Diario Literario

Diario literario 2024, febrero (parte III): petrocultura, “La torre” de von Hofmannsthal, Guernica en Milán, Yvan Goll

Fotografía de EFE | Larry W. Smith

24/02/2024

Milán, domingo 18 de febrero 2024

Pajaritos

Mis pobres, espléndidos pajaritos, aladas dríadas de los árboles, como los llamó John Keats, andan, como el resto de los habitantes del planeta, desconcertados por el clima. La temperatura actual se correspondería a la de primavera; de hecho, algunas plantas han florecido tempranamente, pero nadie sabe cuánto puede durar. Los escucho ensayar sus recitales para la temporada 2024 hacia las 3.30-4.00am. Luego se sumergen en un inquietante silencio que apenas interrumpen algunas voces menores poco antes del tramonto. El resto del día pasa ayuno de cualquiera de estas benditas voces. Sin invierno no hay primavera, todo es un continuum desprovisto de sorpresas y novedades. Todo el mundo vegetal es afectado por estos cambios. Pienso en las vides, para cuyo reposo, después del sobrehumano esfuerzo de la vendimia, son necesarias las bajas temperaturas. La Nebbiolo del Piemonte y la Pinot Noir de Borogña, son apenas dos ejemplos, aman estar protegidas por el manto protector de las nieves, “El invierno nos mantuvo tibias”, dice un conocido poema de T.S. Eliot. Sin el frío, el vino producido por estas uvas comienza a desnaturalizarse. Lo que gana en alcohol lo pierde en elegancia.

Petrocultura. Apuntes (4)

La petrocultura, definida aquí como los cambios de las relaciones sociales y culturales estimulados por la producción de hidrocarburos, carece de la unanimidad de otras “edades”, como las definía la profesora Yaeger. La cultura del carbón, por ejemplo, introdujo cambios que se sintieron al mismo tiempo en Europa y los Estados Unidos. Sus trenes llegaban a todas partes, sus puentes cruzaban todos los ríos y sus barcos zurcaban todos los mares. El resultado fueron las grandes ciudades, ingrediente esencial para el surgimiento de lo que llamamos modernidad. Las “hormigueantes urbes” surgieron en Francia, Inglaterra, Italia, Alemania y los Estados Unidos. La edad del petróleo, aunque contemporánea en los grandes países productores (la primera concesión en Venezuela se produjo hacia 1865), no produjo las mismas transformaciones en los Estados Unidos que produjo en Venezuela, donde fue responsable de los primeros intentos de modernización y, poco más tarde, de la incorporación del país a la modernidad. Cuando el petróleo se consolida como uno de las grandes fuentes de ingreso del país norteamericano, ciudades como Chicago, San Francisco y, sobre todo, Nueva York eran tan modernas como Manchester o París. En Venezuela, el petróleo no sólo nos hizo más ricos, sino más modernos. Por desgracia, el proceso de modernización venezolana no estuvo marcado por la sensatez y el orden, sino por la prisa y el desarrollo compulsivo. No se había secado la pintura de los edificios del Silencio, la pátina no había descendido sobre las hermosas esculturas de Narváez, no nos habíamos acostumbrados a la vida horizontal en estructuras de tres o cuatro pisos, cuando el nuevo gobernante, el acelerado dictador Pérez Jiménez, se hizo cargo del ultramodernista proyecto de los “súper bloques” y de planes tan vanguardistas como la Ciudad Universitaria o el Hotel Humboldt. Mariano Picón Salas en un conocido ensayo se refirió a esta necesidad de cambiar a toda prisa “Los desterrados, principalmente los jóvenes que regresan a la muerte del tirano, traen de su expedición por el mundo un mensaje de celeridad. Era necesario darle cuerda al reloj detenido”. El estudioso Gustavo Guerrero ha sido uno de los mejores comentaristas de la afirmación de Picón Salas en un trabajo para la televisión francesa: “Modernidad y aceleración. Tiempo e imagen en la Caracas de los años cincuenta” (Trópico absoluto 7/9/2019):

Y es que, a diferencia de Rio de Janeiro o de Buenos Aires, para citar dos ejemplos, la capital venezolana sabe que llega tarde a un proceso que ya se ha iniciado varias décadas antes en otras urbes del continente y, por supuesto en Europa y los Estados Unidos. Aún más, la capital venezolana sabe que luce anacrónica ante la modernidad misma del aparato económico petrolero que viene remodelando el país desde los años veinte. De ahí la sensación de afanosa búsqueda de un tiempo perdido que parece marcar la transformación de Caracas y cuyas huellas pueden leerse entre líneas en los distintos modos de representación de la ciudad no solo a nivel nacional sino también –y es la gran novedad- internacional.

