Artes

El maestro Tiero Pezzuti

02/06/2020

Tiero Pezzuti

Parte del éxito que ha tenido Italia en su magisterio musical se basa en la expansión de sus acervos a otras culturas. Quizás no hay hoy otra música que esté dotada de tan alto grado de atracción, lo cual la proyecta a todos los rincones del mundo. Cuando Venezuela aún no había iniciado su formación identitaria, la música italiana se convierte en parte de su dinámica estético-musical. Al hacerlo, encontramos que fue la necesidad de fomentar el gusto del país por la ópera italiana, la música académica y la retreta pública, lo que atrajo a los músicos italianos llegados a Venezuela entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX.

Esta trayectoria la inicia Albino Abbiati gracias a la pasión que por la ópera italiana existía en los tiempos de José Antonio Páez. Este maestro se distingue por haber participado, hacia 1863, en la creación de la Banda Marcial Caracas. Se trata de un proceso de integración de la música al sistema de las bellas artes que se concretará después con el guzmancismo, cuando se oficialice la enseñanza pública y gratuita y se establezca un Instituto para la instrucción musical, y por la elección de alumnos que serían becados para proseguir estudios fuera del país (de preferencia en Roma). Así, Venezuela podía nutrirse permanentemente con artistas y compañías líricas para actuar en sus teatros y salones.

En 1921 a Vicente Martucci, notable director de orquesta que ingresa al medio musical venezolano por recomendación del nuncio apostólico Monseñor Ricardo Bartolini, le toca tomar decisiones vinculadas con lo que luego sería el germen de la llamada Escuela Nacionalista y con la fundación de la Orquesta Sinfónica Venezuela (OSV).

Será, sin embargo, en el momento más brillante de la oleada migratoria italiana –producto de la Segunda Guerra Mundial– cuando llega a nuestro país el más importante músico italiano que nutrió la escena lírica nacional. Primo Casale vino para formar parte de la OSV, pero de inmediato es invitado por el maestro Vicente Emilio Sojo para participar en la enseñanza de composición en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”, rebautizada con ese nombre desde 1958.

Con el fallecimiento del maestro Sojo en 1974 se abre una etapa donde comienza a conocerse el trabajo de sus últimas promociones de alumnos, como el caso de otro italiano proveniente de las bandas marciales: Tiero Pezzuti. Docente a cargo de las cátedras de solfeo, armonía y composición en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”.

Vi por primera vez al maestro Pezutti una mañana en la oficina de la Dirección de la Escuela Popular de Música “José Reina”. Le contaba a las secretarias su travesía en barco desde Italia a Venezuela, pero, específicamente, refería una anécdota sobre un bebé que viajó solo en aquella travesía y cómo fue amamantado por algunas mujeres de la nave.

Como solía pasar por la Plaza Bolívar, en cierta ocasión me quedé escuchando una retreta de las que allí se acostumbran. Al comienzo solo escuchaba la música mientras veía la fachada de la Catedral, los árboles y las hermosas fuentes que acompañan la estatua ecuestre del Bolívar de Tadolini. Luego caigo en cuenta de que la agrupación ejecutante no era la Banda Marcial Caracas, sino la Banda Marcial Simón Bolívar de la policía municipal (o metropolitana). El nivel de los músicos era el de una pequeña orquesta de conciertos. Es muy probable que en ese momento haya escuchado alguna de las laureadas obras del maestro Pezzuti, algún vals, una marcha u otro tipo de pieza. Un caudal de sonidos que de inmediato pasó a formar parte de mi admiración.

Después sabría que la Marcha a Caracas resulta una suerte de emblema de la ciudad y de la democracia –luego de haber sido premiada por un jurado integrado por Vicente Emilio Sojo, Inocente Carreño y Antonio R. Narváez–. Interpretada en esa Plaza por primera vez el 25 de julio de 1960 por la Banda Marcial Caracas dirigida por Antonio R. Narváez, se convierte, el 25 de julio de 1985, en el Himno de Caracas (para coro mixto a cuatro voces, coro con banda u orquesta o canto y piano) al incorporarse la poesía de Chelique Sarabia.

Pezzuti volvió a ser laureado en 1986 por su Himno a la seguridad solidaria (para canto y piano). El maestro también compuso una docena de marchas para banda: Aquila, Dos marchas religiosas, El Litoral-Departamento Vargas, Liliana, España y Olé (pasodoble), Casique Urimare, Independencia, Libertad, Sesquicentenario de la Batalla de Carabobo, Bicentenario del nacimiento del Libertador Simón Bolívar y Banda Marcial Bolívar. Recientemente, en 2019, la Banda Marcial Caracas interpretó la Marcha al Libertador Simón Bolívar en varias ocasiones, bajo la dirección del maestro Jesús Milano.

