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El curioso béisbol

17/05/2020

La primera temporada de los Yankees de Nueva York usando ese nombre fue en 1913. Fotografía tomada de yankeeworlduss.blogspot.com

A Julio Castro

Por fortuna, el béisbol se  puede ver de varias maneras. Hurgar en la historia es una de sus muchas formas.

Hazañas, inicios y finales de rachas increíbles, momentos únicos que no tienen nada de gloria, una leyenda que jamás tomó un turno al bate, dos pájaros de dos tiros o el día en el que se hizo la luz, eso es lo que vamos recordar aquí; luego de buscar en la memoria del juego a falta de nuevas historias, mientras esperamos el regreso.

Hace mucho tiempo es visto como proeza que un pitcher lance un juego completo. Son pocos y de vez en cuando. En sus inicios, en cambio, los pitchers trabajaban la ruta completa y más allá; como el 14 de julio de 1916, cuando se produjo un duelo de brazos irrompibles. El lanzador de los Browns, Ernie Koob, lanzó completo (un juego de diecisiete innings), sin carreras, contra Carl Mays, quien laboró las primeras quince entradas para los Medias Rojas. Dutch Leonard terminó el juego que quedó empatado a cero.

Joe Jackson es un nombre común en las efemérides del béisbol. Aunque para muchos pasó a la historia por ser uno de los ocho “Medias Negras”, la verdad es que su paso por el béisbol dejó una huella imborrable en decenas de episodios que dan cuenta del por qué fue tan doloroso su destierro. El 11 de agosto de 1912, «Shoeless» completó el robo de todas las bases en el séptimo inning, cuando estafó el home. Así contribuyó con la victoria de su equipo, los Indios, ocho por tres sobre los Yankees de Nueva York, en Cleveland League Park.

Joe Jackson pasó a la historia por ser uno de los ocho “Medias Negras”. Fotografía tomada de beisbolmlb.com

Revisando 1912, nos topamos con una anécdota que no es increíble sólo porque la protagoniza Ty Cobb. El 12 agosto, tres hombres lo atacaron en su camino a la estación de trenes de Detroit. Aunque resultó herido en el hombro, sometió a uno de sus asaltantes, despojándolo de una pistola e hizo huir a los otros dos. Luego siguió su camino y viajó a Syracuse, donde tenía un juego de exhibición en el que conectó par de hits, podría decirse que con un solo brazo. Sin duda es el autor de la frase: “Para llevarte bien conmigo, no aumentes mi tensión”.

La primera temporada de los Yankees de Nueva York usando ese nombre fue en 1913, una temporada negativa que terminó con récord de sesenta victorias y noventa y un reveses. Ese año, llegaron a tener foja de nueve ganados y treinta y cuatro perdidos, lo que estableció un récord de la franquicia. Hilvanaron una racha de catorce juegos sin victorias, incluido un empate a tres, con Boston.

Este personaje comenzó a edificar su leyenda desde su primer juego en las Mayores en que dio cuatro hits. A partir de ese día y hasta su final, su nombre ha estado presente en un sinfín de crónicas, como la que se recuerda del 6 de junio de 1918, en su primer turno al bate en el Ebbets Field desde que fue cambiado por los Dodgers en invierno. Casey Stengel pidió tiempo, salió de la caja de bateo y se quitó la gorra para liberar un pajarito que traía escondido, ante el asombro de todos.

La lucha del béisbol contra la mafia de las apuestas ilegales fue cuerpo a cuerpo. El 20 de mayo de 1920, la policía de Chicago tomó las gradas de Wrigley Field y arrestó a dos docenas de fans de los Cachorros, listos para comenzar a apostar, cuando fueron echados del templo.

Hablando de los Cachorros de Chicago, encontramos que fueron el último equipo que incorporó iluminación en su estadio, el antiquísimo Wrigley Field. Los primeros fueron los Rojos de Cincinnati, en 1935. El 24 de mayo, ocurrió el milagro del día dentro de la noche en un parque de beisbol. Cincinnati derrotó a Filadelfia en diez innings y el magnífico escenario  fue el “Crosley Field”. Exactamente veinte mil cuatrocientos veintidós afortunados fanáticos asistieron el histórico día. El presidente Franklin D. Roosevelt, desde la Casa Blanca, oprimió un botón para encender los trescientos sesenta y tres bombillos, de mil KW cada uno, que dieron luz al béisbol por primera vez.