 

Sean Nesselrode Moncada. Fotografía de seannesselrodemoncada.com

Milán, lunes 19 de febrero de 2024

Petrocultura. Apuntes (5)

Petro-cultura es un término relativamente nuevo en los estudios culturales. El ensayo de la profesora Yeager contribuyó a su popularidad. No obstante, sigue siendo noción ambigua susceptible de diversas definiciones. Una de las más recientes es la que utiliza el estudioso venezolano Sean Nesselrode Moncada en su revelador Refined Material. Petroculture and Modernity in Venezuela (California, 2023) El profesor Nesselrode se acoge a la escurridiza definición del Grupo de Investigaciones de la Petro-Cultura de la Universidad de Alberta según la cual, la petro-cultura, “consta de los imaginarios sociales que existen por la energía de los combustible fósiles” (que derivan) “de las infra y superestructuras materiales e inmateriales que dan forma a nuestras realidades cotidianas y que gobiernan nuestras elecciones y movimientos dentro de las estructuras sociales, económicas y políticas”. En otras palabras, cómo la explotación petrolera ha estimulado la producción de imágenes en el imaginario de determinadas sociedades. Lo que tiene de atractiva esta manera de entender el término es precisamente su ambigüedad. Como se sabe, los imaginarios no son predecibles. Podemos conocer los resultados, pero pocas veces la génesis. Por otra parte, esta consideración exime a la petro-cultura de los riesgos de una aproximación despojado de todo subjetivismo, como la del marxismo convencional. En la Introducción a su estudio, que puede leerse como un pequeño libro independiente, el profesor Nesselrode se vale de dos imágenes para ilustrar su concepción de la petro-Cultura: una bomba de gasolina y un mural de Soto. La gasolinera, diseñada por Carlos Augusto Gramcko, está instalada en Las Mercedes de Caracas, originalmente de la Shell ahora de PDVSA. El signo más distintivo de la edificación es la escultura de Alejandro Otero, “Mástil reflejante”, un atrevido colorritmo. Escribe Nesselrode en su ensayo “La petro-cultura como motor de la modernidad venezolana: (Trópico absoluto 2/12/2023):

La escultura atraviesa dramáticamente el techo a través de una pequeña abertura, extendiéndose hasta las nubes en una expresión de ingravidez que supera la solidez del aluminio. La disrupción de los límites físicos de la gasolinera introduce una sensación de empuje hacia arriba. Con su insistente verticalidad, Mástil reflejante sugiere la ruptura de una barrera, como el famoso pozo barroso No.II, el reventón que, en 1922, inauguró la época petrolera de la historia de Venezuela. De hecho, se ha entendido esta escultura como una representación abstracta que brota de un chorro de petróleo.

Y más adelante:

… el advenimiento de la época petrolera en Venezuela produjo un nuevo tipo de imaginario, un nuevo campo donde poder ver la Venezuela petrolera modernista. Y el ejemplo del Mástil reflejante”, de Otro sirve como instancia única donde se puede ver el subtexto reprimido de lo moderno venezolano completamente explícito.