A comienzos de los años sesenta se hacían de manera esporádica, en ciertos puntos del litoral venezolano, representaciones sobre la llegada de Colón a Tierra Firme. En 1967 arriba al puerto de La Guaira una réplica de la Nao “Santa María” (como la usada por Cristóbal Colón en 1492) construida en Barcelona (España) y adquirida por la Corporación Venezolana de Fomento. Este barco fue donado a la Fundación del Niño y se mantuvo expuesto en el lago artificial del Parque del Este desde el 12 de octubre de 1971.

Por aquellos años la marina mercante venezolana se hallaba en auge; el maestro Pezzuti, llegado a Venezuela el 3 de julio de 1949, participa en el concurso para escoger el himno de la Escuela Náutica de Venezuela. El jurado –integrado por Vicente Emilio Sojo, Evencio Castellanos y Horacio Corredor Zerpa– evaluó una docena de obras y otorgó el premio (28 de octubre de 1969) a la pieza identificada con el seudónimo “Ro-Ga-Lil” correspondiente a Tiero Pezzuti. Como se trató de un concurso para escoger, asimismo, la letra, los versos de Ernesto Luis Rodríguez titulados «Colmenar» serían los que musicalizaría la composición de Pezzuti.

El 4 de noviembre del mismo año se realiza el acto de premiación al Himno de la Marina Mercante (para canto y piano) del maestro Tiero Pezzuti, en la sede de la Marina Mercante del Ministerio de Comunicaciones. El himno «Colmenar» sería ratificado en 2000, fecha cuando la institución pasa a llamarse Universidad Marítima del Caribe. Caben mencionarse otros himnos compuestos por Pezzuti: el del Instituto “Los Corales” (para canto y piano) de 1978, el del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe (para canto y piano) de 1981 y el Canto all´Abruzzo (para coro y piano). Son de su autoría también algunos títulos de música vocal-coral tanto profana como religiosa: Tu risa (para coro mixto a cuatro voces) con poesía de J. M. Cárdenas, Joropo (para coro mixto a cuatro voces), Panis Angelicus (para coro mixto a cuatro voces) y Ave María (para coro mixto a cuatro voces, coro de voces blancas o canto y piano).

Abordar una retórica musical basada en los valores de la ciudadanía fue lo que permitió a Pezzuti incorporarse –como estudiante de composición– a la tradición musical nacionalista de Sojo, Plaza y Evencio Castellanos. Recordemos que con la llamada “renovación” de la Escuela Nacionalista comienza el culto a la música posterior a la Belle Époque (que tomaba, entre otros elementos, al impresionismo de Ravel y Debussy, con algunos componentes destinados a retratar paisajes marinos en la infinidad de los exotismos que llamaban a una creación artístico-musical).

Un tributo al almirante Cristóbal Colón debe haber sido quizá la idea de lo que podía significar una composición musical de gran formato, que sin lugar a dudas le permitiría demostrar a Pezzuti su empatía hacia el gran navegante. Por supuesto, existían obras del género lírico o sacro que hacían alusiones al tópico colombino, como el caso de Alberto Franchetti quien había creado, a fines del siglo XIX, una ópera homónima estrenada el 6 de octubre de 1892 con motivo del cuarto centenario del descubrimiento de América. Se tienen asimismo noticias de que en Cuba el maestro Gaspar Villate tuvo aspiraciones de llegar a componer su propia ópera con el mismo tema. Pero ya entrado el siglo XX tenemos como referente La Atlántida, un gran oratorio de Manuel de Falla (al que dedicó los años finales de su vida, entre 1926 y 1946), basado en el poema de Jacinto Verdaguer, y que tuvo que ser culminado por Ernesto Halffter al fallecer de Falla.

Al reflexionar sobre la obra dedicada a Colón por el maestro Pezzuti, la cual le sirvió de requisito para obtener el título de Maestro Compositor en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”, esta antecede el episodio sinfónico para banda intitulado Columbus (1977) del compositor español y percusionista Hugo Chinesta. Sin embargo, la tradición lírica reclamará la aparición, tiempo después, de una ópera homónima de Leonardo Balada interpretada por José Carreras y Monserrat Caballé en 1989. En Venezuela ocurrió un episodio similar, en 1993, con el éxito de Federico Ruiz y sus Martirios de Colón, una opereta cargada de picardía hispana y muchas criollerías.