Sin duda una de las rachas más extraordinarias es la de Joe DiMaggio y los cincuenta y seis juegos disparando hits. Esa cadena que no ha podido ser superada, terminó con una excelente jugada del tercera base de los Indios, Ken Keltner, en el Estadio Municipal de Cleveland ante sesenta y siete mil aficionados. El «Yankee Clipper» comenzó al día siguiente otra racha que se extendió diecisiete juegos. Dio al menos un hit en setenta y tres  de setenta y cuatro juegos.

Revisando los archivos del portal National Pastime, también encontramos a DiMaggio en días de guerra. El 4 de junio de 1944, en la base militar de Hawai, Joe DiMaggio conectó un HR de cuatrocientos treinta y cinco pies, pero su equipo (Fuerza Aérea del Ejército) perdió seis por dos contra el de la Marina de Guerra.

Los jugadores Joe DiMaggio (sargento de la Fuerza Armada) y Harold Pee Wee Reese (jefe de marina) firmando autógrafos para sus oficiales comandantes antes de un juego de béisbol con sus equipos militares en 1944. Fotografía del Archivo Nacional de Estados Unidos | National World War 2 Museum

Apenas dos días después, el 6 de junio de 1944, no hubo juegos de Grandes Ligas. Los ocho encuentros programados fueron cancelados debido a la invasión a Normandía. La operación militar, conocida como el «Día D», tuvo entre sus combatientes jugadores de béisbol, como el joven catcher Yogi Berrra, quien haría su debut con los Yankees dos años más tarde.

Así como Stengel, el empresario Bill Veeck protagonizó decenas de anécdotas estrafalarias. Fue él quien inventó poner nombres en los uniformes o celebrar los jonrones con fuegos artificiales. Ya le dedicamos una crónica, pero no incluimos este recuerdo divertido, al menos para quienes no jugaron en aquellos Indios.

El 23 de septiembre de 1949,  antes del juego, Bill Veeck, en compañía de unos pocos jugadores, presenciaron los servicios funerarios que el pintoresco propietario había contratado para enterrar el banderín de la Liga Americana. En 1948 fueron los campeones de la Serie Mundial. El día anterior a la ceremonia luctuosa del trozo de tela, los Indios de Cleveland quedaron matemáticamente eliminados y esas fueron sus exequias.

Son montones de situaciones que si no estuvieran registradas por los escritores y los estadísticos, pensaríamos que son producto de un bromista. Seleccionamos algunas.

En 1969, Gaylord Perry bateó su primer jonrón en las Mayores, apenas treinta y cuatro minutos después de que el astronauta Neil Armstrong caminara en la Luna. Esto no tendría nada de especial de no haber ocurrido, cinco años atrás, que el manager Alvin Dark pronosticara: «Primero pondrán un hombre en la Luna, antes de que Gaylord Perry pueda conectar un jonrón».

El 4 de agosto de 1983, en Toronto, Dave Winfield se vio involucrado en un lío que terminó con su detención por unas horas. El jardinero mató a una gaviota con un lanzamiento de calentamiento en la quinta entrada. Después de la victoria de tres por uno de los Yankees, Winfield fue arrestado por la policía de Ontario y acusado de crueldad hacia los animales, cargo que luego fue desechado. La infortunada gaviota cayó en la grama junto con la pelota.

Años más tarde, el 24 de marzo de 2001, otra ave tuvo su último vuelo en un parque de béisbol, cuando una pelota que salió del brazo izquierdo de Randy Johnson impactó a una paloma. Fue en un juego de Spring Training. Los Diamondbacks de Arizona estaban enfrentando a los Gigantes de San Francisco en el último encuentro de preparación previo al arranque de la temporada. El sol brillaba en el desierto y aquel pájaro no tenía idea de que estaba por batir sus alas por última vez antes de caer desplumado.

El 26 mayo de 1993, el venezolano Carlos «Café» Martínez conectó un largo batazo que abandonó el parque después de impactar en la cabeza del jardinero de los Rangers de Texas, José Canseco, en su ruta a las gradas. El inusual cuadrangular ayudó a los Indios a derrotar a los Rangers siete por seis.

Y para continuar con los nuestros, recordemos el juego del 21 de junio de 1970, en el que César Gutiérrez tuvo una jornada perfecta al irse de siete-siete en la victoria de los Tigres, nueve carreras por ocho, sobre los Mellizos en doce innings. Sin duda una hazaña extraordinaria.

Tal vez para algunos este juego es llamativo por la abultada pizarra final, pero además de eso está el hecho de que Omar Vizquel se convirtió ese día (13 de agosto de 2004) en el único jugador de toda la historia del Yankee Stadium, en sus ochenta y un años, que conectó seis hits en un juego. La actuación del campo corto de los Indios (de siete-seis) fue parte de la paliza de la Tribu veintidós carreras por cero a los Bombarderos del Bronx. En el demolido parque, recordado como “La Casa que construyó Babe Ruth”, ni Lou Gehrig o Joe DiMaggio, Mickey Mantle o Derek Jeter dieron esa cantidad de hits en una jornada. Sólo Vizquel.