“La torre” de Hofmannsthal (1)

No creo exagerar al escribir que La torre (Der Turm) es una de las grandes obras de teatro del siglo XX, al lado de las de Claudel, Pirandello, Synge, Lorca o Weiss. La historia que cuenta, y canta, Hofmannsthal, en su obra es la misma de Calderón en La vida es sueño. El príncipe heredero ha sido encerrado en una torre durante la mayor parte de su vida y ha perdido toda noción de tiempo y espacio. Su percepción de la realidad recuerda a la de los protagonistas de la cueva de Platón. Pero el día ha llegado de su liberación y su aterrado padre, el rey Basilio, siente que la profecía (el oráculo de los griegos) que profetizaba su caída se acerca. Los tiempos del Barroco alemán, como todos los barrocos, estuvo marcado por los sangrientos, crueles y absurdos enfrentamientos de las guerras religiosas. El Siglo de Hierro, lo llamó Cervantes, su mejor protagonista en España. La época de Hofmannsthal no era de paz precisamente. Cuatro años bañados en sangre, una revolución triunfante en Rusia y otra, no menos violenta pero derrotada, en Alemania. Y en el horizonte, todavía humeante y maloliente, la perspectiva de una nueva guerra mundial. A todo esto se refiere Basilio en una de sus primeras intervenciones:

Horrores que cualquiera habría dicho que debía entenderse sólo como alegoría, han comenzado a hacerse realidad. Fue profetizada el hambre, las epidemias; las tinieblas, iluminadas por las ciudades en llamas. El soldado que arranca la bandera y golpea a su oficial con una correa; el campesino que abandona el arado y convierte su hoz en pica ensangrentada, todo esto aparece en la profecía.

Milán, martes 20 de febrero de 2024

“La torre” (2)

La vida es sueño, del jesuita español, es una de las mejores versiones edipianas de todos los tiempos. La torre, de Hofmannsthal, inspirada en Calderón, no podía ser menos. En efecto, en una escena del Acto Tercero, que deberíamos definir de asombrosa, el autor cuenta y canta el encuentro entre padre e hijo, Basilio y Segismundo. Tal vez debamos recordar que, para el autor de Poética, la pieza de Calderón es una comedia, en tanto que la del austríaco, por dónde la veamos, es una tragedia, una gran tragedia. Segismundo, en la mejor tradición, ha sido recluido en la torre por su padre para evitar el cumplimiento de una profecía que hablaba de su caída provocada por el hijo. No obstante, veinte años después de su encierro, con una interrupción en casa de unos campesinos, el príncipe es llamado a la presencia de un rey conciliatorio. Es probable que la muerte de su esposa y la culpa hayan agrietado su voluntad. Basilio es una alegoría del emperador Francisco José, gran padre de todos los súbditos de su dilatado imperio, con sus imprecisas reacciones, especialmente después de la muerte real de su reina, que iban de la bondad al despotismo. Hofmannsthal escribe siete años después de la muerte del emperador, pero sus súbditos lo seguirán siendo hasta el final de sus días. Hofmannsthal lo sintió así, y su contemporáneo Joseph Roth lo mismo, hasta su última copa en el Café Narbone. Claudio Magris ha dedicado admirables páginas a esta gravitación edípica. Si Basilio en Francisco José, y lo es, Segismundo, entre otras cosas es el heredero, revoltoso y malhadado heredero Rodolfo. El príncipe, como se sabe se suicidó en Mayerling. No obstante, para muchos desconfiados contemporáneos, su muerte habría sido deseada (“sus deseos son órdenes) por su misma majestad imperial. En el gran drama de Calderón nadie da muerte a nadie. En el de Hofmannsthal los dos protagonistas terminan de manera violenta, después de dolorosos encuentros. En Henry VI, Shakespeare pone en escena un padre que anda en busca de su hijo y, más tarde, a un hijo que anda en busca de su padre. En La torre, el encuentro se produce. El resultado no podía ser más lamentable, como bien puede y suele suceder. Y es que la soberbia define las acciones del rey Basilio. Estas son las primeras palabras que le dirige a su hijo después de haberlo condenado a un encierro de veinte años: “Habla, hijo mío, deja que escuche tu voz. Hijo te hemos perdonado. Has regresado a casa. Nuestros brazos están abiertos”. Con esta supina arrogancia no se puede dar comienzo ningún diálogo. Basilio nada tiene que perdonarle a un Segismundo que fue encontrado culpable de magnicidio antes de aprender a hablar. Es una de esas expresiones del “mundo al revés” propias de los barrocos, y el de Francisco José fue el último de ellos. Si alguien tiene que pedir clemencia es el monarca. Segismundo se lo dice: “Deja que tu rostro se abra frente a mí. Nunca has sido capaz de besar a nadie”. Todos los enfrentamientos padre-hijo son dolorosos. Tan insoportables como inevitables, la mayoría de las veces. Hay algo de contra-natura en este enfrentamiento que ha marcado la existencia desde la expulsión del Paraíso. Como nos ocurre con el Edipo de Sófocles, simplemente quisiéramos que no fuera verdad lo que estamos viendo o leyendo, en mi caso. La torre fue escrita en la Viena de Freud y Richard Strauss, Loos y Mahler y Schoenberg, el centro de lo mejor que ocurría en la Europa de esos años. La tragedia d von Hofmannsthal es una de las expresiones más gloriosas de ese decadente siglo de oro.