Aquí el boom lo abre –según indica José Peñín (Enciclopedia de la música en Venezuela, Caracas, Fundación Bigott, 1998)– el Poema sinfónico en honor a Cristóbal Colón de Tiero Pezzuti, estrenado el 25 de julio de 1971 por la Orquesta Sinfónica Venezuela bajo la dirección de Gonzálo Castellanos Yumar. El público que asistió a aquel concierto recibió, en un Da capo al fine a la Leyenda Dorada, el suavísimo aire marino del Atlántico –y quizá sus desconocidos efluvios– que el almirante Cristóbal Colón deseaba descifrar en sus viajes. En honor a la justicia, desde 1934 Caracas disfrutaba el monumento a Colón en el Golfo Triste, rodeado de caobos a la luz de los venados; su plaza con hermosas jardinerías tenía cierto aire de otoño o primavera que al maestro Pezzuti, vecino de Maripérez, seguramente le habría cautivado. Las tres figuras alegóricas del 12 de octubre de 1492 incluidas en el monumento de Rafael de La Cova –España, Italia y Venezuela– anidaban en su recuerdo. Porque muy probablemente el Poema sinfónico en honor a Cristóbal Colón sea el canto sin palabras a una tradición que solían hacer nuestros ciudadanos naturalizados al pie del monumento el día de juramentación que al propio Tiero Pezzuti le tocó cumplir en 1969.

Su estilo coupé impregna los aires de la banda marcial de un sutil valsismo, a caballo entre el estilo internacional y el influjo de la retreta caraqueña que lucía ya alejado de las caraqueñerías del gomecismo; es decir, un poco más acorde con la “onda nueva” que impondrá Aldemaro Romero a comienzos de los sesenta. Gracias a su extraordinaria inspiración en este tipo de géneros,  Pezzuti recibe el Premio “Pedro Elías Gutiérrez” en dos ocasiones: en 1971 con Rosalinda y en 1972 con Orquídea. En su catálogo hay numerosos valses, merengues, aguinaldos, joropos y arreglos. En las retretas la incorporación del joropo Alma llanera con arreglo de Tiero Pezzuti es habitual, sea la Banda Marcial Caracas o la Banda Sinfónica de Quito quien la ejecute.

En 1973 cumple con una noble función: la de copista de música. Le han asignado la responsabilidad de editar la partitura Lamentación tercera para Jueves Santo de Manuel María Larrazábal (creada alrededor del año 1843), en compañía del archivero de papeles de música Claudio García Lazo (quien redacta las notas como curador de este cuadernillo publicado por el Ministerio de Educación). Suponemos que esta labor de copista debe haberlo entretenido en varios trabajos con obras, por ejemplo, de Juan Bautista Plaza y Ramón Delgado Palacios, entre otros. También a Pezzuti se debe una traducción al castellano de las Reglas generales aplicables a todas las especies de contrapunto de Théodore Dubois (un texto que mantuvo inédito y que quizá solo usó de manera restringida en sus clases de la Escuela Lamas). A la larga, este interés musicográfico se concretaría con la publicación de su propio método de solfeo. (Sobre esto último puede consultarse el artículo de Antonino Croce).

Por otra parte, el maestro Pezzuti compuso obras “al estilo clásico”, entre las cuales cabe mencionar una Sonata para flauta y piano, Dos sonatas para piano, Tres canciones para soprano y piano, Cuatro suites para piano y su Canción para barítono y piano. Asimismo, hizo transcripciones para guitarra extractadas de sus obras para bandas, como el vals Rosalinda, su Caraqueñita, el Joropo y la Tarantela para piano y guitarra. Por tratarse de obras de cámara o salón se tiene información de que fueron interpretadas o solían incluirse en los repertorios de ensambles como el Nuevo Trío “Raúl Borges”, el Trío “Voz, Voz y Piano” y el Trío “Tiero Pezzuti”. Una interesante actividad a la que siempre se sumaron diversos profesores y estudiantes de guitarra, canto y música de cámara de las Escuelas “José Ángel Lamas”, “Juan Manuel Olivares”, “José Reina” y “Lino Gallardo” (comandados por una figlia dell´arte: Rosella Pezzuti, hija del maestro).

La llama artística ítalo-venezolana de Tiero Pezzutti aún brilla en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas” como un regalo para la ciudad y el país. Un gesto de agradecimiento de sus discípulos y colegas, pero sobre todo de la memoria musical venezolana.


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