Casi veinte mil hombres han visto su nombre en una alineación de Grandes Ligas. Algunos solo han aparecido una vez y aún así se les recuerda.

El 4 de septiembre de 1913, en su debut en las Mayores, el novato de veintidós años, Hal Schwenk, lanzó once entradas, en las cuales permitió doce hits, pitcheó completo y ganó. San Luis derrotó a los Medias Blancas en el Sportsman Park, cinco carreras por cuatro. El novato zurdo de los Browns nunca volvió a lanzar en las Mayores y no se conocen más detalles de su efímera historia. Debut y despedida. De esas historias breves, mi favorita es la de Archibald Graham y con ella terminamos este paseo.

Aunque en el clásico del cine Campo de sueños el personaje interpretado por Burt Lancaster dice que era “el último día de la temporada”, en verdad ocurrió el 29 de junio de 1905.

Luego de más de un mes en la banca, después de ser subido a los Gigantes, esperando su turno para debutar, el manager John McGraw lo metió cuando el juego estaba decidido a favor de su equipo, que tenía en la lomita al gran Christy Mathewson. Los Gigantes vencían once a una a los Superbas de Brooklyn (actuales Dodgers de Los Ángeles) en Washington Park, casa de estos últimos.

Graham entró en la parte baja de la octava entrada a jugar el jardín derecho en sustitución de George Browne. Cuando vino su chance, en la parte alta de la novena entrada, no pudo consumir el turno porque Claude Elliott, quien bateó antes de él, fue dominado y significó el tercer out. Así terminó ese inning. Ingresó de nuevo a la defensiva, aunque ningún batazo llegó a su zona. Eso fue todo para él.

Días después, Graham fue bajado a las menores, donde jugó el resto de 1905 y hasta 1908. Jamás regresó a las Grandes Ligas y se fue a estudiar medicina a Maryland.

El mundo supo de nuevo de “Moonlight” gracias a la película, que cumple 31 años desde que fue estrenada.

Es uno de sus personajes más notables, entrañable. “Moonlight”, un médico ya mayor,  recuerda aquel juego en un diálogo con el granjero y constructor del campo en el sembradío de maíz, Ray Kinsella (Kevin Costner), cuando le pregunta si tiene algún sueño que quiera cumplir: 

Nunca tuve un turno al bate en las Mayores. Me hubiera gustado tener esa oportunidad. Sólo una vez. Mirar a un pitcher de Grandes Ligas y justo cuando empezara a hacer su movimiento, guiñarle un ojo. Hacerle creer que sé algo que él no. Eso es lo que deseo. Una oportunidad de mirar un cielo tan azul que haga que me duelan los ojos. Sentir el temblor en los brazos al conectar una pelota. Correr las bases y convertir un doble en un triple. Ver las caras de derrota de los defensivos y poner los brazos alrededor de la base. Ese es mi deseo. ¿Hay suficiente magia en la luz de la Luna como para hacer mi sueño realidad?

Kinsella responde afirmativamente y Graham se marcha.

Cuando se vuelven a ver, Archibald es un jovencito a quien recogen en el camino. Llegan al campo y el novato cumple su sueño de tomar un turno. Aunque no conecta hit, impulsa una carrera justo antes de salvar la vida de la hija de Kinsella.

Salir del campo, significaba terminar el hechizo del maíz, por eso al cruzar la raya de cal, aparece de nuevo el viejo doctor y es el mejor homenaje a un hombre que como médico fue una eminencia.

En 1910, una epidemia de tifoidea azotó Minnesota, donde residía. Sus medidas sanitarias ayudaron a combatirla y 1914 de nuevo fueron efectivas sus decisiones, para contener otra amenaza, esta vez de polio, que afectó a los Estados Unidos.

Su historia posterior al béisbol le da dimensión a ese momento cuando Kinsella le dice que debió ser trágico no haber podido seguir jugando, a lo que él responde: “Trágico habría sido ser médico por un día”.

El 29 de junio de 2005, cuando se cumplieron cien años de aquel único juego en las Mayores, los Mellizos de Minnesota, estado en el que se le recuerda como un médico solidario, lo reconocieron con el Día de Archibald «Moonlight» Graham.

Seguramente el amable lector echó en falta juegos o momentos de sus álbumes personales, estos son apenas unos pocos en más de cien años con todos sus innings.


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