Milán, jueves 22 de febrero de 2024 

Un clima inusual, raro, mestizo, híbrido parece haberse establecido en la ciudad. Un tiempo que no es invierno, ni primavera, pero que es invierno y primavera. El termómetro desciende a seis grados, que es lo normal para la época, y lo deseable, hasta unos incómodos dieciocho en el pomeriggio (después de mediodía hasta el atardecer). Algunas jornadas de soles espléndidos y otros, como hoy, de perezosa lluvia. Una de las ventajas, y desventajas, de esta planicie escogida por Constantino para fundar Milán, es la ausencia de vientos a lo largo del año. No padece el rigor de las ráfagas heladas y criminales del lago Michigan o del río Hudson, pero la contaminación por los combustibles fósiles se instala más tiempo del recomendable. Lo mejor es la cercanía de los Alpes, con su luz de nieve y sus cielos azules como una naranja.

Yvan Goll. Fotógrafo desconocido

Guernica en Milán. Yvan Goll

En la conferencia de prensa de la muestra Picasso, metamorfosis del cuerpo, que se inaugura hoy en el Museo de las Culturas (MUDEC), una de los curadoras llegada de Madrid, nos recordó que fue Milán la primera ciudad europea en la cual se exhibió Guernica después de la guerra. La exposición, una breve pero exquisita selección de telas, dibujos (una de los cuadernos de “Demoiselles d’Avignon”), estupendas máscaras africanas y un reducido número de pintores africanos contemporáneos, incluía un libro de Yvan Goll con magníficos diseños del español. Yvan Goll fue un notable poeta judío alemán de lengua francesa, próximo a los surrealistas, cuya esposa se haría famosa menos por su talento (es autora de un difundido libro de memorias publicado en español por Pre-textos) que por sus relaciones con Paul Celan. En efecto, la señora Goll, después de muerto el esposo, mantuvo una estrecha relación (llegó a regalarle a Celan la pluma Waterman de su esposo), cuya intimidad sería una fatalidad para Celan. Quien terminaría impúdicamente acusado por la airada Madame Goll de haber plagiado la poesía de su esposo, quien lo había designado, con el venezolano Robert Ganzo y Alain Bosquet, como curadores de su obra literaria. Nunca se recuperaría de la acusación, como se lee en las desgarradas cartas que con tal motivo escribiría a su esposa Giselle. Una lástima para todos. Celan se suicidaría perdiéndose en las aguas del Sena, e Yvan Goll quedaría para siempre relacionado con unos lamentables sucesos de los cuales nunca tuvo conocimiento. Goll fue, aunque no se reconozca lo suficiente, uno de los poetas más notables todo el siglo XX. He traducido en su memoria dos de los textos incluidos en el hermoso volumen ilustrado por Picasso, a quien estaba dedicado:

 

Vieja ola

Para siempre armada con cabezas de pescado
De oro la escama entre los salados senos
Tu almohada rellena en los bordes
Tu máscara con un millón de miradas
Préstame tu máscara de muerte

….

