comandante del Batallón de Blancos de los Valles de Aragua, y descubre lo que otros no son capaces de advertir. No se trata de una violencia minúscula que puede perturbar la paz del vecindario, no se trata de un pleito de borrachos, afirma, ¨sino de esas malas ideas que hasta el rey viene animando para nuestro cuidado¨. Las cosas pueden pasar de castaño a oscuro, agrega, si se permite el desconcierto de las jerarquías que está provocando el Católico Monarca. Nada menos. 

Como se sabe, en 10 de febrero de 1785 el  rey ha publicado una Cédula de Gracias al Sacar que permite ciertas comodidades y licencias a los mulatos, pero especialmente a los pardos, que si pagan 1000 reales pueden usar el distintivo de Don. Aquello cae como una bomba en las residencias de los mantuanos, que se levantan contra lo que consideran como una subversión peligrosa e intolerable.  Pero también anima a los miembros de los estratos inferiores de la sociedad. Si pagan a la tesorería de Su Majestad pueden pasar por blancos, o por personas de cierta consideración, o diferenciarse de los morenos más pobres.  Estamos ante una disposición sin mayor trascendencia, en apariencia, debido a que apenas se atreve a hacer concesiones superficiales en el riguroso entramado de la sociedad estamental para hacerse de unos doblones, Sin embargo,  el criollo de los Valles de Aragua  a quien acabamos de conocer, y muchos mantuanos, juzgan que llegó a un atrevimiento riesgoso. Entienden que una insólita procesión anda por dentro. 

Por lo pronto, el episodio de Turmero demuestra que los pardos se consideraban superiores a los indios, no solo por el papel que desempeñaban en la colectividad sino también por el aliciente que ahora les concedía la cabeza del sistema. La pretensión creará dolores de cabeza en el futuro, preocupaciones de Bolívar ante la posibilidad de que explote ¨el volcán de la pardocracia¨, e  intentos sanguinarios  de elevación como los que suceden durante la Guerra Federal, pero ahora nos advierten sobre un enigma mayor en los inicios de la república. Si es así, ¿cómo pueden sentirse, ubicados en la cima de la sociedad y monopolizando blasones y doblones, los blancos criollos y las figuras del mantuanaje? ¿Van a tragarse en paz ¨esas malas ideas que hasta el rey viene animando¨? ¿No van a provocar su cuidado? ¿El asunto es la igualdad y la fraternidad que pronto se repetirán en los documentos oficiales, o un paso menos aventurado? Es evidente que sucede algo de importancia para ellos, algo vital que deben atender sin vacilaciones porque las produce un enemigo poderoso.   

En una carta elevada ante el trono en 1787, los aristócratas de Caracas dicen que, debido a la Cédula de Gracias al Sacar,  el rey está preparando el paraíso de los mulatos, los zambos y los negros, lo cual hará que los blancos y los miembros de la nobleza se alejen del servicio público para no mancillar su honor al compartir funciones y situaciones con personas promiscuas. En 1801 los criollos promueven un documento para evitar la creación de las milicias de morenos ordenada por el monarca, porque esos especímenes  que pretenden pasar por soldados son indisciplinados, borrachos, jugadores y libidinosos. En 1809, los criollos de Barcelona se levantan contra el gobernador Emparan porque ha permitido que un mallorquín forme parte del Cabildo, pese a que está ¨casado con desigualdad¨. Como el mallorquín contrajo nupcias con una parda, argumentan, debe ser expulsado de su empleo en la Casa Consistorial. Los ánimos se caldean, hasta el extremo de que el gobernador debe mandar tropa armada desde Cumaná para evitar la posibilidad de actos violentos. 

Son disputas que no solo suceden en los lugares y las instancias más copetudas de la sociedad que está a punto de proclamar su independencia, sino también en la guarapería de Turmero entre gente más humilde que está dispuesta, pese a su modesto nacimiento y a la oscuridad de su ocupación, a ventilar  credenciales y a presentarse como superior al  prójimo. Ojalá peripecias como la descrita permitan mirar con mayor profundidad lo que sucede después del 5 de julio de 1811, menos revolucionario y menos candoroso que lo que muestran  las historias habituales. 

 


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