De fuego los escorpiones en mi pulmón
Higo de lava en el hígado
Grasiento fuego con arroyos de muerte
Fuego aún más delgado que una revuelta
Te mantengo hijo-fuego
Con el canto de las hojas muertas
Que se funda la catedral de gárgolas
Escupiendo sangre
Y mi hoguera de cada día
Uva de fuego que come mi boca
Amor de fuego que come mi carne
Carne de fuego que come mi montaña
Montaña que se comerá mi dios
Mi Hijo el Fuego
Mi Hija la Locura
Los convertiré en Hambruna y Llama

(Élégie d’ihpétonga: suivie de Masques de cendres. Paris 1949)

La Elegía está dedicada a Picasso, quien la ilustró con cuatro magníficas litografías. Goll no llegó a ver la edición. Moriría el 27 de febrero de 1950 en una de las inmaculadas salas del American Hospital de Neuilly-sur-Seine reducido por una leucemia atroz. La sangre donada por dieciséis poetas amigos no fue suficiente.

La de “Guernica” en Milán es una historia larga, fascinante y, sobre todo, reveladora de la situación política italiana de los años cincuenta, cuya sumisión a la voluntad de Washington era poco menos que humillante. En efecto, por voluntad expresa del embajador norteamericano, la pintura de Picasso “Masacre en Corea”, no debía ser expuesta en la importante muestra romana de 1953 dedicada al artista malagueño. El encargado de ejecutar la expresa voluntad del Departamento de estado no podía ser otro que el infame Giulio Andreotti, líder de la Democracia Cristiana. En su versión milanesa, sin embargo, “Masacre” fue incluida, lo que animó a Picasso, después de muchas peripecias y seguridades (sobre todo la que garantizaba que la tela no sería regresada a la España franquista que la reclamaba como suya), accedió al traslado de Guernica desde el MoMA, donde estaba en depósito, para la exposición en el Palazzo Reale de Milán, en la apenas restaurada Sala de la Cariátides, que fuera destruida por una bomba de la USAF en 1943. Un acontecimiento cuyos cincuenta años serían celebrados con el evento del MUDEC, el cual tuvo que ser aplazado hasta el día de hoy.

Milán, viernes 23 de febrero de 2024

Hofmannsthal en Pre-textos

Es probable que ninguna editorial española haya prestado nunca tanta atención a la literatura de la mittel-Europe como Pre-texto la casa de Luis Santángel 10, Valencia, España. Sus propietarios son vieneses tanto como valencianos. Para ellos, no sé desde cuándo, al parecer desde siempre, Viena es un destino. En mi caso, me ha sido más sencillo encontrarme con ellos en la capital del antiguo imperio-austro húngaro que en la ciudad levantina. Gracias a su magnanimidad, la posta italiana ha traído a mi mesa los títulos del catálogo de Pre-textos dedicados a von Hofmannsthal: Intercambio epistolar Hugo von Hofmannsthal-Edgar Karg von Bebenburg; Para un dios no nacido, una excelente antología de poemas cuidadosamente traducida por Fruela Fernández; Una carta (“La carta de Chandos”, con “respuestas” de varios autores y un prólogo de Claudio Magris; y, en fin: El palacio de las moscas, de Walter Kappacher, el recuento imaginario de diez días de la vida de Hofmannsthal. escrito por uno de los más apreciados autores de las literaturas germanas contemporáneas. Material inmejorable para pasar los días que nos quedan de este invierno 2023-24. Estas son las primeras líneas del libro de Kappacher:

En uno de los primeros días pensó si tal vez se había hecho muy viejo para ese lugar, asociado a sentimientos ambiguos desde su misma infancia. ¿Sería que la memoria de los días y semanas felices vividos aquí, hacía tantos años, le había jugado una mala pasada? Lo que en Bad Fusch se llamaba ahora Grandhotel era, en realidad, un hotel de tercera o una fonda con pretensiones. Bien es cierto que en aquel entonces –años noventa y todavía a comienzos de siglo- su familia e incluso los huéspedes más refinados no habían sido tan exigentes como hoy día a la hora de buscar alojamiento en los sitios de veraneo de la monarquía. A menudo se hospedaban en el dormitorio de los campesinos, quienes por su parte se mudaban al desván.

De lo que llevo leído, puedo decir que no es necesario ser un interesado en la vida de Hugo von Hofmannsthal para disfrutar este magnífico texto. En realidad, el gran poeta austríaco, amigo de Rilke, es un pre-texto.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo